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Nunca seré libre…Le explicaré para qué seguiré con vida: para restregar mis cadenas. De la mañana a la noche y de la noche a la mañana. Este ligero sonido inútil se convertirá en mi vida.
Samuel Beckett. “Eleutheria”
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“Hay que estar atentos”, “hay que estar preocupados”, “no se puede bajar la guardia”, “es mejor ser precavidos”, “hay que tener cuidado”. Todas las frases anteriores parecen ser los llamados ordinarios que en nuestra época son proclamados por diversos sectores tanto políticos, empresariales y por medios de prensa. No cesan los discursos alarmistas que nos mantienen en un estado de tensión constante: un asesinato allí, un robo a mano armada por acá, la muerte de una joven inocente, un aumento en la tasa de positividad, una sindemia, la influenza, etc. Parece haber un ansia constante por mantenernos en un estado de alarma y de estrés.
Ese estado de preocupación constante apunta a dos situaciones correlacionadas y descritas por Peter Sloterdijk en su libro Estrés y Libertad (2017). Por una parte, los discursos de alarma crean una situación de incertidumbre e inseguridad que genera las condiciones para que se busque algún tipo de estabilidad social. De ahí, que Sloterdijk plantee que la palabra sostenibilidad se haya convertido en “el síntoma semántico fundamental de la crisis cultural de hoy en día…” (p.13). Por otra parte, ese estado de inseguridad discurseada lleva a Sloterdijk a reflexionar sobre la relación entre el estrés y la libertad; particularmente porque plantea que hoy día lo que mantiene el vínculo de la sociedad es, precisamente, la preocupación o el estrés. De ahí que mencione que los “grandes cuerpos políticos, a los que denominamos sociedades, deben entenderse en primer lugar como campos de fuerzas constituidos por el estrés…” (p.14). Por lo tanto, continúa Sloterdijk, “una nación no es otra cosa que un colectivo que consigue mantener la inquietud común” (p.14). Estar inquieto o mantener la inquietud parece convertirse en el estado de situación y, quizás, en el proyecto político de nuestros tiempos. Nada parece estable o sostenible ya que todo parece precarizarse y llevar el signo de lo incierto. A ello, le podemos añadir que los dispositivos electrónicos (p.e. celulares, redes sociales, etc.) nos mantienen en un estado constante de alerta cada momento en que suena alguna notificación. El tiempo de tranquilidad o contemplación parece haberse fugado. Ese estado de estrés o inquietud es lo que Byung-Chul Han nombró también como el estado de hiperatención en La Sociedad del Cansancio.
Esta situación lleva a Sloterdijk a realizar un análisis de la relación negativa entre el estrés y la libertad. Esa relación negativa se fundamenta en que el estrés o la preocupación constante se convierte en una forma de dominación ordinaria en nuestros tiempos. De otro modo, nos encontramos sujetados a estar en atención permanente ante cualquier eventualidad. Esa forma de dominación lleva a Sloterdijk a un análisis de la relación con la libertad. Para ello, recurre a dos escenarios de libertad que se distancian de la forma ordinaria de concebir dicha noción. El primer escenario se refiere a la liberación romana de la tiranía del reinado etrusco de Tarquinio. En ese caso una indignación colectiva lleva a transformar un sistema de gobierno monárquico y fundar la res publica romana. En ese caso, la libertad supuso un ejercicio de autonomía colectiva frente a la tiranía. En otras palabras, esa vida autónoma suponía adherirse a los principios y costumbres del pueblo/nación y no someterse a los caprichos de un reinado. Normalmente, estas formas de represión política generan un estrés colectivo que se intenta prevenir a través de la obediencia, en lugar de formar movimientos de rebelión o revolución. Sin embargo, llegan momentos, como ocurrió en la rebelión romana, en que los colectivos deciden, de forma intuitiva, que es más fácil soportar el estrés de una rebelión o revolución antes que seguir soportando el estrés de una represión (p.36).
El segundo escenario que contempla Sloterdijk se encuentra en Jean-Jacques Rousseau y su retiro en el lago Bieler que lo llevará a describir en Ensoñaciones de un paseante solitario (1776-1777) su experiencia dentro de una vida contemplativa alejada de todos los deberes sociales y de intercambios con el otro. Se trata, en palabras de Sloterdijk de un “estado de inutilidad elegida en el que el individuo está completamente recluido en sí mismo, y al mismo tiempo está liberado de cualquier identidad cotidiana” (p.31). Por lo tanto, se trata del sujeto que ha conquistado un estado de despreocupación de los asuntos sociales y mundanos (p.31). Ese estado de ensimismamiento supone que la realidad, entendida aquí como el mundo objetivo de deberes y obligaciones, puede ser olvidada momentáneamente. El enclaustramiento de un monje, el éxtasis de un artista en su momento creativo, una persona endrogada o alcoholizada son formas de olvido de esa realidad y, por lo tanto, estados de búsqueda de la libertad.
Ambas concepciones de libertad operan de forma negativa frente al estado de situación de inquietud colectiva. Atender a las preocupaciones cotidianas no es sólo una forma de sometimiento a una especie de tiranía, Sloterdijk le llama dictadura de lo real, sino también de distanciamiento de la inutilidad contemplativa para dedicarse a atender los asuntos de los otros. Sin embargo, aquí el carácter contradictorio, no se podría pensar en una sociedad donde todos se despojaran de sus deberes para liberarse de toda preocupación comunal. De alguna manera, la idea moderna de libertad asume ese desarraigo del sujeto de la esfera de lo común o de las preocupaciones objetivas (p.63). Esa concepción moderna de libertad es, desde mi lectura de Sloterdijk, una derivación errónea del estado contemplativo propuesto por Rousseau. Se podría decir que la concepción moderna de libertad asume una despreocupación ingenua e irresponsable con los otros, como si la gente no necesitara de los otros. Lo que indica la segunda concepción de libertad narrada por Rousseau es de un distanciamiento temporal de la realidad pero que regresa a ella como compromiso con los otros. No se trata, como se concibe actualmente la libertad, de la absoluta desvinculación del otro o, como decía aquella pegatina, “vive tu vida no la mía”.
Hemos mencionado que la tiranía de esas “preocupaciones objetivas” o el “estrés colectivo” impulsan a someterse a un estado de alerta constante. Pero su forma de dominación se mantiene porque a su vez se distribuyen espacios de descomprensión en donde se puede despojar de dichas preocupaciones: vacaciones, fin de semana, feriados, etc. Esa distribución no es equitativa en la población y, por lo tanto, se podría decir que hay una distribución desigual de las formas y los tiempos de separarse de la inquietud común. De otra manera, hay una distribución desigual de las condiciones para la inutilidad ya que no todo el mundo tiene los medios para separarse de los asuntos colectivos.
Por otra parte, también su forma de dominación está constituida por la ausencia de un referente. Cotidianamente se mencionan frases como “esto no está fácil” o “estamos aquí en la lucha”. ¿A qué lucha se refieren? ¿Con quién se lucha? ¿Qué es lo que no está fácil? Menciona Sloterdijk que estas frases hablan del “despotismo sin rostro de lo real”(p. 38) que se ubica globalmente en la “forma del fantasma de la especulación financiera”. Aunque no hay un objeto o un referente de dicha tiranía, se contiene y se limita el ejercicio de la libertad. En otras palabras, son libertades sometidas a formas de tiranías ordinarias que no tienen un referente fijo pero nos mantienen en un estado de preocupación o estrés constante.
El ejercicio de libertad consiste, siguiendo a Sloterdijk, en rebelarse contra ese estado de ordinario de las cosas y estar “disponible para lo improbable” (p.68). Como mencionamos, ese ejercicio de la libertad supone reconocer que la libertad no se trata de un desarraigo de lo común. No se trata de una vida contemplativa desligada de la realidad. Más bien, la libertad en tanto desvinculación/despreocupación de las cosas ordinarias supone también “recuperar por sí mismo el camino hacia lo objetivo” (p.67) y asumir, en clave sartreana, el engagement; que no es otra cosa que un sujeto libre que ya no está a la espera para que la realidad cambie sino que sale a su encuentro (p.67). Es un engagement que “no surge de la necesidad de expresión ni de una pulsión, ni de una neurosis ni de una carencia, sino que es consecuencia de una experiencia de la libertad”. (p.67). De ahí que Peter Sloterdijk apuesta a seguir defendiendo la libertad para que la palabra liberalismo deje de significar codicia o desarraigo y vuelva a significar generosidad. También para que la palabra liberalidad vuelva a ser “signo de la simpatía por todo aquello que libere a la gente de cualquier tipo de despotismo” (p. 70).
Estamos en una época en donde están surgiendo autoritarismos evidentes y sutiles; y en donde las libertades están cuestionadas o mal entendidas como despreocupación con el otro. Por ello, me parece que el texto de Peter Sloterdijk invita a una reflexión sobre la libertad pero, a su vez, sobre esas formas de dominación cotidianas que mantienen a la sociedades en un estado de inquietud constante. Me parece que el texto es una invitación a volver a rescatar la quietud como acto político que permite distanciarse, contemplar y comprometerse con la vida común.
FIN