“Los dueños del capital, de los bancos, de la industria y del comercio eran también dueños de la vida política del país”. Phillip Foner[1]
“Las leyes americanas han dado al Norte alto grado de prosperidad y lo han elevado también al más alto grado de corrupción”. José Martí[2]
“Nunca ha habido un pueblo y hoy no hay un pueblo más positivamente civilizado que el pueblo de la Unión Americana, porque no hay ninguno donde sea más cordial la hospitalidad al trabajo, al talento, a la virtud y en donde el sentimiento cosmopolita sea más sincero y más universal”. Eugenio María de Hostos[3]
“Con Guaicaipuro, con Paramaconi, con Anacaona, con Hatuey hemos de estar y no con las llamas que los quemaron, ni con las cuerdas que los ataron, ni con los aceros que los degollaron, ni con los perros que los mordieron”. José Martí[4]
[1] Phillip S. Foner, “Visión martiana de los dos rostros de los Estados Unidos”, Martí Antiimperialista, Op. Cit., p. 427.
[2] José Martí, “Cuadernos de apuntes”, Estados Unidos, Obras Completas, Tomo 21, pp. 15-16.
[3] Hostos, Ensayos didácticos. Obras Completas, Vol. XX Tomo III, San Juan, ICP, 1969, p. 163, cita a la p. 294.
[4] José Martí, “Magnífico espectáculo” Obras Completas, tomo 11, p. 35.
En la bien escrita y mejor pensada monografía de Andrés Iduarte titulada, “Rebeldía y disciplina en Hostos”,[1] se plantea que:
“Hostos, por otra parte, fue un talento recogido en sí, volcado hacía dentro, ensimismado. No tuvo el verbo arrebatado de José Martí, careció del arranque épico del gran cubano, estaba muy lejos de vestir su chaleco romántico. La misma virtud de Hostos, su dominio sobre las pasiones que desbordan el corazón humano, quitan a su vida y a su obra el magnetismo de las de Martí, poeta y orador centelleante, prosista caudaloso, amante apasionado y sensual, esposo rebelde a la coyunda, revolucionario activo, estampa clásica de la libertad sobre el caballo galopante que lo llevó a la muerte en Dos Ríos. Sólo en la primera juventud tuvo Hostos el fuego, el arrebato, el estallido; pero incluso en ella se muestran ‘la razón y la conciencia’, sobre las cuales edificaría más tarde su sistema moral y cuyo imperio se ejercería sobre sus pasos y sus letras. No rehuyó Hostos el deber, incluso el político, para el que le faltaba ductibilidad, ni el guerrero, para el que le faltaba pasión y fe; pero no sólo el deber traza la vida, sino también y quizá en primer término, el temperamento. En una ocasión lo puso su deber a un metro de la guerra; pero su temperamento y no sólo las circunstancias adversas lo alejaron cada día más de la pelea sangrienta. En Martí, gracias al deber y al temperamento, armoniosamente conjugados, coinciden el hombre y la circunstancia trágica. Este es el ritornelo de su vida. Está fraguada en el deber, como la de Hostos, pero al mismo tiempo en el ímpetu y la euforia. Los sesenta y cuatro de lucha tesonera y altruista de Hostos brillan menos, teniendo semejante volumen de servicio social, que los cuarenta y dos en que Martí fue un ascua viva en el espíritu y en la carne”.[2]
Hostos es el último de los pensadores positivistas que tuvieron como paradigma para la libertad y emancipación mental e institucional de la América Latina a los Estados Unidos.[3] Hemos visto que Echeverría, Sarmiento, Bilbao, Lastarria, González y Varela, entre otros, tenían a las instituciones estadounidenses como el modelo por seguir para la modernización de nuestra América. Todo fue inútil, fracasaron; ése no era el paradigma que se debía seguir. Leopoldo Zea señala que:
“Sarmiento y su generación intentaron, aunque en vano, cambiar la realidad latinoamericana usando la levita, la chistera, el ferrocarril, la lectura del último libro europeo; la constitución estadounidense y la imposición de las más altas instituciones de la democracia y liberalismo occidental. Fue también inútil la adopción del positivismo, como filosofía educativa, que hiciese de los latinoamericanos los sajones del sur; y de sus pueblos los Estados Unidos de este mismo sur. Todo esto fue inútil; la realidad, por mucho que sobre ella se quiera levantar para ocultarla, estaba allí. Allí estaba y está el indio y el mestizo. Allí está también el hombre, el hombre concreto con el que, quiérase o no, habría que realizar a esta América”.[4]
Hostos no pudo vislumbrar que una cosa es el texto constitucional, que plasma una serie de entendimientos y otra es la vida social que se desenvuelve al calor de éstas. Otra similitud con su maestro Lastarria. Tomemos dos ejemplos caros al corazón y al intelecto de Hostos: la igualdad de la mujer y el hombre en la nueva sociedad que se desarrolla en Estados Unidos. Hostos cree sinceramente en la igualdad de los sexos, cree en la educación de la mujer y cree que ésta es apta para toda función social.[5] Plantea en numerosos escritos que la mujer debe estudiar y formarse. Lo que hoy es un planteamiento común, no lo era en su época. En el país que Hostos coloca como paradigma, Estados Unidos de América, la mujer no votaba, hecho que Hostos no destaca nunca. No votó en los tiempos coloniales y no votó desde la fundación de la república en 1787. No lo logrará hasta 1920, a pesar de las numerosas gestiones y luchas de las mujeres norteamericanas por obtener el derecho al sufragio. De hecho, en una ocasión el liderato femenino planteó la cuestión mediante un tecnicismo ante el Tribunal Supremo de Estados Unidos, el cual resolvió en contrario. Ya habían agotado la vía política cuando trataron que el Congreso, después de la guerra civil, las incluyese en las enmiendas preparadas para determinar la igualdad de los hombres caucásicos, “los blancos” y los hombres negros o afro-norteamericanos. El Congreso se negó a ello. Hostos no menciona esta coyuntura y plantea lo contrario:
“En cuarto lugar, es el único país de la tierra en donde puede considerase completamente libre a la mujer; y esto es un indicio capital de civilización, no sólo porque demuestra los esfuerzos triunfantes que se han hecho para educar a la compañera del hombre, sino porque prueba bien que las costumbres públicas y privadas de Estados Unidos, no son obstáculos, como hasta hoy lo son en los pueblos latinos, para devolver la libertad a la mujer”.[6]
Señala Hostos a Estados Unidos como la sociedad más vigorosa en su desarrollo que la historia ha contemplado, la sociedad de los “Estados Unidos de Norteamérica”,[7] debe principalmente su vigor a la fuerza de acción que, como consecuencia de la incondicionalidad de sus derechos individuales, tiene el ciudadano americano.[8] Por el tenor de la misma, esta afirmación de Hostos, como veremos, está basada en el desconocimiento de la sociedad estadounidense de su época. Específicamente hasta el año de 1887, cuando la hace pública en sus Lecciones de Derecho Constitucional.
Visitas de Hostos a Nueva York
Lecturas aparte, el juicio y sus opiniones sobre Estados Unidos se contraen a las siguientes cortas estadías: Hostos visita Nueva York el 31 de octubre de 1869, sale de esa ciudad el 4 de octubre de 1870, permaneció casi un año. Visita Nueva York el 22 de abril de 1874, se traslada a Boston el 29 de abril de 1875; regresa a Nueva York en mayo de 1875 y en ese mes sale para Puerto Plata, República Dominicana. Embarca el 5 de abril de 1876 para Nueva York, donde permanece ocho meses, sale de Nueva York en noviembre de 1876 para Puerto Plata. Su experiencia vital de la realidad estadounidense se contrae a menos de 18 meses, casi todos pasados en Nueva York a mitad de la década de los setenta del siglo XIX. Veamos el Nueva York que Hostos visitó. Cashman, en su libro America in the Gilded Age, nos describe el Nueva York que Hostos visitó:
“In 1867 the Evening Post describes New York as the “most inconveniently arranged commercial city in the world”.[9]
Dice también que:
“The most common criticism was of lack of light and air and of inadequate sanitary facilities”.[10]
Sobre las calles:
“City streets also had their share of problems. They were littered with merchants’ wares; peddlers’ carts blocked access to roads and houses, and markets were the same. Neither was cleaned except by private contract. In the area south of Fourteenth Street, ancient sewers got clogged with accumulated filth; sometimes, they burst open, and their contents rose to suffocate the streets with refuse and lime. Their narrow pipes could not even contain rainwater, and after a shower, a major avenue like Broadway was awash with mud”;[11]
“Lower Manhattan was notorious for crime”;[12] “During an investigation of 1875, one police captain, Alexander (Clubber) Williams, was asked why he did not close down the brothels in Manhattan in his precinct. He answered: «Because they were kind of fashionable at the time»“.[13]
Luego se dice de Nueva York:
“They were overcrowded. In 1890, 1 million people, two-thirds of the population, were packed like sardines in 32,000 dumbbell tenement buildings in New York. Conditions were particularly bad in the Lower East Side, that section of Manhattan east of Third Avenue and South Fourteenth Street. In blocks like Poverty Gap, Misery Row, Penitentiary Row, and Murderers’ Alley, the rooms were pokey and airless, the halls dark and dank, the lavatories primitive.”[14]
Era éste, según Hostos, el Edén para la nueva humanidad. Sabemos que se refiere a Estados Unidos, pero esta metrópoli es emblemática por la época ciudad corrupta, Tammany Hall, y sucia. Otras metrópolis norteamericanas eran peores, como es Chicago, por ejemplo. El resto de su información la obtendrá por medio de libros y revistas, porque no conoce personalmente a Estados Unidos cuando forma sus opiniones. Sus breves estadías no le permiten convivir y enraizarse en los problemas sociales y la corruptela política, como otros que vivieron allí más de una década. En el 1898 y 1899 sólo visitará Nueva York y Washington unos cuantos días. Los diarios latinoamericanos criticaban acerbamente, y con razón, la materialista, racista y violenta sociedad norteamericana. Estos se podían conseguir en las bibliotecas públicas. El tema de la pujante sociedad norteamericana interesaba y se difundía por América. El desarrollo de ese país no se debe a lo señalado por Hostos sobre los derechos civiles, que, de hecho, eran irrespetados, sino a su formidable desarrollo económico y otras condiciones sociales, financieras y políticas. De hecho, los derechos humanos de grandes sectores eran violados continuamente, para propulsar dicho enriquecimiento, como la explotación del niño trabajador, el chino contratado leoninamente, las miserables y paupérrimas condiciones de trabajo agrícola, la peligrosa e insalubre vida del obrero en Chicago y otras. Citamos a Frederick Engel, quien desde Europa plantea, el 29 de noviembre de 1886, en la prensa que:
“Los norteamericanos, por causas históricas perfectamente comprensibles, están terriblemente atrasados en todas las cuestiones teóricas. No tomaron de Europa las instituciones medievales, pero, en cambio, han asimilado por completo numerosas tradiciones del medioevo: la religión, el derecho común (feudal) inglés, la superstición, el espiritismo; en una palabra, todas estas estupideces que no se oponían directamente a los asuntos comerciales y que ahora son tan convenientes para el embrutecimiento de las masas”.[15]
Martí en Nueva York
Recién llegado Martí a Estados Unidos, le sucedió lo que a todo aquel que juzga superficialmente los hechos sociales y no profundiza tomando en cuenta los contrastes y comparaciones. Es por ello por lo que en uno de sus escritos primeros, Impresiones de América, plantea una opinión idílica. Dice el cubano:
“Estoy, al fin, en un país donde cada uno parece ser su propio dueño. Se puede respirar libremente, por ser aquí la libertad fundamento, escudo, esencia de la vida”.
Esa opinión fue poco a poco cambiando, pues esa década de los ochenta se distinguió por un desmesurado crecimiento de la industria, las concentraciones de capital, el surgimiento de corporaciones gigantescas y monopolios y una corrupción política y social inimaginable y unas condiciones de vida difíciles e insalubres.[16] Las corporaciones intervienen continuamente a su favor en los gobiernos municipales, estatales y federales. Martí tuvo la experiencia única de vivir estas épocas finiseculares en Estados Unidos. El periodista y jurista cubano conocía de primera mano la vida diaria y escrutaba la prensa norteamericana para la confección de sus crónicas.[17] Nos dice que observa que:
“Poco a poco, la deshumanización progresiva de esta tierra se va desnudando a los ojos del autor. La dureza, la falta total de calor humano e incluso la imposibilidad de experimentar un sentimiento cualquiera van a ser de allí en adelante las características del país”.[18] Desde sus primeros días en la sociedad estadounidense Martí captó las contradicciones y el fondo sustantivo de la vida social y política; así, en una carta desde Nueva York, dijo a sus lectores latinoamericanos que es: “este país, señor en apariencia de todos los pueblos de la tierra y en realidad esclavo de todas las pasiones de orden bajo”.[19]
José Martí vivió en Estados Unidos durante quince años, desde 1880 hasta 1895, visitando distintos Estados y sectores, diversas regiones y ciudades y desempañándose en tareas consulares para algunas naciones latinoamericanas. Visitó Washington, DC. en numerosas ocasiones. Escrutó sistemáticamente la realidad estadounidense, leyendo cuidadosamente sus diarios, revistas y libros, conversando con su gente, observando y la transmitió para la América Latina. Julio Ramos señala que:
“Con notable intensidad intelectual, Martí escribía sobre prácticamente sobre cualquier aspecto de la cotidianeidad capitalista en Estados Unidos, según comprobamos en sus Escenas norteamericanas”.[20] En su ensayo titulado: La verdad sobre los Estados Unidos, escrito con el propósito de que “se sepa en nuestra América lo que es ese país”, dice: “Es de supina ignorancia y de ligereza infantil y punible hablar de Estados Unidos y de las conquistas reales o aparentes de una comarca suya o grupo de ellas, como de una nación total e igual, de libertad unánime de conquistas definitivas: semejantes Estados Unidos son una ilusión o una superchería. De las covachas de Dakota y de la nación que por allá va alzándose, bárbara y viril, hay todo un mundo a las ciudades del Este, arrellanadas, privilegiadas, encastadas, sensuales, injustas”.
Luego manifiesta:
“Lo que ha de observar el hombre honrado es precisamente que no sólo no ha podido fundirse, en tres siglos de vida común, o uno de ocupación política, los elementos de origen y tendencia diversos con que se crearon los Estados Unidos, sino que la comunidad forzosa exacerba y acentúa sus diferencias primarias y convierte la federación innatural en un estado áspero de violenta conquista. (…) En Estados Unidos, en vez de apretarse las causas de unión, se aflojan; en vez de resolverse los problemas de la humanidad, se reproducen; en vez de amalgamarse en la política nacional las localidades la dividen y la enconan; en vez de robustecerse la democracia y salvarse del odio y la miseria de las monarquías, se corrompe y aminora la democracia y renacen, amenazantes, el odio y la miseria. Y no cumple con su deber quien lo calla, sino quien lo dice”.[21]
Otro escrito de Martí titulado La protesta de Thomasville[22] vuelve a estudiar la realidad estadounidense y el carácter de su pueblo.
“Ni pueblos ni hombres respetan a quien no se hace respetar. Cuando se vive en un pueblo que por tradición nos desdeña y codicia, que en sus periódicos y libros nos befa y achica, que en la más justa de sus historias y en el más puro de sus hombres nos tiene como a gente jojota y femenil, que de un bufido se va a venir a tierra, cuando se vive y se ha de seguir viviendo frente a frente a un país que, por sus lecturas tradicionales y erróneas, por el robo fácil de una buena parte de México, por su preocupación contra las razas mestizas y por el carácter cesáreo y rapaz en que la conquista y el lujo han ido criando, es de deber continuo y de necesidad urgente erguirse cada vez que haya justicia u ocasión, a fin de irle mudando el pensamiento y mover a respeto y cariño a los que no podremos contener ni desviar, si, aprovechando a tiempo lo poco que les queda en el alma de república, no nos les mostramos como somos. Ellos, celosos de su libertad, nos despreciarían, si no nos mostramos celosos de la nuestra. Ellos, que nos creen inermes, deben vernos a toda hora pronta y viril. Hombres y pueblos van por este mundo hincando el dedo en la carne ajena a ver si es blanda o si resiste y hay que poner la carne dura, de modo que eche afuera los dedos atrevidos. En su lengua hay que hablarle, puesto que ellos no entienden nuestra lengua”.
¿Desconocía Hostos el discrimen y demás injusticias que se cometían y sucedían en Estados Unidos durante su tiempo, así como la corrupción política, electoral e institucional y su resultado político y constitucional?[23] Esa constitución ideal que postula Hostos tiene que ser contrastada por las realidades sociales, económicas, políticas y raciales. Martí, en su artículo periodístico titulado Filiación política, nos dice que: “La Constitución de ese país estaba manchada por un vicio original: había transigido con la esclavitud de una raza”.[24] Martí es testigo de ello, dice en su nota periodística, Nueva York en otoño:
“Los hombres no se detienen a consolarse y ayudarse. Nadie ayuda a nadie. Nadie espera a nadie (…) // Todos marchan empujándose, maldiciéndose, abriéndose espacio a codazos y a mordidas, arrollándolo todo, todo por llegar primero (…) Sin riendas, sin descanso, sin auxilio (…) se endurece el hombre en el miedo a los demás y en la contemplación de sí (…) Aquí se muere el alma por falta de empleo”.[25]
La libertad pregonada por los norteamericanos es un sueño que ya abominan. Dice Martí, “Fingen aún esas ideas, pero ya las abominan”.[26] Phillip S. Foner, en su ensayo titulado Visión Martiana de los dos rostros de los Estados Unidos,[27] resume la verdadera vida constitucional de esa nación, que Hostos no entiende:
“Los dueños del capital, de los bancos, de la industria y del comercio eran también dueños de la vida política del país. La influencia perniciosa de los grandes negocios en todas las ramas del gobierno, la ejecutiva, la legislativa y la judicial ya había sido advertida por Mark Twain en La edad dorada, obra que publicó (en colaboración con Charles Dudley Warner) en 1873. Pero en la década del 80 esta situación, de proporciones tan escandalosas que rara vez pasaba una semana sin la revelación pública de concesiones ventajosas e ilegales otorgadas a las corporaciones, convertidas en ley por legisladores sobornados, firmadas por ejecutivos corrompidos y aprobadas por jueces que eran herramientas subordinadas a los intereses de las corporaciones.”[28]
“Espantado por el amasamiento sin escrúpulos de riquezas y por la corrupción política que vio a su alrededor, Martí escribió fieros mensajes que condenaban el ‘culto a la riqueza’. Como él lo vio, el poderío del gran negocio había conseguido corromper las cortes, las legislaturas, la iglesia, la prensa y había logrado, en veinticinco años de asociación, crear la más injusta y penosa de las oligarquías dentro de la más libre de las democracias”.[29]
Manifiesta Foner que:
“Hay demasiados millonarios y demasiados mendigos”, se quejaba el Hartfort Courant en 1883. Toda América, proseguía, “era una tierra de contrastes, de pobreza entre una enorme riqueza. En un extremo de la escala estaba la magnificencia sin restricción. Los “barones del robo”, guiados por Jay Gould, quien creó la nueva plutocracia, competían entre sí con “evidente despilfarro”. En el otro extremo de la escala, los obreros ganaban entre cincuenta centavos y un dólar por un día laboral de diez a doce horas,[30] vivían en carcomida pobreza, no podían satisfacer las más esenciales necesidades de la vida”.
Continuemos con la evaluación que José Martí hace de los Estados Unidos. Estas expresiones se reproducen en su artículo titulado, La crisis y el Partido Revolucionario Cubano. Manifiesta Martí que:
“El Norte ha sido injusto y codicioso: ha pensado más en asegurar a unos pocos la fortuna que crear un pueblo para el bien de todos; ha mudado a la tierra nueva americana los odios todos y todos los problemas de las antiguas monarquías; aquí no calma ni equilibra al hombre el misterioso respeto a la tierra que nació a la leyenda cruenta del país, que en los brazos de sus héroes y en las llamas de su gloria funde al fin a los bandos que se lo disputan y asesinan: del Norte, como de tierra extranjera, saldrán en la hora del espanto sus propios hijos. En el Norte no hay amparo ni raíz. En el Norte se agravan los problemas y no existen la caridad y el patriotismo que los pudieran resolver. Los hombres no aprenden aquí a amarse, ni aman el suelo donde nacen por casualidad y donde bregan sin respiro en la lucha animal y atribulada por la existencia. Aquí se ha montado una máquina más hambrienta que la que puede satisfacer el universo ahíto de productos. Aquí se ha repartido mal la tierra; y la producción desigual y monstruosa y la inercia del suelo acaparado, dejan al país sin la salvaguardia del cultivo distribuido, que da de comer cuando no da para ganar. Aquí se amontonan los ricos de una parte y los desesperados de otra. El Norte se cierra y esta lleno de odios; del Norte hay que ir saliendo. Hoy más que nunca, cuando empieza a cerrarse este asilo inseguro, es indispensable conquistar la patria. Al sol, no a la nube. Al remedio único constante y no a los remedios pasajeros. A la autoridad del suelo en que se nace y no a la agonía del destierro, ni a la tristeza de la limosna escasa y a veces imposible. A la patria de una vez. ¡A la patria libre!”.[31]
Contrástese estas deducciones del historiador estadounidense con unas declaraciones públicas de Hostos hechas el 19 de diciembre de 1898, seis meses después de las invasiones y ocupaciones militares de Cuba y Puerto Rico y la apropiación de Hawái por Estados Unidos:
“Y como, a medida que el tiempo transcurra, los Estados Unidos serán cada vez más poderosos y su vida será cada vez más noble, es patente que ese dignísimo pueblo se curará rápidamente de la fiebre de expansión territorial que hoy lo desvía, para volver de nuevo al santísimo origen jurídico de donde ha obtenido sus pasmosas fuerzas”.[32] (Énfasis suplido).
Esta errada conclusión se debe a la distorsionada visión que tiene de los hechos históricos sobre el desarrollo de ese país, la cual le lleva a manifestar que su vida social será cada vez más noble. Todos los datos públicos apuntan a un desenvolvimiento contrario. A tenor con aquella errada visión idílica, dice que Estados Unidos: se curará rápidamente de la fiebre de expansión territorial, cuando todo señala a un derrotero contrario.[33] Emplea categorías religiosas para asegurar que Estados Unidos abandonarán las prácticas gubernamentales violentas de un imperialismo militarista continuo para volver de nuevo al santísimo origen jurídico. Como si en la historia de esa nación hubiera datos para llegar a ese razonamiento. Hostos cree que ese progreso indefinido se debe a “la fuerza de la iniciativa individual”[34] que califica de pasmosa y que “resulta positivamente del ejercicio libérrimo de los derechos individuales”.[35] Como hemos visto brevemente, lo que éste entiende el motor del progreso, no lo es para quien participa diariamente como un vecino más sometido a las realidades de la vida social de los estadounidenses comunes y corrientes, José Martí. Howard Zinn nos expresa:
“In the year 1877, the signals were giving for the rest of the century: the black would be put back; the strikes of White workers would not be tolerated; the industrial and political elites of North and South would take hold of the country and organize the greatest march of economic growth in human history. They would do it with the aid of, and at the expense of, black labor, white labor, and Chinese labor, and European immigrant labor, female labor, rewarding them differently by race, sex, national origin and social class, in such a way as to create separate levels of oppression, a skillful terracing to stabilize the pyramid of wealth.”
El tratadista Hostos dice que:
“Hay una fuerza, aún invisible para el vulgo de los estadistas, que acabará de hacerse visible, persuasiva y convincente; es la fuerza de simplificación que tienen los derechos connaturales a la personalidad humana. Dotada constitucionalmente de ellos, como lo está por la naturaleza, la individualidad humana se reconcentra en sus derechos y, por decirlo así, se elimina espontáneamente del problema social”. [36] (Énfasis suplido)
Concluye que:
“Entonces no teniendo el estado que ocuparse de ella, (de la individualidad humana) y abandonándola a sí misma, se reconcentra a su vez en sus propios fines, que son los colectivos, los sociales, los humanos y la tarea de gobernar se simplifica súbitamente, quedando concretada a lo que en esencia es: el régimen de los grupos por medio del derecho. Gobernándose el individuo según sus propias facultades, cada una de las instituciones del Estado queda desembarazada de carga que para cada una de ellas es el inútil enfrentamiento de las fuerzas individuales y todas sus instituciones se fortalecen en razón de lo que se concretan al régimen y gobierno del grupo social a que se consagran”.[37]
Esta afirmación debe tomar en cuenta otros elementos y factores que configuran y entreveran la vida social de un país regido constitucionalmente. Aun cuando estos ciudadanos posean los derechos individuales, éstos no servirán de paliativos a los graves problemas que la discriminación, la corrupción, la estulticia, las desigualdades que el entramado jurídico permite que ocurra, recuérdese la condición de los negros o afro-norteamericanos antes y después de la guerra civil, en igual sentido los nativos americanos y los chinos, la mujer, para mencionar algunos sectores. El mero hecho de exponer la constitución una lista de derechos civiles y humanos, de forma afirmativa o negativa, prohibiéndolos o afirmándolos, no garantiza la eliminación de los problemas sociales, numerosos factores entran en juego, incluyendo los políticos, los legislativos y los judiciales que moldean la sociedad a gusto y forma de quienes detentan el poder. Como dice Zinn sobre la Constitución:
“The Constitution was a compromise between slaveholders’ interests of the South and moneyed interests of the North, for uniting the thirteen states into one great market for commerce, the northern delegates wanted laws regulating interstate commerce and urged that such laws require only a majority of Congress to pass. The South agreed to this by allowing the trade of slaves to continue for twenty years before being outlawed.”[38]
“Were the founding Fathers wise and just men trying to achieve a good balance? In fact, they did not want a balance, except one, which kept things, as they were a balance among the dominant forces at that time. They certainly did not want an equal balance between slaves and masters, propertyless and property holders, Indians, and whites.”[39]
Hostos plantea que: “Si arredra el temor de que el reconocimiento incondicional de los derechos humanos sea perturbador, más debe arredrar la seguridad de que las sociedades vivirán siempre perturbadas mientras esté cohibido en su derecho el elemento que las constituye, el individuo”. El autor nos indica que la forma en que han de “reconocerse” en el texto Constitucional los derechos inalienables es “en forma prohibitiva”. Afirma que no es conveniente “una declaración constitucional”. Entiende que “por terminante que sea esa declaración, no es todavía suficientemente explícito el reconocimiento de los derechos”.[40] Sostiene que “La Constitución los consagra, no los reconoce y para que la consagración sea positiva debe hacerse en forma prohibitiva, debe presentarse como límite de toda otra facultad, de todo otro poder institucional, de toda función o acción del Estado”. Luego, Hostos sostiene que:
“Esta fue la manera, a un tiempo definitivo y profundo, que los legisladores americanos tuvieron que consagrar para siempre los derechos que la naturaleza ha puesto por encima de toda ley escrita, de toda convención, de todo compromiso jurídico o político. Manera definitiva, porque, vedando a los legisladores el ocuparse de ellos, puso para siempre esos derechos por encima de toda acción, regular o irregular, de los poderes del Estado. Manera profunda, porque así revelaron el íntimo conocimiento que tenían del carácter real que ha dado la naturaleza a los derechos humanos”.
Martí, en la víspera de su muerte el 18 de mayo de 1895, le escribe a Manuel Mercado una carta, una de las últimas, donde manifiesta:
“Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida. Por mi país y por mi deber, puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarla, de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”.[41]
Contrario a Martí, Hostos planteaba que:
“La Constitución, las tradiciones, las costumbres, el sólido cemento de justicia, equidad y libertad”, permitirían revocar los efectos del imperialismo y de la expansión de Estados
FIN
El Dr. Carmelo Delgado Cintrón es catedrático de la Escuela de Derecho de la UPR, ex Director del Instituto de Cultura Puertorriqueña. carmelodelgado@gmail,com Carmelo,delgado@upr.edu
REFERENCIA
[1] Ibíd. p. 6.
[2] Ibíd. p. 6.
[3] Nos dice Camila Henríquez Ureña, en el prólogo de su recopilación que: “Hostos veía –como lo veían muchas mentalidades avanzadas de su tiempo– la historia de los Estados Unidos como testimonio ejemplar y se le hacía duro concebir como posible que la gran nación de Washington pudiera negar y desvirtuar los principios mismos en que estaba asentada su existencia. Él se apoyaba, para sus manifestaciones, en el principio de la Constitución norteamericana según el cual «todo gobierno debe descansar sobre el consentimiento de los gobernados»”. Véase, Eugenio María de Hostos, Obras, compilación y prologo de Camila Henríquez Ureña, La Habana, Casa de las Américas, 1976, 16. La campaña de Hostos “se estrelló contra la incomprensión y la debilidad de la mayoría de sus compatriotas y la mala fe e hipocresía imperantes en la política del poderoso invasor. Quiso extender y fortificar la Liga de Patriotas Puertorriqueños dentro de la isla y apenas encontró prosélitos”. Ibíd. p. 23. “Por encima de las teorías ilimitadas, por encima de la práctica limitada en demasía, el valor más alto de Hostos está en haber realizado, en su propia persona, ese ideal humano. La herencia espiritual que dejó, no está sólo en su obra, sino en el ejemplo de su vida, gobernada por la austera ley del deber y el sacrificio y por una fe inquebrantable en el destino último de nuestra América”. Ibíd. p. 26.
[4] Zea, El pensamiento latinoamericano, Op. Cit., pp. 452-453.
[5] Véase, Roberto Pérez, Capítulo dos, “La mujer en América Latina”. Eugenio María de Hostos y la revalorización del papel de la mujer; Sonia Ruiz, Capítulo tres, “Intervenciones a favor de la educación de la mujer (en) Chile”, en Sonia Ruiz Pérez, Op. Cit. ICP, 2006, pp. 29 y 55. Debe tenerse en cuenta que Krause y los krausistas todos tienen como parte de su ideario la emancipación social de la mujer y el goce de sus derechos civiles en igualdad y paridad con el hombre y la educación integral y completa de la mujer.
[6] Hostos, Ensayos didácticos. Obras Completas, Vol. XX Tomo III, La Habana, 1939, p. 163, cita a la p. 292.
[7] Hostos gusta de designar así a los Estados Unidos de América.
[8] Hostos, Lecciones, Op. Cit. pp. 125-126.
[9] Cashman, Op. Cit. p. 113.
[10] Cashman, Op. Cit. p. 114.
[11] Cashman, Op. Cit. p. 115.
[12] Ibid.
[13] Ibíd.
[14] Cashman, Op. Cit. p. 121.
[15] La cita es de Dynnik, Historia de la filosofía, Tomo IX, pp. 311-312. Véase, José Cantón Navarro, “Influencia del medio social norteamericano en el pensamiento de José Martí”, José Martí, Antiimperialista, Op. Cit., p. 249, cita a la p. 264.
[16] Véase, Ray Ginger, Age of Excess. The United States from 1877 to 1914, New York, The Macmillan Company, 1965.
[17] Véase, Ramos, Op. Cit. nota 53.
[18] Juliette Ouillon, “La discriminación racial en los Estados Unidos vista por José Martí”, Martí. Antiimperialista, Op. Cit. p. 125, cita a la p. 136.
[19] José Martí, “Carta de Nueva York a La Opinión Nacional de Caracas”, Obras Completas, Tomo 19, p. 27.
[20] Ramos, Op. Cit. p. 150.
[21] Ibíd. pp. 532-533.
[22] José Martí, “La protesta de Thomasville”, publicado en Patria (Nueva York) el 27 de enero de 1994.
[23] Todos los comentarios que hace sobre el constitucionalismo estadounidense y esa sociedad y nación, son favorables; carece de un pensamiento crítico, idealizándola. El lector avezado y con pensamiento crítico espera de Hostos una actitud más acorde con la realidad social, política y jurídica de Estados Unidos.
[24] José Martí, “Filiación Política”, Obras Completas, Tomo 10, p. 87.
[25] José Martí, “Cartas de Martí. Nueva York en otoño”, Obras Completas, Tomo II, p.83. Es decir, que el alma muere por no tener en qué ocuparse espiritualmente, ante la falta de solidaridad.
[26] José Martí, “Correspondencia particular de El Partido Popular”, Obras Completas, Tomo II, p. 167.
[27] Phillip S. Foner, “Visión martiana de los dos rostros de los Estados Unidos”, Martí Antiimperialista, Op. Cit., p. 427.
[28] Ibíd. p. 431.
[29] Ibíd. p. 433.
[30] Los obreros del azúcar en Luisiana en los 1887, en el sur de Estados Unidos ganaban $13.00 mensuales, (unos .43¢, cuarenta y tres centavos, diarios); en vales redimibles en las tiendas de la corporación dueña de las tierras; en 1887 se fueron a la huelga 9.000 negros o afro-norteamericanos y 1.000 blancos, llamados entonces en ese país, “White trash”. Exigían los huelguistas el pago de $1.00 por un día de trabajo de doce horas, pero de contado. La represión de la Guardia Nacional de Luisiana fue brutal, asesinando y linchando a los líderes y docenas de otras personas. Véase, Richard Hofstadter & Michael Wallace, American Violence. A Documentary History, Op. Cit., p. 139.
[31] José Martí, “La crisis y el Partido Revolucionario Cubano”, Patria, Obras Completas, Nueva York, Tomo XV, pp. 519-520.
[32] Hostos, Puerto Rico. Madre Isla. (Primera parte), Obras Completas (Edición crítica), Vol. V, América, Tomo II, 2001, p. 205, cita a la p. 209. Matiza diciendo que es apostasía de la libertad sola sobre Puerto Rico y Filipinas y no incluye otras expansiones imperialistas y abusos de clase, o raza.
[33] Ginger, The Age of Excess: The United States from 1877 to 1914, Op. Cit. 28
[34] Esa fuerza individual no lo es de la población general, sino de las elites mercantiles, industriales y bancarias.
[35] Hostos, Lecciones, Op. Cit., p. 126.
[36] Hostos, Lecciones, Op. Cit., p.126. Reconoce Hostos “el problema social”, el problema, perdóneseme la cacofonía, es que no se elimina, se multiplica.
[37] Ibíd.
[38] Zinn, Op. Cit., p. 97.
[39] Ibíd. p. 101. Véase, Solving the Indian Problem: The White Man’s Burdensome Business, (Murray L. Wax & Robert W. Buchanan, Ed.) New York, A New York Times Book, 1975. La Massacre de Wounded Knee (1890), según Richard Hofstadter, señaló el fin de el problema Indio; dice el referido historiador: “The massacre marked the psychic as well as physical crushing of the Sioux Indians”. Robert M. Utley, The Last Days of the Sioux Nation, New Haven Yale University Press, 1963.
[39] Veamos un solo ejemplo, la Huelga Pullman, en Almont Lindsey, The Pullman Strike: The Story of a Unique Experiment and a Great Labor Upheaval, Chicago, University of Chicago Press, 1964.
[40] Hostos, Lecciones, Op. Cit., p. 128.
[41] José Martí, “Carta a Manuel Mercado”, Obras Completas, Tomo XV, p. 289.
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[…] Carmelo Delgado Cintrón (Mayo 2024) «Martí y Hostos: dos visiones de Estados Unidos» en Revista Siglo 22. URL: https://sigloxx22.org/2024/05/15/marti-y-hostos-dos-visiones-de-estados-unidos/ […]