“La historia no es un juego académico:es un campo de batalla donde se define la memoria colectiva. Ignorar a los perdedores es complicidad con los vencedores.”
- E.P. Thompson
Recientemente, Publicaciones Gaviota publicó el libro La tragedia del Domingo de Ramos, Un estudio de la Masacre de Ponce basado en la evidencia, del licenciado José A. Torres. El autor afirma en la introducción que su investigación es exhautiva e imparcial. Sin embargo, el libro no cumple dichos objetivos. En la primera parte trata de explicar la trasformación que tuvo el Partido Nacionalista de Puerto Rico, creado en 1922, a partir de la elección de Pedro Albizu Campos a la presidencia del movimiento en 1930. En búsqueda de dar esa explicación, intenta demostrar quién era Albizu Campos. Para mi sorpresa, no muestra que ha estudiado la historiografía sobre el Partido Nacionalista de Puerto Rico y su líder. Por ejemplo, no cita las siguientes investigaciones que abordan la transformación del partido a partir de 1930 y la vida de Albizu: Pedro Albizu Campos: Las llamas de la aurora, de Marisa Rosado; Pedro Albizu Campos: un asomo a su vida y su época, de Juan Rodríguez Cruz; Historia de la lucha por la independencia de Puerto Rico, una lucha por la soberanía y la igualdad social bajo el dominio estadounidense, de José “Che” Paralitici; El Movimiento Libertador en la Historia de Puerto Rico, de Ramón Medina Ramírez; Nosotros Solos. Pedro Albizu Campos y el nacionalismo irlandés, de Juan Ángel Silén; Solidarity Across the Americas, The Puerto Rican Nationalist Party and Anti-imperialism, de Margaret Power; El sueño que no cesa, La nación deseada en el debate intelectual y político puertorriqueño 1920-1940, de José Juan Rodríguez Vázquez; como tampoco mi libro Pedro Albizu Campos y el Ejército Libertador del Partido Nacionalista de Puerto Rico 1930-1939, entre otros. Este silencio me parece sospechoso. ¿Cómo puede ser una investigación exhautiva e imparcial cuando no se mencionan las principales investigaciones sobre el tema ni entra en debate con ellas? Para colmo, utiliza -como una de sus referencias principales- el librito Pedro Albizu Campos: Leyenda y realidad, de Roberto F. Rexach Benítez. En el texto de apenas 14 páginas, si no contamos la bibliografía, dice que nadie “parece haberse preocupado por examinar rigurosa y objetivamente su biografía…” Al parecer, esta sería la intención de este librito ya que luego indica “Hasta ahora quienes hemos advenido al conocimiento directo de las figuras públicas puertorriqueñas en los últimos años carecemos por completo de información fidedigna sobre el señor Albizu Campos. Por mi parte, he querido suplir para mi propia orientación esa deficiencia”. Afirma que encontró “marcadísimos contrastes entre la leyenda que en torno al señor Albizu Campos existe en Puerto Rico y muy especialmente fuera de nuestro país, y la realidad de los hechos vividos en nuestra patria”. Sin embargo, en este panfleto disfrazado de “objetividad” lo que encontramos es una deficiente investigación histórica que hace un ataque constante al líder nacionalista porque es evidentemente un libro de encargo escrito con la intención de atacar al patriota. El autor, como si fuera psiquiatra, diagnostica al líder nacionalista de padecer de “delirio de grandeza” y de “demencia”. Es este texto, recalco, de apenas 14 páginas, y que está lleno de disparates, una de sus fuentes principales. Su otra fuente principal es Pedro Albizu Campos y el nacionalismo puertorriqueño, de Luis Ferrao, libro que el Taller de Formación Política demostró en Pedro Albizu Campos ¿conservador, fascista o revolucionario? que tiene muchas debilidades, pero, tal parece, el autor tampoco conoce ese estudio ya que no lo cita. Por su poco dominio de la historiografía, asume la interpretación que hizo, en 1935, el exnacionalista Evangelio Velázquez Merced, en ese momento enemigo de Albizu Campos, de que el viaje que hizo Albizu Campos durante tres años por las Antillas y el continente americano fue un fracaso y que se dedicó a vivir de los fondos del Partido. Debería leer el libro de Marisa Rosado o el de Margaret Power, anteriormente mencionados, para que se percate de la intensa actividad que Albizu Campos desarrolló en su gira y que, por la falta de presupuesto, tuvo que dormir en un banco del paseo el Prado, en Cuba. Al percatarse de que Albizu dormía en un banco, la juventud cubana decidió pagarle la estadía en un hotel donde permaneció como huésped de la juventud comunista.[1]
Dice el autor que Albizu no siguió el ejemplo del movimiento independentista irlandés. Le sugiero que para que reconozca su equivocación consulte los siguientes textos, ya que no los cita, por lo que deduzco que no los conoce: “La insurrección irlandesa en la Pascua de 1916 y su influencia en Albizu Campos”, de Ivonne Acosta, publicado en Claridad en su edición del 29 de marzo al 4 de abril de 2002; “Los Bonos del Partido Nacionalista para la reconstitución de la República de Puerto Rico (1930)”, del Dr. Ovidio Dávila, publicado en la Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña (2005); “Algunas ideas tentativas del pensamiento social cristiano en Albizu Campos”, en La nación puertorriqueña: ensayos en torno a Pedro Albizu Campos (San Juan, Puerto Rico: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1993) de Ernesto Sánchez Huertas; The Quickening of Albizu Campos, How Fenianism Galvanized the Last American Liberator, publicado por Ausubo Press Book en el 2022, de Aoife Rivera Serrano; Nosotros Solos. Pedro Albizu Campos y el nacionalismo irlandés (Colombia: Publicaciones Gaviota, 2003), de Juan Ángel Silén; y los capítulos 1 y 4 de mi libro Pedro Albizu Campos y el Ejército Libertador del Partido Nacionalista 1930-1939.
Para el autor, la ideología que siguió Albizu Campos y su partido fue el fascismo. Increíblemente, Torres cita mi tesis de maestría, pero no menciona por ningún lado la crítica que hago en éste a los que han intentado víncular al Partido Nacionalista con el fascismo. Esta tesis se transformó, posteriormente, en un libro donde amplío la investigación y en donde expando dicha crítica; sin embargo, nunca cita el libro. Como mencionamos, tampoco menciona la demoledora crítica que hizo el Taller de Formación Política en Pedro Albizu Campos ¿conservador, fascista o revolucionario? al estudio de Luis Ferrao, quien intentó probar en su libro Pedro Albizu Campos y el nacionalismo puertorriqueño que el Partido Nacionalista era de tendencia fascista. Torres se dedica, principalmente, a repetir las “evidencias” que presenta Ferrao en su libro, y a establecer unos pararelismos altamente cuestionables, y que son falacias. Por ejemplo, alega que ciertos rituales que practicaban los nacionalistas, como el culto a los mártires, los acercaban a un movimiento fascista. Su “lógica” es la siguiente: los movimientos fascistas celebraban ceremonias para el culto a los muertos, el Partido Nacionalista también, por tanto, este último es fascista. Se le olvida mencionar a Torres que la recordación de héroes fallecidos la realizan la mayoría de los movimientos políticos, sean comunistas, fascistas, liberales, republicanos, monárquicos, partidos islámicos, etc. De hecho, el movimiento republicano irlandés, al que Pedro Albizu Campos admiraba, solía practicar el culto a los mártires. Por otro lado, Torres vincula el “Día de la raza”, celebrado por el Partido Nacionalista, con Mussolini. Su “lógica” es la siguiente: Mussolini hablaba sobre la raza, los nacionalistas celebraban el “Día de la raza”, por lo tanto, hay una conexión ideológica entre el líder fascista y el Partido Nacionalista. Se le olvida mencionar que dicha celebración era celebrada en España, y a través de toda Hispanoamérica, y si investiga mejor notará que el origen y significado de esa celebración no tiene nada que ver con el fascismo. Otro malabarismo ocurre cuando señala que Pedro Albizu Campos organizó a las Hijas de la Libertad, emulando una asociación femenina Nazi. Para llegar a esa conclusión no ofrece pruebas. Su “lógica” es la siguiente: los Nazis tenían una organización femenina, y el Partido Nacionalista organizó una asociación femenina, por lo tanto, la tuvo que haber copiado de los nazis. Además, señala que Giovanni Gentile, lider fascista, hacía un llamado a la “acción inmediata”, y que Albizu también hizo ese llamado, así que concluye, sin pruebas, que Albizu siguió los postulados del primero al hacer el llamado. Claro está, con esa clase de “lógica”, que usa una y otra vez, se puede probar cualquier cosa.
Sobre el origen, organización y los símbolos de los Cadetes de la República, el autor debería leer y estudiar mi libro Pedro Albizu Campos y el Ejército Libertador del Partido Nacionalista 1930-1939, para que se percate de lo equivocado que está.
El autor llama la atención al lector del uso de lo que él llama “suástica nazi”, como viñetas en el diseño de la portada de la publicación para demostrar lo que, para él, es clara evidencia del carácter fascista del Partido Nacionalista. Le sugiero el autor que consulte el ensayo “La Swástica: realidad numismática versus fantasía histórica”, Numiexpo, 2003, para que se percate que ya el Dr. Ovidio Dávila había refutado ese mismo señalamiento que había hecho Luis Ferrao. Si no consigue dicha fuente puede leer mi ensayo “Debate historiográfico: Pedro Albizu Campos y el Partido Nacionalista de Puerto Rico, ¿Fascistas?”, que tampoco parece que conoce, ya que no lo cita, y lo puede consultar en la Revista Phrónesis, Vol. 2, agosto-diciembre 2021, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Aguadilla, pp. 100-132, disponible en línea.
Torres, como anteriormente hizo Ferrao, cita el artículo “Hitler y el Hitlerismo”, publicado el 23 de enero de 1932 en La Nación, el periódico del Partido Nacionalista, en la sección de “Política Internacional”, para “demostrar” la supuesta admiración del Partido Nacionalista a Hitler. Sin embargo, contrario a lo que afirma, no es un artículo favorable al futuro dictador fascista. Si leemos dicho artículo con detenimiento, nos percataremos que es una reseña sobre el impulso que tomaba Hitler en la política alemana, y que el autor del texto no se expresa a favor de Hitler, por el contrario, prevé que será el futuro dictador de Alemania. Estudiamos con detenimiento los principales periódicos del Partido Nacionalista: La Nación, La Palabra y La Acción, y no logramos hallar artículos en el que los redactores nacionalistas apoyasen la ideología fascista. Lo normal es que si el Partido Nacionalista hubiera sido fascista se encontraran muchos artículos en defensa de los movimientos fascistas europeos o iberoamericanos, pero ese no fue el caso.
Dice Torres que las siguientes características del fascismo: anticomunismo, apoyo al conservadurismo económico, antidemocrático, totalitarista, se repiten en el Partido Nacionalista de Puerto Rico. Sobre las dos primeras características le recomiendo leer mi ensayo “El Partido Nacionalista de Puerto Rico y su posición ante los socialistas y comunistas”, Revista Ámbito de Encuentros (Vol. 15, Núm 1, Universidad Ana G. Méndez, Recinto de Carolina), y se dará cuenta de lo equivocado que está. Sobre las dos últimas, le recomiendo leer la resolución aprobada durante la Décima Octava Asamblea Original del Partido Nacionalista, en 1941, en la que declararon que no eran fascistas y condenaron dicha ideología por ser una imperialista y anti-democrática y, por lo tanto, contraria a la doctrina que defendían y practicaban:
Por cuanto: se ha pretendido aseverar ante la opinión pública que el Partido Nacionalista es una organización de carácter y tendencias fascistas. Por cuanto: según el programa del Partido Nacionalista, aspiramos a constituir en Puerto Rico una república democrática. Por cuanto: el Partido Nacionalista defiende toda idea democrática y reafirma el derecho al goce y disfrute de la independencia patria. Por cuanto: el fascismo como organización imperialista internacional no es menos peligroso que cualquier otro imperialismo y el Partido Nacionalista es esencialmente antiimperialista. Por tanto: resuélvase por esta asamblea ordinaria rechazar como injuriosa y absurda la acusación calumniosa de que el Partido Nacionalista tiene tendencias o carácter fascistas. 2- Esta Asamblea ratifica su adhesión y su lealtad a los verdaderos principios de la democracia.[2]
Además, le recomiendo a Torres leer el ensayo disponible en línea, “Albizu Campos y el Fascismo”, del sociólogo Juan Manuel Carrión, quien basándose en uno de los estudios clásicos sobre el fascismo, A History of Fascism, 1914-1945, del historiador Stanley Payne, concluye que “El nacionalismo albizuista difiere en aspectos esenciales del fascismo”.[3] Supongo que tampoco conoce ese texto, porque no lo cita.
El autor afirma en su investigación que la mayor parte de lo que se ha escrito sobre la Masacre de Ponce es incorrecto, por lo que esperaba que éste intentara poner en cuestión las tesis y evidencias de los que hemos estudiado el tema, pero esto no ocurre. No entra en discusión con los trabajos de Sonia Carbonell, Raúl Medina, Manuel Moraza, Marisa Rosado, y del que escribe. Tampoco cita fuentes de suma importancia como la entrevista que le hizo Luis Ferrao a Casimiro Berenguer, líder nacionalista y sobreviviente de la Masacre de Ponce; la entrevista a Lorenzo Piñero, líder nacionalista y sobreviviente de la Masacre de Ponce, publicada por Cuadernos de Educación Política; la entrevista a Dominga Cruz Becerril, líder nacionalista y sobreviviente de la Masacre de Ponce, hecha por Margaret Randall y publicada por la editorial Huracán; el texto “Relato de la Masacre de Ponce”, de Dominga Cruz, publicado en Claridad, En Rojo, 21 al 27 de marzo de 1997; o los múltiples testimonios de sobrevivientes de la matanza que aparecen en el documental de la Masacre de Ponce, producido por Manuel Moraza, entre otras. ¿Qué tipo de estudio exhautivo e imparcial es ese que no entra a debatir con los que hemos estudiado el tema y que no menciona fuentes primarias de importancia que todo investigador sobre la Masacre de Ponce debe conocer y citar? Y si no las cree creíbles, debe explicar por qué.
Luego de la matanza, los fiscales presentarán su teoría sobre lo que aconteció durante los juicios contra los nacionalistas. Según ellos, el primer tiro lo hizo un miembro de los cadetes que disparó dándole muerte al policía Eusebio Sánchez, y que otro miembro de los cadetes disparó dos o tres veces nuevamente a la policía, y entonces la policía lanzó bombas lacrimógenas con el propósito de dispersar a los que allí se encontraban, y que después del cuarto o quinto tiro, cuando ya había caído el policía Sánchez, y otros policías heridos, fue que la policía hizo uso de sus armas. Según la fiscalía, la conducta de la policía “fue la conducta caballerosa y persuasiva de hombres conscientes de su deber.”[4]
Según la versión de la fiscalía, el ciudadano Jenaro Rodríguez fue el que hizo el primer disparo, y que inmediatamente después, su hijo Iván, también disparó, y que luego disparó José Rosario Rodríguez, hermano de Iván. Según la fiscalía, los tres se encontraban en la esquina de la Calle Marina y Aurora, específicamente en la acera del edificio donde estaba el Club Nacionalista. La fiscalía también estableció que cuando ocurrió el primer disparo, un policía disparó y cayó muerto Jenaro, y que también cayó muerto su hijo Iván. José Rosario sobrevivió, pero no fue acusado de delito alguno. Torres defiende la versión de la fiscalía. Es decir, culpa a los Rodríguez de hacer los primeros disparos.
En búsqueda de probar que Rodríguez hizo el primer disparo, Torres señala que para el fiscal Pérez Marchand, primer fiscal en investigar el suceso, no era cuestión de dónde salieron los disparos iniciales porque, según el autor, para el fiscal estaba claro que los culpables fueron Jenaro y su hijo Iván. Sin embargo, si examinamos los informes preparados por Pérez Marchand, en los que se basa el autor para llegar a dicha conclusión, eso no es cierto. En su primer informe preliminar, preparado al día siguiente del suceso, señala que la policía alegaba que un paisano disparó primero. Es decir, no concluye nada, simplemente informa lo que le dijeron los policías, y tampoco señala que Jenaro e Iván dispararan. Dos días después presenta otro informe preliminar en el que señala que cuatro testigos afirmaban que el primer disparo fue hecho por un paisano. Es decir, simplemente informa lo que le indicaron esos cuatro testigos. Pérez no concluye nada, y tampoco señala que Jenaro y su hijo dispararan. Según Torres, en el tercer informe de Pérez Marchand entregado el 3 de abril, señaló que seguía creyendo la evidencia que demuestra que el primer disparo lo hizo un hombre vestido de civil y que el hijo de ese hombre, que también murió ese día, era nacionalista. Pérez no dice eso en el tercer informe. Indica que en relación con el primer disparo existían declaraciones contradictorias, pero que, hasta ese momento, creía que se sostenía la teoría de que un paisano fue el responsable, ya que los cuatro testigos que hasta ese momento habían señalado a un policía como el iniciador lo situaban en lugares diferentes[5]. En ese informe, Pérez tampoco concluye nada, y no menciona a Jenaro ni a Iván por ningún lado. Es decir, en ninguno de los informes menciona a los Rodríguez.
Lamentablemente, el fiscal no pudo terminar su investigación ya que renunció cuando el gobierno lo presionó para que no radicara acusaciones contra unos policías.
En 1967, Pérez Marchand habló en un acto del Partido Nacionalista sobre la matanza y dijo que el autor del tiro nunca pudo ser identificado, pero para Torres su testimonio carece de credibilidad porque, según él, es contrario a los informes que ofreció 30 años antes. En primer lugar, recordemos que lo que presentaba el fiscal, en 1937, eran informes preliminares, pues nunca entregó un informe final. En esos informes simplemente indicó que algunos testigos señalaban a un paisano como el que inició el tiroteo, pero nunca pudo acabar su investigación porque, como señalamos, decidió renunciar, así que no es de extrañar que 30 años después afirmara que nunca se pudo identificar al autor. ¿En dónde está la contradicción? Yo no la veo.
De haber estudiado los ensayos de Sonia Carbonell sobre la Masacre de Ponce, disponibles en línea, se hubiera percatado de las contradicciones de la versión de la fiscalía, construida principalmente con los testimonios de los policías. Policías que dispararon a ciudadanos por la espalda, asesinaron a macanazos y remataron a los caídos, y que, por lo tanto, son los más que necesitaban mentir para justificar lo que hicieron.
Carbonell señala que los testigos de la fiscalía situaron a los Rodríguez en la esquina del Club Nacionalista; sin embargo, las fotografías tomadas por dos reporteros sobre el lugar de los sucesos, antes y después del tiroteo, prueban que éstos no se encontraban en dicha esquina. Para colmo, el resultado de la prueba de la parafina que le hicieron a Jenaro fue negativa. El jefe de la policía, Guillermo Soldevilla, de Coamo, declaró haber ocupado una pistola a la persona que hizo el primer disparo cuando ésta se hallaba en el suelo, después de caer. Dicho oficial, identificó en el tribunal el arma de fuego como un revólver Smith Calibre 38. Nos dice Caraballo, que desafortunadamente, la mejor prueba, la de las huellas digitales, no se hizo a ninguna de las armas ocupadas alegadamente por la policía, ni a ninguno de los acusados. En relación con el revólver que supuestamente ocupó Soldevilla a Jenaro, quedó comprobado que “el cerrojo no aguanta la bala fija en su sitio”, lo que aumentaba el escape de gases y al ser mayor el escape de gases en relación con la prueba de parafina, ésta debía dar positiva[6]. Era, apunta Caraballo, casi imposible disparar con esa arma y que la prueba de la parafina fuese negativa. Para colmo, la defensa probó que Jenaro no murió en el lugar de los sucesos como consecuencia de un disparo de la policía, como señalaban los policías, sino en el Hospital Tricoche, a las 12:30 de la mañana del día 22 de marzo. Además, la defensa demostró que Jenaro tampoco fue recogido en el lugar de los sucesos; éste buscó refugio en la Escuela de Enfermeras y luego fue trasladado al Hospital Tricoche.[7] Es decir, los policías mintieron.
Torres señala en su libro que Elifaz Escobar, teniente de los Cadetes de la República, disparó y mató a un oficial. Prefiere creerle a lo que testificaron los policías en los juicios, que—para repetirlo– eran los más que necesitaban justificar lo qué hicieron. Sin embargo, Elifaz Escobar negó que disparara. Narró que cuando comenzaron los disparos, el capitán Tomás López de Victoria se puso la mano derecha en el estómago y le dijo: “Me han herido”, y dio la vuelta hacia el lado de la Junta, y él se tendió en el suelo boca abajo en la acera de la Escuela de Enfermería, y que estando ahí tendido haciéndose el muerto, un grupo de policías se le acercó y uno le metió algo en el bolsillo del pantalón, lo viraron hacia arriba y le tiraron un revólver en el pecho:
El policía Anés estaba detrás de mí y le gritó a otro que yo estaba vivo e impuñó el revólver y lo puso sobre el murito de la verja y me empujó con el pie. Luego el policía Anés (Luis), por encima de mí hizo varios disparos de carabina que sentí el fogonazo. Luego cogió el revólver y lo puso cerca de mi mano. El policía Anés me entregó al sargento Molina. En ningún momento escuché del policía Anés decirle al licenciado Leopoldo Tormes que el revólver era mío y que yo había disparado con él. Fui arrestado al otro día por la mañana de atentado a la vida de un policía.
Terminó su declaración señalando que era zurdo, y que el revólver se lo colocaron en la mano derecha.[8]
Si suponemos que miente, tendríamos que demostrar que también mintió Carmelo A. Colón, quien no era nacionalista, y que declaró como testigo ver al policía Anés, a quien conocía desde antes, ponerle un revólver a Escobar en la mano.[9] Tendríamos que suponer también que mintió Emilio Burgos, quien tampoco era nacionalista y que, como testigo, afirmó ver a un policía meterle algo al bolsillo a un cadete que estaba muerto en la acera.[10] Ese era Escobar.[11] Evidentemente, la policía preparaba la escena para luego responsabilizar a Escobar de haber disparado contra la policía.
Torres indica que el policía Anés testificó que, al levantar a Elifaz del suelo, Escobar le dijo al representante Tormes García, que el revólver era suyo y que lo había disparado. Sin embagro, Tormes negó que Elifaz le hiciera alguna declaración.
Elifaz fue a juicio por asesinato junto a un grupo de sus compañeros, y luego de escuchar la evidencia, un jurado compuesto por puertorriqueños, entre los cuales no figuraba un solo miembro del Partido Nacionalista, ni un miembro del Partido Liberal[12], declaró absuelto a Elifaz. Sin embargo, Torres prefiere creele a la policía. Así hará a través de todo su libro, creerle a los que, nuevamente repito, dispararon a ciudadanos por la espalda, asesinaron a macanazos y remataron a los caídos, y eran los únicos más que necesitaban jusificar sus acciones.
Torres señala que varios testigos, como José García, Tadeo Otero, Ángela Ríos y Guillermo Alomar vieron a un policia hacer el primer disparo que desató la matanza desde la esquina donde estaba el edificio “El Águila”. Torres, indica, además, que José Acosta, un testigo de la defensa, “destruyó” la teoría de que un policía disparó el primer tiro desde el frente de “El Águila”, ya que Acosta testificó que estaba allí cuando comenzaron los disparos y que no vio de dónde salieron los disparos. Leímos la fuente que cita el autor, y Acosta lo que indicó fue que estaba frente de “El Águila” cuando detuvieron a los cadetes y que cuando empezaron los disparos corrió hacia donde estaba su familia frente a una residencia, y que no vio a los que dispararon ni de donde veían los disparos.[13] Es decir, no está diciendo que nadie disparó desde esa esquina, que, al parecer, es lo que sugiere Torres para afirmar que ese testigo refutó a los otros testigos. Simplemente dice que comenzó a correr a donde estaba su familia y que no vio a los que dispararon ni de donde venían los disparos. No obstante, si suponemos que Acosta dijo lo que Torres sugiere, ¿por qué la preferencia con el testimonio de un solo testigo? , ¿por qué darle credibilidad a un solo testigo y descartar los testimonios de los demás testigos?
También con la intención de refutar a dichos testigos, Torres muestra una fotografía que realizó José Luis Conde, tomanda supuestamente segundos después del primer disparo, no sabemos cuantos segundos exactamente, que muestra, según él, “claramente”, en realidad no es tan clara la fotografía, el área frente a la esquina “El Águila”, donde según algunos testigos se hizo el primer disparo. Torres señala que en la foto no se puede ver a ningún oficial en esa esquina, y que no se ve humo de disparo, ni nadie huyendo de ahí. Dice, además, que toda la gente de dicha esquina está mirando hacia la esquina del club nacionalista. Su intento de refutación es cuestionable. En primer lugar, el área que toma la fotografía está cortada por una pared y, por ello, no podemos ver a todos los que están frente al edificio del “El Águila”. Por lo tanto, el oficial pudo disparar desde el área que no nos permite ver la pared. En segundo lugar, en la fotografía se ven a los que aparentan ser dos oficiales cerca de la esquina “El Águila”, caminando y mirando en dirección opuesta al club nacionalista. En tercer lugar, un oficial pudo haber disparado al aire en dicha área e inmediatamente alejarse de la escena y no ser capturado por la fotografía. Recordemos que no sabemos cuantos segundos exactos pasaron desde el momento del disparo y el momento que se tomó la fotografía. Es decir, la fotografía no tiene porque refutar los testimonios de los testigos.
La nacionalista Carmen Férnandez testificó que el primer disparo salió de un grupo de policías que estaban parados en la esquina Aurora y Marina. Le dijo al fiscal que un policía disparó el primer tiro al aire, pero no sabía quién lo hizo, pero que vio el fogonazo.[14] Para desacreditar el testimonio de Férnandez, José A. Torres indica que el fiscal le presentó una declaración jurada en la que ella declaró que no oyó el primer disparo y que no sabe quién lo hizo. Pero Torres, increíblemente, se le olvida mencionar, u oculta, que Carmen se sonrió al ver la supuesta declaración, y negó que hiciera esta bajo juramento ante el fiscal mientras estaba en el hospital porque estuvo allí entre la vida y la muerte por quince días, muchos de los cuales los pasó inconsciente.[15] ¿Por qué Torres no incluye el testimonio completo de Carmen Fernández en su “investigación imparcial”, como él llama a su investigación?
Por no estudiar las investigaciones sobre la Masacre de Ponce, se le pasan otros testigos que señalaron que vieron a un policía hacer el primer disparo. Por ejemplo, en mi estudio menciono que simultáneamente con la orden de marchar que dio el capitán de cadetes Tomás López de Victoria, según la declaración jurada de Alfredo Costas ante el abogado notario J.M. Toro Nazario, el jefe de la policía, Guillermo Soldevila, dio la orden “carguen”, y luego se escuchó un primer disparo; que según la declaración jurada de Carlos Cintrón, ante el mismo abogado, lo efectuó un policía grueso que vio de espaldas. Tampoco Torres menciona al testigo Gumersindo Ferrán, miembro del Partido Unión Republicano, quien como apunta Sonia Carbonell, también indicó que un policía disparó al aire y que fue entonces que comenzó el tiroteo.[16] Mientras el periódico La Correspondencia, indica Carbonell, señaló que según la versión de varios paisanos no nacionalistas sobre el inicio del tiroteo fue que “un policía disparó un tiro al aire, lo que suponen sea señal de alarma”.[17]
El teniente de los cadetes de Ponce, Elifaz Escobar, señaló como testigo que vio al oficial Armando Martínez hacer un disparo al aire.[18] Genaro Lugo, quien dijo ser republicano de los de Martínez Nadal y que era mensajero del Alcalde de Ponce, declaró como testigo que observó la escena desde el balcón del Convento, que ubica frente a donde estaba la Junta Nacionalista, y que vio al policía Armando Martínez hacer el primero disparo, y lo señaló durante el juicio como el responsable, y también indicó que lo vio rematar en el suelo a una niñita que había caído boca abajo.[19]
Otro testigo que vio a un oficial disparar fue Miguel Alfonso. En declaración jurada ante el notario del periódico El Imparcial, indicó que estaba parado en el triángulo que forma el edificio “El Águila”, y que antes de la matanza un oficial al que le decían “King Kong” le dijo al público que estaba ahí, “Vayánse de aquí, que tenemos órdenes de limpiar a todo el mundo”, y responsabilizó por el primer disparo al oficial Rafael Hernández, placa número 538 de Utuado, quien disparó en la esquina frente al Club Nacionalista.[20] Según El Imparcial, otros testigos identificaron al mismo oficial como el responsable. Dato curioso, El Imparcial cuenta que, luego de la matanza, se podía ver en Ponce a infinidad de personas con el número 538, número de la placa del policía Hernández, en la bandana de sus sombreros.[21] Evidentemente, fue una manera de protestar y denunciar la posible acción de dicho agente. Torres no menciona estos testimonios reproducidos en El Imparcial porque en su “investigación exhautiva” nunca cita dicho periódico, como tampoco el periódico La Correspondencia.
Por no consultar el periódico El Imparcial, a Torres se le escaparon otros testigos que vieron la policía disparar primero. Éstos son Antonio Ortiz y el carpintero Rafael Torres, quienes declararon bajo juramento, ante los licenciados Ayuso Valdivieso y Cayetano Coll Cuchí, ver a un policía disparar primero, y la descripción del policía de ambos coincide[22]. Otros ciudadanos también responsabilizaron a la policía del primer disparo.
Torres también, dándole, como siempre, total credibilidad a los testimonios que ofrecieron los policías durante los juicios contra los nacionalistas, señala que desde los balcones se le disparó a la policía; sin embargo, como plantea la historiadora Sonia Carbonell, los policías fueron los únicos que vieron esos disparos, ya que ninguno de los testigos del pueblo o de la defensa, ciudadanos particulares, vieron esos disparos.[23]
Al terminar de leer el libro nos percatamos que Torres no hace de historiador, sino que ejerce su profesión y se convierte en abogado de los policías al defender la versión del gobierno sobre los hechos: 1) Que Albizu y sus cadetes eran unos fascistas y terroristas 2) Que los nacionalistas no podían marchar porque no tenían permiso 3) Que algunos nacionalistas fueron armados a la parada 4) Que Jenaro Rodríguez inició el tiroteo y la policía se defendió 5) Que lo que ocurrió fue un tiroteo porque hubo nacionalistas como Elifaz Escobar que dispararon y que fue él el que mató a uno de los oficiales 6) Que desde las azoteas le dispararon a los policías y ellos respondieron al ataque.
No obstante, hemos logrado poner en duda cada uno de los puntos defendidos por el autor.
Anteriormente, el informe preparado por la Comisión Hays, que investigó los sucesos, había refutado la versión del gobierno, pero Torres no le da credibilidad a pesar de que este estaba compuesto por Arthur Hays, abogado y miembro fundador de la Unión Americana de Libertades Civiles, y su consejero general, y un grupo compuesto por Emilio S. Belaval, abogado, escritor y presidente del Ateneo Puertorriqueño; Manuel Díaz, cirujano y presidente de la Asociación Médica; Mariano Acosta Velarde, Presidente del Colegio de Abogados; Antonio Ayuso Valdivieso, Director del periódico El Imparcial; Fulgencio Piñero, Presidente de la Asociación de Maestros; José Dávila, asistente de redacción del periódico El Mundo; y Francisco Zeno, Director del periódico La Correspondencia. Torres afirma que como los licenciados Ramos Antonini, Gutiérrez Franqui -aunque no eran nacionalistas- serán los abogados de los nacionalistas acusados por la Masacre de Ponce, y el abogado y líder nacionalista, José M. Toro Nazario, se involucraron con el trabajo de la Comisión, e interrogaron testigos, pues para Torres todo el informe quedó desacreditado y, por ello, concluye que todo fue una pantomina. Para llegar a una conclusión tan tajante como esa, debería primero probar que estos manipularon la investigación, y luego demostrar que los distinguidos miembros de la comisión se dejaron manipular. Ejercicio que no realiza, simplemente asume que eso sucedió.
En el libro, el autor no se adentra a explorar con profundidad el comportamiento criminal de los policías durante la matanza porque tal rigurosidad hubiera dejado muy mal a los que busca defender y a quienes siempre otorga credibilidad. De haberlo hecho, tendría que contestar las siguientes preguntas: Si el oficial Orbeta tenía confidencias que los cadetes de Mayagüez estaban armados, ¿por qué los policías no los registraron y desarmaron? Si la presencia de los Cadetes y “Enfermeras” violaba la ley, ¿por qué la policía permitió que formaran filas? ¿Por qué no los arrestaron al formarse? ¿Por qué asumieron dicha posición de rodearlos, si su propósito era dispersar a los manifestantes?[24] Si era una marcha ilegal, es lógico pensar que las macanas eran más que suficientes para evitar que los Cadetes y “Enfermeras” marcharan. ¿Acaso no existen otras estrategias menos violentas para disolver marchas y manifestaciones? Claro que sí. Sin embargo, como demuestran los hechos, ese no era el propósito de las fuerzas represivas. La orden era tirar a matar. Ante la evidencia, no es de extrañar que el fiscal Pérez Marchand afirmara que las intenciones de la policía eran muy fáciles de determinar por el resultado obtenido.[25]
Como demuestro en mi libro, la formación que tomó la policía, la de rodear con ametralladoras a los cadetes sin dejarles espacio para escapar, no sólo demuestra que éstos tenían órdenes de asesinar a los “Camisas Negras” y a las “Enfermeras”, sino que también lo comprueba el comportamiento que mostraron durante y después de los acontecimientos. Por dar un ejemplo, el 1 de abril de 1937, el periódico El Imparcial, periódico que no investigó Torres, reprodujo una declaración del abogado, y entonces Representante de la Cámara por el distrito de Ponce, Leopoldo Tormes García, con el título: El más vil de los asesinatos. En este, el autor declara que, ante los disparos de la policía, muchos cadetes se refugiaron en la casa del señor Noel Totti y, como consecuencia, la policía comenzó a lanzar bombas lacrimógenas hacia el interior de la casa. El señor Totti, con el propósito de ayudar a los cadetes, les recomendó que salieran por donde no hubiera policías y que se quitaran las camisas negras. Algunos lo hicieron; sin embargo, otros se negaron. Entre los que se negaron, hubo un cadete a quien trató de ayudar a salir de la casa y obligó a ponerse una chaqueta sobre su camisa negra. Cuando lograron salir de la residencia, unos policías se les acercaron y, sin que él pudiera evitarlo, dispararon contra el cadete que “cayó cerca de mí para no levantarse más”.[26]
Torres no examina la conducta homicida de los policías por otra razón: porque tendría que mencionar, tal como hemos demostrado varios historiadores, que los oficiales mataron ciudadanos a macanazos, que mataron a ciudadanos al dispararles por la espalda mientras huían y que remataron a ciudadanos que se encontraban heridos en el suelo. Por dar un ejemplo, María Hernández murió, como apunta Casimiro Berenguer, porque le dieron en la cabeza, luego de que resbalara y se cayera, “y uno de los guardias que tenía carabina le dio un culetazo en la cabeza que le destrozó el cráneo y la masa encefálica siguió rodando por la acera”.[27] Berenguer no miente, el esposo de Hernández señaló que un policía le dio a su esposa un macanazo y la autopsia que le realizaron indica que su muerte fue por una herida contusa en el cráneo.[28] ¡Qué conveniente es no mencionar los númerosos ejemplos del comportamiento criminal de la policía en su cacería de nacionalistas!
Torrres tampoco cuenta que el licenciado Rafael Pérez Marchand admitió que tuvo que arrestar a 23 miembros del Partido Nacionalista, entre los que se encontraban algunos líderes del Partido, cadetes y “enfermeras”, para protegerlos de la continua persecución de la policía.[29] Según indica Lorenzo Piñero, dicha acción ocurrió como a eso de las ocho de la noche cuando el fiscal llegó al cuartel de la policía donde se encontraban detenidos los nacionalistas y los acusó de motín para poder trasladarlos a la cárcel.[30] Así, al parecer, buscó protegerlos de los policías del cuartel.
Tampoco Torres se adentra a explorar cómo en los juicios los fiscales presionaron a los testigos. De haber consultado el documental sobre la Masacre de Ponce , producido por Manuel Moraza, se hubiera percatado de cómo el fiscal Pierluisi presionó a la testigo Carmen Saldo Acosta para que declarara en contra de los nacionalistas, pero ella se negó a mentir: “como a tres o cuatro días antes de llamarme a declarar a sala el fiscal Pierluissi me entregó una declaración y me dijo ‘tienes que estudiarte esa declaración, porque esta es la declaración que tú dices y esta es la que tú tienes que decir allí’” y ella le respondió: “ Usted está equivocado, yo no voy a decir eso”.[31]
Considero haber demostrado que Torres ejerció su profesión, es decir, hizo de abogado de los policías, pero no ejerció el oficio de historiador. No realizó una investigación exhautiva e imparcial que probara su conocimiento de las fuentes historiográficas y primarias sobre la matanza. Simplemente manipuló información y recurrió contantemente al uso de falacias. Lo invito a repensar y analizar toda su “investigación”.
FIN
REFERENCIAS [1] Marisa Rosado, Pedro Albizu Campos: Las llamas de la aurora, 2da.ed. (San Juan, PR, 1998) p. 135. [2] Véase “Nacionalistas derrotan una resolución para proclamar la ‘República de Pto. Rico”, El Imparcial, 3 de marzo de 1941, p. 2, 6 y 7. [3] Juan Manuel Carrión, “Albizu Campos y el fascismo” en http://www.80grados.net/albizu-campos-y-el-fascismo/ [4] Sonia Carbonell https://revistas.upr.edu/index.php/ceiba/article/view/6714/5365 , p. 200. [5] Véase el tercer informe en El Mundo, 6 de abril de 1937, p. 1. [6] Sonia Carbonell https://revistas.upr.edu/index.php/ceiba/article/view/6714/5365 , p. 202. [7] Ibid. [8] Raúl Medina Vázquez, Verdadera historia de la Masacre de Ponce ( San Juan, Puerto Rico: Instituto de Cultura de Puerto Rico, 2001) p. 218-219. [9] El Mundo, 12 de febrero de 1938, p. 9. [10] Ibid. [11] Sonia Carbonell en https://revistas.upr.edu/index.php/ceiba/article/view/6714/5365 , p. 203. [12] Partido político que también abogaba por la independencia de Puerto Rico. [13] El Mundo, 10 de febrero de 1938, p. 5. [14] El Mundo, 12 de febrero de 1938, p. 9. [15] Ibid. [16] Sonia Carbonell Ojeda en https://revistas.upr.edu/index.php/ceiba/article/view/6504/5157 , p. 112. [17] Ibid. [18] El Mundo, 12 de febrero de 1938, p. 9 [19] El Mundo, 12 de febrero de 1938, p. 9 y p. 53. Véase también “Informe del Comité Hays”, en Rafael Pérez Marchand, Reminiscencia histórica de la Masacre de Ponce, Partido Nacionalista de Puerto Rico, 1972, p. 53. [20] El Imparcial, 2 de abril de 1937, p. 2. [21] Ibid. [22] El Imparcial, 2 de abril de 1937, p. 3 y 6. [23] Sonia Carbonell, Blanton Winship y el Partido Nacionalista (1934-1939), Tesis sometida para el grado de Maestría en el Departamento de Historia, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras (1984), p. 197. [24] Pregunta que se hace el Lcdo. Manuel Moraza, y que muchos nos hacemos. Véase Manuel Moraza Ortiz, La Masacre de Ponce (Hato Rey, Puerto Rico: Publicaciones Puertorriqueñas, 2001), p.50. [25] El Mundo, 18 de mayo de 1937, p. 8. [26] Ibid., p. 21. [27] Testimonio de Casimiro Berenguer en Luis Ferrao, “Entrevista a Casimiro Berenguer, sobreviviente de la Masacre de Ponce”, Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, Número 97, 1987, p. 34. [28] Sonia Carbonell Ojeda en https://revistas.upr.edu/index.php/ceiba/article/view/6504/5157 , p. 112. [29] Rafael V. Pérez Marchand, op. cit., p. 22. [30] Lorenzo Piñeiro, La Masacre de Ponce, Entrevista con el Lic. Lorenzo Piñero (San Juan: Cuadernos de Educación Política, Serie Puerto Rico Pasado y Presente 15, ca.1969), p. 16. [31] Testimonio de Carmen Saldo Acosta en Documental La Masacre de Ponce en https://www.youtube.com/watch?v=az_3ZKbjxIM