Me propongo aquí compartir una serie de reflexiones en torno al libro La sombra autocrática y el espectro fascista en Estados Unidos. Si bien el título hace referencia mayormente al segundo texto publicado, cuyo autor es Roberto Alejandro Rivera, éste a su vez es coordinador o presentador de esta obra colectiva en la que se reproduce una serie de 26 escritos de 16 autores publicados por la Revista Siglo 22.
Antes que todo, quiero felicitar al colectivo de la Revista Siglo 22 por el contenido de éste su primer libro, el cual cuenta con una muestra altamente reveladora de la profundidad del pensamiento que se empuña por este grupo selecto de intelectuales y académicos frente a la también profundidad de la crisis que nos arropa hoy. Nuestras circunstancias, sean las insulares, las de la metrópoli, las de Nuestra América, o del mundo en general, eluden ser apalabradas con ligerezas.
Contrario a esa falacia que la posmodernidad, en su acepción conservadora, nos dejó como legado, de que cada cual tiene su verdad u opinión, es decir, de que habitamos en el reino de la relatividad absoluta, hay que volver a creer en que sí hay verdades o, si se prefiere, saberes que necesitamos seguir buscando, reconociendo y cultivando. No me refiero a verdades o saberes trascendentes o a las ideas a priori de la razón moderna y burguesa, sino a las verdades y saberes inmanentes a nuestras particulares circunstancias y nuestra voluntad de poder sobre estas; verdades que deben ser validadas por los hechos y no por las elucubraciones, las narrativas fantasiosas o parcializadas que inundan nuestros medios de comunicación y la política tradicional. Ello se inscribe en lo que se ha propuesto en la alternativa como la transmodernidad, esa otra manera de ver la ruptura epistémica vivida en estos tiempos a la representada por esa otra narrativa relativista y débil de esa acepción conservadora de la posmodernidad que terminó subsumiéndose bajo las lógicas de dominación del capital.
Por aquello de aceptar la invitación del poeta Israel Ruiz-Cumba de ser dialécticos, propongo que se trata no sólo de realizar una negación crítica de la Modernidad eurocéntrica, sino que sobre todo de materializar una afirmación dialéctica de un muy otro horizonte no sólo epistémico sino que también sistémico e, incluso, civilizatorio. De paso, la exploración de nuevos sentidos de la vida y las relaciones sociales ya no uni-versales y privatizantes sino que más bien pluri-versales y comunizantes. Estamos, pues, ante una nueva vuelta de tuerca bajo el cual resurge el tiempo histórico y se vuelve a despertar el proceso de potenciación, con la necesaria humildad cognitiva, de nuevas narraciones liberadoras.
En ese sentido, hay que entender que apalabrar ese muy otro horizonte sólo es posible desde nuestras acciones y experiencias, tanto las colectivamente normadas como también las autonormadas. Sólo así nos erigimos en sujetos constitutivos de esa nueva realidad o de lo real –Lacan dixit- que anida inconscientemente en nuestras cabezas y que, en última instancia, es una trinchera sin fin, más contradictoria y aleatoria que teleológica en su devenir permanente. La dialéctica asume así un parecido a la lucha permanente del mítico Sísifo. Pero, como bien advierte Roberto Alejandro a nombre del colectivo de Siglo 22 en la “Presentación” del libro, ello no es impedimento para trabajar en nuevas narraciones críticas desde las cuales enfrentar el presente y el futuro con esperanza. Y es que la situación política actual en Puerto Rico parecería estar anunciando la potenciación de otra vuelta de tuerca, es decir, una posibilidad histórica de otro horizonte desde el cual empezar a superar la crisis profunda del orden colonial-capitalista que hoy se vive.
Dicho lo anterior a modo introductorio, pasaré ahora a comentar sobre los escritos recopilados en este libro. Mi periplo por su contenido, sin embargo, no va a respetar el orden de su presentación. Impondré un orden propio que me permita agrupar los escritos en función de organizar mejor mi exposición según los diversos temas.
La sombra autocrática y fascista que arropa a EEUU
Empecemos por el escrito del compañero Roberto Alejando Rivera titulado “Estados Unidos: La sombra autocrática y el espectro fascista”. En este texto, Roberto, profesor de teoría política en la Universidad de Massachusetts en Amherst, aborda el tema del desmoronamiento creciente de los pilares del orden constitucional estadounidense, particularmente a partir de 2017 bajo la presidencia de Donald Trump. Ejemplo de ello es su intento de permanecer en el poder por medio de un proceso fraudulento de desestabilización de todo el proceso de traspaso ordenado al nuevo presidente electo, Joseph Biden, incluyendo el intento de golpe del 6 de enero de 2021. Sin embargo, advierte el autor, Trump es tan sólo un síntoma que sirvió para ahondar fisuras ya existentes en la política y la sociedad estadounidense, producto del fin del Estado de bienestar iniciado a partir del Nuevo Trato y la vuelta, bajo el manto del neoliberalismo, al capitalismo salvaje de fines del Siglo 19 y principios del Siglo 20.
Ahora bien, según el respetado politólogo boricua, justo es reconocer que de esta crisis también son responsables presidentes Republicanos como Ronald Reagan, así como mandatarios Demócratas como Bill Clinton y Barack Obama. Estos propiciaron la globalización económica aún a costa de sumir en la creciente precariedad, desigualdad y en el olvido a sectores importantes de su propia sociedad, quienes suman, según la popular consigna, el 99 por ciento de ésta, siendo que sólo el 1 por ciento se beneficia de este orden neoliberal. Con su consigna Make America Great Again!, acompañado de ese otro llamado a Let’s Take our Country Back! con la cual se definía a los inmigrantes y al mundo exterior como la causa del colapso del American Dream, Trump se aprovechó de las frustraciones acumuladas de importantes sectores del pueblo contra los poderes establecidos. Y ni el Establishment, el opositor Partido Demócrata, la academia o los medios pudieron ver lo que venía. Tampoco pudieron percatarse de lo que Roberto Alejandro califica como la crisis de legibilidad que le arropaba y que él define como la “ruptura entre gobernantes y gobernados, un descoyuntamiento en ese ámbito de valores que preserva y explica los lazos entre los primeros y los segundos”. Ante ello, “el orden simbólico de lo constitucional pierde legibilidad”, lo que propicia el surgimiento de un orden simbólico alternativo.
A lo que el compañero describe como crisis de legibilidad, yo lo he abordado también en el pasado como crisis de legitimación, lo que se refiere a que el orden socioeconómico, incluyendo lo jurídico, ya no logra satisfacer las necesidades y las expectativas del pueblo como para seguir contando con su adhesión política. Ello incluye la incapacitación sistémica para producir los suficientes sentidos motivacionales, sobre todo ante la creciente precarización de sus vidas cotidianas. Eso puede explicar, en parte, el surgimiento de sentidos o narrativas alternativas que se podrían asemejar a lo que, para el psicoanálisis, ocurre bajo un síntoma de ruptura psicótica colectiva basada en una forclusión de la capacidad del sujeto para simbolizar unas circunstancias que se le presentan como enigmáticas. Los vínculos entre el yo y el mundo exterior se hallan interrumpidos o al menos perturbados. O estaremos ante eso que tanto Freud como Lacan llaman pulsión que en el caso del fenómeno de masas se cede su Yo, así como su pensamiento, a favor de un “Amo”, el cual se le antoja carismático. De ahí que las pulsiones sean opresivas y destructivas. La forclusión del sujeto queda así configurada como si fuese algo natural, como también resulta incuestionable la adhesión cuasi-irracional al “Amo” en cuestión. Tal vez eso podría explicar lo que el profesor Roberto Alejandro identifica como “acciones que escapan las categorías tradicionales del análisis político delimitado por lo constitucional y se adentran en la madeja de lo clínico y aberrante”.
No obstante, antes de concluir mis comentarios sobre este escrito, hallo un tanto problemática la solución propuesta por el compañero Roberto Alejandro a la crisis presente en Estados Unidos: la reafirmación por el Partido Demócrata de la Constitución y la institucionalidad. ¿Y qué si la Constitución, tanto la formal como la material, está rota, así como la institucionalidad a cargo de su interpretación y aplicación? ¿Y qué si el Partido Demócrata es también parte del problema, es decir, parte integral de un sistema a todas luces disfuncional incapaz de ir a la raíz estructural de los problemas que aquejan a la sociedad estadounidense?
No podemos olvidar la admonición de Walter Benjamin de que detrás de cada fascismo hay un fracaso, una derrota o una oportunidad perdida de la izquierda. A lo que añadiría que también hay que repensar qué es realmente la izquierda en estos tiempos, al haberse estirado tanto ese concepto para cobijar incluso fuerzas que no son antisistemicas o anticapitalistas. Es el caso del Partido Demócrata de Estados Unidos, incluyendo sus sectores liberales y aún los llamados progresistas, incluyendo los que se proclaman socialistas democráticos, con independencia de lo que puedan alegar demagógicamente tanto algunos de sus seguidores como también sus opositores. Dicho Partido ha sido cómplice del surgimiento de este espectro autoritario que se despliega actualmente por Estados Unidos. Me refiero a su complicidad en el desarrollo del fascismo societal y económico que le sirve de eje a su visión de Estados Unidos como excepción histórica destinada a gobernar sobre el mundo sin más ley que su interés nacional que, en el fondo, es el interés de ese 1 por ciento antes mencionado. Pero hablo también de la violencia nuestra de cada día contenida en la exclusión y la segregación que caracteriza a la sociedad neoliberal; la doble vara clasista, racista y sexista que caracteriza su Estado de derecho; la desposesión de los derechos de los trabajadores y de los pensionados; la privatización violenta de lo público, incluyendo la gestión gubernamental; la tiranía del capital financiero; el uso del sistema monetario como arma de guerra para desestabilizar y bloquear económica y políticamente a países que consideran amenazas para sus intereses imperiales; y, más recientemente, la puesta en práctica, desde el 2001, de una estrategia de dominación apuntalada en un “nuevo orden mundial basado en reglas” unilateralmente decidido y parcializado, en sustitución del derecho internacional. La guerra “proxy” que hoy libra el gobierno de Biden en Ucrania contra Rusia, la guerra híbrida que ya va librando éste también contra China y el apoyo incondicional a Israel en su genocidio abierto contra el pueblo palestino, también dan testimonio de cómo el imperialismo estadounidense y su complejo militar-industrial cuenta con el apoyo oficial tanto de Demócratas y Republicanos para mantener, a sangre y a fuego, su dominación en el mundo. Es así como Estados Unidos representa hoy la mayor y más consistente amenaza a la paz mundial y a la solución pacífica y justa de los conflictos.
Otro horizonte podrá ser posible, pero está en otra parte, no en el orden prevaleciente. Pero eso es harina de otro costal que podrá ser tema para otra ocasión.
Hacia una nueva gramática de nuestro mundo
Paso así al próximo escrito “Hacia una confluencia del marxismo y la interseccionalidad”, en que el compañero José Anazagasty expone sobre el libro Marxism and Inter-sectionality, de la filósofa y activista estadounidense Ashton Bohrer. Según ésta, “la gramática de nuestro mundo” y las diversas formas que asume la explotación y opresión bajo el capitalismo debe fundamentarse en el marxismo así como en la teoría de la interseccionalidad si de trascenderlas se trata. Se alude así al imperativo de reconocer las complejas relaciones entre la raza, el género y la sexualidad con la clase social, superando cualquier reduccionismo economicista de la lucha social.
Para Bohrer la interseccionalidad comparte con el marxismo su carácter como teorías críticas del poder, a pesar de que los marxistas tendemos a mirar con cierta suspicacia la llamada política de las identidades, el cual tiende a abstraerse de la materialidad de lo social bajo el capitalismo, en particular la lucha de clases. Bohrer, sin embargo, insiste en su visión de la inseparabilidad entre el análisis en torno a las identidades y el análisis de las clases sociales. Para la autora, todas las opresiones son fundamentales. Puntualiza que las opresiones producidas bajo el capitalismo no se reducen a la explotación, como tampoco la clase social se reduce a ésta como la única opresión de la que es víctima.
El profesor Anazagasty aclara sobre lo anterior que, según Marx, “lo concreto lo es porque es la concentración o unión de muchas determinaciones, la unidad en la diversidad”. Insiste en que las contradicciones para Marx nunca son reduccionistas. Es por ello que Bohrer se identifica con una dialéctica en que los diversos polos de la estructura de dominación existen en “tensión creativa”. También constituyen fuentes materiales que prescriben acciones estratégicas concretas. Ahora bien, la autora reconoce que tal vez el mismo concepto de interseccionalidad no sea el más efectivo para describir esa relación dialéctica, algo en que tiendo a coincidir.
La libertad entre la docilidad y el rugido
Mis próximos comentarios serán con referencia a escritos en torno a Puerto Rico. Empezaré por el titulado “René Marqués en la década de 1960: Una aproximación a su ensayística y sus concepciones histórico culturales”, del historiador Mario R. Cancel Sepúlveda. El tema me toca de cerca, en primer lugar, porque se trata de aquella década que sirvió para definir mi generación como la Generación del ’68, la que quiso tomar el cielo por asalto para cambiar el mundo. En segundo lugar, porque tanto mi lectura del magistral ensayo de René Marqués “El puertorriqueño dócil” así como su también laureada novela “La víspera del hombre”, me marcaron profundamente, a pesar de yo ser de lo que Juan Angel Silén llamó “la generación encajonada”, en oposición a la idea de que fuésemos “dóciles”.
En mi caso, siempre interpreté la “docilidad” como una provocación lanzada por René Marqués en el marco de la crítica de Frantz Fanon a la psicología del colonizado. Buscaba romperle el “baile sin música” a los “happy colonials”, como antes lo había hecho Betances. De ello me convencí dado que, en tercer lugar, tuve la dicha, en mis años universitarios, de compartir una noche con René Marqués en su casa en el campo, acompañado de su hija Brunilda y de su prima, María del Mar, en aquel entonces mi novia y quien sería luego mi primera esposa. Detrás de cierta actitud nihilista, pude percibir en él la angustia existencial de quien veía a su patria metida en un callejón sin salida y sin la capacidad para salir de las circunstancias propias de su dominación. Y a diferencia de Fanón que reconocía en la violencia del colonizado contra el colonizador algo liberador, René Marqués parecía considerar toda violencia como suicida en nuestro caso, aunque parecería que ello se debía a la incapacidad de ésta para interrumpir lo que llamaba el silencio colonial. Esa desconfianza en los actos espectaculares la pude percibir en sus reacciones a algunas de las posturas radicales que nos atrevimos tímidamente expresar en nuestra conversación. Ello me recuerda hoy un poco a la desconfianza de Nietzsche hacia los “grandes acontecimientos”:
“ ‘Libertad’: tal es vuestro rugido predilecto. Pero yo he perdido la fe en los grandes “acontecimientos” cuando le rodean los aullidos y la humareda. (…)
El mundo no gira alrededor de los inventores de ruidos nuevos, sino en torno a los inventores de nuevos valores; de modo inaudible gira.
¡Confiésalo! Cuando tu ruido y tu humareda se disiparon, siempre había ocurrido bien poco” (Federico Nietzsche, Así habló Zarathustra, Barcelona: Bruguera, 1984, p. 174).
El Puerto Rico del fin de las promesas
Por otro lado, está el trabajo del compañero Edwin Irizarry Mora titulado “Las leyes 20 y 22: Una breve reflexión sobre sus consecuencias económicas y fiscales para Puerto Rico”. Ambas leyes responden a la desbancada idea neoliberal de que mientras más ricos son los ricos, algo de ello termina por chorrear hacia abajo al pueblo. Según el economista mayagüezano, ello ha llevado al trastoque de las fuentes de ingreso del gobierno y a un incremento en los ingresos no recibidos, los cuales no consiguen ser compensados con la creación de entre 30,000 a 40,000 empleos. De ahí el impacto negativo que han tenido ambas leyes para las finanzas públicas del país.
Por otro lado, dichas leyes han contribuido al inicio de un proceso de sustitución poblacional. ¡Un Puerto Rico sin puertorriqueños!, fue la consigna lanzada por un relacionista público del exgobernador Ricardo Roselló. Demás está decir que ya el 60 por ciento de los puertorriqueños radican en EEUU.
En gran medida, las exenciones han servido para financiar las actividades especulativas de sus beneficiarios en bienes raíces. Sin embargo, mientras estos acaparan propiedades para alimentar la especulación financiera, a un sector cada vez más significativo de la población boricua se le hace difícil encontrar casa, para comprar o alquilar, a un precio accesible.
Me hubiera gustado ver una propuesta alternativa de parte del compañero Irizarry Mora para la sustitución de estos tipos de incentivos que en nada contribuyen al desarrollo de una economía productiva y autosustentable que rompa con las lógicas neoliberales y de dependencia colonial.
Por su parte, el profesor Aaron Ramos escribe sobre “Las otras promesas: La recolonización de las Antillas neerlandesas del Caribe”, en la que nos ilustra sobre otros ejemplos del fin de las autonomías territoriales o coloniales del Caribe, además del acaecido con la imposición en 2016 en Puerto Rico de la Ley Promesa y su Junta imperial por el presidente Obama y el Congreso federal. El marco colonial de la llamada autonomía territorial ya ha probado ser incapaz de cumplir con promesas de progreso. De ahí que han pasado a reconstituirse en territorios coloniales gobernados de facto por sus metrópolis.
Sobre el impacto destructivo del neoliberalismo en nuestro país está también el escrito del profesor Ricardo R. Fuentes Ramírez titulado “Universidad y desarrollo económico: Los estragos del neoliberalismo y posibilidades hacia el futuro”, en el que autor claramente propone una ruptura hacia una economía política radical y poscapitalista. Bajo ésta, hay que dejar de ver la educación universitaria pública como una mercancía sujeta a las leyes ciegas del mercado. Incluso, habría que repensar la gobernanza democrática a partir de un nuevo modelo de economía solidaria. Propone a la Universidad de Puerto Rico como un espacio institucional desde el cual propiciar esta conversación. Como parte de ello, la UPR podría apoyar el desarrollo de iniciativas a modo de semillas de un futuro poscapitalista. La Universidad podría contribuir a un mejor entendimiento de la nuestra realidad actual como también en uno de los gestores principales de los cambios estructurales requeridos.
Ya sobre otros temas, en el escrito “Salto del linotipo a la tinta digital: Ciberperiodismo en Puerto Rico”, el periodista y profesor Rafael Matos hace una exposición sobre la transición de la era del periodismo en papel, y la radio y la televisión tradicional, a la era digital y su carácter global. En el caso de la televisión me acuerdo aún de la oferta limitada de canales y horarios; y en relación a la radio logro recordar cuando WKAQ decidió transitar hacia una emisora sólo de noticias, lo que muchos auguraban iba a ser un fracaso pero que, al fin y a la postre, inició lo que se convertiría en la tendencia predominante en AM (cuya transmisión es con amplitud modulada). No obstante, el resultado final ha sido la conversión de dichas emisoras en cajas de resonancia de opiniones más que de hechos y reportajes producto de investigaciones periodísticas. Dependen fundamentalmente para sus informaciones del ciclo noticioso limitado a los hechos del día y a entrevistas para los cuales el periodista entrevistador generalmente no se prepara como es debido sino que se limita a lo que salga. En los principales medios globales hemos visto como han servido de fotutos de las agencias de inteligencia occidentales y su propaganda de guerra. Un ejemplo notorio de esto ha sido el control ejercido por éstas sobre la línea editorial y la diseminación de información contraria a la narrativa oficial de las potencias occidentales en los casos de Ucrania y Palestina.
La realidad es una trinchera sin fin
En el escrito “Meditaciones estéticas e historiográficas: Sobre la música afropuertorriqueña desde una perspectiva intercultural decolonial”, su autor, el profesor Juan José Vélez-Peña nos introduce al debate trabado entre la filosofía multicultural del neoliberalismo y la filosofía intercultural de la escuela decolonial. El neoliberalismo se caracteriza por un discurso multicultural en el que se reconoce, al menos formalmente, la existencia autónoma de múltiples culturas, lo que sirve para justificar desde sus diferencias un trato desigual y discriminatorio, sobre todo a aquellas que se identifican con cosmovisiones civilizatorias distintas a las prevalecientes en lo que llaman Occidente. La perspectiva intercultural-decolonial propone una concepción de la identidad cultural cuyo ideal es la universalidad. Nuestro autor las describe como “identidades culturales flotantes o débiles como expresión de una universalidad concreta”.
Les confieso que siento cierta aversión a la blandura de las identidades débiles que tiene a veces más una connotación defensiva o pasiva en relación a las cuestiones de poder, algo que resulta un contrasentido en unos tiempos en que dichas identidades culturales –como, por ejemplo, las indígenas—se enfrentan al reto de despertar a las narraciones políticas emancipadoras que se han potenciado o aceptar su normalización como cultura subalterna subordinada a la cultura dominante. Por otro lado, acaso lo universal, es decir, lo Uno no es un fetiche del que nos tenemos que liberar. Lo Uno se divide en dos, nos establece la dialéctica materialista. En ese sentido, el dos es lo real, lo concreto, y lo Uno wishful thinking. En función de ello, hay que redefinir el horizonte hacia lo pluri-versal, como ya anticipé al principio.
Con “Solos, o el vaciamiento del amor”, de María de Lourdes Lara Hernández, compartimos la soledad en la que languidece nuestro país y su gente. Para revertirlo, la autora propone al encuentro con la comunidad y sus lógicas de cooperación, esa forma social que históricamente emerge en estos tiempos como alternativa a un orden civilizatorio, como el capitalista, en el que hasta el amor se ha reducido a interés patrimonial y bajo el cual estamos condenados a salvarnos o hundirnos solos.
En “La inquietud constante: Apuntes sobre el texto Estrés y libertad” de Peter Sloterdijk, el profesor Felix A. López Román nos habla sobre la inseguridad y el estrés colectivo en estos tiempos en que han desaparecido las seguridades, si alguna vez realmente las tuvimos. Al igual que Sloterdijk, nuestro autor afirma que la libertad no es algo que debe ser desarraigada de lo común. Sin embargo, en la medida en que se sugiere que se apuntale en el liberalismo, me temo que anida en arenas movedizas. El liberalismo no es todo lo que dice ser o aparenta ser. En todo caso es la privatización de la libertad, incluso la colectiva cuando le sirve a los intereses del capital. Habrá que buscar la libertad de lo común en otra parte.
En “Fernando Picó: Ensayos en torno a la historia y otros temas”, la profesora retirada Mayra Rosario Urrutia nos comenta sucintamente el contenido de este volumen con escritos del historiador puertorriqueño publicado póstumamente.
Finalmente, el libro colectivo de la Revista Siglo 22 cierra con una sección dedicada a la poesía, en la que contamos con contribuciones en prosa del profesor Eleuterio Santiago-Díaz y Luis Raúl Albaladejo, así como con poesías de Alexandra Pagán Vélez e Israel Ruiz-Cumba.
¿Qué es un poema? Se pregunta Ruiz-Cumba, a lo que responde: “El abismo que hay entre las palabras”. Y yo añado que también es la lucha que libramos para satisfacer el deseo de apalabrar esos vacíos de los que nos habla en uno de sus poemas Alexandra Pagán Vélez, aún a sabiendas de que nunca los podremos apalabrar del todo. La realidad se mueve permanentemente y lo real se nos oculta. Son por ello trincheras sin fin.