En 1969 Manuel Maldonado Denis, científico social y catedrático universitario, se refería a Puerto Rico como un país con “cultura asediada”. Una señal de ese asedio era el estado de nuestro vernáculo que “está siendo víctima de un proceso de corrupción que amenaza con convertirnos en un pueblo de tartamudos.” Añadía que los escritores y artistas de la época, en sus escritos y en su plástica, “se han ocupado de este problema dando testimonio de su gravedad.” En aquel 1969 Puerto Rico estrenaba su primer gobierno anexionista y la proyección al futuro -compartida por buena parte de la intelectualidad isleña- era muy pesimista en cuanto a la probabilidad de sobrevivencia de una nacionalidad “asediada”. El espectro de Hawái, incorporado como estado de la federación norteamericana apenas diez años antes, planeaba sobre las cabezas de los estudiosos de la época afectando sus análisis.
En 2018, cuarenta y nueve años después de la publicación del libro donde Maldonado Denis expone lo citado, Norman Pietri – dirigente independentista- afirmaba: “Porque Puerto Rico no es asimilable ahora mismo. Puerto Rico sigue siendo un país latinoamericano, que no lo éramos en el siglo XIX, éramos una colonia española de pacotilla… aquí la nación se formó después, de Albizu para acá… Es una nación que se ha fortalecido… Aunque el independentismo se ha debilitado, el ser puertorriqueño es cada vez más firme.”
No se requiere mucho análisis para puntualizar la gran diferencia que se evidencia en esas dos lecturas sobre la realidad puertorriqueña con apenas medio siglo de diferencia. El análisis de Maldonado Denis, aunque publicado en 1969, expone el estado de ánimo prevaleciente a principios de la década del ´60 cuando el marcado declive electoral del independentismo coincidió con el auge anexionista manifestado luego en la victoria del ´68. Por otro lado, la realidad que tan bien resume Pietri en 2018 -en cuanto a la permanencia y fortalecimiento de la nacionalidad boricua- estaba presente en muchos análisis de la realidad puertorriqueña desde mucho antes, aun en medio de los repetidos triunfos electorales del anexionismo y de la también repetida debilidad del independentismo.
Los eventos que se sucedieron a partir 2018 han confirmado plenamente lo que Pietri y tantos otros decían. Al año siguiente, decenas de miles de puertorriqueños, mayormente jóvenes, -marchando con la bandera nacional como único símbolo- obligaron a renunciar a un gobernador que estaba a mitad de su mandato. Poco tiempo después, en las elecciones generales de 2020, las candidaturas de Alexandra Lúgaro y Juan Dalmau acumularon casi 30 por ciento de los votos, suma muy cercana a la que obtuvo el que resultó vencedor. La primera, Lúgaro, candidata del Movimiento Victoria Ciudadana (MVC) durante la campaña nunca escondió su condición de independentista. El segundo, Dalmau, se postulaba por un partido que tiene la independencia como parte del nombre.
La tendencia continuó en 2024 cuando Dalmau, esta vez apoyado por el MVC, alcanzó el 30.7 por ciento de los votos. Pero el resultado más interesante fue el del plebiscito que los anexionistas impusieron junto a las elecciones de ese año. Por tratarse de una votación inconsecuente el liderato del PIP llamó a votar en blanco a modo de protesta. La consulta, además, resultó ignorada durante la campaña para el electorado no anexionista, sin publicidad alguna salvo la que apoyaba la estadidad. Para mayor confusión, la empresa a cargo del escrutinio electrónico arrojó dudas sobre el conteo, alternando totales días después de la elección. De todos modos, la cifra acumulada por las dos opciones soberanistas, independencia y libre asociación, 41.4%, junto a las 181,200 personas que votaron en blanco, reflejan una realidad hasta entonces inédita.
Pero independientemente de las cifras, la verdadera realidad sociocultural y política del Puerto Rico del siglo XXI es la que se respira en la calle. Qué pena que mi querido profesor Maldonado Denis no viviera hasta poder ver en qué quedó aquel asedio a la cultura y al idioma que denunciaba en 1969. Hubiese podido analizar lo que en realidad representa que en 2025 un joven cantante boricua, nacido y formado en la entraña nacional, cantando en puro español puertorriqueño, se convirtiera en el primer artista del mundo. Se hubiese regocijado, además, al ver cómo ese artista, llamado Benito y apodado Bad Bunny, utiliza su celebridad para denunciar por todo el mundo nuestra condición colonial y los nuevos retos que esa continuada realidad nos impone, al estilo de aquel pionero “Yo protesto” de Roy Brown.
La conclusión que surge de lo anterior está muy clara. Con mucha lucha y mucho sacrificio, Puerto Rico derrotó el proceso que se puso en marcha en 1900 dirigido a destruir nuestra cultura y buscando ponernos a hablar inglés como hicieron con Hawái. Ni aun tratando de desnaturalizar la educación de la niñez, atosigándole otro idioma y otras manifestaciones culturales, lograron su propósito porque cada generación fue más puertorriqueña que la anterior. Obviamente, debemos juntar todas las fuerzas para derrotar cualquier nueva agresión a la cultura, pero teniendo la tranquilidad de que nunca lograrán detener el desarrollo de una nacionalidad acostumbrada a crecer en medio de la adversidad. Lo que pasó en Hawái nunca pasará en Puerto Rico.
Esa afirmación categórica la podemos hacer gracias a la lucha callada o abierta de los maestros y estudiantes que retaron la imposición del inglés en las primeras décadas del siglo XX, haciendo que fracasara en la práctica. Gracias a la lucha que dirigió Pedro Albizu Campos a partir de 1930, desde la calle o desde la cárcel y, más tarde, a la gran aportación de la generación de la que formaron parte Manuel Maldonado Denis y Norman Pietri en lo que a partir de la década del ´60 se conoció como la “nueva lucha”.
El trabajo de esas generaciones de luchadores no fue fácil: cárcel y muerte en el caso del nacionalismo, persecución sistemática y en ocasiones también muerte en la nueva lucha. No es casualidad que los resultados electorales de 2024 sobrevinieran 37 años después de que un juez del Tribunal Superior de San Juan, Arnaldo López Rodríguez, emitiera una sentencia declarando inconstitucional la práctica de vigilar y expedientar (“carpetear” en lenguaje puertorriqueño) a personas por sus ideales políticos o, más concretamente, por apoyar la independencia o soberanía nacional. Pocos días después de la sentencia el Superintendente de la Policía le certificó al Tribunal que 135,188 personas habían sido fichadas y perseguidas durante décadas. Considerando que en Puerto Rico la edad para votar es 18 años, el tiempo trascurrido entre la sentencia del juez López y las elecciones de 2024 significa que dos generaciones completas de votantes comenzaron a participar en el proceso electoral luego de que, al menos oficialmente, se le prohibiera al gobierno perseguir o fichar a los defensores de la independencia.
FIN
Nota: La cita de Maldonado Denis está en Puerto Rico, una interpretación histórico-social, Siglo XXI Editores, 1969, Pág. 216. La de Norman Pietri en Hablan sobre Mari Brás, entrevista de Mari Mari Narváez, publicación de la Fundación Mari Brás.