Playa de palabras ausentes

Luis F. Avilés - Ivette N. Hernández Torres

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Lo terrible es el borde, no el abismo.

En el borde

hay un ángel de luz del lado izquierdo,

un largo río oscuro del derecho

y un estruendo de trenes que abandonan los rieles

y van hacia el silencio.

Piedad Bonnett, «El borde», Los habitados (2017)

 


 

Desde la distancia no podíamos ver exactamente lo que era aquel bulto oscuro varado en la orilla del mar, como un inmenso animal arrastrado por la marea y cuyo cuerpo yacía inerte. Poco a poco, al acercarnos, nos percatamos de que era, en efecto, la embarcación donde hacía unos pocos días había viajado un grupo de inmigrantes, la gran mayoría  haitianos, huyendo de las condiciones terribles que afectan la vida en sus países. 

 

 

A black and white photo of a beach

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Era la yola donde venía Jessica Jan, de 25 años de edad y sobrina de Leonard Prophil, líder de la comunidad haitiana en Puerto Rico. A él le habíamos visto desconsolado en un noticiero local, pidiendo desesperadamente ayuda para lograr saber algo sobre el paradero de Jessica. Por desgracia su cadáver fue encontrado e identificado el 15 de mayo, un día después de nuestra llegada a Puerto Rico. Cuando vimos la yola en la playa Shacks de  Isabela, ya había pasado una semana del evento. 

Según los periódicos, muy parcos sobre la noticia, Jessica muere al caer al mar y golpearse con la yola después que su «capitán» había abandonado la embarcación para huir de la guardia costera. En Haití, la vida de Jessica corría peligro. Los grupos armados que dominan el país en este momento secuestran con regularidad a personas que tienen familiares viviendo en el extranjero. Jessica podría considerarse, más que una inmigrante indocumentada, una refugiada intentando escapar de una zona de guerra.

 

 

Esa tarde las olas batían uno de los costados de la yola, moviéndola de lado a lado. La madera crujía en las rocas, produciendo un sonido ronco y leve, como el respiro de un animal herido. Nos hacía recordar ese tenue vaivén que a veces nos ubica entre un irse o un quedarse.

 

 

¿Qué secretos guardaba la embarcación? ¿Qué restos quedaban de la travesía? 

 

 

 

 

Las pertenencias de los viajeros lo cubrían todo. Camisetas, ropa interior, mochilas, zapatos, botellas plásticas, pantalones, trajes de baño, cepillos de dientes, bolsas plásticas, protector solar, comida. Eran los restos de un inventario de viaje, los residuos de un equipaje necesario para una travesía peligrosa, abandonados una vez cumplida su función. ¿Estarían allí las posesiones de Jessica?

En la playa, fuera de la yola, más despojos en la arena. 

 

 

Cada objeto delinea una historia que no ha sido narrada. Se intuye algo de la peripecia, la prisa, el cambio de la ropa mojada por la seca, dejarlo todo, correr y esconderse. ¿Cómo imaginar la sensación de haber sobrevivido, la desesperación, el miedo, la congoja por la pérdida de una compañera de viaje, la salvación? 

 

 

Un escenario de abandono, los desechos de una historia con actores y narradores en fuga. El drama concluido, los protagonistas ausentes. 

 

 

En su ensayo «El narrador», publicado en 1937 (tres años antes de su suicidio), Walter Benjamin lamentaba la pérdida del arte de narrar historias, pues se ponía en riesgo la capacidad que poseemos los seres humanos para compartir experiencias. Casi un siglo después de su publicación, lo que domina es lo contrario, una sobreabundancia de personas desesperadas por relatar su historia personal, por más banal que sea. Nuestro universo mediático está lleno de narradores de su propio yo. Hoy en día no es el narrador el que desaparece, sino el interés y la capacidad para escuchar sosegadamente la historia del otro, sin interrupciones pueriles e innecesarias. Aquello que está en juego es la paciencia para escuchar, dejando a un lado el deseo de protagonismo. En el «Preludio» a Los tres golpes, el escritor Luis Negrón nos ofrece un buen ejemplo de esta incapacidad para la escucha. Un dominicano llamado Frank está devastado. Su hijo ha muerto ahogado al tratar de cruzar el mar hacia Puerto Rico. La dueña de la casa de alquiler, una puertorriqueña incapaz de empatía, no entiende que el padre no pueda ir a la República Dominicana para estar presente en el funeral de su hijo. Comenta que ella «no entiende a esa gente» y que si fuera ella «se va nadando a donde sea», asumiendo ese protagonismo insensible ante el dolor del otro.

 

 

En la semana en que se supo la tragedia de los inmigrantes y la muerte de Jessica, una gran parte de la población de la isla mantenía su foco de interés en otra vida que jugaba su supervivencia mediática en la televisión, la de Maripily en la temporada número cuatro de La casa de los famosos. Este programa forma parte del nuevo parque humano, heredero del Coliseo romano y su «teatro de la ferocidad», tal como plantea Sloterdijk en su ensayo «Reglas para el parque humano: una respuesta a la ‘Carta sobre el humanismo'». Los concursantes son la versión contemporánea de los gladiadores antiguos, con sus propios promotores mediáticos, compitiendo para conseguir los votos de los espectadores en sus hogares pero sin el derramamiento de sangre característico de la época romana. Sabemos muchísimo sobre los contrincantes de esa casa de famosos, pero desconocemos casi todo de Jessica Jan. Su  muerte no pudo competir con el circo temático. Jessica sufrió una segunda muerte, la del silencio, la indiferencia y la invisibilidad.

 

 

Comunicado de Tele 11

Leonard Prophil, portavoz de la comunidad haitiana, necesita su ayuda urgente. Su sobrina ha fallecido y la familia se encuentra en la difícil situación de no poder cubrir los costos del funeral. La comunidad está haciendo un llamado a la solidaridad para reunir los fondos necesarios. Cada contribución, por pequeña que sea, marcará una gran diferencia y será profundamente agradecida.

 

A black and white photo of a beach

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Al visitar la embarcación por segunda vez nos tocó despedirnos de ella, de los restos elocuentes de un silencio trágico, de Jessica Jan y de la playa de Isabela. Regresando de la yola por última vez vimos a tres personas en la playa Shacks. Entre ellas estaba una pareja de origen asiático. Al acercarnos, la mujer se aproximó a la orilla de la playa mientras que su compañero y el acompañante permanecieron alejados. A unos escasos treinta pies de donde estábamos, ella comenzó a clamar en dirección al mar, llorando desconsoladamente y exclamando lo que nos parecía una llamada desesperada en su idioma. Pasamos muy cerca de ella, pero nuestra presencia no impidió la expresión de su intenso dolor. Mantuvimos la debida distancia y discreción. Nunca sabremos su historia y tampoco encontramos nada en los periódicos. No supimos si su lamento fue un llamado, una oración, o una impugnación al destino. Es, sin duda, otra narración anclada en una orilla que a veces nos regala la dicha de una llegada o nos golpea con la pérdida de seres queridos. Esta es la frontera, el borde que menciona el poema de Piedad Bonnett que citamos en el epígrafe: de un lado un ángel de luz y del otro un río oscuro acompañado del estruendo de trenes descarrilados. 

 

 

Esta orilla es un tablado fronterizo en espera de otros dramas y futuras narraciones, anticipando la luz tenue de yolas extranjeras que se acercan con relatos para un público demasiado distraído en su confortable parque mediático. El pronóstico anticipa más  tormentas, la llegada de náufragos que nos enviará el mar, junto con el doloroso lamento ofrendado a aquellos que, como Jessica Jan, han desaparecido.

 

 


Notas biográficas

Luis F. Avilés se doctoró en la Universidad de Brown y es actualmente Catedrático del Departamento de Español y Portugués en la Universidad de California, Irvine. Es autor de los libros Lenguaje y crisis: las alegorías del Criticón (Editorial Fundamentos, 1998) y Avatares de lo invisible: espacio y subjetividad en los Siglos de Oro (Iberoamericana Vervuert, 2017). También ha publicado artículos sobre autores como Cervantes, Garcilaso de la Vega, Antonio de Guevara, Baltasar Gracián y Sor Juana Inés de la Cruz, entre otros. Ha co-editado una colección de ensayos titulada Representaciones de la violencia en América Latina (Iberoamericana Vervuert, 2015). Ha publicado ensayos fotográficos en las revistas 80 gradosEsferas y Categoría 5.

Ivette N. Hernández-Torres se doctoró en la Universidad de Brown y es catedrática asociada de estudios coloniales y literatura caribeña y latinoamericana en la Universidad de California, Irvine. Ha publicado el libro El contrabando de lo secreto: la escritura de la historia en El carnero (Cuarto Propio, 2004) y artículos en revistas especializadas, tales como Colonial Latin American Review, Latin American Literary Review y Revista Iberoamericana. Ha sido coeditora de un número de la revista La Torre, titulado El trazo de la mirada: escritura e imagen en España y Latinoamérica (2001), del libro A Window to Cuba and Cuban Studies / Una ventana a Cuba y los Estudios cubanos (Callejón, 2010) y de Cuaderno. Debates culturales en Puerto Rico (1995-2015) (Laberinto, 2023).


Autor

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BETSY E GONZALEZ julio 2024 - 11:47

excelente, me encanto tanto la historia como las fotos

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