1
Hubo un tiempo de óraculos
vestido con la apariencia de una alianza,
no era una máscara, era una sentencia
sobre el humus, la lengua,
sobre la sedentaria danza
que se despegaba de la tierra,
el humo de la alianza se esparcia,
y todo fue aire, fuego y piedra,
luego de la extrañeza de Europa, volvieron
y encendieron en osamentas palestinas sus hogueras,
y no se fueron…
2
Y fue su dios el que volvió
enterrrando truenos en la tierra,
el que regó semillas de uranio
en los ojos del desierto,
el que sembró la fiebre de profetas
que se vestían de agua, de árbol o de un libro,
y olvidaron el verbo principal
del arameo que esperaron
y luego lanzaron al hospicio…
3
El misil fija su objetivo
en la dentadura de una anciana,
fija su destino en los vientres
en la risa de un padre
que lleva su aliento de desierto
hacia su nido,
en los ojos maravillados de una madre
al ver a sus hijos,
en el vecino que comparte su humo
en la comunidad que suena su cuerda
para ir tiñendo su imagen
y como antes se hacía
compartir la Dabkeh, las nostalgias
y la ira silente como todos los días…
4
Pero llega el estruendo
con olor a uranio, a sangre
a piel quemada
y forma eslabón de arena y viento.
Una mujer con su niño mutilado
entre sus manos, no puede salir. Un padre llora a sus hijos
en la entraña de una fosa
y los matutinos ojos infantiles
ven su ciudad destrozada,
con una nueva soledad
de la que no podrán huir.
5
Ya la estrella o cualquier sonido es el misil,
una fosa sin ángeles ya es el cielo,
todos han quedado en la obtusa soledad
de uranio y sangre,
regada de corderos muertos.
Gaza muerde su bala,
la estrella de David
sigue su sarna de la furia santa…
Yahvé sonrié desde algún rincón del mundo
y el espejo que se expande del Dabkeh
muestra su sicaria sombra milenaria.
23 de septiembre de 2024
Hato Rey, Puerto Rico