Las confluencias y encrucijadas de raza, clase, género y sexualidad y su relación compleja con la explotación y la opresión en el contexto capitalista apenas han sido examinadas en Puerto Rio y América Latina. Es con la intención de animar su discusión que a continuación reseño el libro de Ashley J. Bohrer Marxism and Inter-sectionality: Race, Gender, Class and Sexuality under Contemporary Capitalism (2019).
Para la filósofa y activista Ashley J. Bohrer es sólo examinando el alcance de las
conexiones, coyunturas y cruces de raza, clase, género y sexualidad, entre otros, dentro de los confines del capitalismo, la “gramática de nuestro mundo” para esta, que podemos entender y trascender las diversas formas actuales de opresión y explotación. Hacerlo requiere que construyamos enfoques fundamentados tanto en el marxismo como en la teoría de la interseccionalidad, especialmente si el objetivo es imaginar y lograr una transformación social abarcadora, la construcción de una sociedad poscapitalista justa.
Construir y mezclar ambos enfoques no es una tarea fácil, especialmente porque sus encuentros e intercambios a menudo han sido antagónicos y polémicos. Pero para Bohrer los alegados antagonismos, debates e incongruencias entre el marxismo y la teoría de la interseccionalidad se deben principalmente a interpretaciones desacertadas y a la falta de comunicación, no a discrepancias y diferencias teóricas irreconciliables. La autora, tratando de ir más allá del “estancamiento intra- zquierdista”, recomienda encuentros, diálogos y conciliaciones que hagan justicia a las diversas ideas, experiencias y posiciones de ambas tradiciones. Marxism and Inter-sectionality es precisamente el resultado de sus encomiables esfuerzos para hacer precisamente eso. Como ella describe su trabajo:
I think of my work in this book, not as speaking for either Marxism or intersectionality, but rather as speaking with, of trying to find a way of clearing the space for deeper, more productive conversations, for thinking new horizons, for organizing stronger and more resilient movements, for being more open and more accountable for the deep criticism and reflection that changing the world requires. The work of changing the world will have to be done in conversation with both of these theories (27).
Para la autora, y a pesar de sus divergencias, es crucial recordar lo que comparten estas tradiciones. Bohrer comienza destacando lo históricamente compartido por el marxismo y la teoría de la interseccionalidad, comenzando antes de que la “interseccionalidad” surgiera como una etiqueta para una teoría particular. Esta identifica posturas intelectuales compartidas por ambas tradiciones desde el siglo 19—las ideas Maria Stewart, Sojourner Truth, Ida B. Wells-Barnett, Louise Thompson, Claudia Jones, y W.E.B. Du Bois—para mostrar que estas no sólo se identificaron como marxistas o mostraron afinidad con esa tradición, sino que incluso defendieron la centralidad de la clase social, aunque reconociendo sus intrincadas conexiones con la raza, el género y la sexualidad.
Una aportación importante del relato histórico de Bohrer es su discusión y descripción de las teorías anteriores que abordaron los vínculos entre género, raza y clase, incluidos los relatos de riesgo doble, triple y múltiple, la teoría de la posición (Standpoint Theory en inglés) y la teoría del racismo sexista. La filósofa muestra que la crítica marxista del capitalismo influyó e informó estas teorías, incluyendo el trabajo del Combahee River Collective, Patricia Hill Collins,
Angela Davis, bell hooks y Audre Lorde, entre otras, todas conocidas por su conexión con la teoría de la interseccionalidad. Sin embargo, y a pesar de sus afinidades con el marxismo, este enfoque no es otro simple derivado del marxismo. Es un enfoque singular que se ha desarrollado no sólo comprometiéndose con el marxismo sino también con otras teorías de raza, género y sexualidad, así como con la teoría feminista, la teoría queer y el posestructuralismo, entre otros.
Otro aporte valioso del libro de Bohrer es la identificación de cinco definiciones de la interseccionalidad. La primera es la definición de Crenshaw que distingue entre interseccionalidad estructural, política y representacional. Fue esta quien primero utilizó la etiqueta de la interseccionalidad para hablar sobre las formas en que la raza y el género interactuaban mientras conformaban las experiencias laborales y de clase de las mujeres negras.
La siguiente definición es la de Leslie McCall que diferencia entre interseccionalidades inter-categoriales, intra-categoriales y anti-categoriales. La próxima definición es la de Patricia Hill Collins conectando la interseccionalidad con la matriz de dominación, seguida de la definición de interseccionalidad de Ange Marie Hancock como un proyecto intelectual políticamente comprometido que analiza las relaciones entre raza, género, sexualidad y clase, entre otras categorías, para oponerse y desafiar la opresión interseccional. Finalmente, está la definición de Vivian May, que es como la definición de Hancock, ya que pone en primer plano la relación entre análisis y política. Sin embargo, May enfatiza la cualidad no jerárquica de la opresión, lo que implica un rechazo de las nociones de la interseccionalidad como una mera agregación de
identidades. Bohrer, aunque reconoció las diferencias entre estas definiciones, identificó seis afirmaciones comunes a todas. Primero, la raza, la clase, el género y la sexualidad, entre otras categorías, son inseparables y constitutivas entre sí, lo que significa que la interseccionalidad no implica una simple suma o agregación de identidades o de opresiones. Segundo, ordenar jerárquicamente la opresión es una falta; ninguna forma de opresión es más importante que la otra ni ninguna de estas la causa de las otras. Tercero, comprender la interseccionalidad requiere pensar en múltiples registros de opresión simultáneamente. Cuarto, la identidad es un aspecto importante de la teorización y la organización política. Quinto, la interseccionalidad es teórica y práctica, una praxis ligada a activistas y movimientos sociales, no sólo a los intelectuales.
Finalmente, la interseccionalidad es una teoría crítica del poder.
Bohrer también aborda las críticas marxistas más comunes de la interseccionalidad. Los marxistas a menudo la critican por su supuesto apego a la política de identidades. Para los marxistas la identidad es un concepto demasiado individualista y burgués, muchas veces naturalista y ahistórico. Para varios marxistas, la interseccionalidad también es demasiado
posmoderna, más cercana al idealismo que al materialismo, lo que significa que para estos la interseccionalidad no incluye el análisis de la materia o de la materialidad de lo social. Además, acusan a la teoría de la interseccionalidad de ser reformista y liberal en lugar de revolucionaria.
En adición, los marxistas a menudo amonestan a los interseccionalistas por malinterpretar la cualidad esencial del concepto marxista de la clase social y por carecer de una explicación causal, estructural e histórica efectiva de la opresión. Finalmente, algunos marxistas argumentanb que la interseccionalidad es una metáfora ineficaz para entender la opresión.
Bohrer rechaza estas acusaciones, argumentando que los interseccionalistas también rechazan las nociones individualistas y ahistóricas de la identidad al tiempo que adoptan enfoques materiales, estructurales, históricos y colectivos de la opresión y la identidad. Para ella, las estudiosas de la interseccionalidad derivan sus ideas mucho más de los feminismos de las mujeres de las minorías étnicas y raciales que de los postestructuralistas y las teorías posmodernas. Además, las propias teóricas de la interseccionalidad critican las apropiaciones liberales y reformistas del concepto de la interseccionalidad. En adición, y como insiste la autora, estos funestos usos no son representativos de los objetivos teóricos y políticos de la
interseccionalidad. La filósofa argumenta que desde el punto de vista de la interseccionalidad tratar la clase social como algo separable de la raza, el género y la sexualidad es un análisis parcial. Para Bohrer, la teoría de la interseccionalidad, que reconoce su inseparabilidad, más bien profundiza el análisis de clase. Esta también argumenta que, aunque la fuerza del enfoque de la interseccionalidad y las áreas de investigación más desarrolladas son contemporáneas, existen relatos históricos realizados desde esa perspectiva, exposiciones en los que el capitalismo y sus estructuras juegan un papel clave. Finalmente, la autora muestra que las propias teóricas de la interseccionalidad han admitido que la metáfora de la intersección podría no ser la alegoría más efectiva, pero que señalar esta deficiencia no es una crítica sustantiva del enfoque
interseccional.
Aunque algunas teóricas de la interseccionalidad están profundamente preocupadas por el capitalismo y las condiciones materiales, estoy de acuerdo con Bohrer en que el debate sobre si la interseccionalidad carece de una explicación de la materia, la materialidad y un análisisn material debe ser investigado más a fondo, no para determinar si la base material se pierde a favor del análisis del discurso sino más bien para abordar cuestiones epistemológicas, ontológicas e incluso metodológicas con respecto a la teoría de la interseccionalidad. Como reveló Bohrer esta teoría implica un análisis materialista. La pregunta es entonces qué tan compatibles son los materialismos de ambas tradiciones.
El capitalismo forma una de las causas fundamentales de una red dinámica y expansiva de relaciones sociales, políticas, económicas y culturales explotadoras y opresivas en el mundo de hoy. Pero para la autora aclara cómo exactamente el capitalismo se relaciona con la opresión requiere más análisis y explicación. Al abordar la cuestión, Bohrer recurre a los marxistas que la enfrentan, a saber, los marxismos queer, feministas, antirracistas y antiimperialistas. Ella muestra que la teorización marxista de la raza, el género, la sexualidad y la nacionalidad siguen vigente, a pesar de las diferencias con la tradición de la interseccionalidad. Para Bohrer, estas alternativas marxistas presentan algunas de las teorías más claras y desarrolladas sobre la relación entre opresión y capitalismo y por ello son indispensables. Para ella, estas corrientes criticaron el “relato ortodoxo” marxista, revisando sus preguntas básicas, preguntas sobre quién trabaja, la organización del trabajo bajo el capitalismo, la naturaleza, diferencias y relaciones entre el trabajo asalariado y no asalariado, la ubicación de los lugares de trabajo, los orígenes históricos y el desarrollo del capitalismo, las formas del capitalismo, otras condiciones de
producción además de los trabajadores y, la relación entre los diferentes tipos de violencia bajo el capitalismo. Según Bohrer:
Despite all of their differences, these varied positions and heterogenous modes of inquiry all speak of the necessity of retaining capitalism as a central feature of contemporary modes of domination, exploitation, and oppression; indeed, capitalism as a structure is highly dependent on many forms of exclusion, marginalization, domination, and disempowerment. If we are to take one lesson from these discussions it should be that no account of race, gender, sexuality, imperialism, or colonization could ever hope to be complete without a systematic understanding of how capitalism operate, not only as an economic system, but as a structuring field of life with ramifications far beyond the workplace. (157)
Bohrer también aborda las críticas del marxismo de los interseccionalistas, incluidas las afirmaciones habituales de que los marxistas son reduccionistas económicos, que dan primacía a la clase a expensas de la raza, el género y la sexualidad, y que el marxismo es eurocéntrico, androcéntrico y que está desproporcionadamente preocupado por el proceso de producción a
expensas de la reproducción social. Los estudiosos de la interseccionalidad también critican el marxismo por su homogeneización del proletariado, para estos el producto de su comprensión binaria de las relaciones de clase y su descuido de cómo los miembros de la propia clase obrera participan y se benefician de los sistemas de opresión. Finalmente, los estudiosos de la interseccionalidad critican a los marxistas por tratar muchas aportaciones del enfoque interseccional como un derivado del marxismo, sin reconocer la variedad de influencias, experiencias, conversaciones y movilizaciones políticas que han influido en sus proponentes.
Para estos críticos, los marxistas a menudo no han reconocido las contribuciones de las mujeres de las minorías étnicas y raciales en la tradición de la interseccionalidad.
Bohrer rechaza la idea de que el marxismo sea una teoría reduccionista y economicista, a pesar de que varios marxistas son culpables de esto. También muestra que, aunque la clase es una preocupación marxista importante, no todos los marxistas dan primacía a la clase social. Lo mismo ocurre con las acusaciones de eurocentrismo y productivismo. Los estudiosos de la
interseccionalidad, y las feministas en particular, critican al marxismo por su descuido de la reproducción social y las relaciones de género, críticas existentes desde hace mucho tiempo y a la que varios marxistas han estado respondiendo de forma consistente. Sin embargo, en el campo marxista queda mucho por hacer con respecto a estas críticas. En cuanto a la crítica de la homogeneización marxista de la clase obrera, Bohrer señaló que hay una literatura marxista significativa que está remediando este problema, revisando, criticando y construyendo sobre ideas marxistas anteriores de la racialización, el sexismo y la sexualidad. Sin embargo, los marxistas, al menos algunos de ellos, continúan apelando a un binario blanco/negro de las relaciones raciales. Para la autora, una política de citas y fuentes a menudo media los encuentros marxistas con la teoría de la interseccionalidad, revelando un desprecio político de las mujeres de las minorías tanto en la teoría como en la práctica, tanto en la academia como en la política.
Una de las contribuciones más interesantes de Marxism and Intersectionality es su esquema y trazado de nuevas rutas teóricas y políticas que se basan tanto en el marxismo como en la interseccionalidad. Bohrer primero explora cómo podríamos abordar la cuestión de la relación entre la explotación y la opresión mientras involucramos ambas tradiciones. La autora primero traza los diferentes enfoques, marxistas e interseccionales, de la relación. La filósofa, rechazando la noción de que la explotación produce opresión, la idea de que la explotación es una forma de opresión y, la noción de que la opresión y la explotación son completamente diferentes propone la “equiprimordialidad de la opresión y la explotación”. El concepto representa una alternativa a la noción de la “igualdad de las opresiones”, vinculada a la teoría de la interseccionalidad. En lugar de decir que las opresiones son iguales, el concepto de Bohrer sostiene que todas las opresiones son igualmente primordiales, fundamentales o igualmente arraigadas. Esto también significa que la explotación y las opresión son irreductibles entre sí, al tiempo que admite que el capitalismo es una estructura que explota y oprime a los pueblos. Esto le permite a Bohrer retener el uso del clasismo, rechazado por los marxistas, ya que entender las clases sociales como constituidas a través de la explotación y la opresión hace posible recurrir al clasismo para revelar algo existente sobre las clases sin presuponer que las forma completamente ni que la explotación es secundaria a la opresión. Para Bohrer sí como en la tradición interseccional hablar de cualquier '-ismo' por sí solo es engañoso, hablar únicamente de opresión o explotación, sin tomar en cuenta su influencia y constitución mutua a lo largo de la historia es
conceptualmente inadecuado y políticamente peligroso. Para la autora, el concepto de equiprimordialidad también evita tanto el reduccionismo de clase como el de explotación. Por lo tanto, desde el punto de vista de Bohrer, el capitalismo no es reducible a la explotación y la clase social, mientras que la clase social no es reducible a la explotación. Y la raza, el género y la sexualidad son irreductibles a la opresión. Para la autora, el capitalismo evidencia un compromiso estructural y lógico tanto con la explotación como con la opresión. Reconocer su formación mutua posibilita discernir las estructuras más profundas del capitalismo, su carácter actual. En defensa del marxismo, se podría argumentar que, aunque Marx definió las clases en términos de su relación a los medios de producción y de las relaciones entre las clases, una clase era para él más que eso. Además, las clases sociales eran para él constituidas a través de la explotación y la opresión. En adición, el socialismo, el comunismo y los movimientos revolucionarios, entre otros movimientos sociales, se han organizado tanto contra la explotación como contra la opresión. Como señaló Lenin: “Las revoluciones son festivales de los oprimidos
y los explotados.”
Bohrer también considera la cuestión de las contradicciones, los binarios y la dialéctica. Para la filósofa y activista la dialéctica está presente tanto en el marxismo como en la tradición de la interseccionalidad. Basándose en ambas tradiciones, la autora discute cómo pensar la diferencia y la estructura simultáneamente y, por supuesto, dialécticamente. Aunque el objetivo de Bohrer no era proporcionar una visión general de la dialéctica marxista, esta desatiende literatura relevante que discute la cuestión de la dialéctica y las contradicciones, así como las diversas contradicciones del capital, incluidas las diecisiete identificadas por David Harvey.
Curiosamente, Bohrer discute la visión de Marx sobre la dialéctica con Aristóteles como punto de partida, apenas abordando la posición de Marx sobre la dialéctica de Hegel, quien también fue crítico de la ley de la no contradicción del filósofo griego. Además, Hegel, como muchos marxistas, también pensaba la dialéctica como razón negativa. Para este, como señaló
Alex Callinicos, las contradicciones no eliminan el contenido, sino que lo produce. Para él, la negación de la afirmación devela lo que estaba implícito, pero no articulado en la afirmación.
Como declaró Hegel, la negación es a la vez afirmación y negación. Hegel ni siquiera habló de tesis, antítesis y síntesis. Cuando se discute la dialéctica de Hegel, es más apropiado hablar de afirmación, negación y la negación de la negación. El momento inicial en el movimiento dialéctico implica una unidad indiferenciada. El segundo momento, la negación, revela el
contenido implícito en tal unidad en la forma de una oposición entre elementos separados y conflictivos, una diferenciación. El momento final, la “etapa especulativa”, niega la primera negación y supera la oposición. Es decir, restaura una unidad, pero es una unión profundizada y concientizada por la experiencia de la contradicción. Como señaló Callinicos, Hegel apeló a la palabra alemana aufheben, que significa tanto cancelar como preservar. La etapa final de todo movimiento dialéctico no se limita a trascender los momentos anteriores, sino que incorpora su contenido con una nueva unidad de la que se está consciente. Sin embargo, y como también señaló Callinicos, Hegel también se cuestionó progresivamente la idea del Absoluto como una totalidad indiferenciada comprensible solo a través de una percepción nebulosa de la unidad de
las cosas. El materialismo práctico de Marx, que fundamentaba la dialéctica en la materia y lo concreto, rechazaba también esa indiferenciación, refiriéndose a una unidad diferenciada, como cuando Marx se refiere a lo concreto. Para Marx lo concreto lo es porque es la concentración o unión de muchas determinaciones, la unidad en la diversidad. También está presente en la siguiente cita de El Capital con respecto a las contradicciones, las que para él ni siquiera son abolidas:
We saw in a former chapter that the exchange of commodities implies contradictory and mutually exclusive conditions. The further development of the commodity does not abolish these contradictions but provides the form within which they have room to move. This is, in general, how real contradictions are resolved. For instance, it is a contradiction to depict one body as constantly falling towards another and at the same time continually flying away from it. An ellipse is a form of motion within which this contradiction is both realized and resolved.
Contrario al argumento de Bohrer, los marxistas también comienzan con el conocimiento y la experiencia de las contradicciones reales, cruzando de lo concreto a lo abstracto de vuelta a lo concreto. Marx, refiriéndose a lo concreto, escribió en Grundrisse:
“It appears in the process of thinking, therefore as a process of concentration, as a result, not as a point of departure, even though it is the point of departure in reality and hence also the point of departure for observation and conception.”
Para Marx lo concreto no es un hecho dado sino el producto de la investigación. Pero además de ser el resultado de esta, lo concreto es también aquello de lo que se derivan las abstracciones.
Bohrer ofrece tres modelos de dialéctica para examinar las diferencias sociales: el enfoque de la matriz de dominación de Patricia Hill Collins, el modelo de la constelación de la Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt y el modelo del prisma. Desde esta perspectiva, el dialéctico debe usar e intersecar simultáneamente todos los modelos mientras examina las diferencias. Para la autora cada momento sociohistórico es determinado por una matriz de dominación particular, distinta de otras matrices a lo largo del tiempo y el espacio. Para Bohrer, estas difieren no únicamente en términos de los puntos individuales de cada matriz sino además en términos de los contornos de su configuración, de la forma de sus constelaciones. Además, cada punto en la matriz de dominación opera como un prisma que revela todo un conjunto de relaciones. Según la autora este entendimiento dialéctico atiende lo individual y lo estructural, lo vivido y la teoría, como dos polos irreducibles y distintos, pero en “tensión creativa.” Este análisis dialéctico describe, pero también prescribe acciones.
Finalmente, Bohrer aborda la cuestión de la solidaridad, rechazando la tendencia a concebirla como algo fundamentado en las condiciones comunes, la igualdad o la uniformidad. Como alternativa, la autora propone un concepto de solidaridad fundado en las diferencias y múltiples relaciones sociales. Esta noción alternativa requiere abordar y confrontar las complejas formas, contradictorias, en que el capitalismo produce tanto la conmensurabilidad -la homogeneización de los grupos a través de la abstracción de lo concreto- como la inconmensurabilidad— la diferenciación a través de la eliminación, la exclusión e inclusión de sujetos. A nivel de la acción política, concretar coaliciones y criticar la conmensurabilidad son las únicas acciones capaces de posibilitar la solidaridad. Para la autora, tanto la crítica como la construcción de coaliciones deben basarse en los siguientes principios: las identidades ya son coaliciones; la identidad en sí misma es una categoría controvertida y contradictoria; la solidaridad requiere unidad, no uniformidad; y la solidaridad mediante coaliciones requiere de la praxis. En fin, para Bohrer las coaliciones deben repensarse, no como la coalescencia oriunda de grupos afines, sino más bien como asociaciones para movilizaciones estratégicas. Para la filósofa y activista se trata de encontrar impulsos, medios y posibilidades en comunidad diferenciada.
Marxism and Inter-sectionality, que refleja el conocimiento sustancial de Bohrer con respecto a ambos enfoques, es una lectura obligada, especialmente para aquellos de nosotros que intentamos comprender las intrincadas coyunturas, vínculos e intersecciones de clase, raza, género y sexualidad en el contexto del capitalismo y su lógica y prácticas de acumulación explotadoras, opresivas e injustas. Los marxistas y estudiosos de la interseccionalidad, a pesar de las tensiones no resueltas y los debates arduos deben comunicarse y cruzarse para promover diálogos profundos, aunque críticos, tal como lo ha hecho Bohrer. Este libro, como señaló Jesee McLaren, ofrece una guía práctica para el diálogo y el compromiso que al acoplar el marxismo y la interseccionalidad podría alentar la solidaridad y las coaliciones necesarias para transformar el mundo.
FIN
[blockquote align=»left» author=»»]El Dr. José Anazagasty Rodríguez es Catedrático en el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico, Recinto Universitario de Mayagüez. Obtuvo una maestría en sociología y un doctorado en Estudios Americanos, ambos de Washington State University. Actualmente es Director Asociado del Departamento de Ciencias Sociales y director del Centro de Investigación Social Aplicada. Imparte cursos de sociología y está llevando a cabo investigaciones sobre las diversas representaciones de la naturaleza en textos de viajes estadounidenses sobre Puerto Rico y la producción capitalista de la naturaleza. Es co-editor, con Mario R. Cancel, de los libros We the people: la representación americana de los puertorriqueños 1898-1926 (2008) y Porto Rico: hecho en Estados Unidos (2011).[/blockquote]