Introducción:
Los acercamientos historiográficos a la década de 1940 en Puerto Rico sobresalen por representarla como una de dramáticas transformaciones y significativos cambios sociales, económicos y políticos. La misma se ha reconocido como una época impactada por los múltiples efectos de la Segunda Guerra Mundial, el regreso de los veteranos a partir de 1945, el ascenso del Partido Popular Democrático (PPD) y del primer gobernador electo al poder en 1948. La articulación de discursos en torno a la modernidad, la industrialización y el progreso fueron la orden del día, así como las promesas y expectativas de una mejor sociedad. Esto, sin descartar los señalamientos sobre la severa pobreza en la que se vivía en gran parte de la Isla. Para esa época, y como parte de las premisas que se establecen para describir los cambios que se darán en 1950, se ha establecido que:
Según entró la década de los 1940, Puerto Rico estaba tan sumido en la pobreza que se llegó a llamar «la Casa Pobre del Caribe». El ingreso per cápita era de $121. Casi la mitad de la población adulta de un total 1.1 millones de habitantes, estaba desempleada. Aquellos que sí tenían empleo trabajaban principalmente en el cultivo de la caña de azúcar, en su mayoría en empleos estacionales. El ingreso estaba mal distribuido, con 86% de la población recibiendo sólo el 29% del ingreso total.[1]
El doctor Eugenio Fernández García, había descrito la pobreza en la Isla a principios del siglo XX como una carga que adolecía la “gran masa de nuestra población obrera”. A estas personas les atribuía estar: “mal nutrida(s), mal vestida(s) y vive(n) mal en hogares antihigiénicos”.[2] Paralelamente, y en menor grado, varios autores, como Blanca Silvestrini y Kelvin Santiago, han abordado temáticas relacionadas con la criminalidad vinculadas a los efectos del cambio, (como la dramática emigración del campo a la ciudad), especialmente, durante y al finalizar la época de la Segunda Guerra Mundial.[3] Entre otras obras que tratan los temas del crimen, la criminalidad y la violencia en la historia de Puerto Rico, se encuentran las de Madeline Román, Joel Villa Rodríguez, Dora Nevárez y Fernando Picó.[4]
Entrado el siglo XX en Puerto Rico, y ante las alarmas sobre la difusión de los actos delictivos, se celebró un concurrido Congreso sobre Criminalidad en 1925.[5] Uno de los Editoriales de la prensa local llamaba la atención ese mismo año sobre la plaga de degenerados y homicidas que poco a poco nos han traído a una situación lamentable y odiosa”. Reconocía el escrito que la prensa había estado congestionada de “noticias trágicas y de relatos macabros”.[6]
Años después, en el 1944, Teobaldo Casanova, miembro del Instituto de Estudios Jurídicos y Sociales de la Universidad de Puerto Rico, difundía un informe sobre el aumento estadístico en la criminalidad. Este análisis generó una amplia discusión pública a favor y en contra del alegado monto de las actividades delictivas que arropaban el país.[7]
El entonces fiscal Fernando Gallardo, señalaba la función de la prensa en la exposición de “asesinatos, homicidios, violaciones, atracos, robos, falsificaciones…”. Al respecto añadía que,
…todo el espectro del crimen en sus colores más subidos ha venido sembrando en el seno de nuestra sociedad, día tras día, el temor, la inseguridad, la angustia, así como también socavando la fe en nuestras instituciones.[8]
Un año después, en 1945, el Puerto Rico Evangélico hacía referencia a la publicidad que le daba la prensa a la “lista macabra de diversos crímenes”. Señalaba los de tipo pasional como los más comunes.
Por poca cosa se le corta el cuello a una mujer, o se le dan varias puñaladas, o se le atraviesa con una bayoneta, o se le pegan dos tiros. O se da el caso de que dos hacen un pacto suicida, y uno se encarga de cumplimentar el acuerdo. Si triunfa, los dos van camino del hoyo; si no acierta a liquidarse o le quitan a tiempo el arma, queda con vida para darse cuenta de lo que ha hecho e ir a expirar su culpa en una cárcel.[9]
Mas los problemas en los servicios de la salud pública que venían acarreándose en la Isla, representan también una amplia gama de posibilidades de estudio. Un ejemplo se menciona en el libro de Arthur James, Twenty Years in Porto Rico, cuando el autor hacía un señalamiento en cuanto a la peligrosidad de la tuberculosis a principios del siglo XX.
“Tuberculosis ranks second in the mortality table. Again, so far as the Island itself is concerned, there is no reason why the White Plague should cause such ravages. Malnutrition; poverty, and ignorance have combined again to overbalance these natural advantages. In an investigation in the city of San Juan a few years ago, it was found that in one street twelve people out of every hundred died of tuberculosis.” [10]
Al comenzar su cargo el gobernador Horace M. Towner en 1923, hizo una visita al Barrio Salsipuedes en Puerta de Tierra acompañado de varios funcionarios del gobierno. Una de las preguntas que hizo fue en cuanto al número de enfermos de tuberculosis que había en el lugar. La enfermera de la Cruz Roja que trabajaba en el área le indicó que esa entidad había localizado a unos 50. En general, se calculaba que el promedio ascendía a 300 y muchos no recibían ayudas. El doctor Meléndez, de Beneficencia Municipal de Puerta de Tierra, explicó que él atendía alrededor de 20 o 30 diarios y que los lunes recetaba a unos 160 enfermos. Para tener una idea más clara del hacinamiento,
El Gobernador penetró en una casita, en la calle Alfonso, donde viven diez y seis personas, y hay una madre y sus hijos que están tuberculosos.[11]
En 1932, el médico José Rodríguez Pastor también alertaba sobre varios problemas relacionados con el contagio de la tuberculosis cuando indicaba que:
El caso abierto, con bacilo en el espute que vive en un bohío con una familia de siete u ocho personas, es el foco de todo contagio, e infecta, no solamente a la familia, sino a los vecinos, por el hacinamiento de la población que hay en los barrios pobres de nuestros pueblos. Esto pudiera evitarse en gran parte si hubiera facilidades para hospitalizar los casos de tuberculosis.[12]
A comienzos de 1946, se indicaba y se alertaba a las autoridades que se necesitaban unas “13,500 camas de hospital para enfermos de tuberculosis, si es que quieren abordar en forma científica y efectiva el grave problema que esa cruel dolencia representa en Puerto Rico”.[13] Esas facilidades que estaban ausentes, eran muy necesarias; y en el caso que se analizará las gestiones para conseguirlas no dieron fruto.
Uno de los trabajos que no debe pasar desapercibido en cuanto a ese tema y a esa época de principios del siglo XX ha sido el de Rafael Lebrón Rivera, titulado ¡Detengamos el jinete de la muerte!: La lucha por controlar la tuberculosis en Puerto Rico, 1900-1940![14] De hecho, entre las llamadas enfermedades “reportables”, en el 1946 la tuberculosis fue considerada la segunda en Puerto Rico después de la sífilis. Se estima que un 19.3% de los casos correspondían a esa enfermedad y un 24.3% a la sífilis. Los centros de tuberculosis que había en la Isla atendieron ese año unas 144,219 personas y en el 1945 se estimaron unas 104,934.[15] Se señala que 15% de las muertes de 1946 se debieron a la tuberculosis.[16]
En las fotos a continuación se representan algunos asuntos relacionados con el tratamiento de la enfermedad en la Isla. Primero, vemos los alojamientos separados del hospital para tuberculosos que estaba ubicado en Ponce ya para 1924.[17] Una de las medidas para el tratamiento de esta enfermedad consistía en el aislamiento de los enfermos como un principio de salud pública considerado, “as old as recorded history”. Se admitía la dificultad para llevar a cabo su cumplimiento. [18]
La segunda foto ilustra un cuarto dedicado a alojar niñas enfermas en el Dispensario de Tuberculosis de San Juan Puerto Rico.[19] Éste fue establecido en noviembre de 1923.
Por último, en la foto siguiente, se reproduce un centro de salud auspiciado por la Puerto Rico Resettlement Administration (PRRA) en 1938 para darle servicio y cuidado a los niños.[20] Podemos ver las advertencias en el rótulo que aparece en la pared para evitar el contagio de la tuberculosis, como no escupir en el piso y cubrirse la boca.
Traigo estos señalamientos preliminares pues el tema que ocupa este estudio es uno en que convergen la severa pobreza insular que señalé, el uso de la violencia física como una alternativa extrema para resolver un problema familiar, y los problemas de salud a causa de la tuberculosis vinculados a la inescapable marginación y aislamiento del enfermo que tipifica esa enfermedad.
Hubo una noticia que encontré cuando hacía la investigación sobre los llamados “comandos” y las mutilaciones con navajas que se le hacían al cuerpo femenino en la década de 1940 tras finalizar la Segunda Guerra Mundial.[21] Decidí retomarla tanto por el impacto que me causó y porque comprende un tema rezagado y casi inexistente en la historiografía de Puerto Rico que abre paso a otras posibilidades en la historia social de la salud y de la medicina.
Los temas sobre la violencia que más se tratan en la historiografía local son los de infanticidio, asesinatos, homicidios, agresiones, violencia de género y suicidios. Sin embargo, no ocurre lo mismo con los análisis de los casos de homicidio(s) seguido(s) por suicidio como un evento conjunto.
Una definición de homicidio seguido por suicidio
En primer lugar, desde que la prensa se publica en la Isla, se han reseñado sistemática y sensacionalistamente los casos de homicidios seguido por suicidios como veremos más adelante.[22] Esta combinación delictiva de violencia física se define actualmente de la siguiente forma:
“Murder-suicide is “a dramatic, violent event” in which a person, almost always a man, commits one murder or multiple murders, and then shortly after commits suicide. What makes these acts particularly disturbing is that they involve more than one person and often involve a family.”[23]
La violencia física, la cual ha sido considerada como un problema global, se ha definido como “…el atentado directo, físico, contra la persona, cuya vida, salud, integridad física o libertad individual corren peligro.”[24] Vemos que la escasa historiografía mundial sobre los casos de homicidios seguidos por suicidio tiende a aceptar esa definición, y los mismos se consideran comúnmente como unos “raros” y cubiertos mediáticamente.[25] El cálculo que se hace sobre este tipo de violencia en Estados Unidos es de unos 1,000 a 1,500 casos anuales, lo que conlleva 20 o 30 casos semanales. Se establece que un 75% de los mismos han sido perpetrados por hombres.[26]
En el caso de la región del Caribe, los análisis sobre el tema en conjunto están prácticamente ausentes. Si nos referimos a los patrones de homicidios en esa región e internacionalmente, se indica que los mismos “are characterized by men commiting most of the violent offenses.” Se añaden dos puntos de importancia: primero, que la violencia hacia las mujeres muchas veces se caracteriza por situarse dentro de las relaciones familiares o de parejas; y segundo, que las mujeres la mayoría de las veces son asesinadas en el hogar, o en la intimidad; mientras que el crimen de los hombres la mayoría de las veces ocurre en público.[27]
También, en los ensayos relacionados con el tema de asesinatos seguidos por suicidios, se repite el hecho ya mencionado de que muchos de estos crímenes desembocan en la muerte de familiares cercanos. Las razones más comunes que se han señalado para cometer los mismos son: celos, problemas de salud, filicidio-suicidio, familicidio y algunos casos de asesinatos fuera de la familia. Para aclarar algunas de estas definiciones, nos podemos referir a la siguiente Tabla:
TABLA
Tipo de crimen | Significado |
Familicidio | Uno en que la o las víctima(s) asesinada(s) y quien comete el acto están relacionados familiarmente, directa o indirectamente por sangre o una relación íntima. |
Filicidio | Nos referimos a la muerte violenta de un hijo por la madre o el padre. |
Neonaticidio | Muerte a un hijo en las primeras 24 horas de nacido |
Infanticidio | Muerte a un hijo durante el primer año de vida |
Pedicidio | Muerte de niños entre 1 y 16 años |
Actualmente, y para considerarlo un acto en conjunto, el tiempo estimado para cometer el suicidio después del homicidio se ha extendido a una semana por los expertos en el tema. Mientras, algunos escritos han establecido un plazo máximo de 24 horas.[28] Cabe señalar que los casos en los que una mujer sea la asesina, sin tampoco descartar de forma alguna que existan varios, se convierten y también se representan como unos aún más fuera de lo común, como veremos más adelante.
Es precisamente sobre un acercamiento a un caso similar de lo que se trata esta reflexión. Del caso olvidado que ocurrió en Guánica en 1946 en el cual una madre que no se caracterizaba por escándalos ni abusos, degolló con un cuchillo a cinco de sus seis hijos, intentó degollar al mayor y luego, procedió con la misma arma al suicidio. El acto del suicidio se ha abordado como…“un comportamiento humano casi siempre individual y constantemente complejo, caracterizado por la puesta en marcha de mecanismos autolesivos que producen la muerte del sujeto con deliberada voluntad autoeliminadora.”[29]
Y es que el análisis de este caso, aunque no sea uno representativo de la mayoría de los que se cometen en la Isla, en el Caribe y mundialmente, converge con asuntos que revelan la condición de sectores sociales de la época y también ofrece la oportunidad de adentrarnos al sensitivo tema del estudio del suicidio el cual no se puede evadir históricamente. Además, se hacen evidentes los problemas de salud y de estrecha convivencia que ocasionó la tuberculosis en la Isla, esta vez en la década de 1940. El llamado caso “Guánica” tampoco puede desvincularse de los estragos de esa enfermedad agravados por la pobreza y las limitaciones socio económicas que enfrentaron muchas familias de la Isla.
Antes de entrar de lleno en el caso de “Eloísa”, quiero analizar preliminarmente unos casos de homicidios seguidos por suicidio de 1895 que se reseñaron en la prensa del país para establecer sus motivaciones.
Una breve mirada a algunos casos reseñados en la prensa de Puerto Rico sobre homicidios-suicidios en Puerto Rico, 1895 a 1945
En el barrio Latorre del pueblo de Lares, el domingo 24 de febrero de 1895, ocurrió uno de esos “horrorosos” sucesos que se alega dejó “conmovidos” a los vecinos. En este caso, dos hermanos iban acompañados de Carmen Freses, la supuesta “querida” de uno de ellos, llamado Braulio Retamal, quien era casado. Todo parece indicar que terminaban un día de trabajo ya que la noticia alude a que habían salido de la Hacienda de la Sucesión de Don Juan Vivó.
Mientras se dirigían hacia sus casas comenzó una discusión y Braulio hirió con un puñal a su hermano Celestino Retamal. La herida fue en un costado y le ocasionó un estado de suma gravedad. Se alega que lo hizo por celos. Una vez que lo hirió, arremetió en contra de Carmen y le causó la muerte al apuñalarla en el corazón. Se especula que al ver la “horrible escena”, decidió suicidarse con el mismo puñal. Sería el próximo lunes cuando se descubrirían los dos cadáveres y el cuerpo gravemente herido de Celestino. La esposa de Braulio, quien estaba embarazada, al ver la escena sufrió un ataque nervioso y cayó al suelo perdiendo a su bebé y quedando en estado de suma gravedad. [30]
Otro caso o “drama sangriento”, ocurrió el 15 de abril de ese mismo año en Gurabo. El “horrible” suceso, también motivado por razones pasionales, sucedió cuando Manuel Torrens asesinó de una puñalada su vecina Marcelina Alejandro, quien había sido su concubina. El arma que utilizó fue una “jucilla”, que viene siendo un cuchillo afilado. La razón se le atribuye a que en esos momentos Marcelina no quería volver con él y se indica que tuvieron hijos en esa relación.[31] Luego de asesinarla, Torrens se infligió tres heridas con la misma “jucilla” las cuales ocasionaron su muerte al otro día.
Más adelante, en septiembre de ese mismo año de 1895 año Marcelino Vincenty y Antonia Simidy (podría ser Semidey), aparecieron muertos en “su lecho conyugal…y bañados de sangre”. Se encontró en la escena del crimen una espada. También había un revólver que al parecer se había disparado en tres ocasiones.
Pedro y Josefa, eran hijos menores de esa pareja, residente en el pueblo de Maricao, en una finca cerca de la aldea de Sáez. Ambos declararon que, por la noche, los esposos habían peleado y gritado antes de acostarse y luego se escucharon unos disparos. En ese momento no se sabía con certeza cuál de los dos había asesinado al otro para luego intentar suicidarse. Se esperaba que los médicos aclararan la escena con más detalles.[32]
Luego se determinó que Vincenty había sido el agresor propinándole antes de los tiros 16 heridas con la espada a su esposa. El otro hecho lamentable fue que la esposa estaba embarazada en su último mes y la criatura también recibió una herida que le ocasionó la muerte. La causa de este crimen se le atribuyó a “un acceso de locura ó de extraordinaria excitación” por parte de Vincenty.[33] También se certificó en este caso que luego de asesinar a su esposa, Vincenty se infligió diez heridas con la espada. Por la mañana aún estaba vivo y moriría momentos después de la llegada del juzgado. Su muerte ocurrió dentro de las 24 horas posteriores al homicidio y el caso cae dentro de la categoría original de homicidio seguido por suicidio que así lo contabiliza. El hermano del homicida suicida, llamado Juan, decidió que se haría cargo de los hijos menores.
A principios del siglo XX, la prensa señalaba un aumento en la criminalidad y la preocupación por cómo hacerle frente mediante “un análisis detenido e imparcial”.[34] Mas la convocatoria no atenuó la secuencia de todo tipo de crímenes. Ya en 1905, se anunciaba que Francisco Dones sería el primer sentenciado a la pena de muerte por medio de la horca. Esto sería el 14 de febrero de 1906, cuando se dejaba atrás el uso del garrote.[35] Desde mayo de 1902, mes en el que habían sido ejecutados cuatro reos mediante el garrote en Ponce, no hubo más ejecuciones hasta la de Dones.
Si examinamos el Anejo, podemos identificar 17 ejemplos de casos que ocurrieron en el siglo XX antes del que nos ocupa. Se puede apreciar que prácticamente todos, 14 de los 17, se debieron a celos y rencillas amorosas y fueron perpetrados por hombres. De los tres restantes, uno de los casos se alega se debió a problemas económicos mezclados con la ingestión de alcohol del victimario; otro, a problemas entre el padre y su hijo y uno de ellos se alega fue un pacto de amor por la no aceptación de la relación por los padres de la novia. En dos de los casos en que se deja una nota, los suicidas se dirigen a sus madres: Guillermo Rolinson para decirle que no se apurara ya que era peor “estar en presidio” y José Antonio Rivera Ríos, le escribe que se verán … “en el cielo”. Comencemos pues con el caso que nos ocupa.
Eloísa Casiano Padilla
Eloísa Casiano Padilla nació el 27 de noviembre de 1919, en el pueblo de Yauco, Puerto Rico. Sus padres fueron Juan Casiano y Leoncia Padilla Bermúdes. Esta última falleció en 1936 cuando Eloísa tenía 17 años. Juan Sáez Pacheco, su esposo, nació en 1917, en el mismo pueblo. Sus padres fueron Flora Pacheco y Gregorio Sáez y los hermanos: Santos, Dolores, María y Ricardo Sáez.
En su relación con Sáez Pacheco, quien había sido pelotero, Eloísa procreó seis hijos. Éstos fueron: Gloria Nilsa (30 de abril de 1946), Elsie (9 de enero de 1945), Angelita (4 de febrero de 1944), Leoncia (15 de noviembre de 1941), Luis Antonio (1 de julio de 1940) y el mayor de ellos llamado Ramón Sáez Casiano (1938).
En 1935, la pareja residía en Sabana Grande. Se mudaron en algún momento y, en el 1946, la familia se ubicaba en el Barrio Arenas de Magüeyes, Guánica, en una humilde y pequeña casita de madera la cual vemos en la foto a continuación. La misma medía unos “9 a 10 diez pies por 11 o 12” pies y estaba dividida por un seto o pared de madera en solo dos secciones.[36]
Todo parece indicar que la familia era una a la que no se le conocían peleas ni contratiempos mayores. Se alegaba que Eloísa era, “una mujer trabajadora que idolatraba a su esposo” Juan, que en ese entonces solo tenía 29 años. Ambos, se indica, sabían leer y escribir.
Más había una situación de extrema gravedad. Juan, hacía como un año y medio, padecía de la contagiosa tuberculosis crónica y se encontraba en un estado precario de salud. Por motivos de espacio, había sido expulsado del sanatorio de Guánica donde estuvo recluido y Eloísa optó por alojarlo en uno de los lados de la pequeña casa. En el otro lado, en un estado de hacinamiento, convivían, comían y dormían la madre con sus seis pequeños hijos. El doctor J. Rodríguez Pastor, señalaba en 1925 y, como indiqué anteriormente, que, “In the houses where there were one or more cases of tuberculosis, there was usually little or no separation between the sick and the healthy inmates”. [37]
Dos años antes, el doctor Eugenio Fernández García, en un escrito dedicado a las víctimas de la llamada “plaga blanca”, explicaba que en ocasiones la tuberculosis dejaba a los pacientes:
…en un estado de semi-invalidez, con las consiguientes pérdidas, sacrificios, zozobras y amenazas, para el enfermo, para la familia y la sociedad”.
También enfatizaba el problema del hacinamiento en el que vivían muchas familias y la necesidad de que las enfermeras visitaran los hogares “de estos infelices” y los instruyeran “en las medidas higiénicas que deben observar.[38] Y es que la tuberculosis era una enfermedad, y se advertía hasta en la prensa, que podía propagarse mediante esos “íntimos contactos de la vida en el hogar”.[39]
Ese era el caso de Juan y su familia, No era para menos que se alegara que Eloísa, de 27 años, estuviese “agobiada” y “deprimida por el dolor” por lo que le ocurría a Juan. Decían que ella lo adoraba y sufría grandemente debido a los desalentadores pronósticos médicos y lo que implicaba esa expulsión del sanatorio a un lugar sin tipo alguno de comodidad y tratamiento directo a su condición de salud. Ignoramos si Juan recibía algún tratamiento a domicilio, pues para esa época se indicaba que el mismo existía. Su temor también radicaba en que sus hijos se pudieran contagiar y atravesar por el mismo sufrimiento que confrontaba Juan.
Habría que añadir que, en el caso de la tuberculosis como un “padecimiento crónico”, también se ha señalado que las mujeres se han caracterizado por “atender abnegadamente a los enfermos del entorno familiar.” De hecho, en varias pinturas, anuncios, litografías y testimonios a través de la historia se ha reproducido y exaltado esa imagen abnegada de la mujer cuidando a un familiar o amigo.
Por ejemplo, el pintor Edvard Munch, fue uno de los que reprodujo esta representación en su obra “La niña enferma” que se encuentra en la Galería Nacional de Oslo.[40] Otro caso conocido fue el de Aurore Dupin, conocida como George Sand, quien atendió y cuidó a Frédéric Chopin a comienzos del siglo XIX cuando éste padecía de tisis pulmonar.[41] En el folleto “La Plaga Blanca” distribuido en Puerto Rico por la División de Educación Continua, (DIVEDCO) se hace alusión al mismo.
Pero la enfermedad estaba muy avanzada y la ciencia en esos días muy atrasada en el tratamiento de esta enfermedad. Los estragos de su dolencia y los disgustos entre ambos amantes durante su estadía en Mallorca, empeoraron la condición del compositor. El músico y la novelista regresaron a París, rotos ya sus amores. Algún tiempo después moría Federico Chopin dejando al mundo el tesoro de su música inmortal.[42]
La representación del cuido femenino a los pacientes también se incorpora en el folleto, como vemos a continuación, en varias ocasiones, reforzando la imagen que se ha analizado sobre su papel en torno a los enfermos.[43]
El 18 de marzo de 2019, se publicó una pertinente columna en El Nuevo Día por el ex juez del Tribunal de Apelaciones, Hiram Sánchez Martínez, en donde analiza un caso violento que ocurrió en la Florida donde dos hijas cuidadoras asesinan a su padre de 85 años atragantándolo “con un trapo”. Muy acertadamente indica que:
En nuestra sociedad, los parientes y hermanos varones, como regla general-pues siempre hay sus excepciones-delegan en las mujeres esa difícil tarea de atender las necesidades de ese ser querido enfermo que no puede valerse por sí mismo… Muchas terminan, ellas mismas, enfermas, deprimidas, a veces con deseos de suicidarse o de “eutanisar” al pariente a su cargo…[44]
Al respecto, habría que cuestionarse lo siguiente: si a Juan se le podía identificar sin problema alguno como un cuerpo enfermo, marginado en su hogar por su diagnóstico de tuberculosis pues no cabía en el dispensario, ¿qué ocurría con Eloísa?, ¿no estaba también enferma por el trabajo y las angustias que la rodeaban, alguien se ocupaba de ella, su situación se identificaba como un problema médico en esos momentos, sufría de algún tipo de depresión y desesperanza, de miedo por la cercanía de la pérdida de su esposo? Eso lo desconozco pues no he encontrado evidencia al respecto, pero me parece un punto vital a no omitirse y a considerarse en este tipo de caso.
La víspera de la tragedia
Se indicaba que tanto Eloísa como sus hijos habían sido examinados médicamente hacía unos días y se aseguraba que ninguno estaba contagiado; que estaban “completamente saludables” según demostraban las radiografías.
Aun así, el día martes 29 de octubre de 1946, Eloísa salió a comprar alimentos y ropa nueva para ella y para sus hijos con parte de un dinero ($700.00) que le había regalado su padre. Al otro día, (30) entre las tres y las cuatro de la madrugada, se alega que tomó un cuchillo de mesa (la jucilla) que medía 4 y ¾ pulgadas de largo por ¾ pulgadas de ancho con un cabo de hierro el cual había afilado el día anterior como el que vemos en la siguiente foto. [45]
Luego de degollar a cada uno de sus hijos, Eloísa optó por suicidarse con la misma jucilla hiriéndose en el cuello lo que le ocasionó una hemorragia. Estas acciones apuntan a que la tragedia fue planificada.
Ramón, el hijo mayor, quien en ese entonces tenía ocho años, recibió dos heridas graves, una en la garganta y otra en el brazo. Sin embargo, tuvo la oportunidad de gritar y llamar a su padre quien se encontraba tirado en el lecho contiguo y sin apenas moverse ni hablar. Debido a su condición, Juan cayó al suelo al oír a Ramón y solo pudo llamar a los vecinos con su voz entrecortada. Ya era demasiado tarde.
El 31 de octubre de 1946, el periódico El Mundo anunciaba en su primera plana que una madre había degollado a cinco de sus hijos y que luego se había suicidado o que “se mató”.[46] Ese mismo día, una impresionante foto en la funeraria de los cinco hijos muertos y del cadáver de Eloísa al fondo, encabezaba la primera plana del periódico El Imparcial.[47]
Aunque no vamos a encontrar un expediente judicial del caso de los homicidios, ya que el perpetrador se suicida, en este caso uno de los inconvenientes ha sido que no se han podido localizar las declaraciones de aquellos que fueron a la casa tras cometerse el crimen y que fueron citados por el Juez de Paz, Eugenio Camacho, para el 31 de octubre de 1946, a las nueve AM. Estos “testigos” eran: Román Casiano (padre de Eloísa), Santos Sáez (hermano de Juan), Carlos Acosta y Margara Lugo (vecinos).[48] Al parecer, como ese mismo día fue el entierro, podría implicar que no fueron a ofrecer sus declaraciones.
Dentro de todo ese proceso, Juan declaraba que creía que Eloísa también lo iba a matar una vez asesinara a todos sus hijos.[49] Por eso, era que ella le pasaba la mano e insistía en que se durmiera antes de cometer el acto. Cabe resaltar que los crímenes que cometió Eloísa no se le atribuyeron públicamente a su maldad, como ha ocurrido generalmente cuando las madres asesinan a sus hijos. Tanto para la prensa, como para los testigos que declararon, los asesinatos tenían una explicación, que, aunque no justificaba para nada los hechos, atenuaba su acción. El Imparcial hablaba de “una madre desesperada” debido a la condición de tuberculosis por la que atravesaba su marido. En un Editorial de El Mundo, se describía a Eloísa tras la tragedia de la misma forma; como una “madre desesperada”.
El miércoles 13 de noviembre de 1946, Juan Sáez falleció a causa de la tuberculosis crónica que lo agobiaba. Al otro día, fue su entierro al cual se alegaba que fueron muy pocas personas. Los vecinos que lo visitaron durante esas tres semanas después de la tragedia informaron que a pesar de la preocupación que tenían por el riesgo de que Sáez recurriera al suicidio, éste “jamás intentó matarse”.[50] A continuación la foto de Juan cuya mirada resignada anticipaba la cercanía de su muerte.[51]
Mientras, Ramón seguía mejorando físicamente en el Hospital de Guánica y se consideraba “improbable” que muriera a causa de las heridas.[52] No obstante, tras la experiencia que acababa de enfrentar, y siendo testigo de la muerte de sus hermanos, su mirada invoca la tristeza por la cual atravesaba, así como la realidad del abandono y del rechazo materno del cual fue víctima.
Esa fue la última noticia que pude encontrar sobre el niño. Aunque su familia aparece enterrada en el Cementerio Municipal de Yauco su nombre no figura en el mismo. Tal vez el censo de 1950 cuando se publique ofrezca una idea sobre el paradero de Ramón cuatro años después de la desgracia, sin descartar que pudo haber migrado a Estados Unidos con alguno de sus tíos. Aunque han pasado muchos años del suceso, se podría recurrir a la historia oral en el área con el agravante de que resulta un tema delicado para que hablen los familiares y vecinos que escucharon sobre el suceso o lo recuerdan.
Cabe resaltar que “El caso de Guánica”, y más allá del consabido sensacionalismo, provocó una articulada denuncia pública en cuanto a los problemas con los servicios de salud para tratar la “plaga” de la tuberculosis. Esto, reconociendo que la Isla contaba con “la habilidad médica y los dotes de organización necesarios para afrontar la seria tarea”.
En un Editorial del periódico El Mundo se describía brevemente lo ocurrido y se vinculaba “el innombrable episodio” con los efectos de la tuberculosis en “nuestros campos y pueblos”. Era evidente que hacían falta “más camas y hospitales para estos enfermos, más centros médicos para el diagnóstico y tratamiento de la enfermedad, más campaña educativa para que nuestro pueblo aprenda a defenderse del peligro”. Sobre todo, se exhortaba a que hubiese más personal que visitara a los enfermos en sus hogares y se orientara a las familias sobre las precauciones a tomar en cuanto al aislamiento y al tratamiento. Por último, se les pedía a los enfermos que usaran a plenitud las facilidades que tenían.[53] La foto a continuación es de una de las pocas enfermeras de las que visitaba a los tuberculosos en el hogar, publicada en julio de 1925.[54]
Un Editorial de El Imparcial, reconocido periódico sensacionalista de la época, analizaba el caso en “Proyecciones de una tragedia” como consecuencia de la injusticia social. Eloísa había tratado infructuosamente en varias ocasiones de ubicar a Juan en un hospital. El saldo de sus gestiones fue el no conseguir una cama en el Sanatorio Insular. La crítica de la prensa, la cual intentaba llamar la atención de las “esferas oficiales”, se dirigió al padrinazgo político que prevalecía en los hospitales a la hora de darle prioridad de servicio a los enfermos, así como a brindar ejemplos de la pésima atención que recibían algunas personas debido a los favoritismos sociales.[55]
Hay que señalar que hubo profesionales, como el doctor Juan de Lara, que expresaba públicamente en 1947 con relación al cuido de enfermos terminales lo siguiente:
Con los limitados medios de que disponemos en Puerto Rico, los ingresos a Sanatorios deberían reservarse exclusivamente para los que con ello pudieran recobrar la salud perdida por medio de la cirugía. Con ingresar casos desesperados diz que porque están esparciendo bacilos no se resuelve ningún problema de salud pública pues son muchos los miles que quedan fuera.[56]
No hay dudas de que esta tragedia familiar conmocionaría el pueblo y sus alrededores sin descartar que hubo otros casos de asesinato suicidio que, como vimos, habían acontecido antes en la Isla. Según el Instituto Nacional de Justicia (National Institute of Justice):
“Cases in which women kill their male partners, their children and themselves are extremely rare and thus gain even more widespread media coverage.”[57]
¿Más en qué elementos radica el que estos casos sean calificados como unos “extremadamente raro(s)”? Dicha aseveración también merece una explicación adicional cuando se trata de una mujer. Sobre todo, si lo que está en medio de ese asesinato son miembros de la familia y el caso también se aleja de los típicos motivos pasionales que caracterizan la mayoría de este tipo de violencia perpetrada por hombres y cuyos ejemplos se pueden observar en el Anejo que se acompaña.
Reflexiones sobre el caso “extremadamente raro” de Eloísa
Primero, en la historiografía relacionada con los estudios estadísticos del crimen, particularmente los asesinatos, se ha señalado que las mujeres siempre han ocupado un por ciento ínfimo al compararlas con las acciones criminales de los hombres. Estos señalamientos no son exclusivos del caso de Puerto Rico. En un informe de 2009 sobre el caso de España, se señala que “…por cada 10 mujeres que cometen delitos o faltas hay 100 hombres. Y no es una novedad”.[58]
Se ha establecido igualmente que el porciento de mujeres que cometen crímenes violentos es muy reducido si se compara con los crímenes de ese tipo que cometen los hombres. Algunos de los que se consideran “violentos” son: “homicidio, asalto agravado, asalto simple, incendio provocado, hurto, violación y crímenes sexuales que utilizan la fuerza”. Esto no ocurre cuando se trata de crímenes relacionados con hurtos, robos y fraudes.[59] Llega a un punto en el que se alega que “The idea of criminally violent women is such an anomaly that many works on the subject do not even address the small numbers of women who commit violent crimes”.[60]
Sin embargo, se ha estimado que la mitad de las personas que cometen filicidos son mujeres y que lo hacen cuando los hijos están en sus edades tempranas, o sea, cuando tienen menos de ocho años, como fue en el caso de “Eloísa”. Las estadísticas que se hicieron en Estados Unidos para 1980 por W. Willbanks, ratifican que las mujeres son más dadas a matar miembros de la familia que los hombres (14.5%, versus 8.8%).[61]
Segundo, habría que añadir que cuando la mujer actúa sola, en un llamado filicidio materno, y es uno de tipo intencionado (purposeful filicide), dicho acto, al igual que el de Eloísa, se considera muy escaso.[62] Es por eso, que discrepo del señalamiento que hace la prensa local al referirse al caso de Eloísa como uno de “súbita locura”, lo cual habría que cuestionar debido a la premeditación de la autora para perpetrar sus actos. Súbito es equivalente a «improvisto, repentino” a “hacer algo de pronto, sin estudio ni preparación”, y la decisión de Eloísa fue una muy bien planificada independientemente de si ella padecía de alguna condición mental.
Tercero, también se ha indicado una propensión menor de las mujeres al suicidio si se compara esa estadística con la de los hombres, contrario a lo que ocurrió en este caso.[63] Si nos referimos a un estudio que se hizo en Puerto Rico relacionado con casos de suicidios entre el 2000 y junio de 2015, en el mismo se concluye que: “…se ha mantenido la tendencia que sobre un 80% de la mortalidad por suicidio ocurre entre varones.”[64]
Es por eso que resulta importante el señalamiento que sigue sobre los casos de las mujeres que asesinan a sus hijos y luego se suicidan:
“They generally came from very difficult life circumstances, were likely to be clinically depressed, and believed their children would be happier “with God”.”[65]
Eloísa caía dentro de esas difíciles circunstancias, por lo que atravesaba en términos de la pobreza, la marginación, el cuido de sus hijos y la enfermedad de Juan. Al llevar una relación estable, como decían los entrevistados, estaba sufriendo de antemano la posibilidad de una pérdida definitiva de su esposo y compañero de vida. Si la depresión se había apoderada de ella clínicamente, como un tipo de “violencia de autoagresión” de la cual no tenemos evidencia, no se puede perder de vista que:
El depresivo está enfermo, esto significa que “no puede”, que “está limitado en su libertad de movimiento”, que su vida en este momento está limitada por su enfermedad, que sus mundos han sido reducidos a un único mundo por su enfermedad y que él va por ese mundo “sintiendo” su enfermedad, “mostrando” su no poder.[66]
En el análisis que lleva a cabo Byung-Chul Han, en cuanto a esa condición, hace alusión a que la misma simboliza para Alain Ehrenberg, lo “incontrolable”, lo “irreductible”.[67] En el caso de Eloísa, todo se había salido de sus manos y de su control. Su vida estaba confinada a ese diminuto espacio donde habitaba con todos sus hijos, padeciendo seguramente de varias necesidades, y al otro espacio contiguo en donde se esperaba la muerte de su esposo. Añade, Chul Han que la condición, lo cual podría también describir el caso de Eloísa:
…es la excesiva, exagerada y pesada relación con uno mismo, que toma rasgos destructivos.
…Está cansado(a), harto(a) de sí mismo, de la guerra consigo mismo(a).
…Se consume en una rueda de hámster en la que da vueltas sobre sí mismo cada vez más rápido.[68]
De hecho, hay varios casos que se han reseñado procedentes de otros países asociados con este tipo de crimen.
En un lamentable caso que ocurrió el 5 de julio de 2017 en Atlanta, Georgia, una madre hispana, de México, “indocumentada”, llamada Isabel Martínez, apuñaló y asesinó a su esposo Martín, y a cuatro de sus cinco hijos con un cuchillo de cocina sin recurrir al suicidio. Su hija de nueve años, aunque fue apuñalada igual que le ocurrió a Ramón y con un arma similar, sobrevivió en un hospital hasta donde tengo conocimiento. La madre, antes de apuñalarla, le dijo que “iba a ir al cielo a conocer a Jesús”. Se alega que ella estaba deprimida por la muerte de su padre a cuyo entierro no pudo asistir. Como es usual, la pregunta dirigida al por qué se comete un acto como este no faltó. Su madre, en una entrevista alegó que estaba “enferma de los nervios”. En un video que se tomó cuando estaba en el Tribunal, podemos ver sus reverencias al Señor, ya que decía incoherentemente que “todo es posible con la ayuda de Dios”.[69]
Otro caso ocurrió en el municipio de Sabinas, Coahuilas, en la colonia Centenario de México en agosto de 2015 cuando Raquel Morales García, de 23 años, asesinó a sus cuatro hijos de tres, cinco, siete y ocho años con un arma de fuego, revólver calibre 32, y luego se suicidó. Al llamarla por teléfono y no contestar, su esposo se dirigió a la casa y encontró los cadáveres. La noticia solo señala que la mujer padecía de ataques epilépticos y tomaba medicamentos controlados.[70]
No es fácil atribuirle a un caso tan violento y premeditado como el de Eloísa una razón “altruista” por parte de la madre como una de las explicaciones existentes para cometer ese tipo de crimen. Esta razón, según sostiene la historiografía sobre el tema, radicaría en la creencia de que la muerte de esos niños se daba en su mejor interés. Era mejor matarlos a que vivieran sin padre o a que se contagiaran eventualmente con la terrible enfermedad, que era parte del miedo que enfrentaba Eloísa. Más aún, que quedaran huérfanos de madre, solos, si ella también se contagiaba y moría. Y es que los niños se concebían como su extensión, su propiedad, y si ella planificaba cometer el suicidio, era obvio que ellos tenían que desaparecer primero como parte del mismo acto.
En un estudio sobre madres que asesinaron a sus hijos y estaban en prisión hay un relato de una de ellas que había intentado suicidarse y que hace pensar en el caso de Eloísa por lo que indicó cuando la entrevistaron:
“Killing them was not out of hate. It was a suicide. I could never envision them without me. I could not accept that someone could raise them better than me”.[71]
Cuarto, otro aspecto a señalar es que el arma cortante que utilizó Eloísa no coincide con los medios que las pocas mujeres que cometen estos crímenes utilizan, que es el veneno o las armas de fuego. Sin embargo, se alega en ese mismo estudio, que las madres que matan a sus hijos a propósito tienden a usar tanto armas cortantes, como fuego o veneno. Las mismas, a pesar de la contradicción, han sido descritas por los familiares y conocidos como madres devotas y abnegadas.
Otro caso en el que vemos el uso de un arma cortante ocurrió en febrero de 1945, cuando Adela Ruperto, en Mayagüez, degolló a dos de sus hijos quienes vivían con ella y su concubino. Los otros cinco hijos se los había repartido a la familia. Tanto a Felicio, de cuatro años, como a Luisa Pagán, de dos años y medio, los atacó con una navaja de afeitar. La noticia señala que la menor, no murió en ese momento. No sabemos si falleció posteriormente. Aunque la madre intentó suicidarse, no lo logró, y se recuperaba en un hospital. [72]
Algunos hallazgos relevantes que se señalan y pueden aplicar al caso de Eloísa son los siguientes: han tenido una larga relación con su esposo e hijos, han sufrido una pérdida significativa por muerte o divorcio y tienen alguna enfermedad mental que se vincula con sus actos. En este caso, la pérdida de su esposo no se había consumado, pero ella estaba en su espera sin esperanza alguna.
Y para reforzar las necesidades por la que atravesaban los pacientes crónicos y sus familias vemos que, en enero de 1947, dos meses después del caso de Eloísa, la prensa informaba sobre pruebas de tuberculina suministradas a estudiantes de unos barrios pobres que asistían a una escuela de Aguadilla. Un 20 por ciento de los 514 niños dio positivo a las mismas.
Ese hallazgo, catalogado como “uno de miseria y enfermedad”, resultó ser un motivo de crítica en cuanto a cómo el gobierno manejaba oficialmente la tuberculosis. Hasta se llegan a mencionar los resultados infructuosos de una trabajadora social para que se recluyera en un sanatorio a un tuberculoso muy necesitado de los servicios de salud que vivía detrás de la escuela.
Indicaba la prensa que:
Día a día hemos estado clamando por que el Gobierno atienda mejor a la hospitalización de estos enfermos, a la educación de las familias, a la investigación de los casos.
Día a día, hemos estado pidiendo que en vez de invertir millones y más millones de dólares en empresas, agencias y experimentos de dudoso beneficio, se atendieran mejor las necesidades primordiales como ésta de la tuberculosis. El contraste sangriento, entre la inútil inversión de millones y el cuadro revelado en Aguadilla, debe ser gran estímulo para que la Legislatura despierte a la realidad de la magnitud del problema de la tuberculosis y provea lo necesario para confrontarlo.[73]
He señalado que los casos de asesinato seguidos por suicidio no se registran como tales en las estadísticas gubernamentales. Esto, sin descartar la presentación de los mismos que ha hecho la Oficina de la Procuradora de la mujer en algunos de sus informes recientes sobre violencia de género.[74]
Si vemos las estadísticas de la policía insular desde los años 1944 al 1949, el asesinato figura como un delito que se contabiliza aparte, lo cual no aporta con el estudio ni con la prevención de la complejidad de estos sucesos. En las “Novedades de la Policía” del caso de Eloísa hay una nota a mano que lee: “asesinatos 5, ataque cometer asesinato 1, suicidio 1”.[75]
Tras el análisis del complejo caso de Eloísa, mi propuesta adicional llama la atención sobre una deficiencia en la contabilización histórica de sucesos criminales. Esta registra el homicidio seguido por el suicidio como si fueran actos separados y ha obstaculizado el acercarse a la problemática social que este tipo de caso representa como uno que es un conjunto y cuyas razones, sean cuales sean, pasionales o de otro tipo, son imposibles de desasociar.
Además, considero que la atención al llamado “paciente”, que es aquel a quien se le diagnostica y sufre de una condición o enfermedad, debe de ir más allá de esa mirada típica que lo separa de quienes lo cuidan. Estos comprometen su cotidianidad con sus servicios y también pueden considerarse otro tipo de pacientes sujetos a depresiones y a desequilibrios anímicos y mentales que hay que atender.
Como establece el médico Scott Eliason,
“There are certain clinical presentations that should alert mental health professionals to be suspicious of the risk of possible murder-suicide…”.[76]
Y a esos efectos, tenemos otro desgarrador caso que aconteció en marzo de 2017 en Puerto Rico cuando un hombre envejeciente de 87 años, que se hacía cargo de cuidar diariamente a su familia en todos los aspectos, le quita la vida a su esposa de 80 años y a sus dos hijos enfermos en Cayey. Aunque contrario a Eloísa, dejó una llamada “carta suicida”, en la misma señaló una situación similar al expresar que el suceso fue debido a la “falta de esperanza por la situación que estaba viviendo”.[77]
El psiquiatra Julio Jiménez emitió una valiosa opinión que debe tomarse en cuenta más allá de la coyuntura del suceso y que también aplica a lo planteado en el caso de Eloísa, y es que “se le debió prestar también atención al cuidador, establecerle un sistema de apoyo, para evitar este tipo de crímenes”. En este caso particular, también se señala el peligro de la depresión de los cuidadores de pacientes de Alzheimer, como era el caso de la esposa del suicida.
A esos efectos, también el 11 de abril de 2019, una mujer de 54 años llamada Mireya de Córdova, después de ser la cuidadora única de su madre octogenaria que padecía de Alzheimer, la asesinó con un martillo de una forma extremadamente violenta. Se indica que la cuidó por nueve años lo cual causó una “sobrecarga” y un “deterioro” en su “salud mental, social y física”.[78] Ella misma declaró que “estaba desesperada” y además, que “no veía salida”.[79]
En un sugerente escrito, Cezanne Cardona hace alusión a este caso y señala, tal vez con cierta ironía frente a estas realidades, que en, “La tercera semana después del homicidio comencé a olvidar, como todos, a la mujer y a su madre”.[80] Y es que tienen que ocurrir tragedias similares para que se hable del nombre que se le ha asignado a estos actos, se analicen las causas y se despliegue en los medios de comunicación el problema, cuando para ese llamado “síndrome del cuidador”, que ocurre en tantos hogares diariamente, se deben fortalecer continua y efectivamente los servicios de apoyo.
Estos sucesos también me recuerdan un ensayo de March Bloch en el que, analizando la obra de Maurice Halbwachs sobre el suicidio como “uno de los herederos intelectuales más destacados de Durkheim”, establece:
¿Hay acaso un acto en apariencia más estrictamente personal que aquel por el que un individuo, frecuentemente inmerso en una atroz soledad sentimental, elige darse muerte?[81]
Es por eso, según señala Roy Porter, que para también entender lo que conlleva una enfermedad, la cual también se ha considerado por María Luisa Pfeiffer como la “pérdida de la libertad”, es necesaria una historia de la medicina desde abajo, o desde el punto de vista y las necesidades de los pacientes.[82]
“For it takes two to make a medical encounter-the sick person as well as the doctor, and for this reason, one might contend that medical history ought centrally to be about the two-way encounters between doctors and patients. Indeed, it often takes many more than two, because medical events have frequently been complex social rituals involving family and community as well as sufferers and physicians.”[83]
Subrayo, y de quienes los cuidan y se hacen cargo de ellos, que en ocasiones y en situaciones precarias, como hemos visto, sufren el deterioro de su salud mental con consecuencias de desasosiego o desgracia familiar.
FIN
Mayra Rosario Urrutia es Catedrática retirada del Departamento de Historia de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, en donde trabajó desde 1991. Ha ofrecido cursos sobre teoría y metodología de la historia, cursos graduados de diferentes temas históricos, y dirige tanto propuestas como tesis de maestría y de doctorado. Fue Directora del Departamento, Coordinadora del Programa Graduado de Historia y miembro de la Junta de Síndicos de la Universidad Central de Bayamón (UCB). Colabora en el Recinto de Ciencias Médicas de la UPR en un curso con énfasis en la Medicina Tropical así como en el Centro de Estudios Avanzados y del Caribe.
REFERENCIAS
[1] http://www.gdbpr.com/spa/about-gdb/history_02.html, consultado en 10 de abril de 2018. Mi agradecimiento a Marcos Nieves, quien me acompañó en esta trayectoria investigativa. Agradezco los valiosos comentarios de la profesora María Dolores Luque y del Dr. Miguel A. González Manrique y al Dr. Raúl Mayo por su colaboración.
[2] Eugenio Fernández García, “El problema de la tuberculosis en Puerto Rico”, en E. Fernández García, ed., El Libro de Puerto Rico, San Juan: El Libro Azul Publishing Co., 1923, p. 358.
[3]Blanca Silvestrini, Violencia y criminalidad en Puerto Rico, 1898-1973, Capt. IV, “La violencia y el rápido crecimiento industrial: 1940, 1959”, Editorial Universitaria: UPR, 1980. Kelvin A. Santiago Valles, Subject People and Colonial Discourses, Economic Transformation and Social Disorder in Puerto Rico, 1898-1947, NY:State University of New York Press, 1994.
[4] Madeline Román, Estado y Criminalidad en Puerto Rico, Un abordaje criminológico alternativo, San Juan:Publicaciones Puertorriqueñas, 1993. Joel Villa Rodríguez, El Sujeto Criminal, Crimen y Criminalidad, John Wiley and Sons, Inc., 2008. Dora Neváres Muñiz, El Crimen en Puerto Rico, San Juan, PR: Instituto Para el Desarrollo del Derecho, Inc., Tercera Edición, 2008. Fernando Picó, Los Gallos Peleados, San Juan: Ediciones Huracán, 1983. Un libro relacionado con los homicidios es el de, Judith Rodríguez Figueroa y Alma Irizarry Castro, El homicidio en Puerto Rico, Características y nexos con la violencia, San Juan: Universidad Carlos Albizu, 2003. Otro libro mencionado es el de Roberto E. Morán, La Criminalidad En Puerto Rico: Causas, Tratamiento y Prevención (Visiones y Cegueras), San Juan: Editorial Isla Negra, 2006
[5] Mayra Rosario Urrutia, “Autopsias del crimen: construcciones mediáticas de la criminalidad en Puerto Rico, 1910-1925”, Historia y Sociedad, XVI-XVII (2005-06), 45–75.
[6] “Editoriales, Campaña contra el crimen”, El Mundo, 3 de noviembre de 1925, p. 6
[7] “Ha aumentado incidencia en la criminalidad: así lo demuestra con un informe sometido, el doctor Teobaldo Casanovas”, El Mundo, 22 de abril de 1944, p. 9. “Aumentos registrados aquí en los delitos más importantes”, El Mundo, 19 de junio de 1944, p. 4. Años más tarde, en 1967, el autor publicaría un extenso estudio sobre la criminalidad local que partía de su estudio anterior. El libro analiza y provee datos estadísticos y tipologías de los delitos que se habían cometido en la Isla y en otros contextos. Teobaldo Casanova, Estudio estadístico del crimen con especial referencia a Puerto Rico, Madrid: Gráficas Martínez Lígero, 1967.
[8] “La creciente criminalidad vista por el Fiscal Fernando Gallardo”, El Mundo, 3 de septiembre de 1944, p.11.
[9] “Los crímenes más en moda”, Puerto Rico Evangélico, 1945 #11.
[10] Arthur James, Twenty Years in Porto Rico: A Record of Presbyterian Missionary Work since the American. Occupation . N.Y.: B.H.M., Presbyterian Church in the U.S.A.,n.d., p. 37. A la tuberculosis también se le conoce con los nombres de: consunción, tisis, mal del rey o peste blanca.
[11] La Democracia, 1 de agosto de 1923, en Eugenio Ballou, Antología del Olvido (Puerto Rico 1900-1959), San Juan:FOLIUM, 2018, pp. 127-129, en 128.
[12] José A. Rodríguez Pastor, Jefe del Negociado de Tuberculosis, Departamento de Sanidad de Puerto Rico “La campaña antituberculosa en Puerto Rico”, Informe presentado al Hon. Comisionado de Sanidad de Puerto Rico, Dr. A. Fernós lsern, agosto, 1932.
[13] Editorial, “El grave problema de la tuberculosis”, El Mundo, 6 de abril de 1946.
[14] Rafael Lebrón Rivera, ¡Detengamos el jinete de la muerte!: La lucha por controlar la tuberculosis en Puerto Rico, 1900-1940!, 1990, 220 pp. más bibliografía (Tesis M.A. 84) Programa Graduado de Historia, UPRRP. A la tuberculosis también se le conoce con los nombres de: consunción, tisis, mal del rey o peste blanca.
[15] Forty Seventh Annual Report of the Governor of Puerto Rico, Hon. Jesús T. Piñero, Fiscal Year 1946-1947, Service Office of the Government of Puerto Rico, Printing Division, 1948, Department of Health, p. 34.
[16]“Garrido Morales hace recuento de labor contra la tuberculosis”, El Mundo, 20 de diciembre de 1947, p. 4.
[17] http://www.loc.gov/pictures/item/2002699545/, 6 de mayo de 2018. Repository: Library of Congress Prints and Photographs Division Washington, D.C.
[18] Esmond R. Long, “Modern Measures in Mass Control of Tuberculosis”, The PR Journal of Public Health And Tropical Medicine, Vol. 10, No. 4, June 1935, p. 417.
[19] Library of Congress Prints and Photographs Division Washington, D.C. 20540 USA http://hdl.loc.gov/loc.pnp/pp.print, consultado el 1 de mayo de 2018. (sf)
[20]Library of Congress Prints and Photographs Division Washington, D.C. 20540 USA http://hdl.loc.gov/loc.pnp/pp.print , consultado el 1 de mayo de 2018. “Jack Delano says that this was shot by him. G.H.(?), 7-23-82. Per caption sheet entry photographer is Edwin Rosskam.”
[21] Mayra Rosario Urrutia, “Al estilo comando, mutilaciones callejeras del cuerpo femenino en Puerto Rico, 1945-1956”, Op. Cit., núm. 22, 2013-2014, pp. 141-172.
[22] El suicidio en Puerto Rico, “Universalmente el acto suicida se comprende como una acción intencionada mediante la cual una persona se quita la vida.” En, https://suicidioenpr.wordpress.com/2008/05/21/el-suicidio-en-puerto-rico, consultado el 20 de abril de 2018.
[23] Peter M. Marzuk et al., “The Epidemiology of Murder-Suicide,” Journal of the American Medical Association, 267, no. 23 (June 1992): 3179-3183. Mary Cooper, Derek Eaves, “Suicide Following Homicide in the Family”, Violence and Victims, Vol. II, No, 2, Springer Publishing Company, 1996. “Consistent with an evolutionary perspective, homicide followed by suicide were most often attributable to male proprietariness…or mental illness”, p. 99. El subrayado es mío.
[24] Jean Claude-Chesnais, “Historia de la violencia: el homicidio y el suicidio a través de la historia”, RICS, 132, junio de 1992, p. 205.
[25] Scott Eliason, MD, “Murder Suicide: A Review of the Recent Literature”, J AM Acad. Psychiatry Law 37:371-6, 2009, 371. Ver también RM Bossarte, TR Simon and L. Barker, “Characteristics of Homicide followed by suicide incidents in multiple states, 2003-2004”, www.Injuryprevention.com.
consultado el 20 de abril de 2018. Se establece que el acto es “a relatively rare lethal incident in which an individual kills another and subsequently dies by suicide, usually shortly after the homicide”. p. 33.
[26] Joseph E. Logan, et als, “Homicide-Followed-by-Suicide, Incidents Involving Child Victims”, Am J Health Behavior, 2013, 37 (4), 531-542. p. 531.
[27] Maisha K. Emmanuel, MB, BS, and Michael H. Campbell, PhD, “Commentary: Homicide-Suicide in the Caribbean, JAM Acad. Psychiatry Law, Vol. 40, Number 4, 2012, p. 469.
[28] Samantha Dubugras Sá, Werlang Guevara y Susana Blanca, “Homicidio seguido de suicidio”, Universitas Psychologica, Vol. 6, Núm., Bogotá, Colombia: Pontificia Universidad Javeriana, 2, mayo-agosto de 2007, p. 234.
[29] Beatriz López García, Rafael Hinojal Fonseca, Julio Bobes García, “El suicidio: aspectos conceptuales, doctrinales, epidemiológicos y jurídicos”, Revista de Derecho Penal y Criminología, 3-199, p. 354.
[30]“Horroroso suceso en Lares, La Bestia humana”, La Correspondencia, 28 de febrero de 1895. No pude corroborar si Celestino murió luego.
[31] “El crimen de Gurabo, Asesinato y suicidio”, La Correspondencia, 17 de abril de 1895.
[32] “El crimen de Maricao”, El Buscapié, 26 de septiembre de 1895.
[33] “El crimen de Maricao”, El Buscapié, 28 de septiembre de 1895.
[34] “Interesante problema”, El Águila, 7 de septiembre de 1905, p. 1.
[35] “Será ahorcado”, El Águila, 16 de diciembre de 1905, p. 8.
[36] “Gráficas de la tragedia ocurrida en barrio Magüelles de Guánica”, El Mundo, 1 de noviembre de 1946, p. 7. (Fotografía Villamil)
[37] J. Rodríguez Pastor, “Organizing the Work Against Tuberculosis”, PR Health Review, Vol 01, #01, Dept. of Health of PR, July 1925, p. 19.
[38] E. Fernández García, “El problema de la tuberculosis en Puerto Rico”, en E. Fernández García, ed., El Libro de Puerto Rico, San Juan:El Libro Azul Publishing Co., 1923, p. 358, 360.
[39] “Cómo se propaga la Enfermedad”, La Democracia, 5 de noviembre de 1946, p. 8.
[40] R. M. Morillo Cadierno, M.J, González Moreno, M.M. Capado Rodríguez, “La familia, la enfermedad, el dolor y la muerte en la obra pictórica de Edvard Munch” Departamento de Enfermería, Escuela Universitaria de Ciencias de la Salud de la Universidad de Sevilla, 1er semestre, 2009, año, XIII, No. 25, pp. 29-35.
[41] Jesús Sauret Valet, La mujer en la historia de la tuberculosis, Editorial Respira, Sociedad española de neumología y cirugía Torácica, España, 2015, pp,15-16.
[42] “La Plaga Blanca”, Libros para el pueblo, Número 21, Departamento de Instrucción Pública, DIVISION DE EDUCACION DE LA COMUNIDAD, San Juan, Puerto Rico, 1965.
[43] Ibid, p. 14.
[44] Hiram Sánchez Martínez, “Cuidadoras sin cuidado”, El Nuevo Día, p. 27.
[45] “Arma homicida”, El Imparcial, 1 de noviembre de 1946, p. 32 (Foto Torres)
[46] “Madre degolló a cinco hijos, luego se mató”, El Mundo, 31 de octubre de 1946, p. 1.
[47] “Madre que mató hijos trató de degollar esposo”, El Imparcial, 1 de noviembre de 1946, p. 1. (Foto Santiago)
[48] Archivo General de Puerto Rico, serie, Libros Novedades de la Policía, Distrito de Guánica, Tarea 61-62, Cuartel Guánica, Caja 26, 8-1-46 a12-9-46.
[49] “Intentaba degollarme también, dice esposo de madre infanticida”, El Imparcial, 1 de noviembre de 1946, p. 2.
[50] “Muere esposo de mujer que degolló seis hijos y luego se suicidara”, El Imparcial, 15 de noviembre de 1946, p. 5.
[51] “Gráficas de la tragedia ocurrida en barrio Magüelles de Guánica”, El Mundo, 1 de noviembre de 1946, p. 7. (Fotografía Villamil)
[52] “’Único Superviviente” El Imparcial, 1 de noviembre de 1946, p. 32. (Foto Torres)
[53] “El caso de Guánica”, El Mundo, 1 de noviembre de 1946, p. 10.
[54] “Visiting nurse in uniform”, “Organizing the Work Against Tuberculosis”, PR Health Review, Vol 01, #01, Dept. of Health of PR, July 1925, p. 20.
[55] “Proyecciones de una tragedia”, El Imparcial, 1 de noviembre de 1946, p. 1.
[56] Dr. Juan de Lara, “La rehabilitación del tuberculoso”, El Mundo, 8 de junio de 1947, p. 12.
[57] http://www.nij.gov/topics/crime/intimate-partner-violence/Pages/murder-suicide.aspx consultado el 20 de febrero de 2017.
[58] Elsa Granda, “El enigma de la escasa delincuencia femenina”, El País, 5 de octubre de 2009.
[59] Jocelyn´s M. Pollock, Women´s Crime, Criminology , and Corrections, USA: Waveland Press, Inc., 2014, p. 23-24.
[60] Ibid.,p. 24.
[61] Ibid.,p. 27.
[62] Michele Oberman and Cheryl L. Meyer, When Mothers Kill, Interviews From Prison, NY: New York University Press, 2008, p. 2.
[63] Jocelyn´s M. Pollock, Women´s Crime, Criminology , and Corrections, USA:Waveland Press, Inc., 2014, p. 43.
[64] Estadísticas Preliminares de Casos de Suicidio Puerto Rico, enero – junio 2015, Departamemto de Salud, Gobierno de Puerto Rico, p. 4. http://www.salud.gov.pr/Estadisticas-Registros-y-Publicaciones/Estadisticas%20Suicidio/2015/Junio%202015.pdf, consultado el 3 de enero de 2019.
[65] Jocelyn´s M. Pollock, Women´s Crime, Criminology , and Corrections, USA:Waveland Press, Inc., 2014,
- 43.
[66] María Luisa Pfeiffer, “El cuerpo enfermo”, Agora, Papeles de Filosofía, 1998, 1711, 137-149, p. 145.
[67] Byung-Chul Han, Topología de la Violencia, España:Pensamiento Herder, 2018, p. 54.
[68] Ibid., p. 55
[69]“La huella de un crimen”, https://www.univision.com/shows/primer-impacto/la-huella-de-un-crimen-detras-de-la-macabra-sonrisa-de-la-hispana-que-apunalo-a-su-esposo-y-sus-hijos-en-mitad-de-la-noche-video, consultado el 24 de abril de 2018. “Detenida una madre acusada de matar a sus cuatro niños y a su marido en Georgia”, El País, 6 de julio de 2017.
[70] “Madre balea y mata a sus 4 hijos y después se suicida en Coahuila”, México, Excelsior, 5 de agosto de 2015, pp. 2-3.
[71] Michele Oberman and Cheryl L. Meyer, When Mothers Kill, Interviews From Prison, NY: New York University Press, 2008 Appendix C, p. 160. El subrayado es mío. El doctor González Manrique hizo un señalamiento similar en torno al caso.
[72] “Acusan de asesinato a madre que degolló a sus pequeños hijos”, El Imparcial, 10 de febrero de 1945, pp. 2-3.
[73] “La tragedia de Aguadilla”, El Mundo, 20 de enero de 1947, p. 6.
[74] http://www.mujer.gobierno.pr/, Los informes de 2006 y 2007. Consultado el 20 de febrero de 2017.
[75] Archivo General de Puerto Rico, serie, Libros Novedades de la Policía, Distrito de Guánica, Tarea 61-62, Cuartel Guánica, Caja 26, 8-1-46 a12-9-46.
[76] Scott Eliason, MD, “Murder Suicide: A Review of the Recent Literature”, JAM Academy Psychiatry Law,
37:371-6, 2009, p. 375.
[77] “El hombre que mató a su familia en Cayey dejó una carta suicida”, El Nuevo Día, 23 de marzo de 2017. Su nombre era Miguel Colón León.
[78] Este caso aconteció y lo incorporé luego de haber finalizado el trabajo. “Matricidio, Apuntan al síndrome del cuidador”, El Nuevo Día, 12 de abril de 2019, p. 26. “Editorial, El cuidador de ancianos requiere el mayor apoyo”, El Nuevo Día, 15 de abril de 2019, p. 26. “Pide perdón mujer que confesó matar a su madre con Alzheimer”, Primera Hora, 11 de abril de 2019, p. 1. “Critican conducta punitiva contra mujer que asesinó a madre a martillazos”, 14 de abril de 2019, p. 1. Manuel G. Avilés Santiago, “Buscapié, Memoria y pérdida”, El Nuevo Día, 16 de abril de 2019, p. 33. Fernando Villarino, “Cuidemos a los cuidadores”, 16 de abril de 2019, p. 34. Dennis González, “El cuidador también necesita ser cuidado”, http://sielbleu.es/el-cuidador-tambien-necesita-ser-cuidado/, 1 de agosto de 2019.
[79] “Acusada de asesinar a su madre, Evaluarán récords médicos”, El Nuevo Día, 27 de abril de 2019, p. 24.
[80] Cezanne Cardona Morales, “Metafísica del paraguas”, Opinión, El Nuevo Día, 8 de mayo de 2019, p. 59.
[81] March Bloch, “Un síntoma social: el suicidio”, Historia e historiadores, España:Editorial Akal Universitaria, Serie interdisciplinar, 2015, p. 233.
[82] Roy Porter, “The Patient´s View: Doing Medical History from Below”, Theory and Society, Vol. 14, No. 2, March 1985, pp. 175-198.
[83]Ibid., p. 175.
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[…] Mayra Rosario Urrutia (Abril 2023) “Hacinamiento, tuberculosis y violencia familiar: Un caso “extremadamente raro” de homicidio seguido por suicidio en Puerto Rico, 1946” en Revista Siglo 22. URL: https://sigloxx22.org/2023/04/06/hacinamiento-tuberculosis-y-violencia-familiar-un-caso-extremadamen… […]