Economía política, bases ideológicas del bipartidismo y su crisis actual
La superación del bipartidismo fue una de las principales consignas que aportó la campaña electoral de 2020 y que se repite sin cesar desde entonces. Sin embargo, la consigna se ha planteado de forma ahistórica, es decir, sin apego crítico a la historia reciente del país. Particularmente por dos razones: 1) No se enfatiza la relación entre economía política y las formaciones subjetivas que sirvieron de fundamento al llamado bipartidismo, tanto en su expresión estadolibrista como en la emergencia del anexionismo como fuerza política dominante, aunque nunca hegemónica; y 2) Porque en la actualidad, las bases económicas e ideológicas que sostenían al bipartidismo han sido sociológicamente superadas.
El bipartidismo en el fondo nace de un consenso (tácito o explícito), con profundas raíces históricas, que se adhiere al menos a dos elementos materiales que lo sostienen: 1) A una recomposición de clase, alteraciones importantes en el modo de producción y el modelo de dependencia en la colonia; y 2) La consolidación de la fórmula ideológica de la unión permanente con los Estados Unidos representada – sugiere Ángel Israel Rivera – por “las fuerzas pro-integracionistas” del PPD y PNP. Es decir, en última instancia el consenso durante el periodo 1968-2016 era uno esencialmente colonial-capitalista. Claro está, como todo consenso, también nacía de una realidad material, a su vez fracturada, producto de diversas fuerzas sociales, políticas y económicas que se reproducían tanto en la colonia, en la metrópoli, así como en el contexto internacional.
Por un lado, la emergencia del PPD coincidió con un periodo en el que la economía colonial, promovida e impuesta por y al servicio de la metrópoli estadounidense, superaba históricamente el viejo modo de producción agrario y hacendado. Ello trajo consigo importantes reconfiguraciones de clase (procesos de proletarización) y nuevas formaciones subjetivas e ideológicas que instauraron un renovado imaginario social que legitimó dos cosas: 1) La emergencia de un modo de producción industrial, de la mano del ilusionismo nuevotratero bajo la administración de Rexford G. Tugwell; y 2) La emergencia, y eventual hegemonía, del PPD. De modo que la hegemonización del PPD se dio bajo un proceso de industrialización de mediana intensidad que pretendía atraer diversas empresas extranjeras bajo la premisa de importantes beneficios contributivos. A este periodo, consecuentemente, le corresponde su determinado orden e imaginario social que representó, de modo muy general, el fenómeno muñocista y el principio moral-económico del progreso; el ELA es el progreso que se vive decían.
Ángel Quintero Rivera plantea que, en el aspecto ideológico, para la década del 1940 el PPD proponía una política maniquea, anclada en la transición/lucha entre economía hacendada y proceso de industrialización (progreso), en que la “división fundamental de la sociedad se daba entre los buenos – el pueblo – y los malos – el enemigo del pueblo –, que eran los grandes intereses económicos explotadores (las corporaciones del capitalismo de plantaciones) y los políticos corruptos que permitían dicha explotación”. Sugiere este autor, que El pueblo “en la ideología PPDista, no era la nacionalidad del nacionalismo […]. Para el Partido Popular, el pueblo estaba formado por clases que compartían una condición de explotación […]”. De manera que la emergencia del PPD, y esa política maniquea que describe el autor, estuvo muy ligada tanto al ocaso de la economía capitalista de la plantación (el adversario), como a los procesos emergentes relacionados al modo de producción industrial y manufacturero (con la reconfiguración de clase e imaginario social correspondiente).
Interesantemente, Quintero Rivera utiliza el adjetivo de “maniqueo” para describir el posicionamiento político del PPD para ese momento. Es sabido que Frantz Fanon describe los contextos coloniales de igual manera, aunque con implicaciones distintas. En el caso del desarrollo temprano del PPD se trataría de un maniqueísmo en el que la potencia administradora (el poder imperial) no se presenta como principal adversario, aunque controle en buena medida los aspectos más fundamentales y estructurales de la vida económica y política del territorio. Consideramos este dato un elemento fundamental de la postura ideológica que asumiría el PPD durante el resto del Siglo XX cuando incorporó como política institucional, desde 1946, que el status no está en issue (que hoy día hereda el partido Movimiento Victoria Ciudadana).
Periodo de alternancia y el Partido Nuevo Progresista
Por otro lado, el auge del anexionismo, y del PNP como partido de alternancia, coincide con el periodo de desindustrialización (o la crisis estructural del modelo acuñado por el PPD, Operación Manos a la Obra), la evolución de un nuevo modelo de desarrollo económico (siempre intermediario al capital estadounidense) e intensificación en los patrones de dependencia económica y endeudamiento que al sol de hoy conocemos muy bien. Durante este periodo, Puerto Rico pierde sus “ventajas competitivas” en la medida en que otros países de la región expanden los acuerdos de libre mercado con Estados Unidos. Es importante reconocer que estos procesos de transición económica en Puerto Rico también forman parte de toda la complejidad económica global. Particularmente, esta transición responde a la expansión e internacionalización del capitalismo al culminar la Segunda Guerra Mundial en el que el sistema económico “alteraba las condiciones de los movimientos y de las formas de reproducción del capital en el ámbito nacional. Al poco tiempo – sugiere Gustavo Ianni – las formas singulares y particulares del capital, en el contexto nacional y sectorial, se subordinaron a las formas del capital en general, conforme a sus movimientos y sus formas de reproducción en el ámbito internacional.” De manera que, en los ámbitos nacionales, como ya lo había registrado la experiencia de Chile tras el golpe de estado contra Salvador Allende, se traducirán los procesos globalizantes del capitalismo en regímenes neoliberales imponiendo precariedad, desmontando el estado benefactor, privatizando recursos y utilidades públicas imponiendo un estado permanente de subdesarrollo – según lo entiende Walter Rodney – en la vida material, social y económica de los pueblos a favor de la clases capitalistas tanto en la colonia como en la metrópoli.
Aunque el primer gobierno del PNP se dio bajo la gobernación del fundador del partido, Luis A. Ferré, consideramos que la consolidación de este partido y su ideología anexionista, como fuerzas políticas de alternancia, se dan a raíz de la dirección y primera gobernación de Carlos Romero Barceló. Contrario a Ferré y a las políticas – explicadas arriba – que sirvieron de fundamento para el PPD, Romero Barceló comenzó a adaptar la economía local a los cambios económicos que avanzaban en Estados Unidos y en el capitalismo global. Dice Edgardo Meléndez Vélez:
La nueva administración del PNP presentó un esquema económico que se alejaba tanto de la política económica de las administraciones del PPD como las de su antecesor PNP, Luis A. Ferré. Contrario a la administración de Ferré, que trató de impulsar los intereses del capital local frente a los intereses del capital estadounidense, la política económica del gobierno de Romero Barceló se caracterizó por fomentar una mayor integración económica a Estados Unidos y en apoyar una más amplia penetración del capital multinacional estadounidense en Puerto Rico.
Se impulsó, a su vez, la premisa ideológica que dicha estrategia acercaría el territorio a la anexión. Así, se da una demarcación clara con el periodo histórico anterior dado que, “…contrario a Operación Manos a la Obra, el PNP promovería otras áreas económicas fuera de la manufactura, destacando las industrias de alta tecnología y los ‘servicios’ (definidos como finanzas, comercio, investigación, comunicación y transportación) […] con incentivos estatales, principalmente con exención contributiva” concluye Meléndez.
Ciertamente, este periodo coincide con la configuración de lo que llamaremos más adelante neoliberalismo colonial, al que se adhiere eventualmente el PPD. De modo que hay una recomposición económica, de clase y cultural bajo las nuevas condiciones neoliberales: destrucción estructural de empleo, mantenimiento de mano de obra barata (cosa no superada por el periodo de industrialización) y una de las fuerzas laborales más bajas en el mundo (en el 2015 llegó a posicionarse en un 40% según estadísticas del Banco Mundial). Todo ello se combinaba para la emergencia del neoliberalismo criollo. Como sugiere Aarón Gamaliel Ramos, el auge del PNP va montado sobre estas premisas neoliberales y posfordistas (desindustrialización). Así, no es casualidad que en 1976 Carlos Romero Barceló rearticulara – aunque Luis A. Ferré fue quien primero lo hizo – que la estadidad es para los pobres como resultado, precisamente, de la precarización económica y la rearticulación de clase en este periodo de transformación en las relaciones de producción. Precarización, marginalización y profundización en la dependencia económica de las clases populares que con gran astucia el exgobernador ataba dentro de la versión anexionista del consenso pro-integracionista mencionado arriba; precarización, marginalización y dependencia que eventualmente serían sostenidas e institucionalizadas por las siguientes cuatro décadas de neoliberalismo en el país (sobre el particular véase la excelente entrevista que le realizara Ángel Collado Schwarz a Aarón Gamaliel Ramos).
La variable “metrópoli-colonial” en la política puertorriqueña
Otro elemento que actualmente se escapa de los análisis más generalizados sobre el bipartidismo (o cualquier análisis en cuanto a la política puertorriqueña), lo es el eje metrópoli-colonia. Por ejemplo, es una de las críticas que Edgardo Meléndez Vélez le realiza al análisis de Ángel Quintero Rivera sobre la configuración de clases sociales como elemento principal en el desarrollo histórico de la política puertorriqueña, particularmente desde 1898. Incluso, sugiere Meléndez, analizando el periodo de 1900-1940, que el desarrollo de los partidos políticos en el territorio – y las consecuentes alianzas electorales – se caracterizó por una especie de posibilismo: “…el colaborar con el régimen para obtener lo posible […]”. Para este autor el desarrollo de los partidos políticos territoriales, dentro del andamiaje jurídico-colonial establecido por las dos primeras leyes orgánicas (Foraker y Jones), difícilmente se puedan catalogar dentro de la teoría liberal de sistema de partidos o multipartidista. Dice Meléndez: “El sistema de partidos de ese periodo estaba determinado por la relación de los partidos con el gobierno colonial metropolitano y no por el número de partidos que competían entre sí […]. La estructura estatal condicionó el comportamiento de los partidos y fomentó su actitud colaboracionista hacia el régimen”.
En esa misma línea, tampoco hay que perder de vista que entre los factores históricos y materiales que componen ese consenso colonialista, también se suman las operaciones de la inteligencia estadounidense que no solo se limitaron a reprimir al independentismo violenta y físicamente, sino que intervinieron directamente en el devenir político de la colonia con operaciones para desarticular movimientos sociales (COINTELPRO), espionaje (Carpetas) y mediante la financiación de partidos políticos. La intervención del poder administrativo (Estados Unidos), incluso a través de la CIA, buscaba precisamente afianzar y consolidar el consenso colonialista para proteger los mecanismos de acumulación colonial-capitalistas en el territorio: explotación de mano de obra barata, incentivos contributivos para empresas estadounidenses y extracción de riquezas y recursos en el archipiélago. Sobre el particular véase la ponencia que en 1975 ofreció Florencio Merced, portavoz del Partido Socialista Puertorriqueño (PSP), en la Conference on the CIA and World Peace llevada a cabo en la Universidad de Yale. Merced detalla el financiamiento electoral de la CIA al Partido Popular Democrático (también pueden ver la ponencia transcrita y publicada en el libro Uncloaking the CIA (1978), editado por Howard Frazier).
Sobre este asunto dos cosas muy breves: considero que esta situación se explica mediante la tensión existente entre la supeditación de los partidos políticos al régimen colonial-metropolitano y una autonomía relativa que se comienza a fraguar bajo el dominio político del PPD, de 1944 en adelante, y que se consolida con el establecimiento del Estados Libre Asociado (ELA) en 1952. Entiéndase por autonomía relativa que la dinámica partidista – y estatal – en el territorio prosiguió funcionando sobre la base del posibilismo mencionado anteriormente, pero en el que tampoco se podrían atribuir las actuaciones políticas de los partidos plenamente a la dirección, dictámenes e intereses unilaterales del régimen colonial-metropolitano. Se dieron, y se siguen dando, en la colonia dinámicas inherentes a la lucha de clases en las que la burguesía criolla e intermediaria jugará un rol determinante. Mantener esta distinción será importante a la hora de evaluar el último eje del régimen bipartidista del 68’ bajo la racionalidad estructural y subjetiva del neoliberalismo colonial.
Por lo tanto, el consenso bipartito del 68′ tiene que ser entendido en el marco histórico y normativo de la colonia, pues es el resultado de las dinámicas económico-políticas entre metrópoli y territorio que incluyen, ciertamente, la intervención y estrategias de control que empleó (y sigue empleando) el gobierno estadounidense en la política local. Urge romper con aquellos discursos que definen al bipartidismo como un problema esencialmente cultural que hemos heredado orgánicamente de nuestras familias. Al final de cuentas, este enfoque elude la principal contradicción en nuestro país, la colonial-capitalista, y promueve un entendimiento incompleto, o tremendamente falaz, alrededor del llamado bipartidismo. Se hace necesario apalabrar esa carencia discursiva y metodológica para entender política e históricamente el bipartidismo o el régimen del 68’. De otro modo se corre el riesgo de regenerarlo con nuevos rostros e instituciones. La dinámica reciente, que han bautizado como los nuevos partidos políticos emergentes, hay que leerla en esta clave: ante la crisis del bipartidismo, se han proyectado como candidatos a llenar y consolidar un nuevo consenso o contrato colonialista. Destacan en esos intentos el hoy extinto partido Puertorriqueños Por Puerto Rico (PPR), el Partido del Pueblo Trabajador (PPT), Proyecto Dignidad (PD) y el partido MVC. Incluso, este último ya fue apoyado y mantenido económicamente en 2020 por un poderoso actor político estadounidense: el SEIU, un sindicato que sirve como un gran recaudador económico – una especie de Political Action Comittee (PAC) – del Partido Demócrata. Aunque se trata de un sindicato, no se puede saltar la historia sindical estadounidense y su relación y complicidad con el aparato imperial de su país; se trata, sugiere el académico estadounidense Kim Scipes, de un tipo de labour imperialism.
Situación instrumental del estado criollo y bipartidismo: la consolidación del neoliberalismo colonial
En este régimen de alternancia, que hoy llaman bipartidismo, el consenso colonialista se consolidó – no sin resistencia, por ejemplo, del PSP y la lucha armada – y añadió un elemento complementario: el neoliberalismo como expresión postindustrial del capitalismo colonial. Así, se afianzaba en el país un renovado consenso bipartidista alrededor de lo que llamaremos un neoliberalismo colonial. José Atiles Osoria describe esta etapa en los siguientes términos:
A raíz de la Crisis del Petróleo de 1973, el modelo económico de industrialización por invitación entró en recesión, lo que condujo a una grave crisis económica. Esta crisis provocó el cierre de un importante número de industrias en la Isla, y también una nueva transformación en las políticas de desarrollo económico. Así, la década de los 80 marcó un período de estancamiento que culminó con una nueva transición del modelo económico de PR y de los discursos jurídicos económicos y políticos que, para efectos de este trabajo, denominaré neoliberalismo colonial. Esta transición se materializó en la década de los 90 con la transformación de la economía puertorriqueña de un modelo económico industrial extractivo-productivo a un modelo económico predominantemente posindustrial basado en el consumo, el turismo y el mercado especulativo.
Ahora bien, como advierte David Harvey, bajo el neoliberalismo el Estado queda subsumido por las lógicas y racionalidades propias del capitalismo globalizado de postguerra desde el cual se declara una santa cruzada contra las concesiones de clase que se conocieron bajo el llamado estado social de bienestar (o estado benefactor) y su papel central en la regulación planificada de la economía. Es decir, bajo la hegemonía neoliberal se configura lo que Luis Tapia – partiendo de René Zavaleta – llama un momento instrumental del estado entendido como
…aquellas situaciones en que miembros de la clase dominante – es decir, los principales empresarios tanto de […] las manufacturas o el capital financiero – se encuentran personalmente ejerciendo las principales tareas y cargos de dirección del gobierno y el estado. […] En consecuencia, se ve que el contenido de las políticas de gobierno y las tareas de legislación favorecen de manera bastante directa, incluso a veces explícita, a los intereses de las fracciones de capital de las cuales provienen.
Podemos identificar dos etapas complementarias de ese momento instrumental del estado – y de los partidos políticos dominantes – bajo el modelo económico y político del neoliberalismo colonial en Puerto Rico:
- 1- Primer momento (1993-2016): supeditación de ambos partidos – comenzando con el PPD – a las lógicas e intereses neoliberales desde la década del 80’, pasando por un punto álgido en la década del 90’ cuando el PNP, bajo el gobierno de Pedro Rosselló González, introdujo reformas neoliberales agresivas que privatizaron importantes sectores y activos públicos que fueron acompañadas con políticas que criminalizaron las clases pobres y populares en el país, como lo fue la mano dura contra el crimen. Este primer momento instrumental del estado (1993-2016) queda vulgarmente demostrado con la estrategia empleada en los 90’ conocida como “Empresarios con Rosselló” y la imposición de políticas neoliberales en gobiernos sucesivos tanto del PPD como del PNP: la ofensiva del gobierno de Aníbal Acevedo Vilá contra la educación superior (aumento de matrícula en la UPR), la organización sindical (como lo fue el caso contra la Federación de Maestros de Puerto Rico con la ayuda del sindicato estadounidense SEIU) y la creación de COFINA como política de acumulación por desposesión y preludio a la crisis de la deuda; la creación del CAREF en 2009 – un grupo de banqueros y empresarios presidido por Richard Carrión, CEO del Banco Popular – nombrado por el gobernador Luis Fortuño, que tuvo a su cargo delinear el mapa de ruta de las políticas neoliberales impuestas en el cuatrienio 2009-2013; el refrito de los “Empresarios con Rosselló” cuando el despuesto gobernador Ricardo Rosselló Nevares declaraba, sin tapujos y frente a un grupo de empresarios en 2017 lo siguiente: “Quiero ser uno con ustedes, por eso es que han podido ver que parte de los objetivos que hemos querido desarrollar, es hacer gobierno con personas que respondan, que tienen una visión compartida con lo que debe ser el Puerto Rico del futuro y que tengan una visión clara”.
- 2- Segundo momento (2016-presente): intensificación de la violencia colonial y consolidación del neoliberalismo colonial con la imposición de la Ley PROMESA que suspende la Constitución de Puerto Rico de 1952 y crea tanto la Junta de Control Fiscal con poder unilateral de veto sobre leyes puertorriqueñas como la Corte de Quiebra bajo el Título III de la mencionada ley con la autoridad de invalidar leyes puertorriqueñas y decidir unilateralmente los conflictos legales entre acreedores y el Gobierno de Puerto Rico. En este caso, el estado colonial queda supeditado plenamente a la autoridad del Congreso de los Estados Unidos y al interés financiero estadounidense. Ante ello, tanto las serviles elites criollas como los partidos políticos del régimen del 68’ no ofrecieron resistencia alguna. Este segundo momento también queda marcado por la pasiva y cómplice mirada del bipartidismo ante las prácticas de asentamiento colonial y desplazamiento de comunidades enteras provocadas por la Ley 60 (antiguamente Ley 20/22).
Ambos momentos instrumentales del estado – y del bipartidismo – son complementarios y las fechas o periodos propuestos no son estrictos. La imposición del neoliberalismo colonial ha significado la aplicación de medidas de austeridad, reducción del gasto público, endeudamiento y privatización de patrimonio nacional, corporaciones públicas y recursos naturales en los gobiernos colonial-neoliberales de Rafael Hernández Colón, Pedro Rosselló, Aníbal Acevedo Vilá, Luis Fortuño, Alejandro García Padilla y el último triunvirato del PNP (Rosselló Jr., Vázquez y Pierluisi). Estos gobiernos intentaron renovar sus linajes colonialistas a través de diversos vectores neoliberales que supeditaron la vida puertorriqueña a la voluntad de la burguesía criolla, Wall Street y, finalmente, al Congreso de Estados Unidos (PROMESA y JCF). La formulación del neoliberalismo colonial ha representado, a simple vista, una intensificación feroz de la violencia colonial que se materializa en la precarización de todos los órdenes sociales de la vida puertorriqueña; especialmente a manos de dos instituciones extranjeras y racistas como lo son el Congreso y Tribunal Supremo de Estados Unidos.
En este punto podríamos identificar una especie de búmeran histórico que dialécticamente le revienta al bipartidismo en la cara, particularmente al PNP. Aarón Gamaliel Ramos lo expresaba en 2005 en estos términos:
Today, annexationist politics in Puerto Rico is at a crossroads. The PNP has achieved the historical feat of expanding support for statehood among a broad segment of the population by emphasizing the theme of economic dependence on the United States. On the other hand, it is precisely the question of dependence that most actively works against the U.S. considerations for annexation because of the pauper conditions of the island. Thus, in the end, the two problems that have historically haunted the annexationist movement in Puerto Rico – consensus and economic viability – stand facing each other as unsolvable issues of the statehood agenda.
El régimen de 1968 ha muerto
Se podría decir que ese régimen de alternancia entre el PPD y PNP hoy día se encuentra sociológicamente muerto y sin poder real – es decir, sin poder social – que reclamar. Por “sociológico” me refiero a una decadencia que se puede observar y medir en diversos factores: pérdida masiva de apoyo electoral y poder de convocatoria, una desgastada imagen ante la opinión pública y, sobre todo, la incompatibilidad de su oferta política con: 1) Las nuevas dinámicas estructurales y subjetivas – explicadas arriba – que van reconfigurando las diversas fuerzas sociales en la colonia; y 2) Las expectativas – también materiales y subjetivas – de la mayoría del pueblo puertorriqueño. Ciertamente, en su decadencia el bipartidismo ha dejado un vacío, una crisis, un interregno como lo llamaría Antonio Gramsci: nadie, al sol de hoy en la colonia, puede reclamar hegemonía. El país atraviesa por una crisis orgánica de lo político (y no solo de la política). Afirma Gramsci que durante este tipo de crisis:
Los viejos dirigentes intelectuales y morales de la sociedad sienten que pierden terreno bajo los pies, se dan cuenta de que sus «sermones» se están reduciendo precisamente a «sermones», a cosas ajenas a la realidad, a pura forma sin contenido, a larva sin espíritu; a eso se deben su desesperación y sus tendencias reaccionarias y conservadoras; como la forma particular de civilización, de cultura, de moralidad que ellos han representado está descomponiéndose, ellos proclaman la muerte de toda civilización, de toda cultura, de toda moralidad, y piden al Estado que tome medidas represivas, y se constituyen en grupo de resistencia apartado del proceso histórico real, aumentando así la duración de la crisis porque el ocaso de un modo de vivir y de pensar no puede realizarse sin crisis.
Tanto el PNP como el PPD se encuentran en esta etapa de crisis que describe Gramsci. Sus “sermones” no encuentran receptores y apego a la realidad puertorriqueña. Mientras que, al mismo tiempo, ambos se han plegado al uso del poder estatal para complacer al sector financiero (local y estadounidense) con la imposición de políticas neoliberales a la vez que reprimen los intentos de diversos sectores sociales y políticos que buscan un radical cambio de rumbo en el país. Prueba de ello son la condescendencia que muestran para con la JCF, legislaciones como la Reforma Laboral de 2017 o las reforma a las pensiones de los trabajadores públicos y, a su vez, la creciente represión a variadas manifestaciones políticas (marchas, verano de 2019, campamentos para proteger recursos naturales, entre otros). O incluso como lo demuestra la disposición en el Código Electoral que prohíbe las coligaciones políticas buscando proteger al régimen colonialista de 1968.
Un elemento clave para entender la muerte sociológica del régimen de 1968, lo son las luchas sociales durante las últimas dos décadas que resisten la violencia tanto colonial como neoliberal. Particularmente, el movimiento por expulsar la Marina de Guerra de los Estados Unidos en Vieques (1999-2003) fue una lucha frontalmente anticolonial y supuso una ruptura con la breve modernidad puertorriqueña. Aunque al momento no era tan evidente, es posible hoy emplear una mirada histórica y política para entender la manera en que ese movimiento social le atestó un golpe mortal al imaginario político dominante hasta entonces, instaurando, a su vez, un nuevo lenguaje y praxis política que se demarcaba abiertamente del bipartidismo. Dice Jorge Rodríguez Beruff:
La dinámica del movimiento [por Vieques] no se ha localizado en los partidos políticos principales, ni éstos han podido hegemonizar el liderazgo [énfasis nuestro], más bien han tenido que ir acomodándose a las acciones que provienen de un amplio abanico de sectores e instituciones. Los desobedientes civiles, las organizaciones viequenses, los ecologistas, las iglesias, los sindicatos, los periodistas, algunas organizaciones de izquierda, las organizaciones profesionales, grupos comunales, la comunidad puertorriqueña en EEUU […] conforman un abanico plural de sectores que han logrado un nuevo protagonismo político. La coherencia que pueda faltarle a esta difusa formación se compensa con la amplitud, flexibilidad y resonancia en la opinión pública (Rodríguez Beruff, 2000: 48).
A la lucha por sacar la marina de Vieques se sumaron importantes manifestaciones como expresiones políticas y culturales: a raíz del asesinato de Filiberto Ojeda Ríos en 2005; movilizaciones multitudinarias y paros nacionales liderados por la clase obrera en contra de las reformas neoliberales de Luis Fortuño (2009-2013); la huelga de la Federación de Maestros de Puerto Rico en 2008; las huelgas estudiantiles de 2010 y 2017; el verano de 2019, entre otros. Sin embargo, fue la lucha contra la Marina en Vieques la que instauró un nuevo imaginario social reconfigurando el mapa organizativo y táctico de nuestras luchas sociales: en el que la forma-partido (no solo el bipartidismo), en general, fue puesta en cuestionamiento; mientras se fomentaba y se privilegiaban – con sus ventajas, desventajas y contradicciones – acciones directas y autogestionadas como principales métodos de luchas.
No será este el espacio para entrar de lleno en el detalle de esas contradicciones, pero el nuevo imaginario desarrollado a partir de Vieques lleva consigo un enunciado bidimensional y contradictorio: 1) A pesar de su planteamiento anticolonial, a partir del evento se ha fomentado una cultura antipolítica – montada sobre la figura fetichizada del consenso – que muy bien se ajusta al marco de referencia del actual neoliberalismo colonial. Sin embargo, esta contradicción es un elemento que, si bien ha debilitado enormemente al régimen bipartita de 1968, también ha dificultado tanto la organización de las izquierdas y el independentismo para disputar el poder político, como la reconfiguración de un imaginario social alternativo dentro de un horizonte anticolonial; y 2) En el enunciado hay una lucha latente entre una versión fetichizada y otra versión liberadora de las acciones directas y autogestionadas de la comunidad y los movimientos sociales en las últimas dos décadas. La primera se encierra o cosifica en sí misma (en tanto objetivos y fines), mientras que la segunda no abandona la lucha por el poder político (entiéndase no solo la lucha por el poder estatal, sino por la soberanía nacional).
El interregno es un espacio-tiempo de lucha
También decía Jesús a la gente: «Cuando ustedes ven una nube que se levanta por el poniente, inmediatamente dicen: “Va a llover”, y así sucede. Y cuando sopla el viento sur, dicen: “Hará calor”, y así sucede. ¡Gente superficial! Si ustedes saben interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo es que no comprenden el tiempo presente?
Lucas 12:54-56
Y si se consideran sus hechos e instituciones de un modo especial, no parecerán diferentes de los hechos e instituciones de Moisés, por más que éste tuviese a Dios por señor. Examinando sus actos y su conducta no se encuentra que debiesen a la fortuna sino una ocasión propicia, que les permitió introducir en sus nuevos Estados la forma que les convenía. Sin la ocasión se hubiera extinguido el valor de su ánimo; pero sin éste se hubiera presentado en balde aquélla. Le era necesario a Moisés hallar al pueblo de Israel oprimido en Egipto, para que se dispusiese a seguirle, movido por el afán de salir de su esclavitud.
Nicolás Maquiavelo
Estas contradicciones se muestran como síntomas – para invocar a Gramsci nuevamente – del interregno político en el que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer. Claro está, en el actual interregno el binomio colonialista del PPD y PNP ha podido, y quizás pueda en el futuro inmediato, ganar elecciones mientras no se consolide un nuevo sentido común anticolonialista; acompañado de acciones concertadas y un acuerdo político entre diversas fuerzas sociales para lograrlo. Esta realidad actual y momentánea – la crisis del bipartidismo – no debe quedar al azar ni a los importantes destellos de espontaneidad como lo fue el verano de 2019 o los resultados del PIP en 2020. Como sugiere Fanon: la espontaneidad es un elemento importante en las primeras etapas de liberación y transformación radical por las que atraviesa una nación colonizada, pero no es suficiente. Hay que cuidar que el destello de espontaneidad no se transforme en un optimismo ilusorio, voluntarista y desmovilizante. Advierte nuevamente Gramsci:
Hay que observar que muchas veces el optimismo no es más que una manera de defender la pereza propia, la irresponsabilidad, la voluntad de no hacer nada. Es también una forma de fatalismo y de mecanicismo. Se espera en los factores ajenos a la propia voluntad y laboriosidad, se los exalta, y la persona parece arder en ellos con un Sacro entusiasmo. Y el entusiasmo no es más que una externa adoración de fetiches. […] El único entusiasmo justificable es el acompañado por una voluntad inteligente, una laboriosidad inteligente, una riqueza inventiva de iniciativas concretas que modifiquen la realidad existente
En lo sucesivo será necesario adoptar nuevas estrategias organizativas y políticas – que combinen tanto tácticas verticales como horizontales – para debilitar al adversario y avanzar. La superación del régimen bipartita y colonialista de 1968 está en el mejor interés del independentismo y de toda la nación puertorriqueña.
Por lo explicado anteriormente, en el interregno o crisis social en el que nos encontramos, no hay espacio para regenerar viejos esquemas políticos montados sobre las premisas del consenso colonialista y pro-integracionista pues ya no es – parafraseando a Álvaro García Linera – generador de esperanzas y certezas. Por lo tanto, se reabre un viejo campo de lucha anticolonial con renovados bríos mientras se mantienen vivas las condiciones propicias para mantener sostenidamente un crecimiento del independentismo. Pero no hay nada dado, y de ahí las dificultades y potencialidades del interregno. Al final, el interregno es un espacio-tiempo de lucha desde el cual – sugiere Nancy Fraser – se enfrentan diversas formaciones históricas que precisamente intentan llenar los vacíos materiales e ideológicos tras la crisis de los valores dominantes en determinados momentos del desarrollo colonial-capitalista. Nos encontramos en uno de esos momentos: intensificación de la violencia colonial e institucionalización de nuevos esquemas no solo de explotación del trabajo, sino de expropiación. Incluso podríamos afirmar que en términos materiales el interregno colonial ha sido el escenario propicio en el que se han articulado prácticas de acumulación originaria: tanto como expropiación del Común (riqueza y recursos), como la destrucción de relaciones sociales, vínculos comunitarios (los desplazamientos de comunidades enteras en años recientes no solo representan la marginalización del puertorriqueño frente al estadounidense, sino el deterioro de tradiciones y vínculos afectuosos y culturales que son parte integral de la vida en comunidad del puertorriqueño). Parafraseando a Marx en relación con la barbarie colonial de Inglaterra contra la India, en Puerto Rico el imperio estadounidense cumple con una doble misión: destructora por un lado y regeneradora por otro. Tiene que destruir la vieja sociedad, las formas culturales y sociabilidades que ya no sirven a sus intereses; mientras sienta las bases materiales para la sociedad que se propone a crear a su imagen, semejanza e intereses.
La fortuna se nos presenta como el tiempo presente: el interregno es también un campo de lucha en el que se podrían abrir viejas grietas sistémicas mientras se configura la oportunidad de sumar un nuevo frente de lucha en el contexto puertorriqueño.
Kairós.
Bibliografía Atiles-Osoria, J. (2018). State of Exception as Economic Policy: A Socio-Legal Analysis of the Puerto Rican Colonial Case. Oñati Socio-Legal Series, 8(6). Fraser, N. (2019). The old is dying and the new cannot be born: From progressive neoliberalism to Trump and beyond. USA: Verso Books. Frazier, H. (Ed.). (1975). Uncloaking the CIA. Free Press. García Linera, Á. (2022). La política como disputa de las esperanzas. CLACSO. Gramsci, A. (2021). Antología. España: Siglo XXI. Harvey, D. (2007). Breve historia del neoliberalismo. España: Ediciones Akal. Ianni, O. (1996). Teorías de la globalización. España: Siglo XXI. Marx, K. & Engels, F. (1970). Acerca del colonialismo. Rusia: Esditorial Progreso. Meléndez, E. (1998). Partidos, política pública y status en Puerto Rico. Ediciones Nueva Aurora. Ramos, A. G. (1980). The Development of Annexationist Politics in Twentieth Century Puerto Rico. The Puerto Ricans, 257-72. Rodney, W. (2018). How Europe Underdeveloped Africa. USA: Verso Books. Rivera, Á. I. (2001). Poder social versus poder electoral en la autodeterminación nacional de Puerto Rico. San Juan: Ediciones Nueva Aurora. Rivera, Á. (2022). Bases sociales de la transformación ideológica del Partido Popular Democrático en la década de 1940-50. San Juan: Ediciones Callejón. Beruff, J. R. (2000). Vieques y la construcción de un poder civil en Puerto Rico. Nueva Sociedad, 168, 41-48. Scipes, K. (2005). Labor imperialism redux?: The AFL-CIO's foreign policy since 1995. Monthly Review, 57(1), 23. Tapia, L. (2009). La coyuntura de la autonomía relativa del Estado. La Paz: CLACSO.
FIN
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3 comments
[…] bipartidismo, o lo que llamo el Régimen de 1968, se encuentra sociológicamente muerto. El dictamen sociológico se da como observación de una […]
Excelente analisis!
[…] un evento bidimensional: 1) En el que claramente se va reflejando la ruptura con lo que llamo el Régimen de 1968 (bipartidismo); y 2) En el que tras la ruptura se abre una nueva secuencia política e histórica […]