El 23 de febrero de 1936, un evento en la ciudad de San Juan conmocionó al país. Dos cadetes nacionalistas Hiram Rosado y Elías Beauchamp, ejecutaron en la calle Charles Allen cerca del Callejón del Gámbaro al jefe de la Policía Insular Elisha Francis Riggs (1887-1936). Era domingo y Riggs acababa de salir de misa, hecho en el cual la prensa insistió dando un particular cariz al evento. Lo que aparentó ser una curiosa treta, un atentado fallido de Rosado y un acercamiento de Beauchamp al objetivo haciéndose pasar por testigo del hecho, facilitó la acometida. Una vez arrestados, los cadetes fueron conducidos al cuartel de la calle San Francisco. En medio de una situación confusa que nunca se aclaró, fueron ejecutados a su vez por unos agentes llenos de encono. Beauchamp falleció en la escena, pero una foto de la prensa muestra a Rosado bocarriba con los ojos entreabiertos mirando hacia la nada. Lo más probable es que muriera antes de recibir atención médica apropiada. Un halo legendario y ominoso, depende desde dónde se le mire, marcó aquella fecha de manera indeleble.
El homicidio y la ejecución
El evento sintetizaba 6 años de intensificación del conflicto entre el Partido Nacionalista y la Insular Police apoyada por agentes federales conocidos como los G-Men. Esa es solo una manera de decirlo. El asunto no podría reducirse a la confrontación de dos cuerpos militares comprometidos ideológicamente con metas opuestas. Detrás de los hechos de sangre había una compleja red de causas cuya mención facilitará su comprensión. De un lado un sector de defensores de la independencia de Puerto Rico, una aspiración legítima, había revisado sus tácticas desde 1930 a fin de adelantar sus objetivos. Del otro, las fuerzas policíacas del territorio y de Estados Unidos, habían unido esfuerzos para impedirlo. La vigilancia federal sobre Pedro Albizu Campos ha sido documentada desde 1927 durante su viaje de propaganda por el Caribe e Hispanoamérica.[1] Los expedientes del Buró Federal de Investigaciones (FBI) de 1936, temían que las elecciones de ese año, que auguraban un triunfo de la Coalición Puertorriqueña de republicanos y socialistas defensora del estadoísmo, fueran el teatro de actos violentos auspiciados por los nacionalistas. Es probable que el asesinato de Riggs fuese interpretado como un anticipo de lo que aguardaba a las autoridades en noviembre de ese año.
Un gobernador de formación militar, Blanton Winship, protegía con mano de hierro los intereses de Estados Unidos en Puerto Rico. Su antinacionalismo no debe sorprender a nadie. Representaba los intereses de su país y su presidente Franklyn D. Roosevelt en el territorio no incorporado del Caribe. Los demócratas también sabían aplicar la mano dura cuando era pertinente, asunto que parece haberse olvidado en el país. Los observadores prefieren recordar a Roosevelt como gestor del humanizador Nuevo Trato y padre putativo de un populismo esperanzador y no como jefe político de Winship. La víctima, Riggs, provenía de influyentes sectores ligados a la banca y a los círculos de poder en Washington.
En el contexto internacional Europa ardía ante un abismo. Dos hechos llaman de inmediato mi atención. El Frente Popular había ascendido al poder en España por la vía electoral en febrero, asunto que dividió las fidelidades de los nacionalistas en el país; y Adolph Hitler adelantaba sus planes de recuperar la zona del Rhin con lo que demolería el orden de Versalles y tiraría al canasto lo que quedaba, si algo, del “Espíritu de Locarno” de 1925, meta que consiguió por fin en marzo. Aquellos dos eventos, uno que puso en el poder a las izquierdas rojas y otro que adelantó el hambre de poder de las derechas feldgrau o grises, eran una premonición de conflictos mayores. Las posibilidades de otra Gran Guerra, como la de 1914, más desastrosa que aquella, asomaban por todas partes.
En 1936 el Partido Nacionalista era una organización exigente en cuya militancia coexistía una diversidad de tendencias filosófico-ideológicas que se movían entre el nacionalismo cultural y revolucionario, el catolicismo, el evangelismo y las ideas religiones alternativas como el espiritismo y la masonería por mencionar solo algunas. Su red de apoyo incluía comunistas bona fide que favorecían la independencia de Puerto Rico como era el notable caso del José Lanauze Rolón. Todos aquellos sectores poseían un alto potencial de articulación política. Mis investigaciones me dicen que la porosidad ideológica del nacionalismo era enorme y que la impresión de homogeneidad y unidad que el discurso público de Albizu Campos trataba de imponerle era una falacia. El nacionalismo fue una organización que atrajo activistas de un amplio espectro ideológico en el cual, si bien algunos estuvieron dispuestos a asociarse y solidarizarse con los rojos, otros se movilizaron por el territorio de los feldgrau o grises.
Laberintos ideológicos de entreguerras
La penetración ideológica de esos “extremos odiosos” -rojos y feldgrau- en la discursividad política de Puerto Rico durante la década de 1930 es innegable. Pero los investigadores profesionales de aquel periodo, entonces y hoy, tienen que aprender a buscar las huellas de aquellas discursividades más allá del nacionalismo militante a la hora de documentar el fenómeno.[2] Para el historiador cultural de lo político, un problema de la historiografía en torno a aquella época es que el único caso en que se ha insistido señalar esa relación ideológica ha sido el del Partido Nacionalista con el fin de identificarlo con el “otro” nazi-fascista. Esa fue la misma actitud que adoptaron las autoridades federales y las estatales en su momento. Comprendo la situación a la perfección: la Coalición Puertorriqueña y el Partido Liberal no representaban una amenaza real para el orden estadounidense en la colonia, aunque tuviesen simpatizantes de los rojos o los feldgrau en sus filas. Se trataba de dos partidos integristas más.
Al interior de la Coalición Puertorriqueña y dentro de su componente socialista los rojos radicales y los amarillos moderados sumisos al capital, habían coexistido hasta la separación del radical Afirmación Socialista y la creación del Partido Comunista Puertorriqueño alrededor de 1934. En el Partido Liberal Puertorriqueño los elementos socialistas radicales encabezados por un Luis Muñoz Marín joven[3] y los novotratistas, ambos de fuerte tradición izquierdista estadounidense, convivían con una derecha tradicional rancia e hispanófila eminentemente anti roja y distante de las masas populares y los sectores productivos. La independencia “aunque nos muramos de hambre” de Antonio R. Barceló y la “independencia con justicia social” de Muñoz Marín, propuestas emanadas de la crisis producida por el Proyecto Myllard Tydings de 1936, son una muestra de lo que llevo dicho.
En febrero de 2023 publiqué en esta misma revista “Memoria de un asesinato: un texto de Enrique Ramírez Brau”.[4] Mi comentario giraba alrededor de los recuerdos del 23 de febrero redactados por Enrique Ramírez Brau (1894-1970) en sus Memorias de un periodista en 1968. El autor era nieto del historiador Salvador Brau Asencio de quien también dejó unos interesantes recuerdos. Buena parte de la leyenda negra de los eventos del 23 de febrero se apoya en aquel fragmento olvidado del pasado. La afirmación del martirio de Riggs, “de la cabeza le salía un borbotón de sangre y de masa encefálica”, y la sugerencia de su condición de mártir, “tenía a los pies el libro de misa”, no dejaban lugar a dudas sobre la intención de su narración.
Narrativas: entre memoria, historia y literatura
Que Ramírez Brau hubiese sido testigo ocular de la ejecución de Beauchamp y Rosado en el cuartel de la calle San Francisco, “los dos asesinos” según los identificaba en su escrito, mientras estaba “parado sobre una mesa y (mirando) por el enrejillado” tiene un valor incalculable. El hecho de que luego, a pesar de su situación privilegiada, decidiera no identificar a los policías involucrados, “me negué” dice, porque temía por su vida y por una deuda de honor con el abogado de la defensa Alfonso Lastra Charriez, informa mucho sobre los miedos que invadían incluso a un amigo del régimen si contradecía el orden. Ramírez Brau era cercano al gobernador Winship y, de acuerdo con su contemporáneo José Monserrate Toro Nazario “es fascista, por confesión propia. Es uno de los más fervientes admiradores con que cuenta Mussolini en Puerto Rico.”[5] No creo que deba recordar que Ramírez Brau era un ferviente antinacionalista y un hombre de confianza del gobierno.
Siempre pensé que aquel 23 de febrero poseía elementos altamente novelables. En noviembre de 2023, este es un detalle que quiero compartir, el poeta y novelista Rafael Acevedo editor de la revista cultural En Rojo, me privilegió con un manuscrito inédito que había ido elaborando y revisando durante años. Me refiero a una novela corta titulada Muere Riggs. El universo en miniatura de las calles Allen, San Francisco y el callejón del Gámbaro, el entorno sanjuanero viejo que he caminado tantas veces con el 23 de febrero en la memoria, era reinventado en una apretada narración histórica y ficcional con el sabor del film noir, el stop motion o animación fotograma a fotograma y la intensidad del realismo sucio. La novela demuestra una cuidadosa lectura de las fuentes y su reinversión en un texto lúcido y sugerente. La narración de Acevedo devolvía la humanidad y la magia lírica extraviada a un 23 de febrero que suele ser reducido a la anécdota propia de los discursos policiacos y politizados. Allí estaban todos los personajes reales y ficticios, los mencionados en este texto y los que mantengo en el silencio, por respeto a la condición inédita del texto, mirando el evento mientras se manufacturaba un recuerdo. El diálogo entre la literatura y la historia, la circulación entre ambos mundos enriquece sin duda la apropiación de la complejidad de eventos como éste.
¿Quién ordenó aquellas muertes?
Después del homicidio del jefe de policía y la ejecución de los nacionalistas se especuló sobre quién había sido responsable de la decisión de la sangría del cuartel de la calle San Francisco. La memoria de Ramírez Brau sugiere un intermezzo de extrema tensión entre al arresto de Beauchamp y Rosado y la muerte de aquellos. Marisa Rosado, la investigadora más cuidadosa de los eventos de aquel día, ha dejado unos apuntes sobre el asunto en dos de sus libros.[6] De acuerdo con esta autora la muerte de Riggs dejó en el mando del cuerpo a Charles H. Terry quien fungía como secretario del gobernador Winship y había conocido a un joven Albizu Campos en el sistema escolar en Ponce.[7] Winship se encontraba en Luquillo donde fue informado de los hechos por unos policías y regresó de inmediato a la Fortaleza a hacerse cargo de la crisis no sin antes detenerse en la Escuela de Medicina Tropical para rendir el tributo al cadáver de su amigo Riggs.
La historiadora recurre a los testimonios de dos nacionalistas convencidos, Paulino Castro Abolafia en un panfleto publicado en 1970 y Juan Antonio Corretjer Montes en un opúsculo o ensayo titulado “Albizu Campos y los años treinta” que no he podido ubicar entre los materiales del poeta que obran mi biblioteca.[8] Las notas de Rosado sugieren que Corretjer Montes hizo suyo el alegato de Castro Abolafia en el sentido de que el jefe del Regimiento 65 de Infantería que estaba estacionado en el castillo de San Felipe del Morro, el “Coronel Cole”, al ser informado telefónicamente del arresto de Beauchamp y Rosado y en ausencia del gobernador Winship en Luquillo, inquirió “Are they still alive?”. Al parecer la pregunta fue interpretada por el agente como una orden de ejecución la cual se dispuso a cumplir. En las anotaciones de Corretjer Montes, el poeta tildaba a Cole de haber tomado una decisión cobarde “encerrado en la fortaleza de El Morro” de donde, temeroso por su vida, no salió más “hasta volar a Estados Unidos” poco tiempo después. Corretjer Montes añade que el “Coronel Cole” fue premiado por Roosevelt con un ascenso a Brigadier.[9]
El Col. Otis R. Cole (1876-1948) había nacido en Dorr, Michigan. Sus restos descansan en San Diego en Fort Rosecrans National Cemetery. Su perfil indica que ingresó a la universidad del estado de Michigan con una beca deportiva y que abandonó los estudios para unirse, en medio de la fiebre nacionalista, a los Voluntarios de Michigan de la Guardia Nacional que participaron en los eventos de 1898. No sirvió en Puerto Rico sino en Cuba y Filipinas donde alcanzó el rango de Sargento antes de aceptar una comisión como Segundo Teniente de Infantería. Con la Compañía C27 de Infantería participó en la resistencia del ataque nocturno a Calamba[10] el 29 de octubre de 1901. Durante la Gran Guerra sirvió en la ofensiva de Muesse-Argonne en Verdún entre el 26 de septiembre y el 11 de noviembre de 1918, parte importante de la “Gran Ofensiva” del Mariscal francés Ferdinand Foch la cual, con el respaldo de los aliados, fue un paso decisivo para la derrota del Imperio Alemán. Entre 1933 y 1934 sirvió al ROTC Military Science and Tactics Department en Rutgers University. Entre el 7 de julio de 1934 y el 20 de mayo de 1936 actuó en Puerto Rico como comandante del Regimiento 65 de Infantería. Curiosamente su hijo Glen Cole estaba en servicio como segundo teniente y su suegro, el coronel Lloyd Kefauver, cirujano del regimiento.[11]
En efecto, el coronel Cole salió de Puerto Rico unos meses después del 23 de febrero. La noticia de su partida ocupó una pequeña nota de prensa en The Sunday Star, un periódico de Washington, el 22 de marzo de 1936. El parte anunciaba el nombramiento del coronel J.W. Wright para su posición. Cole iba a ser trasladado a un destino no precisado tras dos años de servicio en la isla. Nada se dice de un ascenso de rango. Wright , su sustituto, también era veterano de la guerra de 1898 como voluntario de infantería con el rango de primer teniente.[12] Nada se dice del frente en que sirvió, dato que en este momento me parece irrelevante.
Curiosamente la situación de Cole entre 1936 y 1939 no está clara en la documentación citada hasta el presente. En esa última fecha, para el mes de diciembre, se reporta en California al lado de una delegación congresional abordando un buque de guerra en el Fuerte McDowell. El 31 de agosto de 1940 se retiró con el rango de coronel, el mismo que tenía cuando salió de Puerto Rico en 1936. Pero en 1943, tras el ataque de Pearl Harbor, volvió a activarse temporeramente para servir en la Segunda Guerra Mundial. El papel directo de Cole aquel 23 de febrero sigue siendo en cierto modo oscuro. Espero que esta nota anime a otros investigadores a continuar la discusión sobre las narrativas y los hechos de aquella aciaga década del 1930. La renovación de la interpretación del fenómeno del nacionalismo espera por miradas frescas todavía.
FIN
[blockquote align=»none» author=»»]Mario R. Cancel Sepúlveda (1960-) nació en Hormigueros, es Catedrático de Historia en el Recinto Universitario de Mayagüez (2012) donde trabaja desde 1994. Fue profesor en la Escuela Graduada Creación Literaria con concentración en Narrativa de la Universidad del Sagrado Corazón (2005-2014) y de Estudios Puertorriqueños e Historia de Puerto Rico en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe en San Juan (2014-2019). Ha publicado libros de historia, biografía y crítica literaria e historiográfica en torno a diversos aspectos del Puerto Rico de los siglos 19, 20 y 21; y literatura creativa en los géneros de la poesía y la narrativa corta así como numerosos textos en el orbe digital.[/blockquote]
REFERENCIAS [1] Mario R. Cancel (20 de julio de 2022) “Nacionalistas: “Subject: Pedro Albizu Campos” y el “sujeto subversivo” en Claridad-En Rojo. URL: https://claridadpuertorico.com/nacionalistas-subject-pedro-albizu-campos-y-el-sujeto-subversivo/ [2] Me parece que se ha adelantado algo en ese sentido con obras tales como Luis A. Ferrao (2009) Puertorriqueños en la Guerra Civil Española (San Juan: La Editorial UPR); Rafael Ángel Simón Arce (2019) “Volverán banderas victoriosas…” Historia de la Falange en Puerto Rico (1937-1941) (San Juan: Gaviota) entre otras. [3] Refiero al interesado a Freedom of Information and Privacy Acts Release of Subject: Luis Muñoz Marín. File #: 100-5745. Section 1. Federal Bureau of Investigations. En 1940 todavía se le señalaba como “the ranking official of the Communist Party in the West Indies and the Caribbean Sea area”. [4] Mario R Cancel (2023) “Memoria de un asesinato: un texto de Enrique Ramírez Brau” en Revista Siglo 22 URL https://sigloxx22.org/2023/02/23/memoria-de-un-asesinato-un-texto-de-enrique-ramirez-brau/ [5] Ven José Monserrate Toro Nazario (31 de mayo de 1939) Carta … a Irma Solá. Transcrita y editada por Rafael Andrés Escribano (2006): 3. [6] Marisa Rosado (2008) Pedro Albizu Campos. Las llamas de la aurora (San Juan: Puerto): 235; y Marisa Rosado (2007) El nacionalismo y la violencia en la década de 1930 (San Juan: Puerto): 70-71. [7] Véase una nota al respecto en Rosado (2008): 234; y Carmelo Rosario Natal (2003) Pedro Albizu Campos, estudiante en Ponce. Nuevas revelaciones (San Juan: Producciones Históricas). [8] Paulino Castro Abolafia (1970) El gobernador Luis A. Ferré debe revisar su historia de Puerto Rico (San Juan: Editorial Betances). Conozco los apuntes de Corretjer sobre el tema en Juan A. Corretjer (1978) El líder de la desesperación (Guaynabo): 29-40 en las cuales no desmiente la posibilidad de un alzamiento en 1936 que el FBI temía. [9] Rosado (2007): 70. [10] Hay dos lugares con ese nombre el Filipinas y las notas que he consultado, firmadas por su nieto Robert Cole, no aclaran bien el evento. En otro momento estaré en posición de elucidar el hecho. [11] “Colonel Otis Robert Cole (Ret.)” en The Borinqueneers URL: https://borinqueneers.com/en_US/soldier/col-otis-r-cole-ret/ [12] “Col. J. W. Wright given Command” (March 23, 1936) The Sunday Sun, Washington, D.C.: A16.
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[…] originalmente en Revista Siglo 22 (Febrero […]