Hace más de un año, en una reseña sobre su segundo libro, El único refugio son los párpados, asumí el riesgo de indicar sin reserva que Marta Jazmín García instaura con organicidad en su poemario una poética del límite, posibilitador (este límite) de una tirantez que acontece entre dos polos de índole existencial: un adentro y un afuera, contrapuestos ambos en el contexto de un careo irreductible. A esto añadí que, en dicha tensión limítrofe, se genera, a su vez, una aspiración a un espacio intimista que apuesta por una interiorización de señas renovadoras capaz de superar la precariedad o la hostilidad amenazantes que advienen del exterior. A la luz de su libro más reciente, insisto en dicho planteamiento; con la salvedad de que en El sitio del relámpago las instancias enfrentadas se transforman significativamente en lo alto y lo bajo.
¿Cómo se manifiesta lo alto y cómo se manifiesta lo bajo en este poemario? ¿Qué función tiene esta espacialidad en el poema? ¿Qué comunica? ¿De qué figuraciones se vale la autora para ello? Estas son algunas de las preguntas que intentaré responder a continuación.
En el orden simbólico de los espacios, tan importante para este libro, lo bajo remite a lo terrenal, a lo corporal, a lo inferior; lo alto -por su parte- refiere a lo celestial, a lo espiritual, a lo superior. En torno de este binarismo jerarquizador se organiza gran parte de «El sitio del relámpago»; pero no para respetarlo, como se supondrá; sino para cuestionarlo, e, incluso a veces, para desestabilizarlo y transgredirlo desde el valor y el peso de la palabra originada por fuerza al límite de dicha oposición. Quiero decir que se suscita entre ambos polos (entre lo alto y lo bajo) una suerte de pliegue tensional que toma la forma del filo cortante de una escritura que, más allá de registrar meramente el problema, da cuenta de la palabra poética como exacto dispositivo mediador que trasciende las fallas de la dualidad que enfrenta el sujeto que habla en los distintos textos del poemario. El poema titulado “Salmo vertical” finaliza con dos preguntas que expresan el conflict topológico al que saludo:
¿Es la sed de la tierra quien llama? ¿Es un cielo desplomado lo que quema?
Ambas preguntas sugieren la disputa entre lo alto y lo bajo. La tierra y el cielo, en ese sentido, se enfrentan a través de un cuestionamiento que sitúa al sujeto que habla en el límite en que confligen los dos extremos que le compelen. Dicho límite, sin embargo, no es una instancia negativa afectada por el anquilosamiento o la neutralidad en que podría devenir el encuentro paralizante de las fuerzas contrarias; todo lo contrario: es un espacio de concertación, una tabula rasa en que se reinscribe la palabra en función de convenir con el misterio. Ese espacio es el sitio del relámpago en sí, tal y como queda expresado desde el título del poemario.
Bajo la impronta del fuego y su simbología, que remite tanto a la iluminación, al ardor y a la purificación, despunta de forma relevante un guiño heraclitiano que engarza la Fuerza primaria e, incluso, reconstructiva de lo ígneo con el poder de la palabra poética. El sitio del relámpago es así, en este poemario, el lugar en que lo poético se manifiesta a manera de una revelación absoluta para fundar una mirada nueva que fusiona conocimiento y asombro allí donde lo arcano no parece ser más que enigma impenetrable.
Como una variante del fuego, el relámpago, en este libro, es, entonces, imagen cardinal; y representa la poesía en tanto enunciación trascendental que alumbra súbita y escurridizamente, como el resplandor del rayo en la oscuridad, el lugar en que una visión superior del mundo y un alto nivel de conciencia concretan su aparición contundente pero fugaz. Bajo el peso simbólico del relámpago, esta es una poesía del instante iluminador, de la epifanía fundacional, del despertar estremecedor. Si “Oscura (y) cerrada parece a menudo la interioridad del mundo” tal y como se expresó Hölderlin en su poema “Visión”, el fogonazo relampagueante de la poesía de Marta es apertura y deslumbramiento, y, por ello, como es consustancial al poder arrasador del relámpago, es también devastación y reconstrucción. Como parte del ciclo purificador del fuego, los textos de El sitio del relámpago conforman de igual manera una poesía de la transformación.
El poema “Claros del bosque”, cuyo título intertextualiza uno de los libros esenciales de María Zambrano, puede leerse como una suerte de arte poética, según lo antedicho:
Él traduce mi derrumbe humano a ramas y yo le devuelvo su lenguaje cuando abrazo la madera. Esa es la historia del fuego.
“Derrumbe”, “fuego”, “retorno” y “lenguaje” son las palabras claves en este texto para dar cuenta de una voluntad poética arraigada al efímero pero puntual instante de renovación y transformación que acontece en los confines donde se abrazan los extremos opuestos. Para Marta la historia del fuego es la historia de un abrazo, aquel en que se concilian las extrapolaciones en pugna a fin de despejar el espacio en que se suscita a la espera de la repentina revelación de la poesía justa y necesaria. En ese sentido, El sitio del relámpago constituye, a su vez, una poética de la fe, de la creencia absoluta en la palabra poética en tanto instancia que posibilita edificar una morada discursiva que ampare al ser de las contingencias y hostilidades. Al final del poema “Preludio” ello queda expresado de forma tajante y 4significativa: “Yo escribo para construir mi casa”. Me atrevo a decir que esa es la matriz que organiza la propuesta poética de todo el libro. Si el poemario está abocado a buscar una resolución al problema que presenta el límite en que se tensan los polos opuestos, la casa discursive a la que aspira mediante la escritura es distención, disposición, término y reparación.
En relación con la metáfora de la casa, Amor López Jimeno ha señalado que esta, en su acepción simbólica, ha sido tradicionalmente entendida como referencia vital y emocional de primera magnitud con resonancias que evocan seguridad, calor, protección; todas ellas características asociadas al espacio del origen o del refugio inamovible al cual se puede retornar no sin un dejo utópico. En concordancia con lo antedicho, Gastón Bachelard ha afirmado, a su vez, que “la casa es un cuerpo de imágenes que dan al hombre razones o ilusiones de estabilidad”, pues “suplanta contingencias (y) multiplica sus consejos de continuidad”; y añade que “sin ella el hombre sería un ser disperso”. Desde la perspectiva de ambos autores, la morada discursiva en la que pretende instalarse la poesía de Marta Jazmín constituye la figuración de un espacio fundamental que otorga un sentido de orden, cohesión y resguardo ante cualquier posibilidad de fraccionamiento que, a su vez, implique dispersión.
Así, El sitio del relámpago conforma, además, una poética del retorno y la mirada; de la vuelta al origen y el reajuste de la vista; del regreso a la palabra fundamental capaz de fundar de nuevo al ser y el mundo en un inevitable curso de visiones y cegueras. “El mundo / siempre ha existido / por una palabra” es cuanto se enuncia en el poema titulado “Último día”; y en el poema final del libro, que es el que da el título a la compilación completa, con convicción se afirma que “existe la poesía”, razón para readaptar la mirada sin temor alguno en dirección de la oscuridad y su misterio, pues allí, donde la luz es negada, imprevistamente germina la fulminante iluminación. Así finaliza el poemario:
Las retinas discurren el sitio del relámpago. Ese -al parecer- tan oscuro.
FIN
Federico Irizarry Natal labora como profesor de Español y Literatura en la Universidad de Puerto Rico en Ponce y en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. Ha sido miembro fundador y director del Colectivo Literario El Sótano 00931. Ha escrito los poemarios Kitsch (Isla Negra, 2006) y Minoría Absoluta (Aventis, 2011); y también, el ensayo La escritura del Gremlin: Posmodernidad y Minimalismo Antipoético en tres poetas puertorriqueños: Salvador Villanueva, Edgardo Nieves Mieles y Jorge David Capiello (Isla Negra, 2020). Varios de sus artículos, textos literarios y entrevistas han sido publicados en revistas nacionales e internacionales.
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[…] Federico Irizarry Natal (Diciembre 2022) “El sitio del relámpago de Marta Jazmín García: una morada discursiva abra(z/s)ada por el fuego” en Revista Siglo 22. URL: https://sigloxx22.org/2022/12/11/el-sitio-del-relampago-de-marta-jazmin-garcia-una-morada-discursiva… […]