- Retórica pintoresca: una introducción a la estética paisajística euro-estadounidense:
L contemplación de cualquier paisaje siempre está lejos de ser instintiva. Por el contrario, la apreciación paisajística es un fenómeno cultural e histórico que encarna las relaciones de poder entre los seres humanos y su entorno. Ésta incluso puede reflejar la dominación de ciertos grupos humanos sobre otros. Los diversos libros escritos por corresponsales estadounidenses durante la invasión y ocupación de Puerto Rico entre 1898 y 1899 son sólo una de las manifestaciones más conspicuas de esta realidad social, cultural e histórica. Sin embargo, las representaciones sobre los paisajes puertorriqueños apenas han recibido el examen crítico que merecen. Por lo tanto, propongo examinar las maneras en que el entorno rural puertorriqueño fue interpretado en Our Islands and their people as seen with Camera and Pencil de José de Olivares y Puerto Rico: Its Conditions and Possibilities de William Dinwiddie; ya que estos contienen las muestras textuales y pictóricas más representativas del fenómeno en cuestión.
Mi hipótesis consiste en que los corresponsales de los Estados Unidos construyeron la naturaleza puertorriqueña de dos maneras complementarias para justificar la incursión del capital estadounidense en Puerto Rico. La primera modalidad representacional se trataba del mito de la naturaleza paradisiaca intocada por el estereotípico hombre blanco occidental, mientras que la segunda era la idealización de los espacios cultivados por el sujeto mencionado. En ambos casos, la transformación y utilización de los recursos naturales de la Isla por parte de los puertorriqueños era ignorada o minimizada; a tal grado que a estos últimos se les caracterizaba como meros elementos estéticos del paisaje isleño. Antes de profundizar sobre estos aspectos, sin embargo, hay que considerar las formas en que los “occidentales” interpretaban los paisajes que visitaban. En primer lugar, cabe mencionar que la apreciación paisajística en “Occidente” estuvo fuertemente influenciada por la perspectiva de los terratenientes antes de la década de 1760; lo cual redundaba en la idealización de los paisajes cultivados. Michael Rosenthal comenta, por ejemplo, que este tipo de paisaje “was preferred cultivated, because farming rendered it ordered and intelligible, made it into patterns of fields and tracks intimately connected with the village and the great house for the benefit of which the ground was farmed.”[1] Simultáneamente, el origen urbano del cristianismo contribuyó a la aversión occidental hacia los paisajes sin cultivar; tales como los bosques, los ríos y las montañas. Según Christopher Hussey, la conversión de los dioses precristianos de esos espacios en demonios y espíritus malignos por parte de los primeros predicadores de la cristiandad inhibió “the love of nature in the west”.[2]
La contemplación paisajística en “Occidente”, sin embargo, sostuvo algunos cambios en el 1768. Para ese entonces, el reverendo ingles William Gilpin definió el término “pintoresco” como el tipo de belleza paisajística que amerita ser representada en un cuadro. Esta figura consideraba que la aspereza percibida de los elementos artificiales y naturales contenidos en el paisaje era uno de los factores que determinaba la belleza pintoresca de una composición,[3] junto con el ordenamiento espacial de éstos en un: segundo plano, término medio y primer plano. Por ende, diversos espacios marginales y sin cultivar fueron adquiriendo valor estético sin que eso implicara la desaparición de la apreciación previa de los espacios cultivados en los países occidentales. Entre los elementos paisajísticos que fueron revalorados estaban el: terreno irregular, las ruinas medievales o antiguas, las rocas, valles, ríos, bosques, lagos y montañas.[4] No obstante, la nueva estética de lo pintoresco estuvo tan influida por las estructuras de poder imperantes como las concepciones paisajísticas que antecedieron las especulaciones de Gilpin para el 1768. Cabe mencionar, por ejemplo, que las personas marginadas y sus viviendas paupérrimas llegaron a ser citadas como supuestos elementos paisajísticos pintorescos; entre los cuales podemos enumerar a los: mendigos, gitanos, interiores de graneros viejos, las cabañas, chozas y molinos dilapidados.[5]
Esto no era solamente una manera de trivializar las consecuencias del desarrollo capitalista occidental, sino que también constituía una afirmación de la lógica apropiativa de ese sistema socioeconómico. Malcolm Andrews estipula, por ejemplo, que los turistas británicos de finales del siglo XIX que aplicaron los conceptos de Gilpin eran aristócratas que utilizaban textos e instrumentos que facilitaban el consumo de los paisajes rurales de las Islas Británicas; tales como: “pieces of tinted glass through which to view the landscape [llamados Espejos de Claude], drawing pads, memorandum books, a small watercolor set, pens and pencils”, mapas, guías de viaje, entre otros.[6] Estos viajeros adinerados utilizaron esas tecnologías para crear representaciones pictóricas que confirmaran su capacidad para apreciar un paisaje, la cual era adquirida por medio de otros artículos de consumo como las pinturas y los libros. En el proceso, tanto los espacios como los seres humanos de la localidad visitada eran reducidos a objetos que podían ser integrados o descartados por la mirada apropiativa del pintor-turista. Andrews reconoce que esa es la misma perspectiva que aplican los turistas contemporáneos. La única diferencia consiste en que estos últimos adquieren su sentido de apreciación paisajística a través de la publicidad y consumen lo que han observado por medio de la fotografía.[7]
- El mito del paraíso puertorriqueño intocado en la narrativa de José de Olivares:
Ciertamente, la apropiación fotográfica del paisaje puertorriqueño por los corresponsales de guerra estadounidenses entre el 1898 y 1899 no difería sustancialmente de esta mirada turística. Cabe destacar, no obstante, que la contemplación del mundo rural de la Isla estuvo fuertemente influenciada por la estética pintoresca que aplicaron los británicos al Caribe Anglófono a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Según Krista A. Thompson, para este periodo se escribieron relatos “pintorescos” de Jamaica con la intención de contrarrestar la creciente influencia del movimiento abolicionista británico para el beneficio de los hacendados de aquella colonia. Entre esos textos figuraban A Descriptive Account of the Island of Jamaica… (1790) del hacendado William Beckford de Somerly y A Picturesque Tour of the Island of Jamaica (1825) del artista británico James Hakewill, los cuales representaban a los esclavos rurales de la Isla como simples plebeyos que vivían de la abundancia de la naturaleza tropical.[8] Sin embargo, estos relatos insinuaban que los productos trasplantados de las plantaciones eran signos incuestionables de la abundancia del paisaje jamaiquino; entre los cuales figuraban: la palma real, los plátanos, guineos, el bambú, las palmeras de coco, panas, el mango y otros. Al mismo tiempo, los esclavos fueron caracterizados superficialmente como elementos naturales del espacio tropical.[9]
Dicho imaginario alegaba implícitamente que los esclavos operaban como animales que habitaban un paisaje nulo, cuyo aspecto tropical solo podía ser adquirido a través de los esfuerzos agrícolas de los colonos europeos. Cabe destacar que esta imagen condescendiente fue popularizada a finales del siglo XIX por medio de las primeras campañas turísticas de Jamaica y de las Bahamas. Thompson menciona, por ejemplo, que Henry Blake les instaba a los viajeros a admirar la vegetación tropical de las Bahamas a través de la publicidad mientras fungía como gobernador colonial británico del archipiélago.[10] Durante su estadía posterior como gobernador de Jamaica, Blake apoyó el establecimiento de una exposición internacional que complementaba los intentos de las élites jamaiquinas de promover el turismo por medio de la idealización de los productos de las plantaciones.[11] Estas campañas turísticas decimonónicas influyeron notablemente en la manera en que el paisaje rural de Puerto Rico y sus habitantes fueron interpretados por los corresponsales estadounidenses que visitaron la Isla durante la invasión y ocupación del 1898 y 1899.
El libro Our Islands and their People as seen with Camera and Pencil (1899) de José de Olivares, el cual fue uno de los textos descriptivos ilustrados sobre el 1898 más elaborados y populares de aquel momento, representa uno de los ejemplos más conspicuos de ello.[12] Poco después de valorar el paisaje puertorriqueño como “remarkably beautiful and picturesque”, el autor menciona que:
There are many small rivers and brooks, with water clear as crystal, breaking into innumerable waterfalls and cascades as they rush swiftly down from the mountains to the sea. The natural scenery, the quaint old Spanish buildings, the palm leaf huts of the poor, and the quaint costumes of the people, compose a picture of infinite variety and attraction for the painter’s brush and the camera of the photographer. The artist need [sic.] no longer visit the remote sections of Europe in quest of subjects to inspire his genius, for they can be found in greater abundance and variety in this quaint island of the Caribbean Sea than anywhere else in the world.[13]
Al igual que en las representaciones británicas de los paisajes de Gran Bretaña y Jamaica, los estadounidenses aprecian el mundo rural puertorriqueño solamente cuando muestra los signos estereotípicos del subdesarrollo; tales como: una naturaleza aparentemente intocada, infraestructura anticuada y costumbres precapitalistas.
Esta representación constituye una manifestación del dispositivo retórico de la “Apropiación”. David Spurr define este concepto como la tendencia del colonizador euro-estadounidense de representar a los pueblos y paisajes “no-occidentales” como nulidades que requieren la presencia física o interpretativa del primero.[14] En el caso de Olivares, la apropiación representacional de los puertorriqueños y de su paisaje rural por los corresponsales estadounidenses redunda en la imagen familiar de un poblado español preindustrial que ha sido trasplantado sobre un paisaje tropical inofensivo. Básicamente, el autor presenta una imagen de atraso que afirma las dinámicas del capitalismo, ya que la misma puede ser reproducida, apropiada y consumida a través de la pintura y la fotografía. Esta es otra de las similitudes notorias entre las imágenes estadounidenses sobre el paisaje rural de Puerto Rico y las representaciones sobre las Islas Británicas y de Jamaica durante los siglos XVIII y XIX.
Esta idealización del atraso aparente de la Isla es particularmente evidente en el imaginario pictórico del libro de Olivares. Una de las imágenes más representativas de ello es “Plaza and Cathedral at Aguadilla, Porto Rico”, cuyo subtítulo estipula que “Every town of any importance has its plaza, beautified with trees, shrubbery and statuary, and in the cool of the evening the people gather here to exchange compliments and learn the news of the times”.[15] La combinación de elementos visuales y escritos en la fotografía, tales como: los montes circundantes sin cultivar, la infraestructura anticuada, los alrededores poco concurridos y la descripción textual del subtítulo; imponen una imagen de subdesarrollo sobre Puerto Rico para el consumo de los lectores blancos estadounidenses de clase media a quienes estaba dirigido el libro. A su vez, dicha representación habría sido vista por estos últimos como una afirmación implícita de la identidad “occidental” de los Estados Unidos; lo cual le brindaba a aquel país el supuesto derecho de imponer su interpretación de la modernidad sobre su recién adquirida posesión.[16] El desprecio eufemístico latente en las representaciones “pintorescas” de Puerto Rico hechas por los corresponsales estadounidenses como José de Olivares no son comentarios estéticos casuales sobre el paisaje isleño, sino que son maneras de justificar la intromisión del capital estadounidense sobre éste.
III. Agricultura pintoresca: Las representaciones de los espacios cultivados en el relato de William Dinwiddie:
Una de las ironías más notables del imaginario de lo pintoresco consiste en la idea de que un paisaje rural puede ser “mejorado” por la mano del ser humano. Los turistas británicos que visitaban las zonas rurales de Gran Bretaña durante el siglo XVIII, por ejemplo, idealizaban aquellos paisajes que tuviesen algún parecido con los modelos artificiosos de la poesía pastoril de la Antigua Roma “or the seventeen-century paintings of Claude [Lorrain] or Salvator Rosa.”[17] Por otro lado, la reinterpretación de los productos agrícolas trasplantados de las plantaciones y de su mano de obra esclavizada como elementos autóctonos del paisaje en las narrativas “pintorescas” británicas de principios del siglo XIX le daba un aura de naturalidad a un régimen de explotación que estaba siendo impugnado por el movimiento abolicionista.[18]
Cabe destacar, no obstante, que los viajeros “occidentales” utilizan a menudo el apelativo de “paraíso” cuando quieren referirse a un paisaje caribeño aparentemente intocado por el ser humano. Este concepto es crucial a la hora de entender el carácter artificioso de la contemplación paisajística en el contexto del Caribe, ya que los paraísos pueden entenderse como jardines maravillosos. Nora L. Rodríguez Vallés estipula que “La palabra Paraíso entró en las lenguas europeas de la palabra persa pairidaeza o paradeiza, que era el nombre de un hermoso jardín encerrado entre paredes. Por lo mismo, podía existir en la tierra.”[19] Pero al igual que un jardín verdadero, dicho espacio podía perderse por medio de la negligencia humana. José Anazagasty Rodríguez nos recuerda, por ejemplo, que el “Jardín del Edén” de las religiones judeocristianas constituye un lugar perdido gracias a las consecuencias de la irracionalidad humana. A pesar de ello, a doctrina cristiana de la salvación sugería que los espacios paradisiacos podían ser recuperados con métodos racionales. Para los colonos europeos que emigraron al “Nuevo Mundo” para el siglo XVII; esto implicaba que el “Jardín del Edén” debía ser recreado a través de la imposición de métodos científicos, tecnológicos y capitalistas a los paisajes colonizados. El entorno de las Américas fue interpretado por estos colonos como un desierto vasto, implacable y caótico que carecía de valor cuando yacía intocado por los métodos mencionados.[20]
Esta concepción del “Paraíso” como un espacio que debía ser recuperado por el colonizador “occidental” es perfectamente evidente en el texto Puerto Rico: Its Conditions and Possibilities de William Dinwiddie.[21] El autor, quien estuvo durante dos meses en la Isla bajo la dirección de la casa publicadora Harper & Brothers,[22] describe el interior del país como un lugar lleno de “artistic loveliness and fertile possibilities” y que:
no more delightful place of abode for white men can be imagined: perfect landscapes, a soil in which almost everything under heaven will grow, cool nights, bearable days, and the whole of this idealistic conception set off with a filigree-work of heaving clouds, wonderful rainbows overhanging the green of stately palms, waving, broad-leaved banana plantations, food- and fruit-trees, and jungle forests whose odd shapes and queer foliage lend a never-tiring charm to the scene. It is a tropic Elysium, and will become the winter Mecca of America.[23]
Esta representación paisajística articulada por Dinwiddie supone que las posibilidades artísticas y turísticas de Puerto Rico están íntimamente ligadas a su nivel de desarrollo productivo. Sin embargo, el autor nos presenta un espacio en donde no figuran los puertorriqueños; lo cual redunda en la insinuación que la belleza estética de Puerto Rico se debe solamente a su enorme potencial agrícola.
Por otro lado, la vegetación trasplantada de las plantaciones se vuelve indistinguible de los aspectos autóctonos del paisaje en esta descripción. Al igual que en las narrativas “pintorescas” británicas sobre Jamaica, el capital agrícola se convierte en el método principal para “embellecer” los espacios rurales de Puerto Rico. No obstante, Dinwiddie asume que los esfuerzos de los puertorriqueños en esa dirección son indistinguibles de lo que ya ofrece el paisaje; dado que las plantaciones cafetaleras entre Aibonito y Cayey “lie under the shade of forests, which are necessary to protect them from the fierce heat of the noonday sun, and the uninitiated would never dream that he was passing anything more than a jungle-thick virgin forest.”[24] Esa alegada incapacidad de los puertorriqueños para cultivar este paraíso-jardín imaginario se utiliza para justificar la intervención económica los hombres blancos estadounidenses, quienes son visualizados implícitamente como los únicos que pueden apreciar y desarrollar el paisaje.
Esta visión colonialista encuentra un paralelo notorio en los relatos de los autores-viajeros de Gran Bretaña que visitaban las recién instauradas repúblicas suramericanas a principios del siglo XIX. Según Mary Louise Pratt, estos veían los paisajes sin cultivar “as troubling or ugly, its very primalness a sign of the failure of human enterprise. Neglect became the touchstone of a negative esthetic that legitimated European interventionism.”[25] Dicha tendencia euro-estadounidense de no adjudicarle valor a los paisajes cultivados por los pueblos considerados como no-occidentales incluso puede verse a nivel fotográfico. En la foto titulada “The foot-hills near the coast of Ponce”,[26] Dinwiddie nos presenta el entorno circundante de una plantación puertorriqueña anónima. La falta de un subtítulo que describa la cantidad y el tipo de productos agrícolas de esta plantación, junto con las colinas deforestadas y sin cultivar del fondo, generan la impresión que esta plantación menos fructífera que la maleza que la rodea. Por ende, el pintoresquismo de la fotografía es directamente proporcional a la apariencia de atraso que su autor “occidental” le adjudica a un pueblo colonizado.
IV. Una muestra de las representaciones estadounidenses sobre el paisaje puertorriqueño de principios del siglo XX:
Cabe destacar que la invasión y ocupación militar estadounidense del 1898 y 1899 no trajo consigo la democratización de Puerto Rico,[27] sino una aceleración del desarrollo agro-capitalista de la nueva posesión. Humberto García Muñiz estima, como un ejemplo de la expansión del capital azucarero local, que alrededor de 35 a 40 nuevas centrales azucareras fueron fundadas entre 1898 y 1913. El desarrollo explosivo de esta industria eliminó gradualmente a las viejas haciendas azucareras del siglo XIX y las transformó en entidades subordinadas a las centrales que se denominaban colonias. A pesar que muchas de estas centrales fueron fundadas con capital puertorriqueño,[28] los inversionistas azucareros puertorriqueños y sus políticos clientes quedaron bajo la subordinación de los Estados Unidos. Esto se debe a que los primeros requerían la entrada de su producto al mercado estadounidense libre de aranceles para generar ganancias, un hecho que se volvió realidad el 25 de julio de 1901 con la derogación de un arancel temporero impuesto por la Ley Foraker.[29]
Por otra parte, el capital estadounidense manifestó un control más directo sobre la industria tabacalera en Puerto Rico. Arturo Bird Carmona nos dice que la American Tobacco Company, un poderoso consorcio del tabaco en los Estados Unidos, comenzó a adquirir las principales fábricas de cigarros y cigarrillos de la Isla a finales del 1899. Estas facilidades fueron incorporadas en Nueva Jersey conjuntamente con el nombre de la Porto Rican American Tobacco Company, la cual se desempeñó como una subsidiaria de la ATC. Los empresarios puertorriqueños de esas fábricas acabaron como socios minoritarios del Trust tabacalero.[30] No obstante, los intereses de la ATC también se extendían a la producción agrícola del tabaco; un hecho que se manifestó a través de la rápida adquisición de una parte considerable de las mejores tierras tabacaleras de la Isla por medio de otra entidad subsidiaria fundada en el 1902 llamada la Porto Rican Leaf Tobacco Company.[31] Tanto las centrales azucareras como los campos tabacaleros de la ATC se convertirían en atracciones turísticas para los viajeros estadounidenses de principios del siglo XX.
No obstante, resulta particularmente notable que las representaciones de los paisajes rurales puertorriqueños articuladas por los turistas estadounidenses no cambiaron mucho durante las primeras décadas del siglo XX. En este periodo, la Isla se interpretó nuevamente como un “paraíso” tropical; cuyo potencial pintoresco estaba en proceso de ser culminado por el capital estadounidense. El relato de viajes de Philip Sanford Marden,[32] titulado Sailing South (1921), muestra un ejemplo representativo de ello cuando describe una visita a la Central Aguirre. Ésta es caracterizada como una “very considerable village” que yacía:
on a tiny eminence overlooking the sea; and in a broad lagoon, protected by a long outlying reef, there was a tramp steamer loading raw sugar for Boston. The most prominent thing in sight was naturally the mill – a towering structure of corrugated iron dominated by a lofty stack, from the top of which a wisp of smoke trailed briskly away in the teeth of the breeze.[33]
Sin embargo, el enfoque principal de esta representación no son los metafóricos plebeyos puertorriqueños de esta “aldea”; quienes en otra parte del texto son descritos como animales salvajes.[34] Para Marden, las estructuras físicas que crean esta “pintoresca” aldea corporativa resultan ser más atractivas que los propios trabajadores de ella. Entre esa infraestructura figuran: las facilidades para triturar la caña de azúcar, los medios para transportar los insumos y las exportaciones, “a vast storehouse, warehouses for the finished product, homes for the help, schools for their children, a trim post-office” y la mansión americanizada del administrador residente de la Central.[35]
En fin, es evidente que la contemplación paisajística euro-estadounidense es selectiva; debido a que glorifica la explotación capitalista del paisaje e ignora sus consecuencias ambientales y humanas. Por un lado, Marden invisibiliza al campesinado puertorriqueño o lo subsume bajo estereotipos colonialistas o pintorescos en un periodo en donde éstos estaban protestando en contra de la desposesión económica al cual estaban sometidos. Para 1920, por ejemplo, hubo una huelga general de 60,000 trabajadores de la caña que detuvo las operaciones de 29 centrales azucareras y que estuvo antecedida por otras huelgas multitudinarias en ese sector entre 1915 y 1916.[36]
En cuanto al paisaje puertorriqueño, el autor comenta brevemente que “the primeval vegetation of the mountains has been largely cut down, leaving denuded hillsides”, pero que la fertilidad del suelo puertorriqueño es de tal magnitud que “the task of reforesting the island, if it were seriously attempted, would be easy.”[37] El rol que jugaron las plantaciones decimonónicas y las centrales azucareras de principios del siglo XX en cuanto a la deforestación de la Isla no se considera en ningún momento.[38] De forma implícita, el autor delega la tarea de reconstituir el aspecto pintoresco del paisaje local al sector público y privado de la colonia. No cabe duda que algo tan aparentemente inofensivo como la contemplación paisajística puede culminar en una afirmación de las complejas relaciones de poder del capitalismo euro-estadounidense.
FIN
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José Daniel Cuevas Torres
Celular: (787) 316-0212 / E-mail: jose.cuevas6@upr.edu
Nació en Mayagüez en 1992. Culminó su Bachillerato en Historia del Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico (2010 – 2015) y obtuvo sus grados de Maestría y Doctorado en Historia de Puerto Rico y del Caribe del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y del Caribe (2016 – 2023). Defendió su disertación doctoral en diciembre de 2022, titulada «La invención del paraíso: Las representaciones de Puerto Rico en los libros de viajes de turistas estadounidenses (1898-1938)». Está interesado en las representaciones de los paisajes y de la a cultura puertorriqueña.
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REFERENCIAS
Fuentes primarias: Dinwiddie, William. Puerto Rico: Its Conditions and Possibilities. New York and London: Harper and Brothers publishers, 1899. https://archive.org/details/puertoricoitscon00dinw “Editor Dinwiddie dies in Hospital” The Evening Star, June 18, 1934. Washington D.C. Página A-9, Imagen 9. “How the War News Comes”, The River Press, April 20, 1904. Fort Benton, Montana; Imagen 3. Marden, Philip Sanford. Sailing south. Boston, New York: Houghton Mifflin Company, 1921. https://archive.org/details/sailingsouth00mardiala Olivares, José de. Joseph Wheeler, William S. Brian y Walter B. Townsend, Our Islands and their people as seen with Camera and Pencil. St. Louis, New York, Chicago, Atlanta: N.D. Thompson Publishing Co., 1899. https://archive.org/details/gri_33125007405505/page/n7/mode/2up Fuentes secundarias: Ali, Mehmed. “The Life of Philip Sanford Marden”. Conferencia presentada en el Whistler House Museum of Art el 9 de diciembre de 2000. https://libguides.uml.edu/c.php?g=300370&p=2566505 Andrews, Malcolm. The Search for the Picturesque: Landscape Aesthetics and Tourism in Britain, 1760-1800. California: Stanford University Press, 1989. https://archive.org/details/searchforpicture0000andr/mode/2up Carmona, Arturo Bird. Parejeros y desafiantes: La comunidad tabaquera de Puerta de Tierra a Principios del siglo XX. San Juan: Ediciones Huracán, 2008. Hussey, Christopher. The Picturesque: Studies in a Point of View, with a new preface by the author, Nueva Impresión. United States: Archon Books, 1967. https://archive.org/details/picturesquestudi0000huss Manwaring, Elizabeth Wheeler. Italian Landscape in Eighteenth Century England: a study chiefly of the influence of Claude Lorrain and Salvator Rosa on English taste, 1700-1800, Segunda Impresión. London: Frank Coss & Co. 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[12] Lanny Thompson, quien ha estudiado este texto con detenimiento, estipula que José de Olivares fue un corresponsal de guerra estadounidense nacido en California en el 1867. Olivares estaba íntimamente ligado a las estructuras de poder de los Estados Unidos, dado que había servido en la Marina de los Estados Unidos y en la California Naval Reserve entre el 1886 y el 1898. Ganó una medalla de bronce durante la guerra hispano-cubana-estadounidense debido a sus servicios navales y arribó a Puerto Rico junto al general Nelson A. Miles para julio del 1898 para tomar fotografías durante la campaña militar en colaboración con el fotógrafo Walter Townsend. Tanto Olivares como Townsend sacaron alrededor de 242 fotografías sobre la Isla durante su estadía. Olivares fue nombrado cónsul de los Estados Unidos en Nicaragua, India, Canadá, Jamaica e Italia después del 1906. Sus servicios conspicuos le ganaron un reconocimiento especial por el Secretario de Estado estadounidense para 1917. Lanny Thompson, Nuestra Isla y su gente: La construcción del “otro” puertorriqueño en Our Island and Their People, Segunda Edición (San Juan: Centro de Investigaciones Sociales, 2007), 18-19, https://www.academia.edu/1272375/Nuestra_isla_y_su_gente_La_construcci%C3%B3n_del_otro_puertorrique%C3%B1o_en_Our_Islands_and_their_People [13] Cabe mencionar que tanto quaint como picturesque se traducen a “pintoresco” en español. Sin embargo, quaint hace referencia a todo aquello que se considera pintoresco debido a su antigüedad y atraso; mientras que picturesque incluye la totalidad de lo que podríamos considerar como pintoresco. José de Olivares, Joseph Wheeler, William S. Brian y Walter B. Townsend, Our Islands and their people as seen with Camera and Pencil (St. Louis, New York, Chicago, Atlanta: N.D. Thompson Publishing Co., 1899), 270-271, https://archive.org/details/gri_33125007405505/page/n7/mode/2up [14] David Spurr, The Rhetoric of Empire: Colonial Discourse in Journalism, Travel Writing and Imperial Administration (Durham and London: Duke University Press, 1993), 28, 32 y 33. [15] José de Olivares, Joseph Wheeler, William S. Brian y Walter B. Townsend, Our Islands and their people as seen with Camera and Pencil (St. Louis, New York, Chicago, Atlanta: N.D. Thompson Publishing Co., 1899), 343, https://archive.org/details/gri_33125007405505/page/n7/mode/2up [16] De hecho, José Anazagasty Rodríguez aclara que la representación de los puertorriqueños como sujetos atrasados “sostuvo y fundamentó la identidad estadounidense, por lo que la construcción del puertorriqueño y la segregación de identidades (estadounidenses versus puertorriqueños) se convirtieron paradójicamente en una construcción absoluta, pero muy íntima.” José Anazagasty Rodríguez y Mario R. Cancel, Porto Rico: Hecho en Estados Unidos (Cabo Rojo: Editora Educación Emergente, 2011), 42. [17] Malcolm Andrews, The Search for the Picturesque: Landscape Aesthetics and Tourism in Britain, 1760-1800 (California: Stanford University Press, 1989), 3, https://archive.org/details/searchforpicture0000andr/mode/2up [18] Krista A. Thompson, An Eye for the Tropics: Tourism, Photography, and Framing the Caribbean Picturesque (Durham, NC and London: Duke University Press, 2006), 40-42. [19] Nora L. Rodríguez Vallés, Imaginarios para fomentar el turismo: Puerto Rico entre 1898-1940 (Universidad de Puerto Rico: Thesis PhD., 2012), 33. [20] José Anazagasty Rodríguez, Capitalist Nature in the Written Work: American Travel Writing and the Capitalist Production of Nature in Puerto Rico, 1898-1917 (Washington State University, Thesis PhD, 2004), 221-222. [21] William Dinwiddie fue un corresponsal de guerra nacido en Charlottesville, Virginia en el año 1867. A la edad de 17 años, se desempeñó como inspector de aduanas en Corpus Christi en Texas y dos años después trabajó como asistente de arqueólogo del Buró de Etnología Americana. Su carrera periodística comenzó para 1895 como corresponsal e ilustrador para el New York Herald. Como corresponsal de guerra, estuvo presente en: la guerra hispano-americana, la guerra filipino-estadounidense, la segunda guerra bóer y la guerra ruso-japonesa. Llegó a ser editor dominguero del New York Herald bajo James Gordon Bennett y más tarde, del New York World bajo Joseph Pulitzer. Adicionalmente, fue nombrado gobernador colonial de la provincia de Lepanto-Bontoc en las Filipinas para el 1902. Vivió hasta los 67 años y murió en el 1934. “Editor Dinwiddie dies in Hospital” The Evening Star, June 18, 1934. Washington D.C. Página A-9, Imagen 9. “How the War News Comes”, The River Press, April 20, 1904. Fort Benton, Montana; Imagen 3. [22] William Dinwiddie, Puerto Rico: Its Conditions and Possibilities (New York and London: Harper and Brothers publishers, 1899), III, https://archive.org/details/puertoricoitscon00dinw [23] William Dinwiddie, Puerto Rico: Its Conditions and Possibilities, 14-15. [24] William Dinwiddie, Puerto Rico: Its Conditions and Possibilities (New York and London: Harper and Brothers publishers, 1899), 37, https://archive.org/details/puertoricoitscon00dinw [25] Mary Louise Pratt, Imperial Eyes: Travel Writing and Transculturation (London and New York: Routledge Taylor and Francis Group, 1992), 146-149. [26] William Dinwiddie, Puerto Rico: Its Conditions and Possibilities, entre las páginas 12 y 13. [27] A nivel político, la mejor evidencia del carácter estrictamente colonial del nuevo orden fue la imposición de la Ley Foraker en el 1900; la cual imponía un gobernador designado por el Presidente de los Estados Unidos con el aval y el consentimiento del Senado de aquel país. La Cámara alta, denominada el Consejo Ejecutivo, estaba compuesta por seis estadounidenses (nombrados por la metrópoli) que encabezaban los departamentos ejecutivos y cinco puertorriqueños adicionales. Finalmente, se instaló una Cámara baja de treinta y cinco miembros conocida como la Cámara de Delegados. El Congreso estadounidense se reservaba el derecho de anular cualquier ley aprobada por la legislatura local que atentara contra los intereses imperialistas de la metrópoli. José Trías Monge, Puerto Rico: Las penas de la colonia más antigua del mundo (San Juan: La Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1999), 49-50. [28] El autor estima que 28 centrales en Puerto Rico fueron fundadas con capital local; mientras que 4 contaban con capital estadounidense y dos de ellas provenían de capital combinado de los Estados Unidos y Puerto Rico. La penúltima fue construida con capital conjunto estadounidense-alemán y la última provino de Bélgica. Humberto García Muñiz, Sugar and Power in the Caribbean: the South Porto Rico Sugar Company in Puerto Rico and the Dominican Republic, 1900-1921 (San Juan: La Editorial Universidad de Puerto Rico, 2010), 64-65. [29] Humberto García Muñiz, Sugar and Power in the Caribbean…, 61 y 103. [30] Arturo Bird Carmona, Parejeros y desafiantes: La comunidad tabaquera de Puerta de Tierra a Principios del siglo XX (San Juan: Ediciones Huracán, 2008), 60. [31] El poderío económico de la ATC en Puerto Rico se hace aún más evidente cuando el autor menciona que “para el 1909 el 79% del valor de la producción de tabaco manufacturado en la isla era controlado por las fábricas del consorcio.” Arturo Bird Carmona, Parejeros y desafiantes…, 73 y 75. [32] Philip Sanford Marden fue un periodista y un editor nacido en Lowell, Massachussets en el 1874. Estudió leyes, pero luego optó por una carrera periodística; reemplazando a su padre como editor en jefe del Lowell Courier-Citizen para 1906. Poco después se convirtió en presidente de la Courier-Citizen Company, que además del periódico editado por Marden, era una de las imprentas más grandes y prósperas del norte de Boston. Patrocinó las artes en Lowell y viajó extensamente; escribiendo varios relatos de viaje entre 1907 y 1927. Murió en el 1963 a la edad de 89 años. Mehmed Ali, “The Life of Philip Sanford Marden” (Conferencia presentada en el Whistler House Museum of Art el 9 de diciembre de 2000) https://libguides.uml.edu/c.php?g=300370&p=2566505 [33] Philip Sanford Marden, Sailing south (Boston, New York: Houghton Mifflin Company, 1921), 193-194, https://archive.org/details/sailingsouth00mardiala [34] En la página 170, por ejemplo, Marden emite el comentario racista de que Puerto Rico no tiene “dangerous beasts – save the native chaffeurs.” Cabe destacar que otros autores del 1898 también caracterizaron a los puertorriqueños como animales justificar la nueva relación colonial. Hay un ejemplo de ello en el texto de Dinwiddie, en donde el autor representa eufemísticamente el hogar de dos niñas campesinas “like a nest somewhere in the foliage below”. Philip Sanford Marden, Sailing south, 170. William Dinwiddie, Puerto Rico: Its Conditions and Possibilities (New York and London: Harper and Brothers publishers, 1899), 48, https://archive.org/details/puertoricoitscon00dinw [35] Philip Sanford Marden, Sailing south (Boston, New York: Houghton Mifflin Company, 1921), 194, https://archive.org/details/sailingsouth00mardiala [36] La huelga de 1915 involucró a miles de trabajadores que paralizaron las operaciones de siete centrales, mientras que la de 1916 convocó a 40,000 obreros de la caña en 32 municipios. Humberto García Muñiz, Sugar and Power in the Caribbean: the South Porto Rico Sugar Company in Puerto Rico and the Dominican Republic, 1900-1921 (San Juan: La Editorial Universidad de Puerto Rico, 2010), 404, 406 y 415. [37] Philip Sanford Marden, Sailing south (Boston, New York: Houghton Mifflin Company, 1921), 173, https://archive.org/details/sailingsouth00mardiala [38] Isabel C. Rivera Collazo estima que casi el 90% de la Isla estaba deforestada para finales del siglo XIX gracias a las plantaciones de azúcar y de café. Dicha situación empeoró a principios del siglo XX, dado que la cubierta de los bosques constituía menos del 10% o hasta del 5% del área de Puerto Rico para la década de 1930. Isabel C. Rivera-Collazo, “Por el camino verde: Long term tropical socioecosystem dynamics and the Anthropocene as seen from Puerto Rico” The Holocene, Volume 25, Number 1 (2015), 1608, https://www.researchgate.net/publication/281849968_Por_el_camino_verde_Long _term_tropical_socioecosystem_dynamics_and_the_Anthropocene_as_seen_from_Puerto_Rico
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[…] José Daniel Cuevas Torres (Diciembre- Enero 2024) «La construcción del paisaje puertorriqueño en los relatos de José de Olivares y William Dinwiddie (1898-1899) en Revista Siglo 22. URL: https://sigloxx22.org/2024/01/16/la-construccion-del-paisaje-puertorriqueno-en-los-relatos-de-jose-d… […]