Con un enfoque de la ética basado en una racionalidad pluralista, comprensiva, explicativa, deliberativa, laica y falible que incluye las dimensiones intra e intersubjetiva de la realidad humana
Introducción
Lo moral[1] es un elemento importante de la realidad social así como también es lo político con lo que interacciona de variadas maneras. La relación entre ambos asuntos es de tal grado de complejidad que ha llevado a algunos autores a negar y relativizar la presencia de lo moral en la política y viceversa. Ambos son asuntos complicados para su estudio, aparte de que se prestan para ser comprendidos desde distintos ángulos. La relación ofrece un reto mayor. Lejos de ser dos asuntos separados, lo moral y lo político son dos aspectos de la realidad humana que se encuentran mutuamente entretejidos. Pero seguramente encontraremos en el reconocimiento de la noción de la complejidad de la realidad[2] una manera de estudiar tal relación.
Asumiendo que la perspectiva consecuencialista de la ética es un enfoque dominante en la política, propondré argumentos para considerar que necesariamente hay otras éticas implicadas. La visión consecuencialista puede dar las respuestas a un para qué. Pero un plan político en el sentido democrático también da (o debe dar) respuestas a un por qué, cómo, con quién, cuándo y dónde. Esas otras respuestas también tienen contenidos morales, especialmente las tres primeras. También está claro que un régimen autoritario no da prioridad a dar explicaciones, aunque implícitamente sí tenga argumentos éticos o valores, tal vez indecibles.
En este artículo deseo dar buenas razones que proponen que el conocimiento sobre el poder ofrece ventajas sobre la acción que sólo es intuitiva o caprichosa. Pondré también en consideración, la necesidad de coordinar algunas de las más importantes perspectivas de la ética, y cómo las dimensiones de coherencia y completitud (totalidad) pueden ofrecer grandes ventajas.
Para establecer un referente empezaré por ofrecer un panorama sobre la conflictiva realidad de mi país en la actualidad. Podría servir para tener un asidero a muchas de las ideas y los principios de método que serán discutidas aquí. Es también el contexto de este escrito.
En la época de 1944 a 1954 vivimos una época conocida como La Primavera de Guatemala. Ésta fue una especie de momento de respiro que ahora valoramos y que ocurrió entre gobiernos dictatoriales, crímenes de Estado, corrupción, abuso y desinterés por los problemas fundamentales del país. Desde ese entonces, Guatemala no ha tenido nada más que por algunos días – y sólo ocasionalmente– una sensación de esperanza para resolver sus graves problemas.
En 1954, con el apoyo del gobierno estadounidense, un grupo de mercenarios encabezados por el coronel Carlos Castillo Armas mediante un golpe de Estado logró instalar una dictadura que dio un histórico cambio de rumbo en la conducción política del país. Su bandera era el anticomunismo. En nombre de ella se estableció una continuada serie de arbitrariedades y abusos. La idea esperanzadora del bien común fue transformada arbitrariamente en un concepto subversivo. Por las implicaciones sociales y culturales que impuso y también por lo que dejaron de hacer, se puede decir que ese estilo de gobierno fue aplicado con tanta crueldad y perseverancia que, a lo largo de los decenios hasta el momento actual, los sucesivos gobiernos bajaron los niveles de educación, salud, seguridad, protección del ambiente natural, confiabilidad en las instituciones jurídicas y legislativas, aumentaron la emigración y otros indicadores hasta llegar a ser de los más deficitarios de América Latina.
En la actualidad se percibe el hartazgo, la política se ve con repulsión, la desigualdad social ofende. La de Guatemala está entre las mayores del mundo[3]. La pobreza alcanza niveles extremadamente preocupantes[4]. Una apreciación general del país se encuentra en el Análisis Común de País, Guatemala de la Organización de las Naciones Unidas[5].
A partir de la firma de los Acuerdos de Paz en 1996, las élites gobernantes en evidente incumplimiento de los acuerdos han gestionado políticas que les favorecen casi exclusivamente. Con ello agravaron de nuevo las razones que antes motivaron una guerra interna (1960-1996). La oposición política fue desarticulada y los movimientos anti hegemónicos no logran llegar a acuerdos que les fortalezcan. A juzgar por la visibilidad tan destacada de algunos líderes populares corruptos en clara asociación con funcionarios públicos se hace manifiesto que hay una intervención orientada desde las élites gobernantes en los movimientos populares.
El actual es un momento coyuntural para este país (junio, julio y agosto de 2023). Es una época de elecciones mediante la cual cambian los funcionarios que ocupan los cargos de presidente, vicepresidente, diputados del Congreso de la República y alcaldes. Las muchas manifestaciones de repudio ante la corrupción en las instituciones públicas (ineptitud, nepotismo, captura de periódicos, canales de televisión, redes sociales y otras instituciones de comunicación social, religiosas y de justicia por intereses ajenos), indican que estamos viviendo en Guatemala uno de los periodos de mayor desesperación. Pero se nota que, a pesar de todo, hay esperanza popular por el hecho de que es posible la elección, como Presidente de la República, de un candidato no vinculado a las redes de corrupción y respaldado por un partido político cuya trayectoria es ejemplar. Éste es el trasfondo de las elecciones de Guatemala con un contexto mundial de altos riesgos en el ambiente natural y una dinámica en la política internacional que está excesivamente influida por la lógica de los negocios, el egoísmo y la corrupción.
Lo anterior es una rápida descripción que muestra la necesidad de atender los asuntos éticos y morales en la política. Habla en general de cómo los poderes del Estado entienden sus intereses, cómo se han comportado y qué resultados han obtenido en el país. Hoy, a juzgar por el ánimo de la ciudadanía podría pensarse en una fisura en la hegemonía. Frecuentemente, escuchamos o leemos frases como: “hemos tenido un mal gobierno”, “en los problemas actuales hay responsabilidad de los poderes fácticos”, “la corrupción es generalizada” y otras similares. Todas implican asuntos de tipo moral. Pero es notorio que los estudios morales de los procesos sociales han estado ausentes.
¿Bajo qué perspectivas analizar un caso político concreto? Una de ellas, muchas veces olvidada, es la dimensión moral y ética con una comprensión de los procesos propios del ejercicio del poder. Aunque para hacer un estudio así debemos superar varios problemas. Nos hemos acostumbrado a hablar sobre el fondo moral de lo político con una noción muy limitada: en términos de dogmatismo religioso, o con una orientación amoral y cínica, o con un interés consecuencialista. Sin embargo, tenemos la necesidad de generar comprensiones sobre lo político con una orientación que fortalezca los procesos de construcción de legitimidad y justicia, y soluciones efectivas a los problemas sociales y ambientales más apremiantes.
Lo político y la política
Algunas de las acciones y expresiones de los políticos y funcionarios públicos corruptos requieren por parte de la ciudadanía respuestas rápidas que neutralicen las iniciativas espurias lo más pronto posible. Aunque, la mayor parte de las iniciativas que implican alguna forma de abuso o desconsideración son sutiles y enmascaradas, algunas de ellas responden tan evidentemente a intereses egoístas (o significan injusticias o despojos) que deben ser enfrentadas de inmediato. Además, deben ser desenmascaradas lo más pronto posible con un lenguaje comprensible para todos. Ahora bien, una investigación más abarcadora y profunda demanda una comprensión de lo que es, crea y mueve el poder. En ello hay que empezar por reconocer que el poder es un elemento de la realidad social, tal como también es lo moral, junto con otros asuntos como los imaginarios, las identidades, las costumbres, la belleza y otros más que se encuentran de igual modo en las dimensiones de la intrasubjetividad y la intersubjetividad.
La racionalidad sobre lo político debe ser discutida en los distintos niveles de la organización social; el más evidente de ellos es el de los dirigentes y gobernantes. Sin embargo, también es necesaria en instituciones, grupos y movimientos sociales y, además, en las relaciones y conflictos entre todos los niveles mencionados.
En las prácticas políticas frecuentemente observamos visiones muy limitadas sobre el poder social y su práctica. De nuevo, vemos un manejo tan sólo dicotómico (“el poder se tiene o no se tiene”, “izquierda versus derecha”), o apoyado en fundamentalismos y afiliaciones intransigentes. Repetidamente vemos el desprecio por los más elementales valores humanos. La consideración y el respeto, la verdad, la libertad, la justicia, la paz y la solidaridad son algunos de ellos. Tales deficiencias plantean retos importantes para desarrollar comprensiones más ricas para la construcción del futuro. Es necesario comprenderlas y superarlas.
Con base en los planteamientos de Mouffe[6], comprendemos los asuntos de lo político como el conjunto de procesos históricos y psicosociales que expresan el inherente antagonismo de las relaciones humanas, así como también reconocemos con el término de la política, el ejercicio de prácticas, discursos e instituciones que buscan establecer un cierto orden y organizar la coexistencia humana en condiciones que son siempre potencialmente conflictivas porque están afectadas por lo político. La política abarca todas aquellas artes, estrategias, tácticas y acciones que empleamos sobre la construcción, el control, la disputa y la distribución del poder. La distinción entre ambas categorías ayuda a estudiar el tema. Entre los supuestos que están sólo implícitos se encuentran los referidos a la moral y la ética, entre otros. En nuestros días podemos observar que la visión dominante de lo político y la política excluye casi totalmente las consideraciones morales en los procesos de la comprensión y administración del poder.
En lo anterior aparece la idea de la construcción del poder, la cual es mucho más rica y poderosa que la que considera que el poder sólo puede ser obtenido mediante el despojo, como un objeto que se tiene o no. Tenemos entonces la pregunta: ¿cómo construimos el poder? Las respuestas deben ser enmarcadas y llevadas a la práctica con referencia a los procesos históricos y contextos específicos. Un primer paso es advertir qué tipo de poder deseamos construir. Bajo los principios de una democracia no nos sirve un poder total, cínico, sin controles, con privilegios para unos pocos y sus amigos, que puede recurrir a la violencia como método; una política que seguramente nos traería beneficios y riqueza, y el manejo de todos los hilos del control social, pero también un futuro incierto o con destrucción social en instituciones, familias, disidentes y otras personas vulnerables. En el polo opuesto a esta imagen está otra que valora el respeto, la reflexión y el intercambio deliberativo como personas individuales, instituciones y sociedad para mejorar las condiciones de vida. Esto implica la creación de un poder compartido, democrático. Entre ambos polos caben muchas posibilidades, pero, en cualquier caso, podemos construir poder por medio de la participación política activa, la educación y la capacitación, especialmente si desarrollamos conocimientos y prácticas sobre asuntos como los siguientes[7]:
- La relación dinámica del conocimiento con el poder, y la creación de nuevos conocimientos. El conocimiento sobre la realidad, el poder y la política es valioso para comprendernos como individuos y miembros de una colectividad. La verdad es uno de los valores humanos más importantes, así como también el conocimiento y el sentido de pertenencia en el grupo social. Por el contrario, es necesario notar la capacidad destructiva de la mentira, el engaño, y los bulos que tanto auge han logrado en la actualidad, así como también la ignorancia, o las ideologías y creencias fundamentalistas, egoístas y dogmáticas.
- La construcción de la voluntad política, el coraje y el compromiso real y no sólo verbal de dirigentes y otros participantes. Es sabido que algunas personas gozan de un reconocimiento amplio en relación con la integridad, la perseverancia y la valentía para enfrentar dilemas difíciles que han demostrado en sus vidas. Muy probablemente los liderazgos también son construidos con base en la voluntad demostrada de algunos.
- Los procesos de fortalecimiento por medio de las varias formas de organización. Esto incluye la cooperación, las alianzas, las redes de apoyo, la consolidación de la estructura interna de las instituciones, y los vínculos entre institución y contexto. El hecho de ligar personas o entidades con otras personas u organizaciones construye poder. Lo contrario también parece ser cierto: el narcisismo, el individualismo exagerado y la soledad tienden a hacer más vulnerables a los sujetos sociales.
- Las exploraciones sobre las conexiones de la ciencia con la ética, la estética y la política, con reconocimiento de la complejidad y, consecuentemente, las comprensiones transdisciplinarias. Ninguno de estos asuntos es ajeno a los otros. Al contrario, están mutuamente entrelazados y dinamizados. La exploración de los vínculos entre ellos puede ser una rica fuente de investigación y práctica política.
- El conocimiento de los procedimientos que sirven de base para construir la democracia con justicia y legitimidad. Es importante conocer las ventajas y desventajas del diálogo auténtico, así como también los métodos que en un sentido antidemocrático sirven para sojuzgar a otros, incluyendo las diferentes formas del irrespeto, el silenciamiento, la exclusión y el crimen.
- Los métodos y contenidos de las evaluaciones por medio de las cuales serán retroalimentados los programas institucionales, sociales y políticos. La evaluación es una poderosa metodología de apoyo para comprender lo moral en lo político y sus relaciones.
- La creación y el sostenimiento de los medios independientes de supervisión, vigilancia y transparencia que se encargan de examinar las decisiones y acciones de los directivos y los participantes. El objetivo es exponer tales decisiones y acciones para el conocimiento y la crítica pública o del grupo con el fin de introducir las correcciones necesarias.
- Las modalidades de acompañamiento y facilitación, y la develación de los intentos de imposición y manipulación estratégica.
- Los reconocimientos a los logros, los premios y otros estímulos cuando son legítimos y proporcionados.
- El carácter positivamente retroalimentador de las acciones y las experiencias democráticas, así como también las de la solidaridad en círculos amplios o pequeños.
Sin embargo, para comprender mejor los alcances de las crisis, las coyunturas y otros asuntos de lo político y la política, así como también las opciones y propuestas de solución a casos concretos de problemas políticos, es necesario considerar las más importantes perspectivas de la ética que nos ayudan a visualizar una imagen más completa sobre lo moral en el poder y su uso.
Las concepciones más comunes sobre el poder, aún cuando omiten la discusión moral, sí reconocen el énfasis en la obtención de resultados, es decir, que aún siendo precaria la reflexión moral se vislumbra una casi siempre presente ética consecuencialista. Vemos, por ejemplo, los tan frecuentemente citados Maquiavelo y Sun Tzu quienes, en líneas generales y con algunas variantes que pueden ser de interés, orientan la política con mención de los resultados y se alejan de la reflexión ética, limitando sus explicaciones al uso y conservación del poder. Sin duda que sí tienen razón en parte. Sin embargo, también vemos que su atención enfocada a los resultados políticos va necesariamente vinculada a valores, ideales, y objetivos de largo plazo que quedan sin ser considerados. Además, junto con un por qué, la consideración de los procedimientos (diálogo, debate, intriga o anulación del otro, como ejemplos) es necesaria en un plan político. Cómo nos organizaremos es también necesario. En otras palabras, las preguntas básicas de una iniciativa política democrática deben tener respuestas al por qué (a qué aspiramos, el deber y el deber ser), cómo (con qué medios, modos y procedimientos), qué organización adoptar y para obtener qué resultados o consecuencias. Todas las respuestas están impregnadas de los valores que son el fondo del asunto.
Entre los distintos enfoques de las éticas consecuencialistas, el utilitarismo destaca como uno de los más estructurados e importantes. El término utilitarismo y los pilares de esa versión de la ética fueron propuestos por Jeremy Bentham[8] y más tarde desarrollados por John Stuart Mill[9]. Sus obras sentaron las bases de la perspectiva consecuencialista de la ética dando énfasis a la importancia de los resultados y los efectos de las expresiones y las acciones humanas de orden político.
En otras palabras, en este texto destacamos la importancia de reconocer la ética de las consecuencias en los análisis ético políticos; pero también que esa perspectiva debe ser integrada en un enfoque que acepta y promueve la complementariedad con otras perspectivas éticas, entre las cuales habrá que destacar, aparte de la ética de los valores, la ética deontológica –por su aportación a la comprensión del deber, el deber ser, las utopías orientadoras, los fines últimos o el destino a construir –, las éticas procedimentales y la poco desarrollada ética de la organización. Considero que es importante saber que la orientación consecuencialista de la ética es sólo una entre varias otras que deben ser consideradas en cualquier intento de comprensión y aplicación coherente de lo moral de una situación bajo estudio, tomando en cuenta la heterogeneidad que es inherente a lo humano y la correspondiente necesidad de integrar el pluralismo a nuestra reflexión.
Una comprensión más completa sobre la pertinencia de los asuntos morales en las prácticas sociales y políticas exige una cierta capacidad para abarcar con una visión panorámica las contribuciones de autores que tienen muy diversas orientaciones. Es imposible abordarlas a todas ahora, pero sí podemos hacer una selección de las principales perspectivas éticas y apostar por tratar de lograr algunas cualidades de ellas en nuestro marco de análisis, esto es, teniendo siempre presente que las comprensiones que logremos sirvan como una contribución a los procesos sociales y políticos reales. Desarrollaré esta idea a lo largo del texto. Pero antes necesitamos refrescar algunos elementos que están presentes en las nociones fundamentales sobre el pragmatismo, la ética y la moral en la práctica social y el poder en la actualidad, aprovechando para ello algunos conceptos desarrollados por Jürgen Habermas[10]. Este pensador hizo aportaciones importantes a la teoría de la acción comunicativa y, con ello, al enfoque de la “democracia deliberativa”, a lo que también contribuyó John Rawls con su libro Teoría de la Justicia[11] y su debate con Habermas. Más adelante conectaremos con las nociones ofrecidas por Chantal Mouffe sobre la teoría y la práctica de la democracia pluralista o pluralismo agonista desde una visión que recoge la complejidad del ejercicio del poder en nuestras sociedades. En la parte final del texto trataré de aclarar algunas características de nuestra perspectiva de la ética con un ejemplo de aplicación.
Ética comunicativa en lo político y la política
Los enfoques de la ética comunicativa (o ética dialógica) han hecho aportaciones muy importantes para la comprensión de las relaciones entre la razón práctica, la comprensión de lo moral (la ética) y la moral propiamente dicha. La legitimidad, esa propiedad que refleja las aspiraciones comprendidas y fundidas mediante la participación de uno y todos los involucrados, a la vez que compartidas y desarrolladas en la comunicación social y los procesos deliberativos, es central en la construcción de los procesos democráticos verdaderos y justos. Estos se distinguen de otros procesos sociales que pretendidamente se auto presentan como democráticos sin serlo. Un importante aspecto de estos últimos es la formalidad, una atención exagerada a la expresión superficial o aparente acompañada de un claro abandono de lo sustantivo, como sucede en las “democracias representativas” que asumen que con el voto de algunos (una fracción más o menos significativa) de los ciudadanos obtenemos la real representación de los intereses auténticos de todos. Otro aspecto que es necesario considerar es la relación entre la inversión y el voto. Éstos son sólo unos ejemplos de algunas falacias que muchas veces aceptamos sin darnos cuenta.
Delgado y Gutiérrez ofrecen un buen punto de partida para comprender nuestra realidad social desde una perspectiva de la complejidad de lo real. Ellos la caracterizan así (he seleccionado algunas expresiones pertinentes):
La totalidad social «es siempre, inevitablemente, producida como una entidad inter individual a partir de una cadena infinita de interpretaciones», «no existe punto fijo exógeno desde el que poder describir la integración de puntos de vista. Por consiguiente la descripción de la totalidad, es decir, del resultado de la integración de esa infinidad de interpretaciones es inviable», la diversidad de interpretaciones de lo social «siempre tendrá el mismo núcleo de complejidad» entendido como «proceso infinitamente recursivo de interpretaciones», que es infinitamente dinámico, interconectado, interminable, e irrepetible, sin punto o ente externo desde el cual se ordena o explica [12].
A ello agrego:
“El mundo social se presenta a las personas mediante acciones y expresiones. La complejidad de lo real nos deja reconocer que los seres humanos tenemos siempre dimensiones naturales y sociales, y que estamos inmersos en procesos históricos que tienen contexto y futuro. Pero, ¿cómo podemos estudiar tal complejidad en un proceso u objeto concreto? Para hacerlo tenemos a nuestro alcance las acciones (procesos y hechos tangibles) y las expresiones (lenguaje, comunicación, símbolos, códigos) relacionadas con dicho proceso. Éstas pueden ser puntos de partida para indagar sobre cuál es el sentido y la direccionalidad moral (y estética) del objeto de estudio, pues tienen presencia observable en el mundo empírico. Por otro lado, el sentido y la direccionalidad se encuentran en los dominios de la intersubjetividad y la intrasubjetividad.”[13]
Estos criterios nos sirven para estudiar lo político. De ahí la importancia de las consideraciones que desarrolla Habermas cuando explica la ética del discurso. Para analizar y llegar a una síntesis sobre los aspectos éticos y políticos de la ética del discurso me apoyaré en este autor quien indica:
(La ética del discurso) “trata de mostrar que el sentido del principio moral sólo se puede explicar desde el contenido de las presuposiciones inevitables de una praxis argumentativa que únicamente se puede llevar a cabo en común con otros” y “la teoría moral, tan pronto se separa de la perspectiva interrogadora propia de la primera persona del singular, se topa con una realidad de la voluntad ajena que pone sobre la mesa otro tipo distinto de problemas”.[14]
A las preguntas “¿qué es lo correcto y ¿qué debo hacer?” Habermas responde tomando como hilo conductor las diferencias entre los problemas prácticos, los éticos y los morales. Reconoce la importancia que tiene atender a los primeros, los problemas prácticos, porque en caso de que no sean solucionados tendremos consecuencias que, en el menor de los casos, son molestas. Es evidente. En este nivel, también conocido como pragmático, “… lo único que está en juego son las técnicas más apropiadas” para resolver el problema con base en datos empíricos, desde el punto de vista de la eficiencia u otras reglas de decisión, con variados grados de complicación. En el actuar estratégico las partes suponen que cada una decide egocéntricamente con arreglo a sus propios intereses. “Si solamente puedo conseguir el dinero que me falta por el procedimiento de ocultar hechos relevantes, desde puntos de vista pragmáticos lo único que cuenta es el posible éxito de mis manejos y engaños”, dice Habermas. Ahora bien, agrega, “Quien problematiza su licitud está planteando otro tipo de pregunta, a saber, la pregunta moral de si todos podrían querer que en mi situación todo el mundo actuase de conformidad con la misma máxima”. En este caso nos estamos acercando al modo moral de ver las cosas. Estamos pasando de una manera de entender las cosas de un modo práctico o estratégico para lograr algo, a uno que agrega a lo primero la cuestión sobre si es correcto o no para mí. Este es un paso necesario para comprender el siguiente nivel: qué es lo bueno para nosotros. Habermas habla de estos dos últimos niveles como el ético y el moral o comunicativo.[15]
En el caso de los problemas éticos y morales dice:
“los discursos moral-prácticos exigen la ruptura con todas las obviedades de la eticidad concreta asimilada por acostumbramiento, así como el distanciamiento respecto de los contextos vitales con los cuales la propia identidad está entretejida inextricablemente. Sólo bajo los presupuestos comunicativos de un discurso universalmente ampliado en el que participen todos los posiblemente afectados y en el que, en actitud hipotética, pudiesen tomar postura mediante argumentos respecto de las pretensiones de validez de las normas y modos de actuar que en cada caso hayan llegado a ser problemáticos, se constituye la intersubjetividad, de más alto nivel, de una imbricación de la perspectiva de cada uno con las perspectivas de todos.”
Lo anterior conecta directamente con los conceptos de legitimidad y justicia, y dan una razón muy firme a las normas y leyes válidas, pues éstas responden a ese alto nivel de intersubjetividad sólo cuando reflejan los intereses claramente comprendidos y compartidos por los participantes. También ofrecen firmes razones para contrarrestar la corrupción y, en general, todas las desviaciones que siguiendo intereses particulares (egoístas) desatienden a los intereses legítimos. Para tener la capacidad de oponernos a tales desviaciones, nos indica que:
…“siempre han sido necesarios, y lo siguen siendo hasta hoy, movimientos sociales y luchas políticas que nos permitan aprender de las experiencias dolorosas y del sufrimiento irreparable de los humillados y ofendidos, de los heridos y asesinados, que no es lícito excluir a nadie en nombre del universalismo moral: ni a las clases menos privilegiadas, ni a las naciones explotadas, ni a las mujeres domesticadas, ni a las minorías marginadas.”
“Hasta el momento hemos investigado el uso pragmático, ético y moral de la razón práctica tomando como hilo conductor la pregunta tradicional ‘¿qué debo hacer yo?’. Cuando ahora el horizonte de la pregunta se desplaza de la primera persona del singular a la primera del plural, se está modificando algo más que el mero foro de la reflexión.” […] “Lo que se modifica es el rol en que el otro sujeto nos sale al encuentro.”
A partir de lo cual sigue con lo siguiente:
“Tan pronto el interés propio tenga que ser puesto en consonancia con el ajeno, los discursos pragmáticos remiten a la necesidad de llegar a soluciones de compromiso. En los discursos ético-políticos de lo que se trata es de aclarar una identidad colectiva que tiene que dejar sitio para la multiplicidad de proyectos de vida individuales. El problema de la exigibilidad de los mandatos morales motiva el paso de la moral al Derecho.”
El núcleo del sentido de esta propuesta es trascendental: se trata de cultivar la apuesta por la razón comunicada para construir legitimidad y justicia. Con lo anterior, al explicar la radicalidad de lo moral en el entendimiento intersubjetivo de “nosotros”, el autor citado ofrece una poderosa base para fortalecer los principios de una orientación de la política con sentido moral, con lo cual impregna el ejercicio del poder con un panorama amplio, total. Ahora comprendemos de una manera más completa cómo los programas políticos de los grupos humanos, incluyendo las instituciones, se enriquecen al considerar los fines, “lo que debemos hacer”, en conexión con coherencia y sentido de totalidad con respecto a “qué procedimientos son válidos para alcanzar tales fines”, “como debemos organizarnos” y “qué resultados debemos procurar y alcanzar”.
Democracia deliberativa y democracia pluralista agonista
Tanto la democracia sumativa o electoral como la democracia deliberativa han sido fructíferamente estudiadas en sus fundamentos y sus implicaciones. Ahora comprendemos la riqueza moral y política de la democracia deliberativa, al mismo tiempo que vemos las grandes dificultades que nos da la aceptación acrítica de la simple democracia electoral tan favorecida como suficiente por reconocidos tiranos, autócratas y líderes ignorantes o corruptos, y. a veces por organismos internacionales. Los tres últimos presidentes electos de Guatemala son un ejemplo de ello.
Ahora bien, la presentación de los conceptos de la democracia deliberativa que ha venido a refrescar la crítica a los sistemas políticos merece reconocimiento. Veamos, por ejemplo, las aportaciones de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe[16]. Sus aportaciones a la comprensión de la ética (“teoría” en términos de ellos) comunicativa son muy valiosas y merecen que se profundice en ellas, especialmente en lo que se refiere a los alcances de la teoría (ética) del discurso, la hegemonía y la teoría política, lo cual abre todo un nuevo capítulo. Después del fallecimiento de Laclau, Mouffe continuó las reflexiones sobre lo político y la política. Ambos crearon comprensiones muy valiosas, entre ellas las que presento a continuación.
Aceptando que la teoría comunicativa recalca la dimensión racional de lo político, lo cual lleva a varios conceptos sumamente valiosos, Mouffe observa que la democracia no puede reducirse a una cuestión de procedimientos para mediar entre intereses en conflicto. Reconoce que los demócratas deliberativos defienden una concepción de democracia que presenta una concepción muy rica de la política, pero también que dicha concepción deja de lado el papel crucial desempeñado por las “pasiones” y las formas colectivas de las identificaciones en el ámbito de la política[17] porque su visión de la democracia exige de los participantes que sean libres, iguales y racionales. Intentan escapar de las implicaciones del pluralismo de valores e intereses.
Lo anterior subraya el hecho de que en el dominio de lo político están involucrados asuntos tan fundamentales como la justicia y la legitimidad y no es un territorio neutro, aislado del pluralismo de valores e intereses, sobre el cual podríamos formular soluciones racionales y universales. La democracia deliberativa, dice, se resiste a reconocer que existe una tensión fundamental entre la lógica de la democracia y la lógica del liberalismo. Pero, es una realidad que los derechos individuales y el autogobierno democrático son constitutivos de la democracia liberal (cuya novedad está precisamente en la articulación de los dos polos de esta tensión que es inerradicable, aunque sí negociable). Gran parte de la política democrática es precisamente la negociación de dicha tensión y la articulación de soluciones inciertas, nos explican Laclau y Mouffe. La teoría democrática debe encarar el reto que implica el reconocimiento del pluralismo de valores e intereses. Esto no significa la aceptación de un pluralismo total. Algunos límites son necesarios para resolver el tipo de confrontación que habrá de verse como legítima en la esfera pública.
En el artículo citado, ella sostiene la imposibilidad de lograr un pleno, incluyente y definitivo consenso racional. Argumenta que existe una tensión que no se puede eliminar entre los principios de la libertad individual y la voluntad de la ciudadanía (autonomía democrática). Su crítica apunta a que tanto las perspectivas deliberativas como las sumativas de la política dejan a un lado lo que constituye el elemento central que es el papel crucial de las pasiones y las emociones (la identificación, por ejemplo) para asegurar la lealtad a los valores democráticos. Dice:
“El fracaso de la teoría democrática actual para abordar la cuestión de la ciudadanía es la consecuencia de su manejo de la concepción del sujeto, que ve a los individuos como anteriores a la sociedad, como portadores de derechos naturales, ya sea como agentes de maximización de la utilidad o como sujetos racionales. En todos los casos son abstraídas las relaciones sociales y de poder, del lenguaje, la cultura y el conjunto de prácticas que hacen posible la individualidad. Lo que se excluye en estos enfoques racionalistas es la cuestión misma de cuáles son las condiciones de existencia del sujeto democrático.”[18]
Mouffe argumenta contra la idea de que la racionalidad tiene un papel central para resolver los conflictos políticos. Seguramente se refiere a la dependencia exclusiva de dicha racionalidad en la práctica democrática. Aquí es necesario matizar los alcances de dicha afirmación y admitir que no es la única vía para resolver los conflictos, pero sí tiene una importante función en ello. Desde nuestro punto de vista, si eliminamos la racionalidad como opción de solución por medio del diálogo, es poco lo que queda como puente de comunicación entre los adversarios. El hecho de establecer acuerdos políticos por medios deliberativos sigue siendo un recurso importante cuando existe la disposición de acercarse y evitar el sojuzgamiento por la violencia que implica. De esto último tenemos vivencias muy frescas y múltiples registros en la historia de los pueblos. Basta con mencionar las experiencias (masacres) en Guatemala, Chile, Bosnia-Herzegovina, Camboya, el Congo y otros muchos lugares, aparte de la Segunda Guerra Mundial.
Lo que Mouffe demuestra es el conjunto de ventajas para la comprensión teórica de lo político que hay en un pensamiento que no descarta la intuición, la pasión, la afectividad, las emociones, las identificaciones, al mismo tiempo que la racionalidad. Pero la conclusión no puede ser el abandono del esfuerzo racional.
Además, la crítica de Mouffe a la dependencia en la deliberación como un recurso único basado en la racionalidad resalta el concepto de que es importante reconocer que no es posible erradicar el antagonismo. El conflicto es un elemento constituyente de lo social. Por ello es indispensable aprender a reconocerlo, manejarlo y, en la medida de lo posible, conducirlo hacia situaciones más dignas para todos y a mayor fortaleza como grupo social. Esta posibilidad es la que perdimos en Guatemala cuando una de las partes (la gubernamental) decidió no cumplir con los Acuerdos de Paz logrados después de difíciles encuentros entre las partes y de haberlos suscrito. Los Acuerdos de Paz son una excelente guía para Guatemala. Expresan una idea bastante desarrollada de lo que debemos ser y hacer como país, pero no cuentan con la voluntad política de las élites poderosas. Estos hechos deben motivar el interés de los investigadores sociales.
Como vemos, Mouffe sostiene un modelo de democracia en términos de “pluralismo agonístico” que puede ayudar a comprender mejor el reto principal que enfrenta la política democrática de hoy: cómo crear las formas democráticas de identificación que contribuyan a movilizar las pasiones hacia diseños democráticos. Los lineamientos generales de este modelo de democracia son los que siguen ahora. Han sido seleccionados de la obra citada.
- El poder es constitutivo de las relaciones sociales. Necesitamos un modelo democrático que capture la naturaleza de lo político, lo cual requiere de un enfoque que coloque las cuestiones del poder y los antagonismos en el centro de atención.
- El poder no debe pensarse como una relación externa entre dos identidades preconstituidas, sino como un constituyente de las mismas identidades. Dado que todo orden político es expresión de una hegemonía, un patrón específico de relaciones de poder, la práctica política no puede verse como representación de los intereses de entidades preconstituidas, sino constituyendo dichas identidades en un campo siempre incierto y vulnerable.
- La realidad social se constituye por actos de poder. Esto implica que cualquier realidad social es política en última instancia y que tiene que mostrar signos de exclusión, lo que gobierna su constitución. El punto de convergencia o colapso mutuo entre realidad social y poder es lo que conocemos como hegemonía.
- El carácter democrático de una sociedad sólo puede basarse en el hecho de que no hay un actor particular que pueda atribuirse la representación de la totalidad y reclamar el control de la base.
- Hay relación entre legitimidad y poder en el sentido que: a) si un poder ha sido capaz de imponerse, es porque tiene reconocimiento de alguien como legítimo; y b) si la legitimidad no se basa en un a priori, se basa en alguna forma de poder exitoso.
- La política democrática no trata de arribar a un consenso sin exclusiones (pues esto llevaría a la erradicación de lo político). La política se orienta a la creación de unidad en un contexto de conflicto y diversidad; tiene que ver con la creación de un «nosotros» por la determinación de un «ellos».
- El punto central es establecer esta diferenciación nosotros/ellos de una manera compatible con la democracia pluralista.
- Un adversario es un enemigo legítimo, uno con el que compartimos algo en común: la adhesión compartida a principios éticos-políticos de libertad y equidad.[19]
- La perspectiva de la lucha agonística es transformar el antagonismo en agonismo, una lucha entre enemigos a una entre adversarios.
- Lejos de ser un riesgo para la democracia, la confrontación agonística es en realidad la mera condición de su existencia.
- La especificidad de la democracia moderna descansa en el reconocimiento y legitimación del conflicto y su negación a suprimirlo por un ordenamiento autoritario.
- El reconocimiento de la naturaleza hegemónica de las relaciones e identidades sociales puede contribuir a revertir la tentación siempre presente de las sociedades democráticas de naturalizar sus fronteras y esencializar sus identidades. Por esta razón, es mucho más receptiva que el modelo deliberativo a la multiplicidad de voces que abarcan las sociedades pluralistas y la complejidad de su estructura de poder.
Con las razones anteriores podemos ver el alto valor que tienen las propuestas de Habermas, Rawls, Laclau y Mouffe para comprender el alto valor de la deliberación como método para construir democracia sobre los pilares de la racionalidad dialogada y aportar a la legitimidad y la justicia, así como también reconocer el valor de las pasiones y emociones en los procesos políticos. Las afiliaciones, los repudios, la admiración, la esperanza, la verdad, la identificación, el miedo, la solidaridad, el egoísmo y otras deben ser cuidadosamente examinadas en los procesos políticos que nos interesan.
El estudio de lo moral
Lo moral es muchas veces entendido y aplicado con un punto de vista superficial, sólo intuitivo, predominantemente religioso y con base en la fe. Es frecuente escuchar expresiones que reflejan la idea generalizada de que lo moral es sólo esto o lo otro excluyentemente, bueno o malo, pecado o no pecado, es decir, en una idea dicotómica, aunque a veces sí reconocemos que algunos analistas y comunicadores sociales comprenden los grados y los matices, las bandas de gris. En la intención de construir una comprensión de lo moral alejada de los dogmatismos, quiero centrarme en una perspectiva de lo moral que sea basada en una racionalidad pluralista, comprensiva, explicativa, deliberativa, laica y falible que incluya las dimensiones intra e intersubjetiva de la realidad social.
Nuestro enfoque básicamente se basa en algunas premisas sobre lo moral que son las siguientes: lo moral es parte de la realidad humana, de la realidad concreta; parte del mundo, la vida, lo social y con nexos con lo natural. Está en el espacio de la intersubjetividad y la intrasubjetividad en todos los ámbitos de las relaciones humanas en mayor o menor grado, incluyendo las familiares, institucionales, de género, políticas, religiosas, de conocimiento, de salud y otras.
Pero, ¿qué es lo moral? Habermas nos ofrece el siguiente concepto[20]:
“Quisiera denominar ‘morales’ todas las intuiciones que nos informan acerca de cuál es la mejor forma en que debemos comportarnos para contrarrestar mediante los miramientos [la consideración] y el respeto la extrema vulnerabilidad de las personas. En efecto, desde un punto de vista antropológico, la moral se puede entender como un dispositivo protector que compensa una vulnerabilidad inserta estructuralmente en las formas de vida socioculturales. Son vulnerables y están moralmente necesitados de protección en el sentido indicado los seres vivos que sólo se individúan por vía de socialización. La individuación espacio-temporal del género humano en sus distintos ejemplares no viene regulada ya por un equipamiento genético que se extienda sin solución de continuidad de la especie al organismo individual. Sucede más bien que los sujetos capaces de hablar y de actuar solamente se constituirán como individuos en tanto que, en calidad de miembros de su respectiva comunidad lingüística particular, crezcan y se integren en un mundo de la vida compartido intersubjetivamente.”
Partiendo de esta comprensión básica de lo moral, nos preguntamos ahora cómo es nuestro enfoque. Es posible explicarlo por sus características centrales:
- Lo moral es uno de los aspectos dinámicos de la realidad social. En contraste contra las posturas que consideran que lo moral se limita a cada sujeto individual y su propia subjetividad, que es sólo relativa y que está definida por la religión y los grandes libros, es posible observar que se encuentra en los espacios de la intrasubjetividad y la intersubjetividad. Su presencia es tan real como lo es el conocimiento, el poder, los prejuicios, los mitos, la belleza y el arte, la corrupción, las instituciones y muchos otros aspectos de lo humano.
- Lo moral es comunicado en forma de expresiones y acciones. Hablamos de ello mediante diversos vocablos (valores, intereses, ideales, fines, obligaciones, responsabilidades, justificaciones, evaluaciones, resultados a lograr o deseados, predisposiciones, utopías, aspiraciones y otras expresiones) y acciones. Determina nuestras decisiones, expresiones y acciones en función de los valores y principios a los que nos adherimos con más o menos claridad.
- Lo moral implica rangos de valores con todas las bandas de gris entre lo muy adecuado y lo muy inadecuado, suficiente e insuficiente, correcto e incorrecto, bueno y malo, aunque en la práctica muchas veces vemos lo moral en forma dicotómica, binaria. Si lo vemos bien, notaremos que la mayor parte de las decisiones morales no son entre el bien y el mal, sino entre una opción buena u otra posiblemente mejor, o, en el peor de los casos, entre algo malo y algo peor. Éstas últimas en especial merecen mucha atención y estudio.
- Lo moral implica una reconocible vinculación emocional. Hay expresiones y acciones a las que nos afiliamos con convicción, aprobación o simpatía, así como también hay algunas que nos son indiferentes, o nos mueven a rechazo. Este reconocimiento tiene profundas implicaciones tanto en el sentido de conocer como también en el de mover hacia una práctica coherente. El saber qué es lo correcto no mueve automáticamente a las personas a actuar en esa dirección. En muchas ocasiones el actuar correctamente demanda voluntad, coraje y carácter. Es necesaria la conexión emocional, íntegra, con elementos de identidad, dignidad, afecto, admiración, valores y visión del futuro propio y de otros. La sola explicación racional no es garantía de que conducirá a un cambio de conducta moral.
- Siendo lo moral una parte de la realidad social, es estudiable por la ciencia y la filosofía. Es un campo de estudio tan fértil para el estudio y la comprensión humanas como lo son también la historia, la economía, la relaciones y la instituciones, así como también las implicaciones con el mundo de la naturaleza. Por otro lado, la religión, la superstición, la costumbre, el capricho, el sectarismo y el fundamentalismo, entre otros, también se ocupan de dar pautas morales; pero éstas pueden ser contrarias a la explicación racional. Sus razones no se discuten. Pretenden ser infalibles. Pueden fomentar la mojigatería, la arrogancia moral y la intolerancia. Sin duda la ética ha recibido atención en la filosofía, de la cual es una sección importante. Pero, por otro lado, no es así en la ciencia. Causa mucha extrañeza que, siendo lo moral una parte de la realidad social, no es usual encontrar un capítulo de moral y ética en los cónclaves internacionales de ciencias sociales. Veamos, por ejemplo, la organización de los grupos de trabajo en un importante congreso latinoamericano de sociología; ahí tratan temas éticos sociales, tales como la corrupción, la violencia, desigualdad, pobreza, autonomía de pueblos y otros, pero no el desarrollo de métodos de estudio aplicados a lo moral, o un estudio propiamente moral-ético aplicado a tales temas, o un capítulo de ética.[21]
- Una metodología racional (pluralista, discutible y falible) es realizable, con procedimientos particulares para casos (contextos y situaciones) éticos particulares. No hay métodos prefabricados. No existe un método único y universal, definitivo, infalible y totalmente verdadero. Los procedimientos de estudio e investigación deben ser cuidadosamente considerados y planificados de conformidad con el problema estudiado y en concordancia con la racionalidad científica, esta vez aplicada a lo moral en los ámbitos de la intersubjetividad y la intersubjetividad. Es importante aprender a definir los problemas morales de las situaciones específicas.
- La crítica tiene sentido si va acompañada de autocrítica. Ambas son siempre necesarias, siempre que tengamos en cuenta que, para los propósitos de la construcción democrática, no ayudan los excesos, ni el hipercrítico intransigente, ni el autocrítico que apunta hacia sí mismo todos los errores.
Moral con sentido político
C.A.J. Coady introduce varios conceptos valiosos en su artículo sobre la política y el problema de las manos sucias[22]. Él explica cómo en algunas situaciones políticas hay procesos que conectan lo político con lo no político y que ayudan a explicar por qué la política nos provoca perplejidad ética. Hay por lo menos tres “situaciones morales” pertinentes al caso: el compromiso, la extricación y el aislamiento moral.
Un compromiso es una suerte de negociación en la que varios agentes que ven ventajas en un esfuerzo de cooperación acuerdan proceder de tal forma que requiere de cada uno el abandono, aunque sea temporal, de algunos fines, intereses o acciones, para asegurar otros. No hay nada inmoral en el compromiso, pero tal palabra puede tener implicaciones negativas. Sin embargo, cuando el compromiso conlleva el sacrificio de valores o principios morales fundamentales, puede parecer sospechoso.
Puede haber un problema de extricación cuando un sujeto se ha metido en un proceso de acciones inmorales, o ha establecido ese proceso y después se arrepiente y busca salir del enredo. En un contexto político, el sujeto puede no haber iniciado la falta moral, pero sí ser parte del grupo que lo ha iniciado o, más interesante aún, ha heredado la responsabilidad de la situación. La ruptura inmediata puede causar mayor daño que la persistencia del problema. La desconexión gradual puede ser una opción de salida aunque supone la responsabilidad por los males causados. En algunos casos esto sería la decisión más correcta, a pesar de que en los supuestos utilitaristas sería inmoral porque no se obtienen los resultados deseados. Éste es un ejemplo complejo de lo moral en la política. Es central en un análisis no consecuencialista de la extricación moral. La pertinencia de este problema en los casos de corrupción institucional es muy clara.
La situación del aislamiento moral, en palabras de Coady es muy reconocida por Maquiavelo, aunque a menudo ignorada por sus seguidores, y es de considerable interés en cualquier discusión sobre acciones de cooperación. Se trata del problema de la demanda de corrección moral en un contexto dominado por corruptos o criminales. Tal cosa sería una locura. Hay un cierto principio moral que resulta socavado por la amplia falta de colaboración de los otros. Según Coady, se trata de sobrevivencia, del Estado para Maquiavelo y para el individuo según Hobbes, aunque ambos comparten los dos criterios.
En cualquier caso, la solución al problema de las manos sucias puede quedar como una respuesta que está todavía en proceso. Hay que reconocer que un estadista capaz y correcto ha optado por un modo de vida en la política y que la función pública trae consigo el manejo de situaciones complejas desde el punto de vista moral y que tal decisión supone una aceptación para lidiar con dificultades políticas y morales, un reflejo de la condición humana.
En lo discutido previamente, hemos tocado elementos que son claramente morales y que tienen que ver con el manejo del poder: valores, justicia, legitimidad, autonomía, verdad, exclusión, el crimen como recurso, participación, comunicación, pluralismo, todos son términos que contienen cada uno un importante núcleo moral. De ello deducimos que la política puede beneficiarse con la incorporación a la comprensión teórica y la aplicación en la práctica de los conceptos de lo moral y la ética perfilados aquí.
En conclusión, la aplicación acertada de la ética en los asuntos políticos conlleva, por un lado, el constante cultivo de la coherencia y la completitud (totalidad), como propiedades centrales que es necesario comprender en el conjunto articulado de un proyecto político. Por otro lado, necesitamos hacer un todo coherente y completo de las más importantes concepciones éticas: a) la ética deontológica (ética que se enfoca en lo correcto, lo que debe ser), b) la ética procedimental (la comunicativa o deliberativa es la más deseable, aunque hay otras menos virtuosas como el debate y la negociación, y otras cada vez más perniciosas como la exclusión, el silenciamiento y el crimen), c) la organizacional, y d) la consecuencialista, y todo el conjunto entendido en el marco histórico contextual específico propio de la situación concreta que se encuentra bajo estudio. Este punto puede ser visto con mayor amplitud en un artículo anterior.[23]
Sin duda, una deliberación sobre los contenidos ofrecidos aquí entre participantes en una iniciativa política específica puede orientar la metodología y las acciones a seguir sobre la base de criterios morales.
Los interesados pueden examinar un esquema de la aplicación de los principios ofrecidos aquí en una presentación didáctica sobre la evaluación institucional con las cuatro perspectivas éticas coordinadas, la coherencia y la completitud de una institución pública. Puede tomarse como un punto de partida que habrá que enriquecer por medio de las deliberaciones de los participantes.[24] .
Con lo dicho, lo moral es uno de los más importantes núcleos de sentido para la comprensión de lo político y para el diseño de las acciones políticas. Por otro lado, lo político también influye sobre lo moral y su aprendizaje. En ese reconocimiento, al observar los problemas concretos de las realidades humanas, enfrentaremos la tensión entre los intereses individuales y los colectivos, la cual no siempre podrá ser resuelta con soluciones impecables y aceptables para absolutamente todos los involucrados, sino tal como es la condición humana.
BIOGRAFÍA
Estudios de postgrado en Fisiología y Biofísica en la Universidad de Alabama. Actividades universitarias en temas de Administración de la Educación Superior y Evaluación, Metodología de la Investigación Científica, Metodología de la Evaluación, Educación para la Ciencia y la Tecnología, Deliberación, Acción Pública y Práctica de la Democracia, Ética, Bioética. Interés centrado en los temas relacionados con la educación ciudadana en instituciones de educación superior, vinculación de la universidad y la sociedad, métodos de la investigación científica, bioestadística aplicada a la investigación en salud, pensamiento estratégico, ética, paz y democracia.
REFERENCIAS
[1] Es usual diferenciar los términos de moral y ética de la misma manera que distinguimos entre realidad y conocimiento: lo moral son todas aquellas intuiciones que nos ayudan a distinguir entre lo que es correcto e incorrecto, bueno o malo, con todas las gradaciones entre ambos juicios. Por otro lado, la ética es el entendimiento más o menos estructurado, el conocimiento, la reflexión y el estudio sobre lo moral. Varios autores coinciden en que ‘la ética es la moral pensada’. Habrá que notar también que algunas de las comprensiones éticas pueden integrarse en lo moral.
[2] Morin, E. (1974). El paradigma perdido: Ensayo de Bioantropología. Kairós, Barcelona. En: https://pensamientocomplejo.org/?mdocs-file=227
RE[3] OXFAM. (2023). Guatemala, entre el “suelo y el cielo”: la extrema desigualdad en cifras. En: https://www.oxfam.org/es/guatemala-entre-el-suelo-y-el-cielo-la-extrema-desigualdad-en-cifras
[4] ICEFI y UNICEF (2016). Pobreza multidimensional infantil y adolescente en Guatemala: privaciones a superar. En: https://www.unicef.org/lac/media/5076/file/PDF%20Pobreza%20multidimensional%20infantil%20y%20adolescente%20en%20Guatemala.pdf
[5] ONU (2019). Análisis común de país, Guatemala. En: https://guatemala.un.org/es/download/13007/49288
[6] Mouffe, Chantal (1999). Deliberative Democracy or Agonistic Pluralism? Social Research: An International Quarterly 66 (3):745-758. En: https://www.ssoar.info/ssoar/bitstream/handle/document/24654/ssoar-2000-mouffe-deliberative_democracy_or_agonistic_pluralism.pdf?sequence=1&isAllowed=y&lnkname=ssoar-2000-mouffe-deliberative_democracy_or_agonistic_pluralism.pdf
[7] González Ávila, M. (2011). Exploraciones sobre las conexiones de la ciencia con la ética y la política.Discusión sobre las influencias y acciones recíprocas de la ciencia con los procesos sociopolíticos en el marco general de la ética. Revista Umbral de la Universidad de Puerto Rico, No 6. Diciembre 2011, pp. 84-106. En: https://revistas.upr.edu/index.php/umbral/article/view/8431/6949
[8] Bentham, J. (1780). An introduction to the principles of morals and legislation. Disponible en: https://www.earlymoderntexts.com/assets/pdfs/bentham1780.pdf
[9] Mill, JS. (1863). Utilitarianism. Disponible en: https://socialsciences.mcmaster.ca/econ/ugcm/3ll3/mill/utilitarianism.pdf
[10] Habermas, J. (2000). Aclaraciones a la ética del discurso. Editorial Trotta. Madrid.
[11] Rawls. J. (1997). Teoría de la Justicia. Fondo de Cultura Económica. México, D.F.
[12] Gutiérrez, J. & Delgado, J. M. (Eds.). (1999). Introducción. En Métodos y técnicas cualitativas de investigación en ciencias sociales. Madrid, España. Síntesis. pp. 41-50
[13] González Ávila, M. (2015). El estudio de lo moral como parte de lo real. Consideraciones ontológicas y epistemológicas en la investigación de lo moral y sus consecuencias metodológicas. Ciencias Sociales y Humanidades. Vol. 2, No. 2. pp. 85-94
[14] Habermas, J. Obra citada. pp. 109-110
[15] Es tradicional que el término de “moral” se considere como el conjunto de todas las “intuiciones” de la consideración y el respeto, según lo definió este mismo autor. Ética, por otro lado, es la reflexión, el conocimiento y el estudio de lo moral, así como es aceptado siendo la Ética una parte de la filosofía. Pero aquí utiliza ambos términos de un modo distinto como veremos.
[16] Laclau E. y Mouffe C. (1987). Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia. Siglo XXI. Madrid. Disponible en: https://enriquedussel.com/txt/Textos_200_Obras/Aime_zapatistas/Hegemonia_estrategia-Ernesto_Laclau.pdf
[17] Mouffe, C. (1999). Deliberative Democracy or Agonistic Pluralism? Social Research, 66(3), 745–758. http://www.jstor.org/stable/40971349. Disponible en: https://irihs.ihs.ac.at/id/eprint/1312/
[18] Mouffe, C. Obra citada
[19] A esto debemos agregar que compartimos también otros asuntos que alimentan nuestras vidas, así como también evidentemente el territorio, el ambiente natural y el planeta Tierra.
[20] Habermas, J. (2000). Aclaraciones a la ética del discurso. Editorial Trotta. Madrid. p. 18
[21] Grupos de trabajo del XXXIII Congreso Latinoamericano de Sociología. México 2022. En: https://www.alas2022.com/category/grupos-de-trabajo/
[22] Coady, C.A.J. (2000). Politics and the problem of dirty hands. In: Singer, P. (Ed.). A companion to ethics. pp. 373-383 Blackwell Publishers
[23] González Ávila, M. (2017). La evaluación es un método más ético que técnico: implicaciones sobre la construcción de la democracia. Ciencias Sociales y Humanidades. Vol.4. No. 1. pp. 163-170. En: https://revistas.usac.edu.gt/index.php/csh/article/view/459/269
[24] González Ávila, M. (2023). Evaluación ética de una institución pública. Presentación didáctica. En: https://docs.google.com/presentation/d/1pgZjkwG5E9vVcA-TO2z12AvWjS1bx–o/edit?usp=sharing&ouid=104661552178057828020&rtpof=true&sd=true