En 1949 el novelista y ensayista inglés George Orwell publicó una novela distópica que tituló 1984. Es una ficción política que trata sobre un régimen totalitario capaz de desarrollar un control absoluto sobre el lenguaje y el pensamiento bajo una vigilancia que se percibe como omnipresente; ya sea por los carteles de propaganda política, la policía, la colaboración de los propios ciudadanos o los adelantos tecnológicos. “Big Brother is Watching You”, reza una de las frases más memorables de la novela, manifestando el carácter disciplinario de la sociedad en que se desarrolla el texto. En su obra describe una estructura panóptica en los diferentes estratos de la vida social.[1] Esta visión de Orwell, aunque desarrollada en una sociedad ficticia, refleja la realidad disciplinaria y de constante vigilancia.
El filósofo francés Michel Foucault señalaba que las sociedades modernas son sociedades disciplinarias. La disciplina es un tipo de poder que no se puede identificar con ninguna institución ni con un aparato preciso.[2] En Vigilar y castigar, describió a la disciplina como una “anatomía” o “tecnología”[3] que:
… tiene como función principal la de “enderezar conductas”; o sin duda, de hacer esto para retirar mejor y sacar más. No encadena las fuerzas para reducirlas; lo hace de manera que a la vez pueda multiplicarlas y usarlas. […] La disciplina “fabrica” individuos; es la técnica específica de un poder que se da a los individuos a la vez como objetos y como instrumentos de su ejercicio.[4]
La función principal de “enderezar” conductas y “fabricar” individuos como instrumentos, funciona según una economía calculada con una intención que Foucault describió como permanente. No obstante, el éxito del ejercicio disciplinario sobre la conducta de los individuos supone la vigilancia. Foucault habló de pequeñas y múltiples vigilancias entrelazadas que describió como “miradas que deben ver sin ser vistas”.[5] Añadió, además, que “[e]l aparato disciplinario perfecto permitiría a una sola mirada verlo todo permanentemente”.[6] Se trata de una mirada cuyo mecanismo para preservar el poder se encuentra en la vigilancia ineludible de la que están conscientes todos los individuos.
Esta noción vuelve indispensable el análisis que desarrolló Foucault con relación a la sociedad panóptica. Este concepto que tomó prestado del filósofo utilitarista inglés Jeremy Bentham. Se trataba de un modelo de cárcel cuya importancia radica en un diseño que permitiera que todo pudiera ser vigilado desde un punto sin que el vigilante pudiera ser visto. La aplicabilidad del modelo, sin embargo, no se limitaba a las cárceles. Foucault vio en el modelo panóptico una “garantía del orden” con un efecto mayor que radica en:
… inducir en el detenido un estado consciente y permanente de visibilidad que garantiza el funcionamiento automático del poder. Hacer que la vigilancia sea permanente en sus efectos, incluso si es discontinua en su acción […], porque lo esencial es que se sepa vigilado; demasiado, porque no tiene necesidad de serlo efectivamente.[7]
La consecuencia más importante de ese diseño es la noción de una vigilancia constante. Aunque en efecto sea interrumpida. Otra peculiaridad del panóptico es el resultado que causa en los dominados y el papel que se les asigna como engranajes dentro de lo que Foucault describió como una maquinaria. En este caso, los dominados (“nosotros mismos”) son quienes prolongan los efectos panópticos.[8] De igual modo, la disciplina modifica la conducta haciendo del individuo un instrumento de ese mismo poder disciplinario.
La diversidad disciplinaria de mecanismos panópticos desarrollados por las agencias de espionaje de los gobiernos continúa evolucionando. Lo que me lleva a pensar en el dispositivo ficticio que Orwell llamó “telescreen” o tele-pantalla. Se trata de una placa de metal oblonga y opaca que no se puede apagar y difunde, de forma permanente, los mensajes propagandísticos del Partido. También sirve como un monitor desde donde se escucha y se ve todo lo que sucede en la habitación donde se encuentre.[9] Hoy en día es muy difícil leer sobre la tele-pantalla sin dejar de pensar en los dispositivos tecnológicos que forman parte ineludible de nuestra sociedad. A las computadoras y teléfonos móviles se suman los nuevos tipos de relaciones que ofrecen las redes sociales.
A ello se añade que la facilidad de acceso por parte de terceras personas o grupos, como las organizaciones de inteligencia, es alarmante. Los ataques perpetrados por Al-Qaeda el 11 de septiembre de 2001 en los Estados Unidos dieron paso a una reestructuración del FBI: desde la sustitución de computadoras viejas por nuevas hasta la coordinación de esfuerzos con la CIA en casos de terrorismo.[10] Además, existen compañías que se dedican a facilitar el espionaje a diferentes países por medio de dispositivos electrónicos. Ejemplo de ello es la empresa italiana Hacking Team, que se especializa en el desarrollo de un software espía para computadoras y servicios móviles, supliendo sus servicios a cerca de 35 países. Dicho software tiene la capacidad de guardar un registro de las aplicaciones del usuario, así como todo lo que se introduce en el teclado. También puede activar el micrófono y la cámara del dispositivo.[11]
Muchos de estos secretos fueron revelados en el 2013, cuando el estadounidense Edward Snowden compartió documentos secretos del gobierno de los Estados Unidos con reporteros del periódico inglés The Guardian. Snowden había sido empleado entre 2006 y 2013 para la CIA y como contratista de la Dell y Booz Allen Hamilton. Durante esos años trabajó en proyectos de seguridad cibernéticos para la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de los Estados Unidos. El gobierno de Estados Unidos lo acusó de violar las leyes de espionaje y, desde ese momento, Snowden vive exiliado en Rusia. Las revelaciones de Snowden evidenciaban cómo las agencias de inteligencia en los Estados Unidos e Inglaterra almacenaban información en secreto a través de Yahoo, Google, YouTube, Apple, Facebook y otros.[12]
Otro ejemplo de ellos es “ExpressLane”, uno de los programas que el FBI y el CIA utilizan para espiar a la gente a través de su propia computadora. Esta herramienta recolecta información de manera secreta por medio de los programas provistos por los servicios de enlace cibernético. Los componentes básicos de este programa son productos de Cross Match, la compañía que diseñó el programa que identificó a Osama bin Laden durante el operativo que terminó con su vida en Pakistán.[13] El gobierno de los Estados Unidos también cuenta con un programa titulado “PRISM”[14]:
El programa PRISM ha permitido una vigilancia a fondo de las comunicaciones entre millones de usuarios de Internet así como de los archivos que alojan en las compañías de Internet afectadas por este sistema. Microsoft fue, en 2007, la primera ‘espiada’. Yahoo, Google, Facebook, Pal Talk […], You Tube, Skype y AOL se unieron sucesivamente a las redes de la NSA hasta 2011. Apple también está en la lista […].[15]
“ExpressLane” y “PRISM” evidencian que el diseño panóptico de nuestra sociedad descansa en el desarrollo tecnológico. La arquitectura de este aparato disciplinario de vigilancia se erige a través del internet y los diferentes accesos que provee. No obstante, la pieza clave de esta maquinaria que facilita la vigilancia son los usuarios mismos, quienes se encuentran dispuestos a compartir su propia información en las redes sociales. Por otro lado, la mirada omnipresente de Orwell no se limita a la telepantalla o, en nuestro caso, a las computadoras y sistemas móviles. El discurso, la propaganda y el control del lenguaje son otras de las herramientas en la maquinaria para modificar la conducta.
Estos últimos tres modificadores de conducta forman parte del inmensurable acceso informativo que provee internet. Es un caso donde la facilidad de acceso informativo puede llevar a la desinformación. La información seria y confiable no tiene que ser reprimida del todo ni ocultada de la vista pública. Más bien, se le acompaña de toda una red de desinformación, donde las teorías de conspiración toman roles protagónicos. Estos discursos conspirativos suelen ser exitosos en su difusión a través de las redes sociales.
En un análisis sobre el uso de las teorías conspirativas en los discursos de la campaña electoral del expresidente y candidato a la presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump, las periodistas Julie Hirschfeld Davis y Maggie Haberman señalan que la estrategia de impulsar la idea de que el expresidente Barak Hussein Obama había nacido en Kenia y no en Honolulu; y de que su gobierno había colocado un espía a favor de Hillary Clinton, candidata presidencial del Partido Demócrata para las elecciones del 2016, durante la campaña presidencial, son distintivos de su “arsenal comunicativo”. Se trata de:
… un discurso impetuoso alimentado por las redes sociales, que profiere acusaciones dudosas e insinuaciones oscuras, y el cual le permite promover su propia versión de la realidad.[16]
La promoción que las redes sociales brindan a los discursos conspirativos de Trump se encuentra acompañada por la disposición que muestran los ciudadanos en creerle. Jon Meacham, biógrafo e historiador presidencial, le concede una “brillantez diabólica” a los métodos de Trump. Señala que sus teorías conspirativas distraen la atención pública de problemas o investigaciones legítimas. Sostiene, además, que:
… la estrategia de desinformación de Trump es que mucha gente va a escuchar acusaciones y las refutaciones y pensará que deben tener algo de cierto, puesto que es el presidente de los Estados Unidos quien las menciona.[17]
La disposición de un sector de la opinión pública en creer las teorías de conspiración de Trump solo por ser (haber sido) presidente de los Estados Unidos responde, no a la concedida “brillantez” que Meacham le confiere, sino a los procesos disciplinarios.[18] Dichos ejercicios responden al poder del Estado. El poder, por su parte, se entiende como el atributo que distingue a aquellos que lo poseen de aquellos sobre quienes se ejerce. Para el filósofo francés Gilles Deleuze, el poder “más que reprimir produce realidad”. “[M]ás que ideologizar, más que abstraer, produce verdad”.[19]
Con relación al poder, hay, primeramente, que definir el Estado. Para el filósofo comunista alemán Federico Engels, el Estado:
[E]s más bien un producto de la sociedad cuando llega a un grado de desarrollo determinado; es la confesión de que esa sociedad se ha enredado en una irremediable contradicción consigo misma y está dividida por antagonismo irreconciliables, que es impotente para conjurar. Pero a fin de que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna no se devoren a sí mismas y no consuman a la sociedad en una lucha estéril, se hace necesario un poder situado aparentemente por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el choque, a mantenerlo en los límites del “orden”. Y ese poder, nacido de la sociedad, pero que se pone por encima de ella y se divorcia de ella más y más, es el Estado.[20]
Igualmente, el líder de la revolución bolchevique Vladimir Ilich Uliánov, Lenin, basándose en la teoría del filósofo alemán Carlos Marx, padre del comunismo, y Engels, definió al Estado como “una organización especial de la fuerza”; “una organización de la violencia para la represión de una clase cualquiera”.[21] Años más tarde y en el mismo tono, el literato y político dominicano Juan Bosch definiría al Estado como:
[U]na organización política creada por una clase social con el fin de someter a su dominio a una parte de la sociedad, y para poder someter a una parte de la sociedad los creadores del Estado lo fundan apoyándose en la fuerza y mantienen la fuerza a su servicio porque no le ceden a nadie el control del Estado.[22]
El filósofo marxista francés Louis Althusser, por su parte, estableció una diferencia entre el poder del Estado y el aparato de Estado:
1)[E]l Estado es el aparato represivo de Estado; 2) se debe distinguir entre el poder de Estado y el aparato de Estado; 3) el objetivo de la lucha de clases concierne al poder de Estado y, en consecuencia, a la utilización del aparato de Estado por las clases (o alianza de clases o fracciones de clases) que tienen el poder de Estado en sus objetivos de clase […].[23]
Sin embargo, me interesa reconocer al Estado, en palabras de Althusser, como una:
… “máquina” de represión que permite a las clases dominantes (…) asegurar su dominación sobre la clase obrera para someterla al proceso de extorción de la plusvalía (es decir a la explotación capitalista).[24]
El proceso de extorsión al que se somete a los dominados responde a la ideología de los modelos disciplinarios, cuya finalidad como Estado es su perpetuidad y la de sus formas de producción. Esta perpetuidad se garantiza mediante los ejercicios del poder en los aparatos de Estado. Por un lado, los aparatos represivos; y los ideológicos, por el otro lado. El aparato de Estado comprende el gobierno, la policía, los tribunales y prisiones, entre otros. El aparato represivo, contrario al ideológico, es el que responde principalmente mediante la violencia.[25]
Althusser también identificó tres características que comparten los aparatos de Estado:
- Todos los aparatos de Estado funcionan a la misma vez mediante la represión y la ideología, con la diferencia de que el aparato (represivo) de Estado funciona con la represión como forma predominante en tanto los aparatos ideológicos de Estado funcionan masivamente con la ideología como forma predominante.
- En tanto que el aparato (represivo) de Estado constituye un todo organizado cuyos diferentes miembros están centralizados bajo una unidad de mando -la política de la lucha de clases aplicada por los representantes políticos de las clases dominante que tienen el poder de Estado- los aparatos ideológicos de Estado son múltiples, distintos, “relativamente autónomos” y susceptibles de ofrecer un campo objetivo a contradicciones que […] expresan los choques entre la lucha de clases capitalista y la lucha de clases proletaria […].
- En tanto que la unidad del aparato (represivo) de Estado está asegurada por su organización centralizada y unificada bajo la dirección de representantes de las clases en el poder, […], la unidad de los diferentes aparatos ideológicos de Estado está asegurada, […], por la ideología dominante, la de la clase dominante.[26]
Por otro lado, el investigador puertorriqueño Carlos D. Altagracia Espada ofrece un análisis sobre la centralización y unificación de los aparatos de Estado bajo los representantes de las clases en el poder. Comenta que el poder “está constantemente tomando medidas para garantizar su supervivencia”[27] y lo relaciona con el miedo. Sustentándose en la teoría del sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman, subraya que el poder toma medidas para asegurar su estabilidad y los gobernados, además de sentir y sufrir las relaciones de poder, forman parte de ellas y las reproducen.[28] Afirmación congruente al análisis de los dominados como engranajes en el panóptico de Foucault. El miedo, por su parte, aparece como medida o herramienta para intentar garantizar la perpetuidad del poder y la reproducción de sus formas de producción. Se relaciona a la noción de la vigilancia omnipresente, mientras la incertidumbre se encarga de mantener a los dominados en un estado de alerta constante ante la posibilidad de que una mirada que no puede ser vista les vigile.
Si bien existe el miedo a la fuerza represiva del Estado, con el consentimiento como propósito, el miedo tiende a canalizarse hacia amenazas potenciales; como sucede en el caso de una pandemia o un Estado enemigo. Puerto Rico no es ajeno al discurso del miedo. La ideología independentista carga con este estigma por sobre cualquier otro miedo social en la mente de la mayoría de los puertorriqueños. El fenecido investigador puertorriqueño Fernando Picó identificó las fuentes del miedo durante los últimos cinco siglos en Puerto Rico, destacando los:
… ataques de bucaneros, piratas, rebeliones de esclavos, revoluciones en Latinoamérica; y más cerca de nosotros, la revolución cubana, el socialismo, la criminalidad, el sida y la droga.[29]
A esta lista de miedos en el discurso puertorriqueño debe sumarse la independencia. El historiador y escritor Amílcar Cintrón Aguilú analiza el uso del miedo para la legitimación del Estado Libre Asociado y criminalización del nacionalismo en su libro Posicionamiento de una mentira de la siguiente manera:
Constantemente se bombardeó a la población con una polarización entre el estado nacional y la patria pueblo. El primero era relacionado con los males de la Isla y el segundo con un futuro prometedor. Los eventos políticos relacionados con el movimiento nacionalista se interpretaron a la luz de esta polarización, que construyó un abismo entre las ideas de Albizu Campos y las objetivaciones asociadas a un discurso de lo nacional, construidas por Luis Muñoz Marín. Esta semantización logró reinterpreta r la realidad política para los puertorriqueños partiendo de las premisas de la guerra psicológica y no desde el ejercicio de la democracia.[30]
La canalización del miedo hacia una amenaza potencial tiene como efecto la búsqueda de seguridad y protección, dando paso a la creación del consentimiento incluso cuando se es reprimido. El estadista político estadounidense Alexander Hamilton lo exponía de la siguiente manera:
Safety from external danger is the most powerful director of national conduct. Even the ardent love of liberty will, after a time, give way to its dictates. […] To be more safe, they at length become willing to run the risk of being less free.[31]
Los servicios secretos se destacaron en su papel como agencias de vigilancia creando la noción de que proveían seguridad en contra de las amenazas extranjeras durante la Guerra Fría. Las rivalidades entre estas agencias de espionaje caracterizaron el tipo de enfrentamiento que distinguió al periodo.[32] Estas agencias deben entenderse como grupos aristocráticos motivados por lo que visualizan como principios ineludibles y la necesidad de mantenerse en el poder para conservarlos y reproducirlos. Henry Kissinger, quien fungía como Secretario de Estado en aquellos momentos, señaló al consorcio que constituyó a la CIA como una:
… aristocracia dedicada al servicio de esta nación en nombre de unos principios que están más allá de los enfrentamientos entre los partidos.[33]
Si este conflicto, liderado por los Estados Unidos de una parte y por la Unión Soviética de otra, no terminó con un combate bélico entre las dos potencias que lo encabezaban, es porque debe entendérsele como un enfrentamiento psicológico. De igual manera lo define la historiadora británica Frances Stonor Saunders cuando añade que también se trata de “una fabricación de consentimiento por métodos pacíficos”.[34] La fabricación del consentimiento es uno de los factores principales capaz de garantizar la reproducción de las relaciones de poder. Orwell lo expuso de la siguiente manera en la conclusión de 1984. Después de que Winston Smith hubiera sido “corregido” por los aparatos disciplinarios: “He had won the victory over himself. He loved Big Brother”.[35]
Los métodos “pacíficos” de consentimiento que expone Saunders no son ajenos a la represión ni a los aparatos represivos. Los Estados de ley representan a un Estado de paz impuesto por las fuerzas bruta.[36] Mientras en el aparato represivo de Estado la forma dominante es la represión, todos los aparatos de Estados funcionan tanto por la represión como por la ideología.[37] Asimismo, el miedo y los estados de paranoia que causan la impresión de estar siendo vigilado por una mirada que no se puede ver, responden a la aplicación de un método “pasivo”. Esto, por parte del aparato represivo y no del ideológico.
La aplicación de métodos “pacíficos” como apropiación de una batalla ideológica por parte del aparato represivo del Estado también aparece descrita en la novela de Orwell a través de la “Thought Police” o Policía del Pensamiento, dedicada a castigar los pensamientos que no fueran aprobados por el Partido. Es una representación de los organismos secretos de contrainteligencia que libran una batalla psicológica a favor de la reproducción y perpetuidad de la ideología dominante. Esta batalla psicológica y “pacífica” es, en fin, una batalla disciplinaria cuyo propósito fundamental es la docilidad de las masas ya sea por el miedo o por el consentimiento. Los organismos de contrainteligencia funcionan como modificadores de la conducta social. Pese a formar parte de los aparatos represivos del Estado, tanto el propósito de sus actos como el resultado que buscan es ideológico.
En el caso del Counter Intelligence Program (COINTELPRO), las acciones de contrainteligencia no constituyeron actos violentos por sí mismos. En un principio, podría afirmarse que se trató de una estrategia de neutralización “pacífica”. Sin embargo, vale la pena afirmar, como en la lectura que Deleuze hace de Foucault, que los estados de ley o de paz son la guerra y la estrategia de esa misma guerra en acto.[38] De la misma forma en que la Guerra Fría no concluyó en un encuentro armado entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, pero se expresó de manera violenta en países terceros, los operativos de COINTELPRO no ejercieron la violencia de manera directa contra sus blancos; sino que se valieron de la policía y los grupos de extrema derecha para que hicieran uso de ella. También fomentó la violencia como parte de su estrategia; respondiendo a una de las características de la guerra psicológica:
Psychological warfare is similarly defined by the Department of Defense and the Joint Chiefs of Staff in the official DoD “Dictionary of Military and Associated Terms”: psychological warfare is the “planned use of propaganda and other measures designed to influence the opinions, emotions, attitude, and behavior of enemy, neutral or friendly groups in support for our current policy and aims”.[39]
El uso de la guerra psicológica como herramienta por parte de COINTELPRO quedó expuesto en un análisis que el periodista estadounidense Tim Bulz hiciera para la revista Counter Spy en el año 1976. Con esta estrategia de manipulación, la maquinaria represiva que opera ejerce su fuerza bruta a través de grupos terceros. Refiriéndose al caso de las Panteras Negras, Butz lo resumió de la siguiente manera:
Manipulating police and rival political factions like markers on a monopoly gameboard, the FBI “neutralized” the Black Panther Party in the most brutal sense of the word.[40]
Tanto el FBI como organismo represivo y COINTELPRO como ejercicio disciplinario de esta agencia, forman parte del desarrollo de un programa ideológico. Aunque COINTELPRO era ilegal, su ejecución era “pacífica” en tanto no ejercía la violencia de manera directa. No obstante, aunque el ejercicio disciplinario se presenta a sí mismo como “pacífico”, por formar parte del aparato represivo de Estado y de una estrategia de guerra en sí mismo, no descarta el empleo de métodos violentos. Carmen Gautier Mayoral y Blanco Stahl señalaron que el objetivo del FBI a través de COINTELPRO fue “mantener el orden social y político existente”.[41] Finalidad que quedó evidenciada en las acciones del organismo, más propiamente, durante el periodo de los movimientos civiles en los Estados Unidos y la Revolución Social y Cultural.
CONTELPRO, el FBI y J. Edgar Hoover representan los aparatos disciplinarios y represivos de Estado. Su evidente propósito es la conservación de las clases dominantes y la reproducción de sus propias formas de producción. Con relación a J. Edgar Hoover, director del FBI por cuarentaiocho años, este resulta ser una figura central en esta investigación, por lo que más adelante le dedicaré la sección de un capítulo. Hoover asumió y expresó la ideología disciplinaria de las clases dominantes: se presentaba como un hombre cristiano, creyente y defensor de los valores promulgados por su país. No se trataba tan solo de un individuo que había asumido la batalla disciplinaria de su sociedad, sino de un personaje que se mostraba y percibía como disciplinado.
Durante su jefatura en el Negociado, Hoover mantuvo en su poder la más represiva de las herramientas de los aparatos de Estado en su momento y asumió desde el poder la ideología y postura de los dominantes; sin embargo, la convicción de esa ideología fue adquirida desde la posición de un dominado. Para entender esta premisa, hay que señalar la descripción que Foucault ofreció de la familia “como lugar de emergencia privilegiada para la cuestión disciplinaria de lo normal y lo anormal”.[42] Los biógrafos de Hoover concuerdan en la relación de dominio emocional, moral e ideológico que su madre, Annie Scheitlin, ejerció sobre él mientras ocultaba la vergüenza de tener un padre que había enfermado de la mente.[43] La importancia que radica en que los agentes represivos asuman la ideología dominante quedó expuesta por Althusser de la siguiente manera:
Todos los agentes de la producción, la explotación y la represión, sin hablar de los “profesionales de la ideología” (Marx) deben estar “compenetrados” en tal o cual carácter con esta ideología para cumplir “concienzudamente” con sus tareas…[44]
Por otro lado, el filósofo y marxista italiano Antonio Gramsci elaboró el concepto de hegemonía e investigó los discursos como formas de dominación ideológica. Para definir los conceptos del poder y la hegemonía, se valió de la figura mitológica del minotauro por su caracterización dualista de hombre y bovino al mismo tiempo. Esta dualidad representa dos aspectos o “momentos” en la política: la fuerza y el consentimiento. En la teoría gramsciana, el Estado se concibe como el producto de la dictadura y la hegemonía; así como de la sociedad política y la civil.[45] Los aparatos represivos se encargan de emplear la fuerza y la ideología con el fin de provocar el consentimiento; y el consentimiento, por su parte, es la garantía de la reproducción de las condiciones ya existentes.
Las representaciones de la “doble naturaleza” del poder y del Estado en Gramsci y su “doble perspectiva” responden a la necesidad de una “previsión” de los objetivos a alcanzar. Producto de un “programa” para triunfar; “y la previsión es justamente un elemento de ese triunfo”.[46] El Estado, entonces, se presenta como un “educador” por su tendencia a “crear y mantener cierto tipo de ciudadano”; y “crear un nuevo tipo o nivel de civilización”.[47] “Crear”, en este caso, iguala a la reproducción de las condiciones que mantienen a un grupo en el poder. En estas relaciones de poder se produce una ideología cuyo propósito es su perpetuidad; y esta perpetuidad responde al consentimiento de los dirigidos.
Los análisis y las interpretaciones de Gramsci desembocaron en un intento por plasmar su visón ideal de lo que debería ser el Partido Comunista. Así, desarrolló una teoría sustentada en el personaje histórico de Maquiavelo y el concepto del “Príncipe”. Este “Príncipe moderno” resume un político de acción capaz de prever un programa de triunfo; un actor que toma parte en la lucha por crear un pueblo nuevo y nuevas políticas. Gramsci elogió la visión de Maquiavelo como precursora de la modernidad. También lo presentó como el primer político en considerar la importancia de las masas populares como elemento para mantener el poder y señaló su análisis historicista de Florencia como método válido y efectivo para argumentar, sostener y poner en práctica su teoría.
Con relación a este concepto gramsciano, el catedrático puertorriqueño Manuel S. Almeida ofrece el siguiente análisis:
El príncipe, según la interpretación de Gramsci, sería un sujeto insignificante por sí solo. Su verdadera importancia radicaría en su habilidad para servir como agente unificador, aglutinador, de fuerzas históricamente progresistas. Es por ese rol que Gramsci luego toma la imagen del príncipe para describir al partido político moderno.[48]
Maquiavelo, considerado el padre de la ciencia política moderna, ocupa un lugar indispensable en el proceso de formación de la política “moderna” que describía Gramsci. Se trató del desarrollo de un método, por lo que Maquiavelo aparece, entonces, como un educador y visionario; pero:
… Maquiavelo no quería “sólo” enseñar a los príncipes las “máximas” que ellos conocían y adoptaban. Quería en cambio enseñar la “coherencia” del arte de gobernar y la coherencia aplicada a un cierto fin: la creación de un Estado unitario italiano. O sea, “El príncipe” no es un libro de “ciencia” desde un punto de vista académico, sino de “pasión política inmediata”, un “manifiesto” de partido, que se basa en una concepción “científica” del arte político…[49]
De acuerdo con la posición de varios intérpretes, el maquiavelismo de Gramsci puede representar tanto una cuestión del leninismo gramsciano como del totalitarismo. Estos intérpretes sugieren la Revolución Rusa de 1917 y la subsecuente guerra civil como base política y teórica del modelo de pensamiento de Gramsci. Para esta perspectiva, Lenin es la encarnación del “Príncipe moderno” por haber desarrollado una teoría política que rindiera frutos y que estuviera basada en los principios de “realpolitik” y fuerza. El profesor estadounidense de teoría política y pensamiento político, Benedetto Fontana, por su parte, argumenta que Gramsci se refería de manera exclusiva a un organismo u organización política para desarrollar su teoría del “Príncipe moderno”; en este caso, el Partido Comunista. Respecto a la noción de la Revolución Rusa como la base de la teoría y de la política en Gramsci, Fontana sostiene que es antihistórica por el hecho de que Gramsci prestó atención primordial a los sucesos de la Italia de su momento a la hora de desarrollar la teoría expresa en los Cuadernos de la cárcel.[50]
Que la base política de Gramsci se basara en la Revolución Rusa de 1917 y la subsecuente guerra civil o que su atención estuviera concentrada principalmente en los sucesos de la Italia de su momento histórico, no me parecen ideas excluyentes. Es un hecho inevitable que Gramsci hubiera prestado principal atención a los sucesos políticos y sociales que se desarrollaron en la Italia de su momento; pero el que fungieran como marco predilecto para el desarrollo de su teoría, no contradice la fuerte influencia e impresión que debió haberle causado la Revolución Rusa. No obstante, establecer cuál de los dos sucesos tuvo una importancia protagónica sobre el desarrollo del pensamiento gramsciano no cumple con el propósito de mi investigación. De igual manera ocurre con las interpretaciones del “Príncipe moderno”, que puede estar identificado tanto por un individuo con capacidad hegemónica (sustento popular), como por un organismo propio de las masas populares (el Partido). De acuerdo con la premisa expresa, pese a las contradicciones que el mismísimo Gramsci y la mayoría de sus intérpretes encontrarían en mis argumentos, me dispongo a presentar a J. Edgar Hoover como un Maquiavelo de los intereses hegemónicos estadounidenses. Si bien en el pensamiento de Hoover no puede hallarse compatibilidad con la concepción de un modelo progresista en Gramsci, se trata de un personaje que fue capaz no solo de manipular el poder, si no de convertir una pequeña agencia que recolectaba información en un modelo disciplinario que evolucionó a la par de la tecnología.
La concepción de Hoover como un Maquiavelo para los intereses hegemónicos estadounidenses la tomo prestada de Tim Weiner en Enemies: A History of the FBI. Weiner señala a Hoover como el “American Machiavelli”. Es de suma importancia señalar que Weiner no es comunista, por lo que su argumento está incapacitado para ver en un Partido Comunista los elementos progresistas que Gramsci adjudicaba al “Príncipe moderno”. En su libro, Weiner argumenta que intentó desmitificar tanto las condenas como las alabanzas al FBI de Hoover y ofrece una lista de las actividades ilegales perpetradas por el Negociado, pero termina justificándolo. Argumenta que los actos ilegales en los que se vio envuelto el FBI siempre se llevaron a cabo por órdenes presidenciales. Concluye, además, con una mirada optimista a la dirección del Negociado bajo Robert Mueller, quien ocupó ese cargo hasta el 2013.[51]
Weiner es un autor que cree en el proyecto político de los Estados Unidos. Su argumento revela la importancia que suponen los organismos secretos del Estado, la inteligencia y la contrainteligencia para preservar la continuidad del orden. Por esta razón, puede encontrar elementos que considere “progresistas” en el personaje de Hoover. En sus propias palabras:
Hoover was not a Monster. He was an American Machiavelli. He was astute, he was cunning, and he never stopped watching his enemies. He was a founding father of American intelligence and the architect of the modern surveillance state. Every fingerprint on file, every bite of biographic and biometric data in the computer banks of the government, owes its origins to him.
He was a masterful manipulator of public opinion. He practiced political warfare and secret statecraft in pursuit of national security, often at the expense of morality. He fought communism and terrorism with a consuming passion for fifty-five years.[52]
Aunque Weiner denuncie las acciones del gobierno y de los servicios secretos de inteligencia, está convencido en la necesidad de la seguridad de Estado. No obstante, si bien su descripción de Hoover raya en el tono del elogio, no queda duda de la importancia que tuvo en el desarrollo del sistema de inteligencia y vigilancia estadounidense. Aronson reseña la tarea de Hoover al reestructurar el Departamento de Investigaciones después de haber sido ascendido a jefe de la organización en 1924. Además de la restructuración del Departamento al contratar nuevos agentes, crear archivos de huellas dactilares y un laboratorio policial con facilidades de entrenamiento, fue muy perspicaz al preocuparse de la imagen pública[53] que tanto él como el Negociado proyectarían:
For thirty years, book after book, movie after movie, comic strip after comic strip told the story about how J. Edgar Hoover’s efficient, relentless men tracked down and killed the ace bank robber John Dillinger. Hoover was so obsessed with the handsome criminal his men had gunned down that he displayed Dillinger’s death mask outside his office. To meet Hoover, you had to pass the gangster’s cold dead face.
[…] In the 1930s, movies and radio, national magazines, and syndicated gossip columns reached all across America. Hoover understood that in order to protect himself and gain new power, he needed relentless public relations. He really did create an efficient organization that killed or captured the most famous criminals of the Gangster’s Era. At the same time, he created an equally efficient organization to sell his -and only his- version of how that happened. If you opposed his story, or did not fit into it, Hoover would fight you every day of his life.[54]
En Hoover se ejemplifica la analogía del poder que ofrece Deleuze. Donde el poder, aunque reprime, se dedica más a producir una “realidad” o “verdad”. Se trata de la construcción de la hegemonía. Este consentimiento o apoyo popular es la característica más importante que Gramsci adjudica al pensamiento maquiavélico. El apoyo de las masas aparece, entonces, como una fuerza necesaria capaz de lograrse por medio de la intervención del príncipe, quien “sería un sujeto insignificante por sí solo”.[55]
Vale decir que Hoover fue un manipulador sagaz de la opinión pública, logrando, en su momento, el apoyo de las masas populares a través de distintos mecanismos disciplinarios, como el miedo y la propaganda. Sin embargo, Aronson argumenta que la historia de Hoover es, más bien, un retrato de las creencias y actitudes en el Estados Unidos de su tiempo. Establece una relación entre la información accesible y lo que la prensa está dispuesta a exponer. Subraya, además, que Hoover no hizo más que proveer la seguridad que el pueblo estadounidense había requerido. Argumentando que el pueblo de los Estados Unidos no fue engañado por el FBI, sino que se trata de un autoengaño en su consentimiento con las relaciones de poder ya establecidas.[56]
Hoover comprendió la importancia del consentimiento de las masas y supo valerse de la proyección del comunismo como una amenaza contra la vida cotidiana de los estadounidenses. Desarrolló la impresión de una mirada vigilante y constante que no se podía ver; pero en este caso no se refería a su FBI, sino a una presunta invasión de espionaje comunista liderada por la Unión Soviética. En su proceso disciplinario y búsqueda de consenso hay una diferencia que debo establecer entre el “Príncipe moderno” de Gramsci y Hoover. El pueblo o individuo que Hoover “creaba” al disciplinar no era un individuo o un pueblo “nuevo”, sino una reproducción: un individuo o pueblo que, aunque sufre las relaciones de poder, las reproduce.
Hoover es el “American Machiavelli” en tanto puede considerársele padre y arquitecto de los sistemas de espionaje y vigilancia moderna en los Estados Unidos. Los programas disciplinarios que desarrolló fueron evolucionando bajo sus casi cinco décadas como director del FBI. Programas como COINTELPRO dejaron una impresión profunda en las masas y cicatrices en los movimientos sociales. Reflejos del efecto panóptico que desarrolló Hoover. Nos sabemos vigilados, sin tener acceso a quién ni cuándo nos vigila.
FIN
REFERENCIAS [1] George Orwell, 1984. (New York: Signet Classic, 1961). [2] El poder en Foucault no es homogéneo, sino que se define por sus singularidades. El poder sería el poder del Estado; localizado en el aparato de Estado; en Gilles Deleuze, Foucault. (España: ediciones Paidos, 1987), 51. https://monoskop.org/images/1/18/Deleuze_Gilles_Foucault_ES.pdf. [3] Michel Foucault, Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. (Argentina: Siglo veintiuno editores, 2003), 199. https://www.ivanillich.org.mx/Foucault-Castigar.pdf. [4] Ibid., 157-158. [5] Ibid., 158. [6] Ibid., 161. [7] Ibid., 185-186. [8] Ibid., 200. [9] Orwell, 1984. [10] Ronald Kessler, The Bureau: The Secret History of the FBI. (New York: St. Martin’s Press, 2003), 526-527. [11] “Así te espía el gobierno en internet” en Article 19, 23 julio, 2015. https://articulo19.org/asi-te-espia-el-gobierno-en-internet/. [12] Edward Snowden and Ewen MacAskill, “They Wanted me Gone”, The Guardian. Friday 13 Sep. 2019. www.theguardian.com [13] “ExpressLane”. Wikileaks. https://wikileaks.org/vault7/#EspressLane. [14] Al tratarse de la publicación de un documento clasificado, el gobierno de los Estados Unidos no ha revelado el significado de las siglas; sin embargo, “se trata de un programa que permite […] acceder a la información almacenada en los servidores de al menos 9 firmas con gran peso en el Internet”. Guillermo del Palacio, “¿Qué es PRISM? Todas las claves del programa de vigilancia de EEUU” en hipertextual, junio 7 de 2013. https://hipertextual.com/2013/06/que-es-prism-claves. [15] La NSA es la Agencia de Seguridad Nacional fundada por Harry S. Truman en 1952. “EEUU ‘espía’ a través de los servidores de Apple, Google o Facebook” en El Mundo.es, viernes 7 de junio de 2013. http://www.elmundo.es/america/2013/06/07/estados_unidos/1370577062.html. [16] Julie Hirschfeld Davis y Maggie Haberman, “Análisis: Trump, las teorías de conspiración y la verdad” en The New York Times es, 2 de junio de 2018. https://www.nytimes.com/es/2018/06/02/trump-spygate-analisis/. [17] Ibid. [18] Foucault, Vigilar..., 158. [19] Deleuze, Foucault, 51-55. [20] Ibid., 93. [21] V. I. Lenin, El Estado y la Revolución. La doctrina marxista del Estado y las tareas del proletariado en la revolución, (México: Ediciones Quinto Sol, S. A., 1999), 24. [22] Juan Bosch, El Estado, sus orígenes y desarrollo, (Santo Domingo: Alfa & Omega, 1988), 10. [23] Louis Althusser, Ideología y aparatos ideológicos de Estado: Freud y Lacán. (Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión, 1974), 19. https://drive.google.com/file/d/0ByaW46hXo9OHbld0bERMMHJPU00/view. [24] Ibid., 14. [25] Ibid., 21-27. [26] Ibid., 28. [27] Carlos D. Altagracia Espada, La utopía del territorio perfectamente gobernado: Miedo y poder en la época de Miguel de la Torre. Puerto Rico 1822-1837, (Puerto Rico: s.n., 2013), 16. [28] Ibid., 24. [29] Fernando Picó en Altagracia Espada, Op. Cit., 24-25. [30] Amílcar Cintrón Aguilú, Posicionamiento de una mentira: Propaganda, control y vigilancia en la vitrina atómica (1950-1954), (San Juan: Fundación Francisco Manrique Cabrera, 2011), 466. [31] Tim Weiner, Enemies. A History of the FBI (New York: Random House, 2012) xi. [32] Eric Hobsbawm, Historia del siglo xx. (Buenos Aires: Crítica, 1999), 232. https//uhphistoria.files.wordpress.com/2011/02/hobsbawm-historia-del-siglo-xx.pdf. [33] Henry Kissinger en Frances Stonor Saunders, La CIA y la Guerra fría cultural. (Barcelona: Editorial Debate, 2001), 14. https://es.scribd.com/doc/240377140/129367692-Frances-Stonor-Saunders-La-CIA-y-La-Guerra-Fria-Cultural. [34] Ibid., 35. [35] Orwell, Op. Cit., 245. [36] Deleuze, Foucault, 55. [37] Althusser, Ideología..., 28. [38] Deleuze, Foucault, 56. [39] Tim Butz, ”COINTELPRO: Psychological Warfare and Magnum Force”. Counterspy. Spring 1976. www.archive.org., 25. [40] Butz, ”COINTELPRO...”, 24 [41] Carmen Gautier Mayoral y Teresa Blanco Stahl, ”COINTELPRO en Puerto Rico (1960-1971). Pensamiento Crítico. Verano 1979, 3. [42] Foucault, Vigilar..., 199. [43] Un buen resumen de la relación de Hoover con sus padres y la influencia que ejerció su madre sobre él puede encontrarse en Aronson, Master of Deceit, J. Edgar Hoover and America in the Age of Lies (New York:Candlewick Press, 2012), 13-17. [44] Althusser, Ideología..., 10. [45] Benedetto Fontana, Hegemony and Power: On the Relation Between Gramsci and Machiavelli, (Minneapolis/London: University of Minnesota Press, 1993), 143. http://www.academia.edu/4516749/Hegemony_and_Power_On_the_Relation_Between_Gramsci_and_Machiavelli_by_Benedetto_Fontana. [46] Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el estado moderno, (Madrid: Ediciones Nueva Visión, 1980), 48-49. [47] Antonio Gramsci, Cuadernos de la cárcel, Tomo 5, (México: Ediciones Era, 1999), 20. https://ses.unam.mx/docencia/2018I/Gramsci1975_CuadernosDeLaCarcel.pdf. [48] Manuel S. Almeida, Dirigentes y dirigidos: para leer los cuadernos de la cárcel de Antonio Gramsci, (San Juan: Ediciones Callejón, 2014), 73. [49] Gramsci, Notas sobre Maquiavelo…, 144. [50] Fontana ofrece un espectro más amplio de las distintas vertientes interpretativas sobre el pensamiento teórico de Gramsci en el primer capítulo de su libro. Fontana, Hegemony..., 1-13. [51] Weiner, Enemies..., 432-448. [52] Weiner, Enemies..., xvi. [53] Aronson, Master..., 38. [54] Aronson, Master..., 34. [55] Almeida, Dirigentes..., 73. [56] Aronson, Master..., 191.