El texto, tres personajes y su ubicación
El escrito que me ocupa es “El asesinato de Riggs y el de Beauchamp y Rosado, sus matadores”, tomado de las Memorias de un periodista de Enrique Ramírez Brau (1894-1970) publicadas en 1968.
Ramírez Brau fue un periodista educado en San Juan y Nueva York, poeta caracterizado por la retórica neorromántica con notas modernistas que reflejaba bien el estilo de sus modelos José De Diego Martínez (1866-1918), Gaspar Núñez de Arce (1832-1903), Amado Nervo (1870-1919) y Rubén Darío (1867-1916), entre otros. Como periodista laboró para El Boletín Mercantil, primero en su librería y luego en la redacción, así como El Imparcial, La Democracia, El Mundo, todos de San Juan, y El Día de Ponce para el cual escribía cuando ocurrieron los hechos aludidos. Aquel foro era propiedad desde 1928 de Guillermo Vivas Valdivieso (1881-1965) abogado, periodista, empresario y exalcalde de Ponce (1925-1928), figura de pasado autonomista que fue testigo de la Masacre de Ponce el Domingo de Ramos de 1937.
Desde mediados de la década de 1930 Ramírez Brau se interesó por la genealogía histórica y por figuras como el pirata Roberto Cofresí (1791-1825), bandido romántico puertorriqueño, de quien produjo una genealogía, así como por la época colonial hispana y el escudo de armas de Puerto Rico 1 . La personalidad de su abuelo materno Salvador Brau Asencio (1842-1912) y la preocupación de los intelectuales del 1930 por la identidad, debate abierto por la revista Índice (1929-1931) uno de cuyos editores era Antonio S. Pedreira Pizarro (1899-1939), explican el giro en sus intereses intelectuales. Sobre su abuelo escribió un valioso testimonio publicado en 1957. Ramírez Brau fue un creador y pensador híbrido que arrastró consigo pautas de la mirada romántica y modernista a las corrientes regeneracionistas de la llamada Generación del 1930.
Durante aquella década, según el sociólogo Ángel G. Quintero Rivera, “dos vertientes del nacionalismo” germinaron en Puerto Rico 2 . El tránsito del nacionalismo ateneísta al revolucionario, y del liberalismo al populismo o de “bolero” como le designa Quintero, fueron su expresión más acabada. En aquella década la Gran Depresión, una fuerza exógena, empeoró la ya golpeaba la sociedad puertorriqueña desde la década del 1920. Ramírez Brau no militó en ninguno de las dos vertientes. Sin embargo, como muchos intelectuales de su tiempo, compartió cierta veneración por el pasado señorial hispano de su país.
Ramírez Brau fue capaz de elaborar curiosos retos al sistema. Durante las elecciones del 6 de noviembre de 1928, tras emitir su voto en el colegio número 16 del Precinto Primero de Ponce, “se negó a entintarse la punta del dedo pulgar de su mano derecha con la solución química” según indicaba la ley electoral, por considerarlo una indignidad. 3 Su representante legal en el pleito del cual luego fue absuelto, fue José Tous Soto (1874-1933), legislador del Partido Republicano Puertorriqueño entre 1917 y 1924 y uno de los fundadores de la Alianza Puertorriqueña.
Tous Soto llama la atención por otra disonancia: su condición de estadoísta marginal. El abogado, admirador de l Pedro Albizu Campos (1891-1965), tuvo el valor de abandonar el estadoísmo republicano para proponer la defensa de una suerte de “Estado Especial” autónomo, cercano al lenguaje del proyecto del representante republicano de Kansas, Phillip P. Campbell (1862-1941) en 1922. Con ello ratificaba el reconocimiento de que la estadidad no sería concedida al país en mucho tiempo. En aquel momento la estadidad y la autonomía del siglo 19 eran propuestas que, para las mentes de algunos intelectuales estadoístas, eran difíciles de diferenciar. La idea del “Estado Especial” fue pensada para sustituir el “Estado Pleno” que el Congreso, al no incorporar el país en 1900 a pesar de la anexión, ni en 1917 a pesar de la ciudadanía estadounidense, lee negaba a los puertorriqueños que loa pedían. Uno de los comentaristas más valiosos del concepto fue el líder republicano Luis Sánchez Morales (1867-1934) 4 .
La crisis material de la década de 1930 provocó en la intelectualidad expresiones contradictorias en torno al pasado y el futuro del país. Distintos grados de nostalgia por la hispanidad y sus valores, salvo contadas excepciones, marcaron el discurso de intelectuales de todas las tendencias. El hecho es importante porque demuestra que la hispanofilia no fue el pecado sólo de los nacionalistas y de los populistas moderados o radicales. Aquella actitud fue compartida por un segmento de las elites intelectuales estadoístas desde la década de 1910 como respuesta al colapso de las expectativas que se tenían desde 1900 con respecto al compromiso estadounidense con incorporar a Puerto Rico a la unión en igualdad de condiciones con los demás estados. Los viejos separatistas independentistas confederacionistas y los anexionistas, así como los nuevos nacionalistas y los estadoístas, habían visto traicionada su confianza. La promesa de libertad, progreso y democracia, interpretada como estadidad o independencia, no estaba en los planes estadounidenses para el territorio.
Dadas aquellas condiciones la invención de un relato histórico colectivo regido por el imaginario del progreso y el optimismo resultaba problemático. Puerto Rico era un país que en 1898 había visto rota la culminación de la promesa española de modernización en la Carta Autonómica de 1897; y desde antes de 1929 y de la Gran Depresión, resultaba innegable que la promesa de progreso, democracia y libertad expresada en una proclama tampoco se cumpliría. Puerto Rico poseía dos historias incompletas y truncas, dos progresiones amputadas que la colocaban, si uso la metáfora del progresismo, al margen de la historia. El problema no era el acontecer o el polvo de la historia, sino la excesiva confianza depositada por muchos en el ensueño del progreso como una fuerza ínsita u orgánica cuyos rasgos, buenos para explicar el desarrollo de las potencias europeas, no servían para aclarar la nuestra.
Elisha Francis Riggs (1887-1936), nació en Georgetown, Distrito de Columbia en una poderosa familia ligada a la banca y las finanzas y estudió en la Universidad de Yale. Su padre Elisha Francis Riggs, Sr. (1851-1910), fue socio del banco “Riggs & Co.” (1876-1896) incorporado luego al “Riggs National Bank”. Durante la Gran Guerra (1914-1918), Riggs Jr. fungió como Attaché (agregado) Militar Auxiliar del Consulado de Estados Unidos en Petrogrado de 1916 a 1918 con rango de Capitán. Desde aquella posición colaboró en la campaña contra la emergente Unión Soviética y el comunismo rojo en medio de la guerra civil entre rojos y blancos iniciada en 1917 y culminada en 1923, esfuerzo que animó el “red scare” de los años 1920 que también tocó a Puerto Rico.
Estuvo Riggs activo en la concertación de las paces en el frente del este de Europa de cara a lo que luego sería la Unión Soviética, y trabajó en el Departamento de Inteligencia Militar en Washington. En 1920 abandonó las Fuerzas Armadas, con rango de Teniente Coronel, e invirtió en Prince George County, Maryland. Poco después fue nombrado Jefe de la Insular Police de Puerto Rico por Blanton Winship (1869-1947) quien gobernó con mano dura entre 1934 y 1939 durante lo peor de la crisis económica. Al momento de su arribo a la isla era presidente de la junta de la “Arundel Mortgage Company”, entidad asociada al “Federal Land Bank of Baltimore”, ambas presentes en el mercado crediticio agrario en Puerto Rico. 5
Riggs, como Winship, era una figura emblemática del nacionalismo estadounidense para el cual ideologías como el comunismo o el nacionalismo, que en Puerto Rico avanzaron durante la década de 1930 a 1939 en las entidades del Partido Nacionalista (1930), Afirmación Socialista (1934) y el Partido Comunista Puertorriqueño (1936), resultaban amenazantes. Ni Riggs ni Winship eran funcionarios de poca monta o escasos de talento que viniesen a Puerto Rico a cobrar un favor político. La presencia de personalidades de su rango en el gobierno territorial ratificaba la relevancia que tenía el mercado insular para el capital y el valor geopolítico que representaba para la Marina de Guerra estadounidense. La preservación de su enclave en el Caribe bajo la condición de territorio no incorporado y sujeto a los poderes plenos del Congreso era fundamental. El patente desprecio cultural a la cultura hispano-puertorriqueña no negaba el valor de la posesión de este país.
La memoria de Ramírez Brau
La notas de Ramírez Brau abren con una interpretación convencional de la historia puertorriqueña entre el 1898 y el magnicidio del 23 de febrero de 1936. Los 38 años de presencia estadounidense han redundado en un “cambio radical” que no ha sido producto del azar sino expresión de las "señales del destino". Lo que el autor sugería era que nada hubiese podido evitar que Puerto Rico se convirtiera en posesión de Estados Unidos. El autor validaba su afirmación citando a De Diego Martínez en un poema de 1916 que, mirando el 1898, remitía al lector a otro arribo, el de Juan Ponce de León (¿?-1521) en 1508 también por Guánica. “Por el mismo sitio y en opuesto bando, / entraron los exóticos riendo, / salieron los nativos sollozando” 6 .
Cada arribo o invasión había sido un acto providencial, es decir, producto de la permisividad de Dios y, en consecuencia, benéfico para los encontrados o los invadidos. El texto del poeta estaba alterado: “¡Por allí mismo, y en opuesto bando, / entraron los exóticos riendo / y salen los nativos sollozando!” La emoción, el tiempo verbal y el lenguaje, fueron sido revisados porque Ramírez Brau probablemente escribía de memoria. La cita provenía de un poema en seis sonetos endecasílabos que rememoraban el evento del 1898 como obra de Dios, actitud propia del nacionalismo providencialista y moderado que postulaba el poeta de Aguadilla.
Estados Unidos era “un pueblo poderoso y justo”, que ofrecía “otra luz, otra patria, otros altares” pero, a la vez, impedía que “el derecho” y “la ley” desembarcasen con sus fuerzas armadas. Desde 1913 la esperanza del 1898 se había trocado para de Diego en desilusión por la negación de la independencia.
Ramírez Brau añadía sal a la herida: aceptaba que las libertades se habían conseguido a “jalones” y por la fuerza, es decir, contra la resistencia del “otro”. Sin embargo, a pesar de todo, aquellos logros eran una experiencia que “nunca el pueblo había conocido” en tiempos de España, argumento que los comentaristas estadounidenses habían reiterado una y otra vez desde el 1898 en el Congreso, la prensa y sus libros en torno a la expansión ultramarina.
La evocación del 1898 como un acto de liberación era un lugar común entre los sectores comprometidos en perpetuar la relación entre Puerto Rico y Estados Unidos. En cierto modo, constituía la base de una historia oficial en proceso de construcción que puede intuirse en historias de Puerto Rico como la de Rudolph A. Van Middeldyk (1903) o la de Salvador Brau Asencio (1904) 7 . Un educador de Guayanilla, Francisco Rodríguez López (1881-1958) 8 , autor del prólogo a un libro de Juan B. Huyke, Comisionado de Instrucción, invitaba a la lectura de la colección de relatos para niños con la siguiente afirmación: “Desde el 1898 (…) los habitantes de esta isla querida tenemos la doble personalidad de puertorriqueños y americanos” 9 . La teoría del trauma o la ruptura no representaba un problema para la intelectualidad colaboracionista con el nuevo poder y, por el contrario, el doppelganger o la duplicidad identitaria era celebrado con una retórica que adelantaba el nacionalismo cultural del populismo moderado del 1950 y el 1960.
Ramírez Brau veía la Carta Autonómica de 1897 desde la perspectiva de los asimilistas del siglo 19 como los nacionalistas: el decreto equivalía a “la realización de(l) ansiado ideal” de los autonomistas moderados de ser reconocidos como “provincia de España”. Sobre aquella base acusaba a Luis Muñoz Rivera (1859-1916) de que como “premier (ministro de gobierno) no hizo un gesto para que los invasores respetaran la recién adquirida autonomía.” Se equivocaba, en efecto el premier lo negoció pero no fue escuchado por la autoridades militares. Su síntesis histórica continuaba con la evaluación del panorama partidario en el cual el peso de la retórica del siglo 19 era visible. La nominación de “separatistas” a los “independentistas” era un remedo del lenguaje que se usó para designar a los sureños secesionistas durante la Guerra Civil (1861-1864) y a los movimientos antiespañoles antillanos durante el siglo 19.
El magnicidio de Riggs y el asesinato de sus ejecutores Elías Beauchamp de Utuado e Hiram Rosado de Ciales, ocurrió en la calle Allen “a una cuadra del Correo de San Juan” cerca de la entrada del Callejón del Gámbaro y terminó “en el cuartel de la calle San Francisco”. Era el domingo 23 de febrero de 1936 y Riggs salía de la misa de la catedral. Ramírez Brau se aseguró de demostrar el carácter personal de su relación con el funcionario quien vivía en los apartamentos San Cristóbal en la zona de Escambrón: “Me llamó”, dice, “como acostumbraba”. La familiaridad articulada por la narrativa, el detalle de la gallinita y la alusión a María, la hija del periodista, servirían para producir un fuerte contraste con el cruento episodio.
De vuelta de su casa al correo de Recinto Sur, Ramírez Brau escuchó las detonaciones, se acercó de prisa a la escena la cual describe del siguiente modo: “en el asiento posterior del vehículo, se hallaba (Riggs) con la cabeza reclinada sobre el espaldar del asiento anterior. De la cabeza le salía un borbotón de sangre y de masa encefálica. Tenía a los pies el libro de misa”. El detalle entre morboso y piadoso trataba de reforzar la sevicia del acto cometido por los matadores. La escena descrita, sin embargo, no coincide con la narrada por la historiadora Marisa Rosado en un volumen sobre el tema. Esta investigadora, amiga inseparable del detalle, colocaba a Riggs en el asiento delantero del pasajero de un Packard descapotado que guiaba el policía Ángel Álvarez. 10
De acuerdo con el relato de Ramírez Brau, Beauchamp y Rosado fueron trasladados al “Negociado de La Detective” ubicado en el cuartel de la calle San Francisco. Aquella división fue trasladada entre 1937 y 1938 a Puerta de Tierra al edificio en el cual ubicaba el “San Juan Stadium”. El local fue remodelado para esos efectos con fondos legislativos y de la Puerto Rico Reconstruction Administration (PRRA). Aseguraba haber sido testigo del momento en que el “policía (Francisco) Velázquez quien traía preso a Beauchamp” y venía detrás de él, “sentaba a Beauchamp en una silla, junto a otra silla que ocupaba Rosado”. Como aquel “prolongaba su conversación con los dos asesinos”, desde la sala del retén alguien le pidió que saliera. Entonces ocurrió la tragedia: “Yo me había parado sobre una mesa y por el enrejillado vi la ejecución de Beauchamp y Rosado”. En el acto tomaron parte cuatro policías.
Ramírez Brau reconocía lo complicado de su situación y, cuando bajaba de la mesa, “uno de los guardias se colocó de rodillas y con la escopeta o tercerola me apuntó para matarme. Lo único que le dije fueron estas palabras: Lo único que te falta es matarme, y así habrás concluido tu obra, dándole muerte a un periodista. Bajó el agente la tercerola y corrió hacia la calle disparándola contra una guagua”.
Los acusados por el asesinato de Beauchamp y Rosado fueron el jefe José Ramón Vázquez, el cabo Federico Cabán y los guardias Jacinto Barbosa, Américo Ortiz, Fernando Losada y el citado Velázquez. El Capitán (Ramón) Martínez Chapel y el cabo José Escobar fueron acusados de negligencia. 11 Alfonso Lastra Chárriez (1887-1946), abogado vinculado al Partido Unión y luego al Partido Liberal Puertorriqueño, fue el defensor de los cuatro acusados. El juicio comenzó el 19 de enero de 1937. Lastra Charriez fue una figura clave en el retorno de los restos de Betances Alacán a Puerto Rico en 1920, cuando era vicepresidente de la Cámara de Representantes y un ideólogo cuya creciente moderación política entre 1920 y 1940 merecería una investigación cuidadosa. 12
En su memoria Ramírez Brau confiesa que se negó a identificarlos porque temía por su vida: “se habían transfigurado y todos parecían gemelos”, alegó metafóricamente. Aparte de ello aseguraba que tenía una “deuda” con Lastra Chárriez quien había defendido a una prima suya "que dio muerte a su esposo” de apellido García de Quevedo también primo suyo. Lo único claro es que el instinto de supervivencia lo forzó a no delatar a los asesinos. La escena demuestra que Puerto Rico vivía bajo un orden del miedo en el cual la coerción policiaca silenciaba a los testigos.
Su testimonio en el juicio no coincide con la versión de las memorias. Rosado detalla que durante su interrogatorio Ramírez Brau alegó que llegó al cuartel cuando escuchó el primer disparo, y que vio por la rejilla como “se profanaban los cuerpos de los heridos, que fueron golpeados con los pies por una persona vestida de paisano” 13 . Al preguntársele si podía señalar a alguno de los acusados del crimen como responsable de ello indicó que “… inguno de ellos estaba dándole a los heridos. Era una persona alta, vestida de paisano”. Ramírez Brau no exculpaba a los policías con su versión. Sólo confirmaba que aquellos no profanaron los cuerpos de Beauchamp y Rosado. Sus declaraciones fueron eliminadas del expediente del caso.
La ejecución de Riggs escandalizó al poder colonial y a sus colaboradores en el territorio y todo sugiere que aceleró la citación del liderato nacionalista por un Gran Jurado. De igual forma, preocupó a algunos sectores defensores de la independencia de Puerto Rico que consideraban que el acto no favorecía sus luchas. Ejemplo de ello es la opinión de José Lanauze Rolón (1893-1951) médico negro y militante comunista, que favoreció la colaboración de los comunistas con el Partido Nacionalista mientras la política de los “frentes populares” de la III Internacional
Comunista, diseñada para enfrentar el ascenso del fascismo, lo permitió. A la luz del magnicidio de Riggs, Lanauze Rolón, citando a Lenin y ajustándolo a la situación puertorriqueña, afirmaba que “por el camino del terror anarquista, no podría realizarse la obra emancipadora”, expresiones que incomodaron sobremanera a los nacionalistas.
En la poco estudiada “Carta…a Irma Solá” José Monserrate Toro Nazario, abogado, militante nacionalista y favorecedor como Lanauze Rolón de la colaboración con los socialistas y los comunistas, citaba dos artículos del 25 y el 26 de febrero de 1936 tomados del foro comunista Daily Worker. En aquellos se denunciaba “el régimen de terror” iniciado por la policía como respuesta al magnicidio y añadía que la Marina de Guerra se movía “hacia Puerto Rico para respaldar el terrorismo oficial”. 14 Para los comunistas la “muerte del coronel Riggs, Jefe de la policía en Puerto Rico, no ayuda en nada al movimiento de liberación”. Si el magnicidio no adelantaba el levantamiento popular, las posibilidades de que se generalizara su imagen como un acto de terror aumentaban.
Para los comunistas el acto era, siguiendo a Lenin, una expresión de “terrorismo individual” y un “asesinato político”. Con ello lo equiparaban a una conjura propia de ácratas. Su preocupación era que se iba a usar el hecho “para pedir la disolución del Partido Nacionalista de Puerto Rico” como en efecto sucedió. Estados Unidos vacilaba: “¿Buen Vecino? Buenos linchadores…”. Ramírez Brau solo mereció un comentario de Toro Nazario: “Por lo que pueda hacer al caso, en el curso de esta carta, es bueno que sepa que Ramírez Brau es fascista, por confesión propia. Es uno de los más fervientes admiradores con que cuenta Mussolini en Puerto Rico” 15 . La ejecución, según Ramírez Brau, había retrasado además la salida de Winship de Puerto Rico para mal de todos.
El propósito de esta lectura cruzada no es otro que plantear viejos y nuevos problemas interpretativos a la luz de un hecho criminal o revolucionario que, como todos, posee muchos rostros. El debate ha sido planteado. Espero anime a otros a evaluar de manera innovadora estos lugares por el bien de la historiografía puertorriqueña.
FUENTES
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[…] Mario R. Cancel Sepúlveda (febrero 2023) “Memoria de un asesinato: un texto de Enrique Ramírez Brau” en Revista Siglo 22. URL: https://sigloxx22.org/2023/02/23/memoria-de-un-asesinato-un-texto-de-enrique-ramirez-brau/ […]
[…] [4] Mario R Cancel (2023) “Memoria de un asesinato: un texto de Enrique Ramírez Brau” en Revista Siglo 22 URL https://sigloxx22.org/2023/02/23/memoria-de-un-asesinato-un-texto-de-enrique-ramirez-brau/ […]