Que comience la conversa
Presentación de «Lo preso: apalabrarse en la desposesión. Derecho, Literatura y Arte en el Caribe Insular», de Áurea María Sotomayor. 355 páginas. Un 7 de diciembre, Librería Laberinto, 2023, San Juan. Juan.
Carlos Quiñones – Moderador
Además de ser una conversación -el lugar donde ocurre una conversación, el escenario donde se “representa” una conversación- un libro de crítica literaria, crítica de arte o crítica cultural siempre funcionará como una invitación a la conversación y a un catalítico de conversaciones potencialmente inagotables. Una narrativa ficcional -no por eso menos fiel descriptivamente, menos “acertada”- querría que la persona que practica el ejercicio de la crítica entable una conversación con los libros, los “artefactos” de la cultura, haciéndoles preguntas y/o proveyendo respuestas especulativas a preguntas especulativas que estos objetos le provocan. También pone estos libros y estos artefactos a dialogar entre sí. Entonces escribe, que es otro modo de la conversación. Ahí, en ese -in medias res de ese relato- entramos nosotros: las lectoras y los lectores. En el drama conversacional que representamos esta noche, Marta Aponte, Malena Rodríguez Castro, Guillermo Rebollo Gil (y en menor medida, este humilde moderador) hemos aceptado esa invitación que nos extiende Áurea a través de su libro “Lo preso: apalabrarse en la desposesión” para performear un poco aquella dialéctica que provoca la lectura de un libro de crítica literaria. Fungimos entonces de interlocutores. Pero, en este caso específico, esa conversación es la dramatización de unas conversaciones que, sin ser infinitas, vienen ocurriendo desde “antes”, en el contexto amoroso de la amistad, la admiración y la generosidad que desbordan el ámbito literario e intelectual para intentar algo más.
Agradecemos, entonces, esta noche a nuestros comentaristas, a Javier por publicar el libro en esta iteración y a su librería Laberinto por acogernos esta noche, y principalmente a Áurea, por apalabrar la invitación a conversar que -si todo sale bien- resultará liberadora. Esto es: provocará que unas maneras del afecto y el sentido radicales salgan de las prisiones de lo no dicho, de todo aquello que censura y cancela la posibilidad de la conversación que es la única manera posible de existir en libertad. Por último, gracias a ustedes, que ojalá acepten la invitación que les extiende Áurea y continúen con esta conversación en sus casas, libro en mano, liberándose cada vez un poco. Que comience la conversa.
- Juan Carlos Quiñones – Río Piedras, 1972) – Es novelista, ensayista, traductor y editor. Estudió literatura comparada y filosofía en la Universidad de Puerto Rico. Sus textos han sido publicados en revistas y antologías puertorriqueñas, latinoamericanas, españolas y norteamericanas tanto en papel como electrónicamente. Es colaborador regular de la revista 80 Grados+, la Revista Plenamar (República Dominicana) y fue coeditor de la revista literaria electrónica latinoamericana Letralia. Además de la novela Adelaida recupera su peluche, ha publicado los libros de prosas Breviario y Todos los nombres el nombre, la novela Bar Schopenhauer y la novela infantil El libro del tapiz iluminado. Junto a la artista Dafne Elvira ha publicado los libros de arte Almanaque Indestructible y Libro de Cuentas/Almanaque Carmesí.Sus libros han sido reconocidos en los certámenes del Pen Club de Puerto Rico, El barco de vapor y el Instituto de literatura puertorriqueña. En el 2024 resultó ganador del Premio Nacional de Literatura en la categoría de cuento con El libro de las apariencias.
Libro enorme
Lo preso es un libro enorme, por las cuestiones que abarca y por el lugar que le corresponde en la crítica cultural caribeña. En otro tiempo le hubiéramos llamado fundacional. Hoy esa palabra valdría si se reconociera que los cimientos de un edificio del pensamiento se desean, ahora, como espacios aptos para la renovación, las modificaciones, devastaciones y reconsideraciones emitidas por un conjunto de voces que, a pesar del colonialismo inmutable, insisten en debatir, reinterpretar e incluso desorbitar el mundo. Hace algún tiempo la autora contrastaba a los mandarines de la crítica con los atletas de la crítica. Los atletas entraban al ruedo para cuestionar duramente las convenciones de un canon de la literatura puertorriqueña que empezó a insinuarse con la fragilidad correspondiente a un país intervenido, sin soberanía política, pobre, enfermo, expulsado, hacia los años treinta del siglo pasado. Casi un siglo después Lo preso: apalabrarse en la desposesión, reúne y amplía cuestiones presentes desde los comienzos de la escritura crítica de Sotomayor. Así logra, primero, asombrar, y luego, invitar al debate y al enriquecimiento de las cuestiones que plantea.
El libro refleja una constancia temática: los diversos ámbitos carcelarios, desde la esclavitud al encarcelamiento de artistas y autores independentistas, situaciones que, a su vez, admiten series de conexiones. La palabra red parece insuficiente. El libro construye, más bien, un nudo de redes contenedoras de espejos, que podrían conectarse con otras redes, siguiendo los mejores ejemplos de los estudios de literatura comparada y de los estudios interdisciplinarios, o estacionarse en la desolación del espejo inmutable. Todo eso me sugiere el monumento de libro que esta noche celebramos. Comprueba la constancia, la disciplina y los afectos de la autora, presentes también en su poesía y en el oficio de docente que ejerce con claridad ética. Incluso sus estudios formales de Derecho y el rechazo a la validación de un Estado que fue un espejismo y ahora el espejismo de un espejismo reflejan esa constancia.
El título, de inmediato, nos ubica en un lugar muy duro; lo preso, la desposesión, el espectro de lo abyecto. La autora escarba en la lógica de lugares despojados de empatía, solitarios, familiares de la muerte y retadores de la razón, así como en los códigos y archivos que pretenden validarlos. Aunque el archivo, en nuestro caso presenta más de un espejo. Arrasar la memoria ha sido un propósito de la pedagogía imperialista. En ese sentido volver al archivo no significa anclarse en la veneración de unos lugares agotados. Lo que pudo ser nuestro archivo también forma parte de lo excluido, lo expulsado, lo abyecto.
Lo abyecto se define como aquello que ha sido lanzado fuera del discurso del Derecho, es decir, corresponde a las fracturas dominantes en el aparato del Derecho. Esas fracturas se representan en los escenarios de la literatura y son ya tópicos. La relación entre la desposesión validada por ley y los escenarios de esa desposesión, es una de las grietas que la literatura ha explorado desde sus comienzos. En este libro se buscan arquetipos en las literaturas caribeñas, puesto que una de las más flagrantes rupturas de la ilusión democrática de linaje europeo, proclamada en las revoluciones del siglo XVIII, fue la esclavitud, y el archipiélago caribeño uno de sus centros receptores. El género casi universal de la literatura gótica se nutre en principio de fantasmas regresivos; del choque entre el capitalismo usurpador del poder del antiguo régimen y sus efectos en las sociedades esclavistas, trastornadas por el imperialismo monstruoso y persistente. La relación entre el universo de lo gótico y sus tramas colonialistas se expone aquí en finas lecturas de una serie de autores caribeños: Jacques Roumain, René Depestre, Jacques Stephan Alexis, Alejo Carpentier, Wilson Harris, Jean Rhys, Marise Condé, Dany Laferriere, en contraste no solo con Charlotte Bronte sino con otras figuraciones de lo temible abyecto en la literatura gótica occidental.
En los modelos de la literatura haitiana, una de las más fuertes, y tal vez menos conocidas en esta reservación nuestra, se explora la figura del zombi, el muerto en vida, figura abyecta, utilizada por el poder vampírico del dictador para aterrar y paralizar. El dictador, heredero de las atrocidades del período de ocupación militar estadounidense entre 1915 y 1934, y manipulador de la espiritualidad identitaria, se confronta, en las tramas de los escritores, con la media luz de una resistencia misteriosa. A propósito del zombi, ahora se le relaciona con la inteligencia artificial y la consecuente extensión del campo del Derecho. Demuestra una ceguera refinada el que se estudien los derechos de las máquinas vs. los derechos de los originales biológicos, cuando se desprecia más que nunca el valor de la carne humana.
El capítulo inicial se centra en el caso del barco esclavista ZONG. Una sesión espiritista, el Obituario puertorriqueño de Pedro Pietri, le hace pareja hacia el final del libro, con la invocación desde la llamada mesa blanca. El poema de Nourbese contiene los restos de una explosión irradiante, el descuartizamiento de cuerpos lanzados al mar para aligerar la carga de un navío de traficantes de esclavos. La lectura pasa por un tamiz muy fino y aterrador los horrores de los códigos penales y del derecho comercial, una cosificación atroz que nos recuerda la impunidad y las justificaciones de tantos genocidios actuales.
A propósito del capítulo sobre los poetas y artistas puertorriqueños que fueron presos, hay un dato que de solo pensarlo asusta, pues descubre la correspondencia entre el terror carcelario y el campo de las decisiones administrativas. En casi 20 años preso, a Elizam Escobar lo trasladaron de prisión, si recuerdo bien, entre 15 y 19 ocasiones. Es como si ese constante borrón y cuenta nueva de atmósferas, relaciones, hábitos y afectos, multiplicara el peso de la sentencia. No hay mucha gente capaz de resistir con el juicio más o menos sano, esa constante expropiación y expulsión del espacio que en las peores condiciones vamos ocupando y reconociendo, porque así somos los humanos.
Un libro formado por trabajos de años de pensamiento y correcciones inevitables, sobre un tema que supone descender a los infiernos una y otra vez, sin contar la obra poética y docente de la autora que entra y sale de esos pasadizos sombríos es ya un logro vital. Al acercarse al Caribe en textos de islas cercanas y a la vez separadas por decretos imperiales, la lectura descubre capas y matices con una claridad precisa ajena a la simplificación.
A propósito de los poetas y artistas presos, tuve la experiencia de editar el primer libro de Elizam Escobar, Los ensayos del artificiero. Recuerdo que nos juntó Néstor Barreto. Recibí varias cartas de Elizam a lo largo de 1998, entre ellas una donde cuenta cómo se decidió entre varios títulos, el escogido y los descartados, que eran los siguientes: Transmisiones desde Necrópolis; Escritos utópicos y Los discursos del sujeto muerto. Recuerdo la puntualidad eficaz de su abogada y valiente compañera Jan Sussler, que me enviaba los borradores según el autor los iba revisando. Porque a lo preso lo acompaña a veces la voz de la crítica, y, en algún caso excepcional, la energía de una masa, un “entramado de sujetos diversos” para citar del libro: los excarcelados que compadecen o comparten, los que pensamos en cómo vivimos veinte años “por la libre” mientras él estuvo preso. Y el preso, cuando su crimen es una vergüenza para el sistema político dominante, establece una correspondencia tenaz con el sector de los no presos, mayoritario hacia el final de la sentencia. Néstor Barreto también me presentó a Carlos Irizarry. Cuando lo conocí, guardaba silencio como un monje trapense. Creo que en este libro se intenta hacerle justicia examinando la artimaña legal de equiparar la amenaza de secuestrar un avión con una obra de arte conceptual, defensa que le costó varios años de cárcel muy materiales a un hombre desfasado de su circunstancia.
Celebro la escritura sobre lo preso, un libro sobre duelos y transformaciones, que rastrea los pasadizos de un nudo de redes y espejos, de abismos y desfiladeros, citando del prólogo que se escribió después del cuerpo de ensayos: “La desposesión se halla permanentemente asociada con lo ontológico y lo materialmente negativo, pero en la medida en que pueda resignificarse, de modo que el cambio no surja de un sujeto, sino de un entramado de sujetos diversos y de diversas subjetividades comprometidas con la apertura, se convierte en posibilidad y promesa.”
La palabra promesa en este contexto supone un riesgo en nuestra circunstancia. Primero porque la máquina mimética del poder se la apropió en una legislación perversa que más bien canceló promesas políticas y económicas, o sus espejismos. La imposición, de un estado de excepción, el decreto que canceló la ley de la constitución local, sería materia no ya para una novela sobre dinero, política y simulacros. En el ambiente nuestro, una de las maniobras engañosas ha sido y sigue siendo la diversión por mimetismo. Lo que desaparece no siempre se echa al olvido; a veces se sustituye. Si una revista se llamó 80 grados, ahora hay otra que se titula 90 grados. Un Instituto de Cultura que a duras penas funcionaba, no se elimina de golpe sino que se va desangrando y diluyendo. Ese vacío de la materialidad cultural lo recogen rebosantes, con creces y hasta nuevo aviso, entidades privadas, sustituyendo la función que pasaba por uno de los deberes del contrato social por proyectos o intereses pasajeros de alguna “American Foundation”.
Pero en la palabra de quien ha escrito un libro sobre la ley, lo preso, y sus repercusiones, se expresa una vuelta al sentido vital de la promesa: prolongar, extender, dar tiempo. No en dirección lineal hacia la muerte por fatalidad de una distopía interminable, de un castigo desastroso y catastrófico, es decir, con los astros en contra. Antes bien, se distancia de la pasión rectora de nuestro tiempo: el miedo. Lo preso no es una escritura de la catástrofe o el desastre. Registra la posibilidad de sostener la voz.
- Marta Aponte Alsina – Su dedicación y calidad constante al oficio le han ganado un lugar prominente en la literatura del Caribe y América Latina. Ha publicado las novelas Angélica furiosa, El cuarto rey mago, Vampiresas, Sexto sueño, El fantasma de las cosas, Sobre mi cadáver, Mr. Green, La muerte feliz de William Carlos Williams, Los botánicos alemanes y Borinquen Field. Además, los libros de relatos La casa de la loca y Fúgate, el libro de crónicas y ficciones PR3 Aguirre, así como los libros de ensayos Somos islas y Madre del fuego. Es editora de libros y revistas, entre ellos la antología Narraciones puertorriqueñas por la Fundación Biblioteca Ayacucho. Sexto sueño recibió el Premio Nacional de Novela del Pen Club de Puerto Rico. En 2014 le fue otorgada la cátedra Nilita Vientós Gastón por el Programa de Estudios de Mujer y Género de la Universidad de Puerto Rico. Editorial Dragomanni publicó en 2015 la versión italiana de Sobre mi cadáver. Cristina Rivera Garza la incluyó en una selección de 12 autoras imprescindibles de América Latina, en la revista Publisher´s Weekly en 2018. Editorial Candaya (Barcelona, España) publicó una nueva edición de La muerte feliz de William Carlos Williams.
Cuatro cosas a propósito de Lo Preso
Primero las gracias: Hay que agradecerle a Áurea ser de nuestras primeras intelectuales en atender el acontecer literario y artístico del país (y del Caribe) desde una mirada verdaderamente interdisciplinaria. Quiero decir, que Áurea revisa, saquea y combina registros, disciplinas y saberes diversos desde antes de que estuviera de moda hacerlo o decir que uno lo hace. Ella, si se me permite, es la figura emblemática— al menos para mi generación—de ser poeta (slash) teórica (slash) abogada (slash) intelectual de vanguardia, cuyo quehacer intelectual, me parece, ha respondido siempre a sus propias inquietudes y antojos, y no, necesariamente, a lo que esté de moda según la ocasión.
Yo, en lo personal, le agradezco su afán de cruzar la teoría literaria con los estudios jurídicos y he admirado, y en ocasiones he intentado calcar cuando no la textura de su escritura, su vocación de cambio: esos poemas que devienen tratados filosóficos, esos tratados académicos que devienen ensayos líricos. Aprovecho, entonces, la ocasión de estar aquí hoy en tan grata compañía para decir gracias, Áurea. Y, bueno, como me reconozco y declaro fiel alumno e imitador de la autora del libro que presentamos hoy, lo que sigue responde puramente a mis inquietudes y antojos.
Lo segundo es la pregunta: ¿Cuál es la diferencia entre un artista encarcelado por militar en colectivos que luchan por la libertad de su país y un artista cuyo arte lo arriesga a juicio y condena? O, dicho de otra forma: ¿Cuál es la diferencia entre el poema escrito en prisión y el poema que pone tu libertad a riesgo?
Recuerdo, algunos años atrás, un grupo de no más de cien personas que cargamos con maletas desde la plaza de armas en el VSJ hasta la Fortaleza, o bueno, hasta las vallas que están a una esquina de la Fortaleza, y que dejamos las maletas frente a las vallas. Luego dijimos algunas palabras por un megáfono. Luego nos fuimos para nuestras casas. Las maletas eran para los buitres y para los gobernantes cómplices de los buitres. Nuestra consigna era que se vayan ellos. Recuerdo, un par de horas luego de concluida la manifestación, recibir un mensaje con el enlace a la noticia de que la policía había solicitado la intervención de la unidad que brega con explosivos. Recuerdo que la noticia decía que estaban buscando identificar a las personas que dejaron las maletas. Recuerdo que alguien en el chat comentó que la policía había contactado a uno de los organizadores del evento. Recuerdo que las maletas estaban vacías, o bueno, que suponían estar vacías. Recuerdo ponerme alguito nervioso (mucho) y ensayar una respuesta a un interrogatorio con agentes de la policía: se trataba de un performance, oficial. De un acto artístico; no era un atentado terrorista sino un intento de significar algo.
Recuerdo decidir que como evidencia en ese interrogatorio imaginado haría referencia al par de artistas y escritores que participaron conmigo en la manifestación. Recuerdo pensar que eso me convertiría en un chota. Y yo no quería ser chota. Yo quería ser un escritor comprometido con la libertad de mi país y atenerme a las consecuencias. Pero lo cierto es que la mañana de la manifestación en ningún momento me pasó por la cabeza que unas maletas vacías dejadas allí a una esquina de la Fortaleza podrían ser atendidas por el estado como una amenaza de bomba. Mi preocupación esa mañana, para ser franco, era que no se entendiera el mensaje. El mensaje, de nuevo, era que se fueran ellos. En un avión. Con sus motetes. Pero lo cierto es que quizás hubiera sido hasta mejor que volaran en pedazos.
Lo tercero son estas cinco citas del libro Lo Preso: Apalabrarse en la desposesión, que tomo de distintos lugares en el texto, para leerlas aquí de corrido. Porque leídas así, en desorden, a la mala como quien dice, pero con la mejor intención de compartir con ustedes lo que yo leí en el libro de Áurea, o lo que yo saqué de mi lectura de este libro, que para mí, es en cierta forma un manual de cómo ser artista en nuestro país, o mejor, el libro es una genealogía de lo que significa hacer arte en nuestro contexto, si por arte entendemos lo que entiende la autora, “acciones estéticas que refieren a la condición de los habitantes” de Puerto Rico y otros países caribeños, sometidos a largas historias de ocupación y racismo sistémico y confinamiento, y desplazamiento forzoso, y desde los cuales, a saber cómo, escritores y artistas han ensayado y continúan ensayando en sus obras, una especie de “desposesión fructífera,” que arroja luz, si se quiere, sobre cómo sobrevivir y/o como resistir y/o como romper con estas condiciones. En fin, aquí van las citas:
“…la persecución y la vigilancia ejercidas sobre los habitantes de la isla de Puerto Rico equivalen a las ejercidas sobre una población penal recluida…
Todos los encarcelados física o mentalmente que he representado aquí han transformado su tiempo en una obra de arte en resistencia.
De la estancia negativa (la cárcel) se pasa a la estancia activa (la imaginación), pese a todo.
Pese al dolor, los cuerpos precarios hallan el espacio para apalabrarse y responder.
Quizás la palabra permeabilidad sea la más correcta porque implica la posibilidad de que ningún ser humano sea indiferente a su lugar en el mundo, sus contextos, sus afectos, sus condiciones. Este es el lado sapiente de la desposesión, la disposición del sujeto a hacerse permeable al mundo.”
Algunos de los nombres propios de esa disposición a la permeabilidad en y desde nuestro particular lugar en el mundo son: Juan Antonio Corretjer, Francisco Matos Paoli, Elizam Escobar, Pedro Pietri y Adál Maldonado. Áurea aborda estos nombres y el legado artístico y literario que dejaron con otro tipo de sapiencia. Digamos que es la sapiencia de la crítica que lee como si fuera la última lectora en el mundo. La de Sotomayor es una lectura de rescate y resistencia, no de curaduría y colección. Lo preso es un tratado escrito desde la urgencia de decir y decidir lo que es importante en lo que se refiere a nuestro acontecer artístico y literario, no para asumir y defender una postura sobre lo que es o debe ser el canon, sino para insistir en el arte y la literatura como una defensa—y en ocasiones, una vital ofensiva—en contra de las autoridades coloniales.
Lo cuarto es el Derecho. Que se presenta siempre o casi siempre como totalmente impermeable al mundo. Y que, por ende, no sabe de acciones estéticas. El Derecho es enemigo del arte. El arte, digamos, de dejar unas maletas vacías en una esquina de la Fortaleza. O el arte de amenazar con secuestrar un avión a fuerza de un maletín cargado de ropa sucia y cablería. Me refiero a la intervención performática de Carlos Irizarry, llevada a cabo en 1976, y que la autora recoge y comenta brillantemente en este libro. Lo curioso—y esto es un ejemplo de lo que hace el trabajo crítico de Áurea tan notable—es que la autora no se enfoca tanto en la acción del artista, sino en la intervención de su abogado de defensa, a quien Áurea cataloga en términos, que de primera impresión podría resultar risibles: “El abogado es el primer lector, el colaborador, es coautor también.”
Ahora bien, un abogado, sabemos, es un oficial del tribunal. Por tanto, está sujeto no sólo a las reglas y procedimientos de la corte, sino que tiene una obligación de fomentar el acceso a la justicia. Un abogado, sabemos también, es un buscapleitos o un buscón, que está ahí para lavarle la cara a los responsables de crímenes terribles o de los grandes desfalcos al erario público. En este libro, sin embargo, el abogado es un artista o un disidente o activista político en potencia. Porque un abogado es sobre todas las cosas quien está llamado a responder a nombre de otro, por los alegados actos de otro, y que por ende acepta el peso moral de lo que sea que le pudiera pasar a ese otro. Y qué pasa si el cliente no es un político corrupto o un vil asesino—dos sujetos que el derecho requetereconoce—sino un artista que, bien conforme a un plan de acción bien articulado o producto del repentino arrojo de actuar, hace algo que el Derecho no reconoce como arte porque ocurre fuera de los contornos designados para el medio, o porque no asume los modos de representación típicos del medio, o porque el medio se confunde mucho con actos que el Derecho solo puede leer como crímenes o atentados terroristas o intentos violentos de revolución.
Y, qué pasa cuando en aras de ofrecer a su cliente la mejor representación legal posible, el abogado le hace el cuento al Derecho de que un maletín repleto de ropa sucia y cablería no es evidencia de un atentado terrorista, sino otra cosa. En el caso de Irizarry, el licenciado Marcos Rigau alegó que el maletín que sustentó la intentona de su cliente de secuestrar un avión era “arte conceptual” porque era lo mejor que un abogado podía decir para sacar a su cliente, o para lograr una condena reducida para su cliente, o quizás para poder vivir con la idea de que una persona perdiera la libertad a costa de ropa sucia y cablería. Pero, digamos aquí/ahora que arte conceptual es el nombre que le puso el abogado a eso que el maletín del Irizarry realmente es o representa: una verdad. La verdad que contesta la pregunta ¿cuál es la diferencia entre un artista encarcelado por militar en colectivos que aspiran a la libertad de su país y un artista cuyo arte lo arriesga a juicio y condena? La verdad es que no existe diferencia porque el riesgo, sabemos, no lo decide el artista. El riesgo lo decide el imperio. Al artista no le queda de otra más que asumir ésta como condición de vida y de trabajo, y hacer de su arte una forma de explorar o de exacerbar o de explotarse, de y desde, (al decir de Áurea) su permeabilidad ante el mundo.
Recuerdo que entre las cosas que pensé durante el par de horas que el chat de las maletas estuvo activo con especulación y preocupación en torno a la identificación de responsables, es que si algo había en las maletas es porque se había colado algún encubierto en el grupo. Pero lo más probable era un show mediático de la policía. Lo más loco de todo es que ya fuese por persecución política o por papelón institucional, cualquiera de los presentes ese día podría haber sido, cuando menos, citado al cuartel para entrevista.
Yo no sé si esto sirva como evidencia de lo preso que estamos por simplemente vivir aquí. Pero sí apunta a esa sensación de sin salida que permea todo o casi todo lo que hacemos aquí, incluyendo el arte y la escritura. Solo que el sin salida del arte y la escritura, tal como argumenta Áurea en este libro, viene cargado de otro tipo de potencia o de peligro: la de sumar lectores, y cómplices, y posibles coautores, más allá de los diminutos círculos artísticos y literarios, que sientan también esa extrema permeabilidad ante el mundo y opten por asumir el riesgo de creerse capaces de cambiarlo.
- Guillermo Rebollo Gil – (San Juan, 1979) es poeta, sociólogo y abogado. Escribe poesía, ensayo y crónica. Es autor de los libros Whiteness in Puerto Rico: Translation at a Loss (Bloomsbury, 2023), Writing Puerto Rico: Our Decolonial Moment (Palgrave, 2018, última llamada (UNE, 2016 y Todo lo que no acontece igual (EEE, 2015), entre otros. La editorial española Ediciones Liliputienses publicó su selección de poesía informe de logros: poemas 2000-2019. El Roommate ha reseñado sus libros, Cotidiano y Clemencia/Cartas de Agustín Nochero (Aguadulce, 2018) y Sospechar de la euforia (La Secta de los Perros, 2012) Como traductor, colaboró en los poemarios i’ll trade you this island/ te cambio esta isla (Aguadulce, 2018) de Cindy Jiménez Vera y Recetas naturales para el mundo fenomenal (Aguadulce, 2017) de Sommer Browning. Es papá de Lucas Imar y Elián Iré. Para El Roommate ha reseñado a Homero Pumarol, Vanessa Vilches, Gallego, Mariela Pabón, Rafael Acevedo, Kevin González y Bruno Soreno.
Madejas caribeñas
Lo primero. Agradecer a Áurea María esta invitación a presentar su libro junto a Marta Aponte Alsina y Guillermo Rebollo Gil. A Javier Ruiz Román, su generosidad como lector, editor y librero al prestarnos esta, su otra casa. Y, a ustedes, por asistir. Lo segundo, anticipar los comentarios que compartiré esta noche procurando atisbar la ambiciosa complejidad de temas y de escritura de Lo preso. Mi hilo conductor son dos ensayos que coagulan procesos de racialización y decolonialidad muy presentes en los debates contemporáneos del Caribe y que involucran el arte, el Derecho y la literatura. Los mismos se encuentran en la primera sección de Lo preso y son “Sueño de zombis ‘chanchullo de vampiros’ (Archipiélago Caribe 1929-1997)” y “Dos lenguajes (poesía v ley) confrontan un huracán: la esclavitud frente a la Ley de Seguros (en el Mar Caribe, entre Jamaica y Saint Domingue, 1781).”
Uno. En la desposesión, en la carencia o usurpación sin límites ni fronteras del sujeto o de una comunidad, ¿qué queda, que insiste en asediar? Esa es la pregunta que con rigor e intensidad analítica y escritura singular Áurea María Sotomayor comparte a los lectores en su presentación de un archipiélago caribeño en el cual cuerpos y palabras se potencian y nos interpelan desde el barco negrero y los muertos vivos del vampirismo y la zombificación o en las orillas del Dajabón, desde las aguas que son más que sangre y devastación y que se extienden desde Chile a Haití, desde el manuscrito secreto en la casa de la laguna, en los dones de la carne desgarrada, en la tinta sobre trazos, en la amenaza y defensa del habla como delito y conspiración, en la imaginación poética y visual que se detona en la cárcel, en el gueto o en la multitud del verano del ’19. Conjurados en Lo preso nos llega como un conjunto de ensayos indispensables, transformadores de nuestras premisas éticas, estéticas y políticas. Lo preso desarma y rearma el archivo sin desechar aquello que autoriza su apalabramiento: la erudición teórica, histórica y crítica a la par que el gesto creativo que lo interviene alivianando, alijando, la pesada carga del discurso académico. No empece la gravedad y urgencia de sus temas y argumentación, la poeta no cede aquello que Roland Barthes reclamó en El placer del texto, la belleza sorprendente de un apalabramiento que coarta y distiende el punto final. Son ensayos que se ofrecen al lector con voluntad de intervenir y movilizar la reflexión y la acción personal y colectiva. En la presentación de las condiciones de los habitantes, de sus territorios y su arte y cultura, Lo preso es un recorrido por otro -siendo el mismo-Caribe, incitando a un reconocimiento mutuo en el goce, reticencia y distanciamiento que adivinamos deudora de los ritmos que informan la “cierta manera” de la que escribiera Antonio Benítez Rojo o la hibridez productiva lingüística de la opacidad como ángulo interpretativo de Edouard Glissant. Más allá de sus diferencias o rasgos comunes reconocibles, Sotomayor urde un tejido de sintonías de voces, movimientos, sufrimientos e insurgencias, de madejas en el cultivo del arte y de la vida, en espacios devastados, en el desplazamiento y en la desposesión sin acudir a falsas polaridades o adjudicaciones esencialistas. Esa es la ruta -llena de senderos y atajos- en la cual persigue a vampiros y zombis en “Sueño de zombis: chanchullo de vampiros…” en ensayos y narrativas de Jacques Romain, René Depestre, Alejo Carpentier, Jacques Stephen Alexis, Jean Rhys, Marysse Condé, Dany Laferriere, Marta Aponte y Mayra Montero. Sotomayor rastrea y captura otras constelaciones de sentidos en una literatura que, aunque atendida por la crítica, se nos sigue y seguirá presentando en huellas que se han dado por borradas y en siluetas de nuevas apariciones en tanto aproximaciones alternativas a un corpus pensado en alteridad al canon occidental. De las varias estrategias retóricas que Lo preso ensaya, pienso que se destaca una en el tratamiento de los personajes: postular las nociones y funciones que se le han atribuido comúnmente para luego, y a partir de ellas, desarreglarlas apuntalando sus paradojas y transformaciones, sobre todo en la narrativa contemporánea. La opción de desregulación se inicia con unas sentencias necesarias. Si bien en el reino de los muertos/vivos, el linaje ancestral y noble del vampiro es europeo, “… el zombi solo existe en el Caribe. El vampiro es un parásito, el zombi no lo es… Desterrados de la vida…caminan sobre la tierra…Mas ambos son seres de frontera, extraños, nómadas, excéntricos.” Amnésicos y memoriosos siguen siendo de un atractivo particular para la literatura caribeña. En fin, estos regresados son la in(corporación) monstruosa de aquello que relacionamos con lo abyecto. Pero si el vampiro es sutil y capaz de metamorfosearse (nos lo imaginamos en estos tiempos modernos ante una infusión destilada de sangre aromatizada con jengibre), el zombi es y desea demasiado la carne: mutilada y comestible. Hijo de la depredación que ronda al Caribe, de sus amos imperiales y nacionales, de los procesos de racialización y de asignación en la partición del capital, su desposesión se remonta desde la disputa por la tierra hasta la experimentación médica y farmacológica (por ejemplo, en Un negre a l’homme blanche de René Depestre) prefigurando los desechos de hoy: inmigrantes, mujeres, LBTG, deambulantes y palestinos. Sin embargo, Sotomayor rebusca en la memoria el hilillo de su diferencia radical y su potencia de subvertir la ley que instituye el orden social y cultural. En la hibridez opaca de nuestros pueblos el zombi también es hijo de persistentes creencias espirituales de descendencia africana y de la imaginación vanguardista. De ahí la seducción que emana de Marie en Crónica de un falso amor de Stephen Alexis o el personaje de Christophine en Wide Sargasso Sea: forajida, emancipada del orden patriarcal y, quizás, la mente más lúcida de la novela.
Dos. Si el ensayo anterior figuraba una cartografía caribeña bifurcada en islas y lenguas, ZONG se detiene en un evento: la zozobra en la costa de La Española del buque británico Zong rumbo a Jamaica en el 1787. El ensayo “Dos lenguajes (poesía v. ley) …” parte de una analogía con el cuadro famoso de J.M.W. Turner Slavers Throwing Overboard the Dead and the Dying. Typhon Coming On. En el caso de Zong, ante el azote de una tempestad el capitán del buque negrero decide alijar, aliviar la carga, lanzando al mar ciento treinta esclavos y detonando un juicio de indemnización sobre la legalidad de su acto sustentado en la distinción entre humanidad o mercancía. Zong es, también, el título de uno de los poemas más poderosos del Caribe escrito y publicado por Nourbese Philips en 2008, escudriñado y pensado afectivamente por Sotomayor. Sobre ello prefiero citar a la ensayista, su reflexión entre la ley y la justicia, la belleza y el horror que el arte fusiona “…sobre el lenguaje poético mismo” “…(su) crítica tanto al sistema capitalista dominado por el valor de la producción, como al sistema lingüístico, que valora la coherencia” “…Por eso la poeta insiste en” “…moverse más allá de la representación” “….cuestiona” “…las condiciones de viabilidad del discurso lógico para expresar lo que se resiste a ser narrado” “…La imposibilidad de que el lenguaje pueda comunicar el afecto, la sensación, la realidad de un hecho” “…la certeza que reposa en el reconocimiento de que lo indecible supera lo decible, es la condición que subyace a toda escritura, especialmente a la poesía lírica” “… Zong! Escoge su léxico” “… las palabras usadas en el caso británico, y la poeta explica su búsqueda archivística a lo largo de varias ciudades y textos que constituyen la genealogía histórico-literaria y teórica de su quehacer en el poema” “…Los diversos planos que confluyen en la escritura de Zong! hallan su realidad visual en el panorama diagramático que se proyecta en cualquiera de sus páginas, una partitura a varias voces de la masacre y la mutilación de humanos que dialogan con su paralelo lingüístico en la fragmentación del lenguaje mismo, escindido entre morfemas y sememas que semejan los cuerpos troceados de los esclavos en medio del océano Atlántico.” Apalabrar las islas del mar, sus silencios, denuncias y reclamos, hacerlo desde los cuerpos que yacen residualmente en galeras y cadenas enmohecidas en los abismos insondables del fondo marítimo, o en los vivos muertos que resignifican zombis y vampiros, o en los encarcelados cuerpos de los insurgentes o los que marchan desafiantes en multitud por las arterias de la ciudad de financiera, comercial y gubernamental no es tarea menor. Precisa saber y voluntad, riesgo y, sobre todo, aquello que nos hace humano: coraje y compasión.
Tres. Lo preso es una adición extraordinaria a otro archivo del Caribe que no se piensa fijo ni universal, finito ni inmortal. Un repertorio en el cual el contagio entre lecturas se niega al anaquel apostando a gestar posibilidades. En Lo preso se dan cita lo geopolítico, lo lingüístico, lo mito-poético, lo decolonial y la ecocrítica, para mencionar algunas de sus inflexiones. Forma una madeja, una red suelta de hilos con vocación nomádica y transformativa. Me recuerda un film puertorriqueño reciente, La pecera, dirigida por Glorimar Marrero. En el mismo, atravesando la escena inicial hasta la final, una maraña de pelo adherido al azulejo, deviene papel fotográfico deshilachado, crin de caballo, algas y sargazo coaligadas, cabello cercenado por el cáncer, así como cuna y ataúd cuya mortaja serán las violentas ramas del huracán. Lo preso es, también, convocatoria de ensayos de vida y muerte, de combinatorias y metamorfosis sorprendentes.
Cuatro. Por mucho tiempo pensé que la sede de ese archivo alternativo caribeño eran las instituciones de enseñanza e institución. Tras la crisis, las muchas, pienso que esa sede no es una, sino varias y disgregadas, igualmente alternas, distribuidas por toda la isla, algunas esporádicas, otras más estables. Espacios independientes o de autogestión o con otras agencias urgentes o desafiantes como en la performa y en instalaciones recientes. Entre tantas otras, y sé que me quedo corta, la madeja enmarañada de Lo preso se enreda en complicidad con editoriales con filo como Laberinto, Educación Emergente Educativa, La Criba; revistas virtuales como 80 grados, el roommate, The Puerto Rico Review, Categoría Cinco, Siglo XXII, Cruce; libros como el de Beatriz Llenín Figueroa Affect, Archive, Archipelagic, los de Marta Aponte Somos islas y Madre del fuego, de Silvia Álvarez A la estación de Ponce, los cuadernos breves de Guillermo Rebollo Gil o los de Julio Ramos Droga cultura y farmacolonialidad, Amor y anarquía Luisa Capetillo y En mi celda: escritos desde la cárcel sobre Martín Sostre y las columnistas de Será otra cosa de En Rojo, Claridad. A lo anterior, un listado insuficiente, habría que añadir la importante y renovada obra hecha desde la diáspora y en otros campos disciplinarios. En fin, que somos más y no tenemos miedo.
- Malena Rodríguez Castro – Se formó en la Universidad de Puerto Rico, la Universidad Nacional Autónoma de México y la Universidad de Princeton. Es catedrática retirada de Literatura Comparada de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico en la cual dirigió la Red de Proyectos Interdisciplinarios. Se especializa en teoría crítica cultural en literatura caribeña y puertorriqueña. Cuenta con ponencias y publicaciones en Estados Unidos, América Latina, Europa y el Caribe. Ha coeditado Nacionalismo y populismo, Escrituras en contrapunto: estudios y debates para una historia crítica de la literatura puertorriqueña y Desplazamientos: espacio, tiempo y cultura y Cuaderno: Debates culturales en Puerto Rico (1995-2015). Fue miembro de la revista Posdata y colabora con las revistas virtuales 80grados, Siglo XXII y Categoría Cinco. Publicó en 2022 el libro Poéticas de la devastación y la emergencia: María y el Verano del 19. Fue docente en el Programa para Confinados que coordinó Fernando Picó.
Agradecimientos
Buenas noches. Muchísimas gracias por estar aquí en este día especial. En primer lugar, quiero agradecerle a Javier la acogida inmediata y el profesionalismo con que ha llevado a cabo, junto con Marcos Pastrana, la feliz publicación de este libro para Ediciones Laberinto desde que fuera publicado inicialmente por el Fondo Editorial de Casa de las Américas en La Habana, Cuba, en 2020. En aquella primera versión se titula Apalabrarse en la desposesión y consta de nueve ensayos que recorren el Caribe políglota desde el siglo XVIII al siglo XXI. Cronológicamente hablando, el libro se va pensando desde “Sueño de zombis, chanchullo de vampiros” publicado en 2008 en la revista cultural independiente Hotel Abismo. Allí exploré las resonancias sociales, culturales y políticas de la figura del zombi y la “zombificación” en el Caribe criollo francés, hispano e inglés. Termino con un breve ensayo que titulé “El jeroglífico del deseo o el verano de la transfixión”, impulsada por el pensamiento de Toni Negri en Arte y multitudo, Ocho cartas y Job: la fuerza del esclavo. Mi escrito sobre el verano del 2019 es parte del ensayo mayor “Lo preso: poéticas antimperiales: cárcel, ley, arte”. En la distancia que representaba Pittsburgh en aquel momento histórico, esta reflexión era mi respuesta a los eventos del verano del 2019, cuando en las manifestaciones multitudinarias contra el gobierno de Ricardo Roselló se va perfilando una multitud de voces que lograron que éste dimitiera. “El jeroglífico del deseo o el verano de la transfixión”, título que le debe mucho a Toni Negri y a Elizam Escobar, lo escribí a propósito de un simposio que organizara la profesora de Derecho, Sheila Vélez, de la Universidad de Pittsburgh. Allí y en esos días de octubre del 2019 coincidimos con gran entusiasmo Marta Aponte, Luis Othoniel Rosa y quien les habla.
La enorme alegría de obtener el Premio de Casa Las Américas en 2020 se empañaba un poco con el hecho de las dificultades de que el libro cubano no pudiera llegar a Puerto Rico, razón por la que abordé a Javier para pensar la edición caribe/puertorriqueña. Los ensayos que incluyo en esta versión están atravesados por dos ejes principales: los sujetos y el territorio colonial, un cuestionamiento que atañe a la soberanía personal y a la territorial, así como al sujeto de Derecho y a la propiedad en el marco de los enclaves coloniales caribeños. En parte, por eso dialogan aquí figuras relacionadas con los imaginarios en torno al esclavo, el zombi, los disidentes, el preso político y la población misma, presa bajo el estado colonial. Es obvio que las condiciones materiales de cada figura varían, pero todas ellas van trazando una estela de sucesivas desposesiones a las cuales replican de forma creativa en las voces de los esclavos que continúan presentes tras ser arrojados del barco Zong, el clamor de visibilidad del artista Carlos Irizarry en su acción de arte político en un avión que secuestró, las voces de los poetas nacionalistas encarcelados, la pintura de Elizam Escobar desde la cárcel y el contrapunto con las efigies de los jueces del Tribunal Supremo de los EEUU en su singular neogótico entre carcelario y fúnebre, la diáspora emigrante a Nueva York representada por la poesía de Pedro Pietri, la irónica fotografía de Adal en la serie Puerto Ricans Under Water, las figuras del preso y el drogadicto en la obra de Luis Antonio Rosario Quiles, El juicio y la movida de Víctor Campolo y la población puertorriqueña misma, presa bajo el estado colonial. Hay potencias que trascienden los barrotes visibles cuando de arte se trata.
Además de Javier, quiero agradecer especialmente a Marta, Malena y Guillermo que generosamente aceptaron mi invitación al diálogo y las varias vicisitudes sufridas tratando de establecer fecha y sede. Finalmente, Juan Carlos Quiñones pudo hacerlo y llegó, después de estar varado por varios días en Madrid. Otros agradecimientos muy especiales van a los artistas que permitieron que se reprodujeran sus textos y a sus custodios: a Yolanda Guerríos por la obra de Elizam Escobar, al hijo de Adal, Lucien Maldonado, por las fotos de su padre. Ambos artistas, Elizam y Adal, otorgaron su permiso en vida para la primera edición cubana, pero no llegaron a ver el libro. También le agradezco al amigo Eduardo Lalo la reproducción de una de sus fotos en El deseo del lápiz, a Ricardo Alcaraz por sus fotos sobre las manifestaciones del verano del 2019 y a mi hijo, René Alejandro Duchesne, por su homenaje a las víctimas del Huracán María en su abanico grabado en plata y cobre.
Finalmente, no puedo olvidar a mis hijos Dafne Almar y René, a mis progenitores, a los amigos que entablan conmigo este diálogo entrecruzado que es todo libro. En ellos he hallado el remanso fiel de la amistad: Arnaldo Cruz (que formara parte del jurado de Casa en el 2020), Vanessa Droz, Elizam Escobar, Chloé Georas, Carlos Gil, Eduardo Lalo, Julio Ramos, Rubén Ríos e Irma Rivera Nieves, además de los espléndidos presentadores y amigos, Marta Aponte, Malena Rodríguez, Guillermo Rebollo-Gil y Juan Carlos Quiñones. El gesto de Víctor Castro en el día de hoy, de invitarnos a departir con él un rato en su casa del Viejo San Juan, me dio la alegría imprescindible para disfrutar esta noche y olvidar algunos días muy agitados. Finalmente, a todos ustedes, amigos y lectores, gracias por estar aquí.
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Áurea María Sotomayor. Escribe y enseña sobre literatura caribeña y cono-sureña y temas de poesía y poéticas, literatura/derecho y justicia social y ambiental. Publicó los poemarios Aquelarre, Sitios de la memoria, La gula de la tinta, Rizoma, Diseño del ala, Cuerpo nuestro, Chuvento o lengua secreta, La noche es otra luz, Operación Funámbula y Espacio Teselado (desde el Evergreen). Ha traducido The Bounty/La providencia, de Derek Walcott. Ha antologado sobre poesía puertorriqueña: De lengua, razón y cuerpo, Red de voces. Poesía puertorriqueña contemporánea y Poesía Puertorriqueña (Biblioteca Ayacucho). Como crítica literaria publica Hilo de Aracne (Literatura Puertorriqueña Hoy); Femina Faber. Letras, Música, Ley; Poéticas que armar. Modos poéticos de replicar al presente en la cultura puertorriqueña contemporánea; Entre objetos perdidos, Un siglo de poesía puertorriqueña y con Apalabrarse en la desposesión: Literatura, arte y multitud en el Caribe Insular obtuvo en 2020 el Premio Internacional de Ensayo de Casa Las Américas y fue reeditado en versión acotada como Lo preso. Apalabrarse en la desposesión. Derecho, arte y literatura, por Ediciones Laberinto. Editó Poéticas de José María Lima. Tradición y sorpresa; Textualidades de Eduardo Lalo: el nómada enamorado del nomos en la Universidad Nacional de La Plata y co-editó el volumen de la Revista Iberoamericana sobre Guadalupe Santa Cruz. Co-fundó las revistas culturales Postdata, Nómada y Hotel Abismo.
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FIN