El presidente de Costa Rica José Figueres Ferrer, Luis-Muñoz Marín, Ernesto Ramos Antonini, y Samuel R. Quiñones durante una sesión conjunta de la Legislatura. El-Mundo-Colección – UPR
Al pensador marxista italiano, Antonio Gramsci, le debemos los más concienzudos análisis sobre la hegemonía del poder y de todo cuanto lo sostiene y legitima. El concepto gramsciano tiende a explicar lo que es esa fuerza totalizante del poder sobre una comunidad que, desde la perspectiva marxista, es la clase burguesa.
Pero esa clase no opera por sí sola.Tiene ayudantes. Uno de ellos es el llamado “intelectual orgánico”: personeros o instituciones que crean o desarrollan un discurso, una narrativa legitimadora de esa hegemonía. Socorren al poder hegemónico al traducirle a las masas los propósitos de éste e intentan convencerlas de que los intereses de la clase dominante o hegemónica son los mismos que las de la sociedad en general. Son los elementos e instituciones que, sin ellos, la clase hegemónica no tendría más salida que la represión y la violencia más crudas para ejercer el poder.
Esos intelectuales orgánicos pueden ser la prensa, la Iglesia, las instituciones educativas y hasta algunos sindicatos, entre otros. Estas instituciones y sus voceros no necesariamente son parte del Estado. Pueden operar desde la dimensión privada, pero reciben el privilegio del Estado por servirle como aceite suavizador del poder sobre la sociedad.
La teoría de Gramsci se desarrolló para explicar la hegemonía del poder al interior de la nación o el Estado. Solo unos recientes teóricos (María Paz Berger, Ralph J. Leiteritz, Alfredo Langa y, sobre todo, Robert W. Cox), llamados por algunos(as) “neogramscianos”, han intentado trasladar la teoría de la hegemonía gramsciana, y sobre todo la figura del intellectual orgánico, al plano internacional o regional. Al así hacerlo, contemplan la posibilidad de que la hegemonía, más que al interior de un Estado-nación, la ejerza un imperio sobre toda una región o área de influencia para lo cual se sirve de países satélites como amortiguadores de ese poder regional. En lo adelante, utilizamos los conceptos gramscianos
antes indicados en un contexto geopolítico para explicar el imperialismo de la Nación capitalista más poderosa del siglo XX en su enfrentamiento con el proyecto anti-hegemónico que fue y es la Revolución Cubana, para lo cual utilizó países menores como “intelectuales orgánicos”. (1)
¿Cómo lo hizo? Aprovechando la gran utilidad que le concedía la naciente “Izquierda Democrática” de América Latina (década de 1950) para elaborar la vía alterna del reformismo moderado como modelo a contraponer con el de la Revolución Cubana. ¿Quiénes eran los países o líderes que le servirían a Estados Unidos para atajar la influencia de la Cuba revolucionaria? Aquellos países o líderes que no eran los Somoza, los Trujillo, los Duvalier, pero cuyas reformas se mantuvieron dentro de lo que la hegemonía regional toleraría para el cambio lento, que no revolucionario. Dos de los más importantes ejemplos de esa “tercera vía” de la llamada Izquierda Democrática fueron José Figueres Ferrer de Costa Rica y Rómulo Betancourt de Venezuela. En alguna medida también lo fueron Lleras Camargo de Colombia, Juan Bosch de la República Dominicana y otros experimentos de populismo reformista de centro en América Latina.
En un esfuerzo por aplicar algunas de las teorías gramscianas al contexto regional de Cuba durante los primeros cuatro años de su revolución, su enfrentamiento con Estados Unidos, el rol de la Izquierda Democrática y en particular de Puerto Rico, este autor produjo la obra Luis Muñoz Marín y la Revolución Cubana: 1959-1962, Editorial Patria, San Juan, 2019.
A Fulgencio Batista y Saldívar (1901-73), caudillo cubano del siglo XX, se le conoce más por su final que por sus inicios. Todos(as) sabemos que el dictador de derecha y pro estadounidense cayó vencido el primero de enero de 1959 por el Movimiento 26 de julio comandado por Fidel Castro Ruz. Pero no todos(as) saben que Batista fue “el hombre fuerte” de Cuba desde 1933. En ese año se escenificó en La Habana lo que se llamó “la Revuelta de los Sargentos”, un enfrentamiento entre dos facciones militares: una de ellas compuesta mayoritariamente por oficiales de nivel intermedio y de extracción popular y mestiza, y la otra, por el alto liderato castrense, mayoritariamente compuesta por generales y coroneles blancos e identificados con el recién depuesto dictador Gerardo Machado. Batista, perteneciente al primer grupo, comenzó a mostrar su liderato muy temprano en el proceso.
Desde el liderato en ciernes, Batista comenzó a calibrar y mover sus hijos. Sin ser la cara visible, se movía tras bastidores a lo largo de varias presidencias post Machado, a saber: Ramón Grau San Martín (1933-34), Carlos Mendieta Montefur (1934-35), Miguel Mariano Gómez (1935-36) y Federico Laredo Bru (1936-40). Casi todos, excepto Gómez (2) , de alguna u otra forma fueron presidentes títeres de Batista, que se mantenía en la retaguardia con el control ilitar de la república.
Para el 1940, Estados Unidos tenía otros planes para Cuba. Asomaban aires de guerra mundial y la potencia del Norte necesitaba una Cuba estable,pacífica y democrática. En pos de ello, condicionó su apoyo a Batista a que este se despojara de su militarismo golpista y se convirtiera en un jefe de Estado civil.
El militar cubano lo obedeció. Promovió además una constitución de avanzada para Cuba (1940) y se convirtió de paso en presidente constitucional de la república. A Batista le tocó ser el hombre fuerte y encargado de una nación formalmente democrática al servicio incondicional de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial.
La guerra acabó (1945) poco tiempo después que terminaba el periodo gubernamental de Batista. En 1944, ganó la presidencia Ramón Grau San Martín, ahora más maduro y más independiente de Batista. Grau se encargó del cuatrienio de la post guerra en el que Cuba continuó en la ruta de la dependencia de Estados Unidos y de la corrupción desbocada comenzada en la administración anterior. Batista pasó ese cuatrienio en el Estado de la Florida, donde comenzó sus vínculos con la mafia. (3)
El Partido Revolucionario Cubano (Auténtico) de Grau tuvo un “número dos”: uno de sus ministros, Carlos Prío Socarrás. Este ganó las elecciones de 1948 en las que Batista logró un escaño en el Senado. En lo sucesivo, lo único que se desarrolló en Cuba fue la corrupción sin límite y las histéricas denuncias de Eduardo Chibás, un comunicador radial y líder del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) que se perfilaba como candidato presidencial de 1952.
Con la economía estancada y la corrupción campeando por sus respetos, la inestabilidad social y política ya preocupaba. En un arranque de pasión, Chibás se suicidó de un tiro (1951) al aire en programa radial. La incertidumbre y la tensión políticas se apoderaron del país. Las encuestas ponían a Roberto Agramonte (ortodoxo) al frente como candidato presidencial de 1952. Le seguía el incumbent Prío y en un distante tercer lugar, el Senador Batista. Con la excusa (como siempre) de que numerosos funcionarios, militares y ciudadanos se lo pidieron debido al caos imperante en el país, el 10 de marzo de 1952 Fulgencio Batista propinó un golpe de Estado en contra del maltrecho gobierno de Prío. El exsargento y ahora General Batista regresó por sus fueros. Suspendió la constitución y desarrolló una dictadura con el aval de Estados Unidos que duró unos nueve años.
Casualmente, desde 1933, el joven Luis Muñoz Marín (1898-1980) descollaba en las lides políticas. Hijo de un Comisionado Residente en Washington, Luis Muñoz Rivera, Muñoz Marín comenzó temprano su entrenamiento político individualizado de manos de su propio padre. Vivió en Barranquitas, San Juan, New York y Washington y a los 35 años ya era senador del Partido Liberal (PL) que procuraba la independencia en los términos más moderados posible.
De 1933 a 1940, la Coalición Socialista-Republicana (estadoísta) ostentaba el poco poder político que la colonia permitía. Dominaba Cámara, Senado, Comisaría Residente en Washington, más se plegaba servilmente a los gobernadores estadounidenses y practicaba la corrupción más descarada.
El país vivía los momentos más horribles de la Gran Depresión y Muñoz Marín, senador de minoría, se erigía como el contacto del Presidente Franklin D. Roosevelt y el hombre del Nuevo Trato (New Deal) en la colonia.
Debido a un diferendo en torno a uno de los proyectos del poderoso senador federal Milliard Tydings (4) para que el gobierno de Estados Unidos dispusiera con la independencia de la colonia de Puerto Rico, Muñoz abandonó el PL y fundó el Partido Popular Democrático (PPD). Al ganar cerradamente el control de la Asamblea Legislativa en las elecciones del 1940, Muñoz se hizo Presidente del Senado y desde esa posición se fue convirtiendo en el “hombre fuerte” de la colonia de Puerto Rico. Desde su asiento legislativo y en una especie de “co-gobernación” con Rexford G. Tugwell, Muñoz cerró filas.
incondicionalmente con Roosevelt y Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial y se aseguró que para Puerto Rico llegaran todas las inversiones económicas de guerra que producían empleos en la Isla. Finalizada la guerra y luego de una arrolladora victoria en las elecciones de 1944, Muñoz y el PPD se enfrascaron en la llamada Operación Manos a la Obra que, entre otras cosas, ensayaba con un plan reformista de “Inversión por Invitación”, primero de industrias de manufactura liviana (rica en empleos) y luego pesada (rica en capital).
En medio de esa transformación material y en otro tipo de co-gobernación con Jesús T. Pinero (1945-48), cierta presión descolonizadora internacional logró que Estados Unidos concediera la migaja de que el Pueblo eligiera su propio gobernador, hasta entonces nombrado por el Presidente de Estados Unidos. El gobernador electo en las elecciones de 1948 no podía ser otro que el propio Muñoz. Durante ese cuatrienio (1949-52), el líder se lanzó a la cruzada para que Puerto Rico obtuviera un “gobierno propio” y que promulgara su propia constitución. Con ésta, el Pueblo de Puerto Rico asentiría a que, lo que existía desde la invasión estadounidense de 1898, sería prospectivamente una relación bilateral consentida.
Consumado el colonialismo “por consentimiento”, por mor de la constitución de 1952 (5) , Muñoz comenzó un periplo político para legitimar el “Estado Libre Asociado” (ELA), conepto extraño en la tradición política de América. Desde el 1952, Muñoz no dejó gestión que no hiciera para “presentar en sociedad” el ELA que, según él, dio fin al colonialismo por ser un nuevo concepto de “soberanía dinámica”.
En el escenario de América Latina, Muñoz y el PPD se inscribieron en la órbita de los partidos populares y reformistas. Allí estaban algunos de los dirigentes de la Izquierda Democrática con quienes el líder puertorriqueño intentaba atajar los esfuerzos de los “enemigos” de Estados Unidos que seguían insistiendo en que Puerto Rico era una colonia. En la Isla se enfrentaba a los episodios revolucionarios del Partido Nacionalista de Puerto Rico (PN) y su líder Pedro Albizu Campos que realizaron actos tan audaces como atacar la residencia del Presidente Harry S. Truman (1950) y la Cámara de Representantes federal (1954). En el Congreso de Estados Unidos, Muñoz promovía que Puerto Rico fuera el modelo que el poder hegemónico utilizara en América Latina para fraguar las “reformas necesarias” que, de paso, mantuvieran la hegemonía de Estados Unidos en una zona libre de “influencias extracontinentales”. Muñoz se convirtió, con algunos líderes de la Izquierda Democrática y sus respectivos países, incluyendo Puerto Rico, en intelectuales orgánicos regionales del poder político de Estados Unidos en la zona a cambio de que le reconocieran el ELA como fórmula descolonizadora. Pero la mejor oportunidad para ambas partes vino con la Revolución Cubana triunfante en 1959.
C. En América Latina
Una de las primeras gestiones que hizo Muñoz para legitimar el ELA a nivel internacional y lavarle la cara a su “socio” del Norte, fue gestionar que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) removiera a Puerto Rico de la lista de territorios no autónomos. La movida fue imporante para invisibilizar el colonialismo en Puerto Rico. Por su parte, la actividad del PN y Albizu era exactamente la contraria a la de Muñoz. Los(as) ravolucionarios(as) puertorriqueños(as) se disponían a visibilizar el colonialismo, promoviendo las intentonas revolucionarias más dramáticas nunca antes vistas en la colonia, a cambio de lo cual fueron objeto de la represión más brutal que se haya visto en este país desde los tiempos del componte. (6)
Para sus planes, Muñoz necesitó de los líderes de naciones libres, como Costa Rica y Venezuela, con la resonancia y el acceso internacional que da la soberanía y que no tenía Puerto Rico. A insistencias de Muñoz, ambas naciones le pusieron en sus manos sus cancillerias a través de las cuales el Gobernador de Puerto Rico intentaba contrarrestar el mensaje y el prestigio internacional que cobraba Albizu. Simultáneamente, con la mayor febrilidad que pudo, Muñoz intentaba dar a conocer el ELA y hacerse de las mayores simpatías, aunque ello le ganara distancia e indiferencia de la administración de Ike Eisenhower en Washington (1953-60).
Las actividades del PN, particulmente la revolución de 1950, lograron el encarcelamiento de Albizu, con lo que el revolucionario quedaría parcialmente “neutralizado”. Al calor de las ideas socialdemócratas del intelectual Peruano Víctor Raúl Haya de la Torre, que cobijaban a los partidos reformistas, Muñoz acentuó su presencia en América Latina. Se mezcló con la Izquierda Democrática, logró que Puerto Rico fuera el centro de adiestramiento técnico para visitantes internacionales al amparo del programa “Punto Cuarto” (7 ), terció con denuedo en un peligroso diferendo entre Costa Rica y Nicaragua que por poco desemboca en una guerra, dio asilo y protegió en Puerto Rico al líder venezolano Rómulo Betancourt, perseguido a muerte por el tirano dominicano Trujillo. En fin, sin ser jefe de Estado propiamente dicho, Muñoz se proyectó con relativo liderato político a nivel regional como ningún otro gobernador colonial lo hizo antes o después. Todo, con el fin de ganarle al ELA la legitimidad de esa “nueva forma de soberanía” en “unión permanente” con Estados Unidos y en apoyo a sus políticas hegemónicas sobre América Latina con Puerto Rico como alicate.
El punto álgido del forcejeo internacional de Muñoz llegó al triunfar la Revolución Cubana (1959). El derrocamiento del desgastado dictador Batista en Cuba por unos guerrilleros inferiores en cantidad y en armamentos, cambió para siempre la fisionomía de América Latina, rompió con todos los paradigmas y reacomodó las espectativas de cambio en la región. Entre tantas cosas, despertó en algunas personas y líderes la idea de que el nuevo dirigente y héroe de la revolución de los “barbudos”, Fidel Castro, se sumara a la Izquierda Democrática. No fue así. Por una parte, los(as) revolucionarios(as) cubanos(as) tenían unos planes de cambio más profundos y radicales que el mero reformismo de la Izquierda Democrática. De otra parte, Estados Unidos era y es una Nación en principio anticomunista y, como lo había demostrado la época macartista y la invasión a Guatemala (antes del triunfo de la Revolución Cubana), no iba a tolerar el menor atisbo de cambio sin la alarma del comunismo a la vista. Los(as) cubanos(as) entendieron eso muy pronto. Muñoz no. Todavía (durante los primeros meses de 1959) el liderato en San Juan creía que Fidel era “salvable” para la Izquierda Democrática y hasta Munoz se erigió en mediador entre la temprana hostilidad de Estados Unidos y las tendencias radicalizantes de unos sectores cubanos, también visibles desde el principio. En ello lo ayudaron:
1 – sus contactos con la prensa estadounidense, destreza que manejó desde los tiempos de Franklin D. Roosevelt (1933-45),
2 – pista de baile que compartía con algunos líderes latinoamericanos,
3 – su prestigio de haber sido la cara de la transformación material de Puerto Rico y,
4 – su estrecha amistad política con el presidente demócrata Kennedy (1961-63) quien usó a Muñoz como interlocutor entre Washington y América Latina.
Otra vez, Muñoz fue pieza (voluntariamente o por instrucciones “de arriba”) en el entramado caribeño desde la perspectiva de colaboración con la hegemonía estadounidense en los momentos en que comenzaba la Guerra Fría en el Caribe.
Pero varias cosas comenzaron a alejar a Muñoz y Puerto Rico de su rol de intelectuales orgánicos de la hegemonía estadounidense en América Latina y el Caribe.
1 – Los famosos fusilamientos en Cuba a criminales de guerra dictados por un tribunal revolucionario, produjeron el primer escozor en Muñoz que, aunque reconocía los méritos de los ajusticiamientos, prefería que el juicio los manejara una corte civil.
2 – Después de algunas advertencias de Muñoz en contrario, el gobierno cubano hizo presión como nadie para que la ONU aplicara a Puerto Rico la recién aprobada Resolución 1514 (XV) de 1960, sobre las bases de que la Isla todavía era una colonia y que la remoción de su nombre de la lista de territorios no autónomos había sido un engaño. Muñoz no estaba dispuesto a tolerar cuestionamiento o intromisión algunos en lo que era su proyecto político personal, el ELA.
3 -Los líderes de la Izquierda Democrática, unos primero y otros después, igualmente comenzaron a distanciarse del tenue espaldarazo que le había dado a los(as) revolucionarios(as) cubanos(as) por el derrocamiento de Batista. Unos tempranos comentarios críticos de Pepe Figueres en La Habana y la tibia recepción de Fidel en Caracas a pocas semanas del triunfo de la revolución, ubicaron a la Izquierda Democrática a la escapada de la Cuba revolucionaria.
4 -La avalancha de exiliados cubanos que llegaba a San Juan y la gran cantidad de grupos políticos dispersos que se formaban en torno a ellos, algunos hasta contradictorios entre sí, abrumaron a Muñoz. Los desertores sabían del liderato privilegiado del gobernador, ciudadano estadounidense y jefe político de un territorio de Estados Unidos, y lo avasallaron pidiéndole su apoyo. Con Cuba ya radicalizándose, Muñoz se identificó con el grupo de exiliados que entendía tener mayor “fuerza moral” para enfrentar las fuerzas revolucionarias, aquellos que habían ocupado cargos en el primer gabinete del nuevo gobierno cubano y que pregonaban “Fidelismo sin Fidel”, algo así como “Las ideas de Fidel pero sin él”.
5 – La invasión de Playa Girón por Bahía de Cochinos (abril de 1961) comprometía demasiado al jefe político de Muñoz, que era Kennedy, y obligaba al dirigente puertorriqueño a declararse irremediablemente contrario a la Revolución Cubana y a favor de su derrocamiento.
6 – Finalmente, la Crisis de los Misiles (octubre de 1962) fue el evento que, a mi juicio, terminó con la importancia de Muñoz y la Izquierda Democrática en su rol legitimador de la hegemonía de Estados Unidos, en la medida en que sacó a Cuba de ser un asunto meramente regional caribeño y lo convirtió en un enfrentamiento directo entre la potencia del Norte con la Unión Soviética.
La suma de estos factores se unieron al asesinato de Kennedy (noviembre de 1963) y al retiro de Muñoz como Gobernador de Puerto Rico (enero de 1965), todo lo cual cerró un capítulo en que un líder puertorriqueño jugó el más importante papel internacional jamás visto, aunque haya sido, por supuesto, en una suerte de intelectual orgánico de un poder hegemónico por su condición de gestor colonial de un imperio.
El studio de Cuba y Puerto Rico durante el siglo XX nos demuestra que “aquellas alas del pájaro” (de Lola Rodríguez de Tió) no eran evidentes solamente en el siglo XIX. Durante más de la primera mitad del siglo XX, Cuba y Puerto Rico muestran unas similitudes y paralelismos francamente asombrosos que no hacen más que despejar el camino para ver mejor la importancia y magnitud de ese rompimiento forzado entre las dos naciones a raíz del triunfo de la Revolución Cubana en enero de 1959. Las nombramos someramente sin intención ni posibilidad ahora de profundizar en ellas:
1 – Cuba como neocolonia y Puerto Rico como colonia de Estados Unidos desde 1898.
2 – Ambas naciones como enclaves azucareros de los intereses privados estadounidenses.
3 – El capitalismo de Estado financiando proyectos reformistas en cada nación.
4 – Industrialización dirigida por y en función de los intereses políticos y económicos de Estados Unidos.
5 – Papel de incondicionales aliadas de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial.
6 – Experiencias constitucionales (Cuba 1940 y Puerto Rico 1952) que formalizaron la absoluta alineación de cada nación antillana con Estados Unidos.
7 – Lideratos políticos en cada nación:
a. Batista en Cuba y Muñoz en Puerto Rico como sendos “hombres fuertes” desde 1933 con poderes tras bastidores.
b. Relación de cada “hombre fuerte” con sus respectivas izquierdas: Batista cooptando el Partido Socialista Popular (PSP) hasta 1944 y Muñoz absorbiendo parte del antiguo Partido Socialista de Santiago Iglesias Pantín en la fundación del PPD (1938-40).
c. Ramón Grau San Martín en Cuba y Antonio R. Barceló en Puerto Rico como representantes de un nacionalismo inofensivo.
d. Antonio Guiteras Holms en Cuba y Pedro Albizu Campos en Puerto Rico como represantantes de las posturas más radicales de la época.
8 – Experiencias huelgarias azucareras de dimensiones amenazantes: Puerto Rico, 1933-34 y Cuba, 1935.
9 – Participación universitaria: En Cuba los combativos estudiantes universitarios formaron parte de la primera junta gubernamental (la Pentarquía) luego de la caída de Machado (1933) a través de Grau. En Puerto Rico, de 1935 a 1948, la Universidad del Estado fue reflejo e importante referente de las luchas políticas del país.
Estas coincidencias son mucho más que eso. Demuestran una integración estructural política y de formación nacional de dos naciones indisolublemente hermanadas y la importancia del rol (fracasado) de intelectual orgánico al servicio del poder hegemónico de una contra la otra.
en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe (2018). Ha enseñado Justicia Criminal, Historia y Humanidades en la Universidad Interamericana de Puerto Rico (Arecibo y Bayamón) y enseña actualmente en la Universidad Ana G. Méndez (Cupey). Publicó Asamblea Constitucional de Status para Principiante (2008), El Caribe y Otras Complicaciones (2014) y Luis Muñoz Marín y la Revolución Cubana: 1959-1962 (2019). Esta última ganó en 2019 el Primer Premio del certamen del Instituto de Literatura Puertorriqueña en la categoría Investigación y Crítica.[/blockquote]
1. Antonio Gramsci, “Análisis de las situaciones. Correlaciones de fuerzas”, en Antología, España, Ediciones Akal,2013, pp. 365-376 y Revista de Reflexión Teórica y Práctica del Partido del Trabajo, No. II, “Paradigmas y Utopías. Estrategias y Tácticas, Compilación, México, 2016, pp. 59-70. 2. ste resistió la manipulación de Batista a tal grado, que el militar tuvo que movilizar La mayoría parlamentaria batistiana para residenciar al Presidente. 3. (Nota Siglo 22: Una descripción dramática de los vínculos de Batista con la mafia norteamericana se ofrece en T. J. English, Havana Nocturne. How the Mob Owned Cuba…And Then Lost It to the Revolution. Nueva York: HarperCollins Publishers, 2008; pp. 264-267). 4. El propio Muñoz se encargó de entronizar, con éxito, la narrativa de que el proyecto era una represalia de Tydings contra el Pueblo de Puerto Rico por el ajusticiamiento de su amigo, el Jefe de la Policía Elisha Francis Rigs, por parte de un comando nacionalista en febrero de 1936. El proyecto daría la independencia a Puerto Rico en términos de desventaja económica y él mismo, Muñoz, lo detendría, enfrentando al liderato del PL y su presidente Antonio R. Barceló que supuestamente aceptaría la independencia en esos términos, “aunque nos muramos de hambre”. La posición pretendidamente heroica de Muñoz que salvaría al Pueblo de la pobreza extrema de la independencia a la Tydings, ha quedado desmentida por la excelente obra de Néstor R. Duprey Salgado, A la Vuelta de la Esquina: El Proyecto Tydings de independencia para Puerto Rico y el diseño de una política colonial estadounidense, (Duprey Salgado, Humacao, 2015). 5. Promulgada un 25 de julio, mismo día en que 54 años antes el ejército invasor atacó la Isla de Puerto Rico para quedársela como colonia. 6. De de las múltiples excelentes obras que recomendamos para comprender mejor la época son: Guerra contra todos los puertorriqueños, de Nelson Denis, y La Mordaza, de Ivonne Acosta. 7. Praa detalles sobre el tema, ver Puerto Rico: Política Exterior sin Estado Soberano, 1946-1964, Evelyn Vélez Rodríguez, Ediciones Callejón, San Juan, 2014.
3 comments
El artículo de Angel M.Rivera,Puerto Rico y Cuba..muy esclarecedor de este período historico.
Gracias por su apreciación.
–Sigloxx22.org
[…] Ángel M. Rivera Rivera (Noviembre 2022) “Puerto Rico y Cuba 1959-62: un análisis gramsciano” en Revista Siglo 22. URL: https://sigloxx22.org/2022/11/02/puerto-rico-y-cuba-1959-62-un-analisis-gramsciano/ […]