“El buen nombre de una mujer es como el cristal, lo empaña hasta el más sutil aliento”.
De una a otra Isla, de uno a otro lado del tiempo, los personajes de La bendición de Rosalía (La criba: Lajas, 2024), se despliegan con la fuerza de quienes se abocan a la lucha por sobrevivir en ambientes hostiles, especialmente mujeres cuyas vidas son decididas por otros. A partir de los papeles encontrados en un basement del Bronx por el Padrino, superintendente del edificio, la voz narrativa reconstruye la vida y milagros de Rosalía, instalada en el San Juan de principios del pasado siglo. Con ironía y humor, no exentos de crítica a la situación de la mujer puertorriqueña a través de las décadas, Marithelma Costa se desliza por entre las existencias de aquellos que compusieron o descompusieron el devenir de la heroína.
“El buen nombre de una mujer es como el cristal, lo empaña hasta el más sutil aliento”, conminará su hermano, una vez Rosalía haya sido repudiada por el marido, autócrata militar dentro y fuera de la casa, para forzarla a darle el divorcio.
A partir de aquí la superposición de voces y tiempos determinará el recorrido de las historias, donde eventos y protagonistas tanto reales como imaginarios se imbricarán en el argumento, cuya tipografía cambia de tono en la página para distinguir el presente del pasado, agilizando así la lectura e involucrando al lector en un yo, espejeando también el de la autora misma. Ello le permite invocar a familiares, amigos y amores, tejiendo un colorido edredón a través de documentos, cartas, manuscritos, diarios y dibujos, como reflejo especular de vivencias y experiencias recuperadas y transformadas por la ficción, en lo que Sylvia Molloy ha calificado como “una re-representación, esto es, volver a contar, ya que la vida a la que supuestamente se refiere es, de por sí, una suerte de construcción narrativa”.
Desde tal andamiaje, Marithelma Costa le da volumen y consistencia a un texto que no solo abarca épocas y estilos sino maneras de vivir y actuar entre las dos Islas, como preocupación constante de una escritura, aguda y sagaz, tal cual lo presenta Era el fin del mundo (1998), su novela anterior. Aquí los eventos también se precipitaron aluvialmente y fue gracias a la invocación de ángeles y vírgenes como se logró desviar la catástrofe definitiva. Una catástrofe presente también en esta reciente producción, ya no apocalípticamente sino íntimamente, en los incidentes edificados desde sus fundaciones, fundando a su vez una manera muy personal de historiar episodios de la cronología de Puerto Rico y de Nueva York, a donde Rosalía terminará mudándose para escapar de la enrarecida atmósfera caribeña.
“Rosalía, vas a un lugar bien distinto. Allí los edificios más grandes y vistosos no son iglesias sino bancos (…). Pero la gente es otra cosa. Cada uno va a lo suyo”, le pone sobre aviso su amiga Laura, iniciándola en los laberintos urbanos por donde circulará, pero sin desligarse afectivamente de la otra Isla, calcando así el comportamiento de tantos inmigrantes de entonces y de ahora. La llegada a la pensión de una familia gallega, el trabajo en la fábrica de galletas Nabisco y en un taller de costura, los encuentros con distintos caracteres desde el Lower East Side hasta Harlem, su introducción al mundo de la santería y el espiritismo van perfilando la cotidianeidad de Rosalía, enlazándose a la de la de otros compatriotas llegando en la “guagua aérea” de Luis Rafael Sánchez, a hacerse inmediatamente nuyoricans, pues como apunta Tom Wolfe, “uno pertenece a Nueva York instantáneamente, ya sea en cinco minutos o en cinco años”. Pero el precio por ser parte de ella es muy alto y, tal cual va desgranando la autora a través de los acontecimientos narrados, un afuera clasista y racista margina a los caracteres encerrándolos en el gueto, de donde solo saldrán para hacer trabajos poco remunerados o malvivir de los beneficios que otorga la ciudad a los más necesitados.
El lugar del poder
Pero el lugar del poder sin embargo, restará en la voluntad de Rosalía para sobreponerse a tanta intemperie. “Traté de convertirme en un robot (…) tras ejecutar cada una de mis tareas, repetía en voz baja lo que había hecho. Ninguna medida era exagerada a fin de no equivocarme”. Si bien equivocaciones y equívocos se multiplicarán, obligándola a reinventarse y afrontar las intolerancias de neoyorkinos y puertorriqueños. Y a medida que va sumergiéndose en tales desventuras, las de otros interlocutores emergerán para acompañar las suyas. Las de Daisy López Fitze, por ejemplo, quien vuelve del más allá para contar como, tras sobrevivir un terremoto y un incendio en su Jamaica natal, acabará pereciendo en el infame incendio de la Triangle Shirtwaist Factory —en cuyo emplazamiento, paradójicamente, se alza hoy un edificio de New York University— con decenas de otras obreras, por negligencia de los propietarios de la fábrica.
Este y otros hechos reales acontecidos en ambas Islas serán el marco donde la ficción cobrará todo su sentido y más, poniendo de manifiesto la capacidad de la autora para imbricar topografías, sucesos y presencias a fin de ser y, utilizando la terminología de Julia Kristeva, des-ser, desvincularse, descentrarse, deshacerse de lo que lastra, buscando alzarse de tanta desdicha y alzar vuelo. Ello le permitirá igualmente a la voz narrativa hilar la red textual entre el ser y el no ser, con objeto de fundar un lugar otro desde donde anunciar y denunciar injusticias y enmendar errores, al tiempo de empoderar a las mujeres haciéndolas más cercanas e independientes, especialmente a la heroína. Así, Rosalía irá afianzándose en la ciudad y cerrando heridas con la llegada de uno de sus hijos en un barco como polizón, a través de cuyos ojos descubrirá una ciudad distinta, en tanto profundiza en la reivindicación del puertorriqueño y la extensión de la discriminación hacia las minorías. “Tengo la sensación de que pronto nos tratarán como seres humanos”, asegura uno, en tanto otro rememora la Masacre de Tulsa, dejando seguidamente a Rosalía y a su hijo caminando por las calles neoyorkinas donde el joven “se fijó en algunos de los cartelitos que proliferaban en las vitrinas: ‘No dogs & no niggers’”.
La última parte de la novela es la de la confluencia entre las dos historias que han ido discurriendo paralelamente, cerrándose con una nota esperanzadora a pesar de los numerosos obstáculos y escollos puestos en el camino, ya sea el del Padrino intentando mantener un cierto orden y concierto en un edificio desconcertado y sin orden alguno, como de Rosalía misma. Aquí la conjunción de vida y muerte deviene en celebración, reuniendo a los personajes instalados geográficamente en ambas mitades del de-ser. Nueva York y San Juan convergen así en un mosaico de signos, armados por la autora para reflexionar en torno a temas siempre actuales y sugerentes, estimulando el diálogo entre los puertorriqueños asentados en ambas zonas. Zonas de concordia y discordia, ciertamente, pero sitios al fin donde se manifiestan las vicisitudes de quienes se sitúan en el lugar del de-ser, como seres escindidos y excluidos.
De todos ellos Marithelma Costa ha extraído la materia dispuesta en estas páginas, brindándosela a un lector interesado en desentrañar la complejidad del ser puertorriqueño, mediante una serie de estrategias narrativas puestas a irrumpir en la espinosa cuestión de la identidad, pero sin pontificar ni constreñir. Más bien aboga por “un llamado a la celebración de la vida”, con miras a un futuro menos incierto y más optimista, en un guiño picaresco a los “tiempos” de su novela anterior, donde se romperían esquemas, desaparecerían los encasillamientos, y de los escombros de los sectarismos emergería una era de prosperidad para todos. Una hermosa forma de pensar ciertamente, coincidente con la de otros intelectuales hispanoamericanos, quienes también han meditado en torno a tales asuntos. Carlos Monsiváis, por ejemplo, quien respalda igualmente esta forma de mirar; en sus palabras: “¡Qué buena onda el futuro! Será igualitario porque ninguno gozará de porvenir y de la fatiga nacerá el donaire, las ruinas serán los signos de prosperidad y bandas milenarias arrullarán con su estrépito del fin de los tiempos”.
FIN
Alejandro Varderi es un autor venezolano. Ha publicado las novelas: Para repetir una mujer (1987), Amantes y reverentes (1999, 2009), Viaje de vuelta (2008), Bajo fuego (2013), El mundo después (2017) y De aquí y de allá (2022). Sus libros de ensayos incluyen: De lo sublime a lo grotesco: kitsch y cultura popular en el mundo hispánico (2015), La pasión de ver: imágenes de la literatura y las artes (2018) y Cámara, acción reacción. Cine e intolerancia en Iberoamérica (2021). Es profesor de Estudios Hispánicos en CUNY y coedita, desde el Graduate Center la revista literaria Enclave.
…