Siento delirio por las cosas que no existen
Las peceras se volvieron fuente de musgo y olvido.
Quise encerrar a mucha gente ahí dentro.
Ahora, al agitar las aguas
el padre y el amante se deslizan.
Observo, fascinada,
cómo los peces aseguran la prosperidad de su especie,
y cierro un poco,
lo suficiente para proteger de la invasión brutal
a mis huevecillos.
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Y él subastará mis cartas
Cualquiera puede estar recorriendo
la sucia casa en la que vivo.
Hola, hola
saludo a mis gatos hambrientos de afecto.
Ellos también parecen haber olvidado el tono de mi voz,
como todos a los que le hablé alguna vez al oído.
Amoldo la masa de un postre
o de un feto.
Visto un delantal gracioso,
que se eleva y decae como mi orgullo.
En el envase: seis huevos
y la parte más brillante de la cáscara.
Un pollito mueve el pico entre la harina.
Debería llevarlo hasta el zafacón,
entre dos tapas de manzana
que le sirvan de ataúd,
decir unas palabras que destilen ternura
y meterme bien profundo los dedos,
en cualquier lugar,
para incitarme a la lágrima.
Procedo a arrodillarme,
a sumergir la cara dentro del envase de metal.
Nada sucede.
No me siento unida a mi creación.
Los hornos me rechazan.
Le dicen que no a mi cabeza
y a los experimentos literarios.
Vuelvo a ser la piedra
indolora, incolora, somnolienta.
El tiempo es una locomotora maligna
que va repleta de gente.
esta no llegará a su destino.
°°°°°
Una recopilación de afonías
Desde mi posición,
escucho a los perros avisar
que algo se ha acomodado detrás de la ventana.
De noche los sonidos son tan engañosos.
Los gatos son críos desatendidos
y los insectos se hacen anchos dibujos en la pared.
Sé que esta es la hora de todos los desenfrenos,
pero yo todavía no comprendo la unión
entre el crimen y la oscuridad.
Aquí hay un hombre fundido.
Una ola choca con la imagen de perfecta lascivia,
de muslos cálidos y nuez de Adán
que vino a saltar como yo.
La luz es un privilegio
por eso me he detenido las tres de la mañana
al borde del mundo sólido.
Me pienso en otro lugar
tan vandálica como una Juana
danzando mientras se incendia.
Los pulmones se llenarán de agua en menos de un minuto.
Después vendrá la película de la que todos hablan.
Porque concluir también es un proceso
que comienza en el estómago
con una explosión de mariposas.
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Lettre
Nunca te vi correr.
Supe que lo hacías al borde del Río Piedras,
en tus días libres.
En el extremo opuesto están esas casas bonitas
en las que te gustaría vivir.
Abren sus puertas de garaje como una burla.
No las tendrás.
Yo tampoco te tuve.
Tus brazos se separaron
en una invitación clara al amor
que lo confunde todo.
Cruzar la calle,
sin mirar a ningún lado,
fue un Acierto.
Aún me parece verte en tus actividades diarias.
Transitabas por el departamento,
puños juntos,
añorando tener cojones
para golpear alguna pared.
Transitabas mecánicamente
para limpiar esto, sacudir lo otro,
intentando recoger del suelo a tus muñecas
que resbalan.
Qué sentimiento escondes
en el camuflaje del uniforme militar
macho ajeno
ni siquiera de las esposas, de las hijas,
de la patria que dejaste atrás.
Macho tuyo
que te abrazas a ti mismo.
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Mudanzas
Las perras perdemos la custodia de los hijos
cuando la mano se asoma a la caja,
tantea
y elige el ejemplar que lanzará desde del puente
en plena euforia.
El Dronning Louise no es exactamente
lo que atraviesa Ophelia a las doce.
Somos tan chiquitos,
recalca un alto funcionario en las noticias radiales.
Tan chiquitos y malandrines,
quiso decir, pero no se atrevió.
En casa, Ophelia cuenta los dientes
que se le han ido cayendo al gato.
La llave que cuelga del pecho es anuncio de comida.
Abre la alacena,
descose la bolsa,
siembra la sequedad de la carne en el plato.
Duele mascar.
El viejo que estuvo con ella mirando hacia el río,
habló de su infancia de once años
en un pueblo que no cambia:
El monumento a Víctor Rojas es un pisa-papel gigante
en la casa del bibliotecario.
Bostezo.
En la cama donde murió la tía
papá hizo el amor.
Ophelia se recoge el cabello mojado para pudrirlo.
Se va quitando el camisón de la discordia,
zampando el dedo de la discordia
olisquea la discordia misma.
La mantequilla sale por las rendijas del pez en rodajas.
Se entierra en la cama,
para comerse las uñas.
Comienza la lectura del libro en la página veintitrés.
El cielo está encendido más allá de la ventana.
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Mirna Estrella Pérez, Puerto Rico, 1978. Ha publicado los poemarios Ecos de Eva (2005), Manifiesto sobre las tristes (2007-2009), Miss Carrusel (2010), Fallé en calcular la brutalidad de los años (2021), Un hilo de duda en la saliva (2021) y la novela El dulce cretino de la calle (2021). Entre los reconocimientos recibidos por la autora están: Accésit en el I Certamen Concursalia de Poesía, ciudad de Barcelona, Premio Nacional de Poesía otorgado por el PEN Club de Puerto Rico, Premio Internacional de Poesía Vicente Rodríguez- Nietzsche y Premio Nacional de Poesía del Instituto de Cultura Puertorriqueña.