Dos antorchas encendidas

Luis Raúl Albaladejo

by siglo22
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Fue un domingo soleado
de un veintitrés de febrero,
Hiram Rosado, el guerrero,
Elías Beauchamp, el soldado,
serena el alma y blindado
de valor el corazón
iban hacia su misión
sin odios y sin rencores
como alegres vengadores
de la muerte y la traición.

En la Calle Fortaleza
al punto del mediodía
una guerra los ungía
con su trágica grandeza.
Van a cumplir la promesa
hecha bajo juramento.
Van al supremo momento
de sacrificio y valor.
Van a cubrirse de honor
o a morir en el intento.

Ya viene hacia su destino
el enemigo sin suerte:
tiene cita con la muerte
por opresor y asesino.
Hiram le corta el camino,
Beauchamp dispara en primicia:
las balas de la justicia
dieron en el pecho artero
y Riggs, tirano matrero,
pagó cara su avaricia.

Ya cumplida la misión,
serenos ante su suerte,
por las sombras de la muerte
pasearon sin presunción.
En la fúnebre oración
Les rindió Don Pedro honor
y con verbo redentor
lanzó la consigna urgente:
“El valor más permanente
en el hombre es el valor”.

Ya nada puede matarlos,
ni el imperio ni el olvido:
su sacrificio aguerrido
bastó para eternizarlos.
Nombrar la Patria es nombrarlos.
Brillan desde aquí sus vidas
cual dos estrellas prendidas
y en plena Revolución:
Beauchamp y Rosado son
dos antorchas encendidas.

21 de octubre de 2011
Leído ante las tumbas de Elías Beaucham e Hiram Rosado en el Acto de Recordación de sus vidas celebrado por el MINH – San Juan como parte de la Conmemoración de la Masacre de Río Piedras 2011.

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