Una historia que no pudo ser de otro modo
Katherine Hepburn amó veintisiete años y otros más a Spencer Tracy.
Peroocurre que Spencer Tracy amó a Katherine Hepburn
sólo veintisiete años y no más,
cosa que a ella le daba igual porque sabía
que si él no hubiera muerto
le habría amado de igual modo
y hasta por más tiempo que ella
si ella hubiera muerto antes que él.
Pero a Katherine Hepburn nada de esto le importaba mucho
porque ella sabía que amar de verdad tiene sus ventajas,
y una de ellas es que ni el tiempo ni la muerte
importan mucho en este asunto
y que ocasiones hay en que tampoco la compañía del otro
si lo único que se tiene es su ausencia.
Y es que Katherine Hepburn y Spencer Tracy se amaron de verdad
y no perdieron su poco tiempo juntos
‑nada más que veintisiete años‑
cuestionándose si de verdad se amaban
si lo suyo era un gran amor para la historia
o uno sencillo para sus vidas
porque sabían que todas esas cosas distraen a los amantes
de los abrazos que deben unirlos.
Y como Katherine Hepburn amaba sin dudar de lo que hacía
Katherine Hepburn fue feliz
y luego dijo,
“amé, qué más puedo pedir”.
Claro, Katherine Hepburn no era mujer de reparar en tonterías
y si Spencer Tracy era casado
Katherine Hepburn igual lo quería,
e incluso cerró su vientre para no distraerlo
y se hizo madre de Spencer Tracy por aquello de no quedarse sin hijos.
Para los que no han visto a Katherine Hepburn
ella fue la mujer más hermosa de la tierra
y para los que no han visto a Spencer Tracy
él fue el hombre más feo de igual sitio,
pero como ambos tenían un espejo distinto para usar entre ellos
cada uno era más hermoso siempre que el otro.
La gente decía ‑dijo Katherine Hepburn‑,
que yo perdí mi voluntad por estar con Spencer Tracy,
pero eso no era cierto, continuó diciendo,
sino que mi voluntad fue estar con Spencer Tracy.
Cuando Spencer Tracy murió Katherine Hepburn se quedó amándolo
y junto a dos amigos cargó el féretro de Spencer.
Cuando la esposa de Spencer Tracy murió
Katherine Hepburn igual se quedó amándolo
y entonces las hijas de Spencer vinieron y la amaron a ella.
Y cuando Katherine Hepburn murió
se acabó una sencilla historia de amor
que no pudo ser de otro modo.
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Clara Lair se quedó sin cadáver
Clara Lair se quedó sin cadáver que llorar
y eso es más triste que ser viuda con un muerto propio.
Eso es más triste que ver morir a alguien que se quiere mucho,
que se quiere con toda el alma
y poder tenderlo dentro de una caja
aunque ya no vaya a mirarte ni sepa siquiera que te pertenece.
Porque no tener un cadáver propio es la mayor de las tristezas.
Por eso Clara Lair siempre envidió a Juana La Loca
y su llanto inagotable por Felipe El Hermoso,
porque hay desgracias preferibles a la gracia de la felicidad
si se sufren con alegría.
Pero Clara Lair no tuvo un muerto que le perteneciera.
El muerto de Clara Lair lo tuvo la otra.
Fue la otra la que tuvo al amado en su último sueño,
la que lo peinó cuando tuvo sus ojos fatalmente cerrados,
la que lo besó cuando tuvo sus labios fijamente yertos,
la que lo acarició cuando tuvo sus dedos mortalmente helados
y Clara Lair se quedó sin ser viuda de nadie.
Y aunque cuando estuvo frente al féretro
sintió ganas de abrazarlo
y de decir que ella era la viuda más herida,
la más sufrida
pues se quedaba sin un muerto,
Clara no dijo nada.
Le dio su más sentido pésame a la viuda con muerto.
Le dijo que lo sentía mucho
pero no le dijo cuánto
ni le dijo dónde;
le dijo simplemente que lo sentía mucho.
Y Clara Lair lloraba como si compadeciera a la viuda,
como si la tristeza no fuera de ella,
como si sus lágrimas
fueran iguales a las demás lágrimas.
Y ahogada sin ahogarse,
asfixiada sin asfixiarse,
acabada sin acabarse
Clara Lair no se tiró sobre la acera ni se haló los cabellos
ni gritó ay dios mío qué dolor tengo
qué será de mí que lo he perdido todo.
No. Clara Lair salió a la calle
sabiendo que ella no tenía un cadáver propio
pero que el mundo ya tenía
el cadaver de Clara Lair.}
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Gilberto Hernández, Ha publicado De los Nombres del Poeta (1990), El Libro de los Viernes (2001), El Expolio de Tannhauser (2012), Razón de Walt Whitman (2012), y De Otra Memoria (2018), todos ellos de poesía, y Sin Verdades ni Mentiras (2018), cuentos. Permanecen inéditos sus libros, El Libro del Locoamor, Entre Paredes y Sombras (Plagio libre sobretextual de Entre Arena y Espuma de Gibrán Khalil Gibrán), El libro de Río Piedras (Habitación del Flaneur), Abecedario de Héroes (lectura a tiempo de poesía de Marvel y DC), y varios libros de cuentos. Historiador legislativo en el transcurso de su vida laboral.