Se debe tener en cuenta que no hay nada
más difícil de llevar a cabo, ni de éxito más
dudoso, ni más peligroso de manejar, que
iniciar un nuevo orden de las cosas.
— Nicolás Maquiavelo
Tradicionalmente el realineamiento político se ha pensado como cambios en comportamiento electoral, lealtades partidistas y en el balance de poder en torno al Estado y los gobiernos. A nivel global, hoy en día presenciamos cambios políticos más allá de meros comportamientos electorales. Observamos transformaciones y giros en los paradigmas políticos donde se introducen nuevos asuntos valorativos que impactan la política pública. El mundo enfrenta desafíos como el cambio climático, los derechos reproductivos de las mujeres, las minorías sexuales y étnicas, la expulsión de poblaciones por guerras, hambrunas y genocidios étnicos y culturales, así como la pugna por nuevos recursos naturales (e.g., minerales raros). El surgimiento de una llamada “nueva derecha” o “derecha radical” es una de varias respuestas a estos desafíos.
Las transformaciones sociales y políticas de Puerto Rico se insertan en estos cambios globales. La isla enfrenta los desafíos del cambio climático, el agotamiento del modelo de desarrollo de manufactura para la exportación, el envejecimiento y desplazamiento socioeconómico masivo de la población, y la quiebra del gobierno como culminación de una crisis de gobernanza. El proceso de cambio político que presenciamos no es un mero realineamiento electoral, se trata de un realineamiento político.
Puede decirse que la transformación de la política partidista puertorriqueña ocurrida en 1968 con la derrota del Partido Popular Democrático (PPD) fue el producto de un realineamiento electoral resultado de las transformaciones sociales del proyecto de industrialización y modernización conocido como Operación Manos a la Obra, así como de las contradicciones político-sociales que llevaron a la redefinición del proyecto político de estadidad. La persistencia de la pobreza rural y urbana, la emigración masiva de trabajadores/as a Estados Unidos, el surgimiento de una clase media consumista, y la concesión de la estadidad a Alaska y Hawái en 1959 por el congreso estadounidense, junto a los conflictos internos que desembocaron en la escisión del PPD y la creación del Partido del Pueblo, así como el giro populista del liderato estadista (“los humildes serán los primeros”), causaron el vaciamiento del Partido Estadista Republicano en el recién fundado Partido Nuevo Progresista (PNP). Estos eventos críticos viabilizaron un realineamiento electoral que resultó en la victoria de ese partido en 1968 y el inicio de un periodo de alternancia bipartita PNP/PPD. [1]
La institucionalización de la corrupción a partir de los años noventa y el fin de la prosperidad de la “economía 936”, provocaron una crisis de legitimidad que desató una nueva ola de realineamiento político caracterizada por gobernadores de un solo término y “gobiernos compartidos” o pluri partidistas dentro del dominio del “bipartidismo” corrupto. El gobierno pasó de ser dominado por élites tecnocráticas guiadas por un afán desarrollista, a ser dominadas por una kakistocracia (gobierno de ineptos) aliada con una plutocracia (clase adinerada) motivadas por el afán de lucro administrando y manejando los recaudos e ingresos gubernamentales como “rentas”. Estas élites rentistas desarrollaron esquemas de corrupción gubernamental en alianza con las élites financieras (e.g., Banco Santander), hasta llevar al gobierno a la quiebra en 2015.
La bancarrota fiscal de 2015, el huracán María de 2017, las protestas del verano de 2019, los terremotos y la pandemia del COVID-19 en 2020, agudizaron la crisis de legitimidad convirtiéndola en una crisis de gobernanza. Esta crisis se manifiesta en un realineamiento que no es sólo electoral sino político. No se trata simplemente de cruce de líneas partidistas en el voto popular. Hablamos de un realineamiento en torno a los asuntos de política pública que preocupan a los ciudadanos y que afectan su comportamiento electoral y político. Se trata de un cambio de época.
Realineamiento electoral en el siglo veintiuno
El proceso de realineamiento electoral en Puerto Rico que culmina en las elecciones de 2024 puede trazarse al llamado “voto de castigo” manifestado en las elecciones de 2000 y 2012. Luego de haber ganado la elección de 1996 con un millón de votos y más de 50% del total, el PNP perdió las elecciones de 2000, obteniendo 87 mil votos menos que en 1996. Algo similar ocurrió en 2012. Habiendo ganado el PNP las elecciones de 2008, nuevamente con más de un millón de votos y 53% del total, perdió frente al PPD registrando una reducción de 149 mil votos.[2] Pero este voto de castigo no se traducía en un cruce masivo de líneas; “los penepés no prestan el voto, se decía. Se trataba de un castigo mediante la abstención. El corolario de este comportamiento era que el PPD no ganaba elecciones, el PNP las perdía.
Otro elemento novedoso del realineamiento electoral del siglo veintiuno es el surgimiento de un patrón de gobernadores de un solo término. Ningún gobernador ha sido reelecto entre 2000 y 2024, aunque el partido gobernante gane elecciones consecutivas. Este fue el caso de 2000 y 2004, cuando el PPD gana la candidatura a la gobernación en elecciones consecutivas con gobernadores distintos—Sila Calderón y Aníbal Acevedo Vilá. Entre 2016 y 2024 el PNP ha ganado la elección a la gobernación tres veces consecutivas con tres candidatos/as distintos/as—Ricardo Rosselló, Pedro Pierluisi y Jenniffer González. Entre 2000 y 2024 ha habido también dos gobiernos compartidos, 2005-2008 y 2021-2024. En el primero el PNP dominó la legislatura y el PPD el ejecutivo (la gobernación). En el segundo fue a la inversa, el PPD dominó la legislatura y el PNP el ejecutivo.
Para las elecciones de 2008 se materializa, además, un “voto flotante” caracterizado por electores/as no afiliados/as o desafiliados/as de los partidos políticos. Se hablaba, por ejemplo, de “independentistas realengos”, no afiliados al Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) que también se caracterizaban como voto “melón” (verdes por fuera—independentistas—y rojos por dentro—populares), que consistentemente votaban por el candidato a gobernador del PPD para bloquear el triunfo del PNP. En las elecciones de 2008 este voto de desafectos y “no afiliados” se aglutinará en el Partido Puertorriqueños por Puerto Rico (PPR), liderado por Rogelio Figueroa, un “advenedizo” en la política electoral. Figueroa se postuló como candidato por nominación directa en 2004 y en 2007 logró la inscripción del PPR. El nuevo partido se definió como un “proyecto de restauración puertorriqueña” que proponía: mejor calidad de vida, una economía sustentable próspera y un medioambiente restaurado. El programa del PPR planteaba, además, la “convergencia puertorriqueña” para pasar de “una cultura de separación e intolerancia por nociones partidistas, preferencias de estatus y otras diferencias, a una cultura de tolerancia y colaboración que nos haga posible alcanzar nuestras metas como humanos y como puertorriqueños”.[3] Enfrentados con la encrucijada de votar por un gobernador del PPD (Aníbal Acevedo Vilá) quien encaraba más de veinte cargos por corrupción y un partido independentista centrado en el estatus, el voto flotante se desplazó hacia este nuevo partido y la “cara nueva” de Rogelio Figueroa.
Para las elecciones de 2012, la coalición del PPR se desintegró fragmentándose el voto de los desafectos del bipartidismo con la creación del Movimiento Unión Soberanista (MUS) y el Partido del Pueblo Trabajador (PPT). El MUS no sobreviviría como partido político al no obtener suficientes votos para quedar inscrito y el PPT participaría hasta las elecciones de 2016 cuando obtuvo poco más de 5 mil votos. Pero en 2016, se registró un hecho sin precedentes. El voto masivo de electores no afiliados, particularmente jóvenes, se volcó masivamente en la candidata independiente a gobernadora Alexandra Lúgaro[4]—una joven abogada sin experiencia ni trasfondo político. Otro segmento del voto desafecto con el bipartidismo se “desvió” hacia el empresario conservador identificado con el PNP, Manuel Cidre, quien también presentó una candidatura independiente que criticaba la corrupción y la mala gobernanza del bipartidismo. Lúgaro obtuvo más de 175 mil votos (11%) y Cidre más de 90 mil (5.7%), marcando la erosión sustantiva del dominio bipartita PNP/PPD.
Los eventos críticos posteriores a las elecciones de 2016 antes mencionados—el huracán María, el verano de 2019, la pandemia del COVID-19 y los sismos del sur—pusieron al descubierto con meridiana claridad la naturaleza y profundidad de la gobernanza corrupta del bipartidismo PNP/PPD. Las protestas del verano de 2019, que causaron la renuncia del gobernador electo Ricardo Rosselló, hecho sin precedente, demostraron la capacidad de cambio político mediante la movilización popular. El universo político dio un giro de tal magnitud que se crearon dos nuevas organizaciones políticas: El Proyecto Dignidad (PD) y el Movimiento Victoria Ciudadana (MVC).
Ambas organizaciones relegaron la cuestión del estatus político de Puerto Rico a una solución al margen de los comicios regulares y se enfocaron en temas de buena gobernanza y principios de política pública—conservadores el PD y progresistas el MVC. El PD aglutinó un sector conservador vinculado a las iglesias evangélicas fundamentalistas y las organizaciones anti aborto y “pro familia” vinculadas también a la Iglesia Católica. El MVC se constituyó con integrantes del PPT, el MUS, independentistas desafiliados y “melones”, un reducido grupo de estadistas con visiones sociales progresistas y un grupo de autonomistas marginados del PPD. Alexandra Lúgaro emergió como la candidata a gobernadora del nuevo movimiento. El debate político comienza a alejarse del estatus y a centrarse en temas de buena gobernanza, derechos humanos y ciudadanos, desarrollo económico, educación, salud y bienestar públicos. Estas fuerzas políticas emergentes resquebrajaron el bipartidismo PNP/PPD que redujo su porción del voto total de 80.7% en 2016 a 64.4% en 2020. Las elecciones de 2020 marcan así el comienzo de un realineamiento político. Cambian los asuntos medulares en disputa desplazando el estatus del eje central de la política electoral y trayendo nuevos asuntos y propuestas de política pública.
Las elecciones de 2024
Los resultados electorales del 5 de noviembre de 2024 presentan un giro político que pocos esperaban. Dos candidatos/as a la gobernación obtuvieron muchos más votos que sus partidos y sus compañeros de contienda. Jenniffer González obtuvo 118,763 votos más que los votos íntegros del PNP y Juan Dalmau obtuvo 339,195 votos más que los votos íntegros combinados del PIP y el MVC; resultado de la “Alianza de País” formada entre estos dos partidos. Para la comisaría residente otros dos candidatos/as también recibieron muchos más votos que sus partidos. Pablo José Hernández recibió 289,390 votos más que los votos íntegros del PPD. Ana Irma Rivera Lassén recibió 115,710 votos por La Alianza de país, 62,720 votos más que los votos íntegros del MVC y el PIP combinados. El voto mixto y por candidaturas continuó la tendencia al crecimiento iniciada en 2016, alcanzando 41.4% en 2024, 13.6% por encima del 27.8% de votos mixtos y por candidatura en 2020 (Gráfica 1).
El nuevo giro del comportamiento electoral de los puertorriqueños marcó además un distanciamiento claro entre los alcaldes y sus partidos. El PPD ganó 41 municipios reduciendo 3 respecto al total de 2020 y el PNP 37, aumentando por tres los municipios ganados. En un giro sin precedentes el candidato a gobernador del PPD no ganó el voto a la gobernación en ningún municipio, mientras el candidato de La Alianza PIP/MVC, Juan Dalmau, ganó el voto por la gobernación en 7 municipios (5 ganados por el PPD y 2 por el PNP).[5] Jenniffer González ganó el voto a gobernadora en los restantes 71 municipios (36 PPD y 35 PNP). Estos resultados confirman la tendencia a un distanciamiento entre los/as candidatos/as a las alcaldías y sus partidos. Muchos/as de ellos/as invisibilizaron las insignias partidistas en sus carteles y anuncios de campaña.
El PNP ganó ambas cámaras de la legislatura reduciendo al PPD a la representación más pequeña en su historia. En los cargos por acumulación el PPD eligió apenas 4 senadores y 3 representantes, y por distritos eligió un senador y 10 representantes. Los candidatos por acumulación del PIP en la cámara y el senado repitieron como los candidatos/as con más votos. El triunfo abrumador del PNP en la legislatura redundó en la adición de legisladores de minoría según dispone la ley. El PIP añadió un senador y dos representantes porque su candidato a la gobernación fue el segundo en votación. Cabe señalar que en otro hecho sin precedentes en la historia política de Puerto Rico el ambientalista Eliezer Molina fue electo senador por acumulación por nominación directa con un total de 71,254 votos. En el pasado se habían elegido senadores independientes pero nunca por nominación directa.
Paradójicamente, a pesar del alardeado “copo legislativo” del PNP, la estadidad redujo su apoyo. En el séptimo plebiscito de estatus, y por segunda elección consecutiva el PNP añadió una cuarta papeleta presentando tres opciones: Estadidad, libre asociación e independencia. Las definiciones de libre asociación e independencia se presentaron como alternativas que implicaba la posible pérdida de la ciudadanía estadounidense y fondos federales. Se especificó que los votos en blanco no contarían. No obstante, el PIP y el PPD pidieron votos en blanco para esta cuarta papeleta y una quinta que solicitaba un voto simbólico por los candidatos a presidente de Estados Unidos, Kamala Harris y Donald Trump. Sí se incluyen los votos en blanco, que fueron votados así por instrucciones tanto del PPD como del PIP, los resultados revelan un voto de 49.1% por la estadidad, 24.8% por la libre asociación, 9.9% por la independencia, y 14.3% en blanco. Dicho de otro modo, la estadidad redujo su apoyo de 2020 por un 3%. Asimismo, 34.7% de los votantes lo hicieron a favor de alguna fórmula soberanista y 14.8% fueron votos de protesta en blanco. En la papeleta presidencial simbólica Kamala Harris ganó con 75% de los votos, por lo cual poco se menciona este resultado.
En resumen: las elecciones de 2024 produjeron resultados que parecen contradictorios y resultan confusos en el discurso de los dirigentes de partidos así como para la pléyade de analistas de medios de comunicación y redes sociales. Cada uno reclama algún tipo de victoria, algún logro o algún avance, así como la derrota de los adversarios.
Aunque el PNP reclama un “copo electoral” y una victoria rotunda de la estadidad. No obstante, perdió por primera vez en veinte años la comisaría residente y el voto independentista y soberanista creció a niveles sin precedentes. El 10% de voto por la independencia es una marca sin precedentes en plebiscitos de estatus. Esto representa un crecimiento porcentual por un factor de 2.5 con respecto a los resultados del plebiscito de estatus de 2012, a pesar de que el PIP hizo campaña por el voto en blanco.
El PPD, fue el gran perdedor de la elección, ocupando por primera vez en la historia el tercer lugar en votos para gobernador, aunque logró ganar por primera vez en 20 años la comisaría residente. El ganador, Pablo José Hernández, nieto del exgobernador y líder del PPD Rafael Hernández Colón, se ha convertido de inmediato en el líder que se espera “restaure” el partido a sus glorias pasadas, como hizo su abuelo en los años setenta y ochenta. Un bloque importante de votantes del PPD cruzó líneas y voto por los candidatos para gobernador de la Alianza y el PNP; la gran interrogante es cuántos “regresarán” al PPD.
El gran avance del PIP sólo puede explicarse como producto de su “Alianza de País” con el MVC. Aunque la kakistocracia política, la plutocracia criolla y los analistas mediáticos declaran al MVC como el “gran perdedor”, pierden de vista que esa organización se convirtió en la segunda fuerza política en la ciudad capital y que su líderesa, una mujer afrodescendiente y abiertamente lesbiana, obtuvo más de cien mil votos para la comisaría residente por la Alianza. Esto, a pesar de que el MVC fue objeto de una campaña de persecución por parte del PNP que incluyó la recusación arbitraria de votantes jóvenes en San Juan y la descalificación de los principales candidatos legislativos por un tecnicismo de endosos en el que la Comisión Estatal de Elecciones indujo deliberadamente a error al liderato del MVC.
El Proyecto Dignidad (PD) fue el otro gran perdedor de las elecciones de 2024. Aunque mantuvo su representación legislativa, un bloque de sus electores cruzaron líneas para votar por la candidata a gobernadora del PNP, respondiendo a la campaña de miedo a la independencia y el “comunismo” dirigida contra la Alanza. También contribuyó el “miedo a la juventud” aglutinado por la Alianza, cuyas expresiones artísticas y culturales contravienen y desafían los valores conservadores del PD.
Las elecciones de 2020 marcaron la quiebra del dominio del bipartidismo PNP/PPD. Las elecciones de 2024 marcan su colapso y el surgimiento de una coalición de oposición sin precedentes. Aunque el voto de 41.3% por la candidata del PNP se equiparó al de Ricardo Rosselló en 2016 (41.8%), el declive del voto por el bipartidismo continuó con el desplome del voto por el candidato del PPD (Gráfica 2).
Se trata de un nuevo momento político para Puerto Rico y el mundo. Para las nuevas generaciones los partidos políticos gobernantes (PNP y PPD) son organizaciones corruptas y decadentes. Las decisiones sobre por quién votar se toman sobre la base de quiénes son las/os candidatas/as y sus posturas sobre las preferencias de las/os electoras/os como individuos.
Se ha pasado de un proceso de realineamiento electoral a uno de realineamiento político. No se trata simplemente de cruce de líneas partidistas y votos “útiles” o de “castigo”. Presenciamos un giro del discurso político donde se desplaza el estatus político como eje central del debate y se concentra el conflicto en asuntos como la buena gobernanza, los derechos reproductivos de las mujeres, los derechos de las minorías sexuales, la justicia social, la salud pública y el desarrollo económico.
Estamos ante el fin de las políticas tradicionales y las lógicas de identidad como las hemos conocido. El fin de las lealtades partidistas y las lógicas de identidad produce un proceso de realineamiento tanto electoral como político. Ahora hay estadistas de “izquierda” e independentistas de “derecha”. No es casualidad que mientras la candidata del MVC con más votos sea una prominente defensora de los derechos de las mujeres, de las minorías sexuales y raciales, la principal representante del PD en la legislatura sea una senadora independentista identificada con la nueva derecha, el fundamentalismo religioso católico y el “contrafeminismo”.[6]
Para entender la nueva política puertorriqueña hay que cambiar la óptica. El bipartidismo colapsó y La Alianza de País tuvo éxito en aglutinar el descontento. Es un nuevo mundo conectado por las redes sociales, definido por nuevas visiones “hiperindividualistas”, ahistóricas e iconoclastas.
Del Realineamiento Electoral al Político
En suma, podemos decir que las elecciones de 2024 marcan un realineamiento político que genera un cambio importante en el debate político. Los nuevos ejes del debate se desplazan hacia asuntos de política pública:
- Buena gobernanza (transparencia, rendición de cuentas, corrupción pública).
- Derechos reproductivos de las mujeres, derechos de las minorías sexuales, violencia de género / violencia doméstica, equidad de género.
- Protección del ambiente, seguridad energética, seguridad alimentaria.
- Desarrollo económico sustentable versus dependencia en transferencias y fondos de operación del gobierno federal.
- Justicia salarial para las clases trabajadoras, costo de vida y vivienda asequible.
- Mejoras en servicios públicos, particularmente salud, educación, apoyo a las familias y población envejeciente.
- Criminalidad y seguridad pública.
- Desplazamiento y sustitución poblacional, gentrificación y turistificación.
- Permanencia de la Junta de Control Fiscal / resolución de la deuda pendiente de la Autoridad de Energía eléctrica y reconstrucción de la infraestructura de la Isla.
- Descolonización de Puerto Rico como proceso autónomo fuera de las elecciones.
El estatus sigue siendo un asunto importante pero se redefine como una disyuntiva “estadidad versus soberanía”. El consenso mayoritario es que el Estado Libre Asociado es una fórmula colonial que debe transformarse radicalmente. Recordemos que fue rechazada en el referéndum de 2012. La segunda alternativa no se reduce a la independencia nacional ni tampoco a un ELA “mejorado”; la definición queda pendiente para una asamblea constitucional de estatus y una negociación con el Congreso de Estados Unidos.
El análisis de los resultados electorales sugiere la reconfiguración del debate político entre dos polos: un polo conservador integrado por la “nueva derecha” y otro progresista configurado por la “Alianza de País”. La polarización del voto en la candidata del PNP y el candidato de la Alianza así lo indican. La definición tradicional de una derecha anexionista, una izquierda independentista y un centro estadolibrista pierde relevancia y poder de convocatoria.
La campaña electoral redefinió temas y campos. El PNP desató una campaña de miedo acusando y asociando al candidato de la Alianza con regímenes totalitarios tildados de comunistas como los de Nicolás Maduro en Venezuela y Daniel Ortega en Nicaragua. Esta campaña se complementaba con la amenaza de que, de ganar la Alianza, desaparecerían los fondos federales que aportan el 50% del presupuesto gubernamental y subsidian directamente a más del 40% de la población que vive bajo el umbral de la pobreza. Aunque las congresistas puertorriqueñas Nydia Velázquez y Alexandria Ocasio Cortez viajaron a Puerto Rico para endosar la Alianza y desmentir esas amenazas, la candidata del PNP prevaleció. El PNP fuerza el tema del estatus y revive los miedos tradicionales antisocialistas y anti-independentistas.
Otro elemento nuevo de la campaña fue la intervención directa del artista de fama internacional Bad Bunny, quien lanzó una campaña directa contra el PNP financiada con su dinero. En su intervención en el cierre de campaña de la Alianza que se presentó como una “fiesta de pueblo”, Benito Antonio Martínez Ocasio (Bad Bunny), reveló que provenía de una familia que apoyaba el PNP y que sufrió las consecuencias devastadoras de las políticas de austeridad de la administración Fortuño (2009-2012). Esto sugiere que, así como Benito, una parte importante del apoyo electoral de la Alianza proviene de jóvenes desilusionados con la corrupción y mala gobernanza del bipartidismo.
La campaña de Bad Bunny produjo los lemas “Jenniffer Mentirosa” y “muerte al PNP”. Estas consignas tuvieron un impacto dual: unificaron sectores importantes de la juventud seguidora del artista, a la vez que alimentaron la campaña de miedo caracterizando el segundo lema como un llamado a la violencia contra el PNP y los penepés. La intensificación de la campaña de miedo polarizando la elección como una disyuntiva entre una izquierda socialista y nacionalista y una derecha que conservaba la estabilidad y “cumpliría” las promesas rotas de reconstrucción y progreso, contribuyó a opacar la campaña contra Jenniffer González. La oposición había logrado avanzar ante la ambigüedad de González para acabar el contrato con LUMA, la corrupción del PNP y la incapacidad para adelantar la reconstrucción de la infraestructura del país para la cual la agencia federal FEMA había asignado cientos de millones de dólares. En las últimas semanas de campaña la propaganda del miedo opacó el descontento con la corrupción.
Aunque los resultados de las elecciones de 2024 confirman el fin de la hegemonía del bipartidismo, el PNP retiene el dominio del aparato de Estado colonial—las instituciones de las ramas ejecutiva, legislativa y judicial. La política puertorriqueña se ha reconfigurado de una centrada en el estatus político y el miedo a la independencia y el socialismo/comunismo, a una centrada en asuntos de buena gobernanza, derechos humanos y afirmación cultural. El dominio del bipartidismo se quiebra por el colapso electoral del PPD. Mientras, el dominio del PNP se torna autoritario y tiene que aliarse con la nueva derecha fundamentalista religiosa para retener su cuota de poder, que se ve amenazada por la Alianza. La desesperación de los progresistas ha llegado al extremo de que la gobernadora declaró durante las actividades de “La cumbre estadista” de marzo de 2024 en Washington D.C., que “si hay una decisión para expandir el imperio nosotros [los puertorriqueños] estamos listos”.[7] El presidente Donald Trump, por su parte, responde reafirmando el inglés como idioma oficial de Estados Unidos y fijando su vista en Canadá, Groenlandia y Panamá, mientras ignora los reclamos PNPs.
Es importante señalar que en este proceso de realineamiento político y cambio social, Bad Bunny se ha convertido en el portaestandarte de la puertorriqueñidad y el nacionalismo cultural. Su producción musical post electoral “DeBÍ TiRAR MáS FOToS” se ha convertido en símbolo de resistencia y afirmación cultural a nivel mundial. No puede reclamarse que esto constituya un auge independentista pero sí una reafirmación de la nacionalidad puertorriqueña y su singularidad sociocultural e histórico-social. Puerto Rico no es Hawái como afirma Bad Bunny. Aunque la estadidad haya ganado los plebiscitos diseñados y amañados por el PNP, la manipulación de estadísticas y de fórmula ha hecho patente “el mito de una mayoría estadista”.[8]
Las elecciones de 2024 marcan el comienzo de una nueva era política que gira en torno a dos polos emergentes: una coalición conservadora anexionista y una Alianza progresista soberanista (autonomista e independentista). Mientras en Estados Unidos Donald Trump afirma la xenofobia y la supremacía anglosajona, el nacionalismo cultural puertorriqueño se reactualiza en la música de Bad Bunny. No es el renacer de la música campesina, como en los años de la “Nueva Trova”, es la construcción de una nueva lírica y un nuevo ritmo que abrazan desde los jóvenes a los adultos mayores de Puerto Rico y el mundo. La cultura puertorriqueña, renovada y replanteada se proyecta globalmente en español. La pava y el sapo concho se convierten en símbolos globales de un pueblo que resiste el desplazamiento y la subordinación. Son tiempos de cambios, presenciamos la tercera gran transformación de Puerto Rico bajo el dominio norteamericano.
FIN
* Agradezco los comentarios y sugerencias de los colegas Luz del Alba Acevedo, Samuel Figueroa Cifre, Manuel Álvarez-Rivera y Roberto Alejandro.
[1] “Los humildes serán los primeros” evolucionó a “la estadidad es para los pobres” bajo Carlos Romero Barceló en los años setenta. [2] Todas las estadísticas electorales de este trabajo provienen de la Comisión Estatal de Elecciones. https://ww2.ceepur.org/Home/EventosElectorales [3] PPR (Partido Puertorriqueños por Puerto Rico). 2008. Reconstruyamos a Puerto Rico. Programa de Gobierno. (https://issuu.com/coleccionpuertorriquena/docs/2008_ppr_programa_de_gobierno)/ [4] Cf. El fenómeno Lúgaro, en Pantojas García E. (2019), Crónicas del colapso: Economía, política y sociedad de Puerto Rico en el siglo veintiuno. San Juan: Ediciones Callejón, tercera edición, pp. 294-95. [5] Carolina, Caguas, Carolina, Cayey, Trujillo Alto, PPD, San Juan y Cabo Rojo, PNP. [6] Acevedo Gaud, L. (2024). El Proyecto Dignidad: La nueva derecha y la democracia colonial. Siglo 22. [https://sigloxx22.org/2024/01/28/el-proyecto-dignidad-la-nueva-derecha-y-la-democracia-colonial/] [7] José A. Delgado, Jenniffer González launches the statehood lobby, which may call for a yes or no statehood referendum. (https://www.elnuevodia.com/english/news/story/jenniffer-gonzalez-launches-the-statehood-lobby-which-may-call-for-a-yes-or-no-statehood-referendum/) 4 de marzo de 2025. [8] Pantojas García, E. (2021). El mito de una mayoría estadista: los datos no son los datos. 80grados. [https://www.80grados.net/el-mito-de-una-mayoria-estadista-los-datos-no-son-los-datos/]