Las despedidas se están despidiendo. Cada vez son menos los adioses encomendados a dioses. El acceso a Internet o los datos celulares presagian la desaparición de las despedidas. Casi podría decirse que se nos hace menos necesario despedirse, porque tenemos la seguridad de estar siempre conectados y comunicados. Cada vez se hace más extraña aquella imagen de la familia suburbial que en el jardín, frente a su casa, se despedía de aquél ser significativo que abandonaba su hogar sin saber si volvería, si escribiría o si los recordaría. Ya tampoco es común aquella imagen de la chica en el andén angustiada por la espera y la incertidumbre de la llegada de su ser amado o la del chico que en una ansiosa fumada esperaba por la llegada del tren que traería a su amada. Las promesas de un «volveré» han sido sustituidas por la seguridad de un «nos escribimos». Penélope, sentada en el andén, escribe por Whatsapp y ya no menea el abanico.
Recuerdo, en los tiempos de desconexión virtual, a mi madre ahogada en llantos cuando se despedía de la hermana menor que se mudaba a Estados Unidos.
Aquellos adioses abrían la puerta a la incertidumbre, a la posibilidad de un no volver a verse o a una comunicación ocasional. El teléfono estaba ahí como artefacto de conexión, pero carecía de la inmediatez de las redes sociales y siempre existía la posibilidad de que la persona no contestara. No son pocas las canciones o escenas de películas dedicadas a aquél “ring, ring, ring” que no recibía respuesta. Ya lo decía aquella canción de El Gran Combo de Puerto Rico: “llevo tanto tiempo sentado en la cama y yo sufro mucho, sufro porque no me llama” . Sin embargo, hoy en día esa incertidumbre ha sido sustituida por la certeza que nos brinda la conexión virtual. Los aviones, los trenes o barcos fueron, en otros tiempos, cápsulas de transporte que generaban una desvinculación temporal e incierta con los seres queridos. Hoy esos mismos barcos, trenes y aviones anuncian wifi gratis para mantenerse conectados durante el trayecto. Los chat, mensajes de textos y el «roaming» han borrado la distancia que generaba las despedidas. Muchas de nuestras conversaciones por texto ya no terminan con un adiós o un hasta luego, sino con un “pulgar arriba” que no despide sino que pausa la comunicación hasta el próximo SMS.
Podríamos pensar que la muerte es la despedida definitiva. De algún modo todavía lo es. Sin embargo, ya hace unos años un grupo de jóvenes de MIT anunciaba la posibilidad de comunicarse con los muertos («Skype with the Death», decía el slogan) a través de la plataforma Eternime que, luego de obtener todos los datos personales, creaba un avatar de un familiar fallecido con el cual podías mantener comunicación incluso hasta después de su muerte. Si la Muerte dejara de ser la culminación de la vida, despedirse de los difuntos serían una acción que también desaparecería. Los adioses están desapareciendo. Con ello, también desaparecen las ausencias y los ausentes. Las despedidas se están despidiendo y, cada vez más, nos llena la imperiosa persistencia de presencia.
FIN
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[…] Félix A. López Román (mayo 2023) «Adiós a las despedidas» en Revista Siglo 22. URL: https://sigloxx22.org/2023/05/25/adios-a-las-despedidas/ […]